Evita, una trabajadora social Cristiana
28/07/2007
- Opinión
El 26 de julio del presente año se conmemoraron 55 años de aquella noche en la que Maria Eva Ibarguren, mas popularmente conocida como Evita, abandonó este mundo.
Con su muerte una imaginaria cinta negra se posó sobre los corazones de los “ descamisados ”, como con cariño denominaba Evita a los obreros y obreras de la Argentina, ya que ellos en su conjunto sentían un profundo cariño y respeto por ésta mujer que, desde el momento en que – su esposo – el General Perón asumió la presidencia de la Argentina, se preocupó por obtener mejoras en las condiciones laborales de los asalariados; colaboró activamente en la resolución de los problemas gremiales existentes; y llevó adelante numerosas obras relacionadas con la asistencia social.
Ahora bien, como no podía ser de otra manera, Evita despertó sentimientos de amor entre los mas humildes, y de rechazo entre aquellos que perdían sus “privilegios de clase ” frente a una mujer que, tal como lo había planteado tiempo atrás Pío XI, “ obligaba ” a los ricos a practicar la limosna, la ayuda solidaria y la beneficencia con los que menos tenían- cf. Quadragesimo anno, 19 -.
Ahora bien, comprendida de esta manera puede reconocerse que, en última instancia, la vida de Evita estuvo guiada por un profundo compromiso cristiano hacia los mas necesitados. En efecto, ella misma se definía como cristiana y católica, y sostenía que, lejos de ser el opio de los pueblos como lo decía Marx, la religión debía ayudar a que se produzca una verdadera liberación de los pueblos de cualquier tipo de sometimiento ya que, planteaba ella, por Dios todos somos dignos, iguales y nadie tiene privilegios sobre nadie.
Esta incansable mujer, que decía que el cristianismo era incompatible con los privilegios que ostentaba la oligarquía, postulaba que mientras que no se esté dispuesto a dar la propia vida, cualquier cosa que uno brinda es un acto de justicia; pero, por el contrario, cuando da su vida por el prójimo es entonces cuando uno recién está haciendo una obra de amor.
Esta antigua idea cristiana, que sostenía Evita, según la cual una persona debe dar la vida por amor a su hermano – cf. 1Jn. 3, 16 -, fue también retomada por el padre católico, y peronista, Carlos Mugica quién sostuvo, allá por la década del \'70 del siglo pasado, que todo cristiano, de acuerdo a su valoración de la realidad, tiene la obligación de dar la vida por su hermano, ya sea como lo hizo Martin Luther King o, por el contrario, a la manera de Camilo Torres.
Así mismo, Evita decía que Dios había colmado a los mas humildes de ideales que, teniendo su raíz en la inteligencia y su pedestal en el corazón, los ayudarían a vencer a aquellas “ sombras ” que, a pesar de sus riquezas, poder y privilegios, no podían mirarse al espejo del sol. En éstas “ sombras ” Eva veía a aquellos ricos que, cerraban sus corazones frente a los mas necesitados, y no compartían con ellos sus bienes – cf. 1Jn. 3, 17 – 18 -.
Claro está que Evita tenía en claro que el problema de la pobreza no radicaba en la riqueza en sí, sino que por el contrario residía en que la misma, siendo suficiente como para erradicar la pobreza mundial, se encontraba en manos de unos pocos que vivían a costa del pueblo.
Este posicionamiento, también llevó a Evita a declararse contra todos los “ imperialismos ” que, según sus palabras, han sido y son la causa de las desgracias mas grandes de la humanidad. En verdad, también ésta preocupación aqueja hace décadas al cristianismo ya que para él nuestras comunidades, en líneas generales, se encuentran regidas por “ el imperialismo internacional del dinero ”, que fomenta la construcción de un sistema internacional que considera el provecho como muestra esencial del progreso económico, la concurrencia como ley suprema de la economía, y la prosperidad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes - cf. Populorum Progressio, 26 -.
Por último, ésta mujer que trabajó cotidianamente en favor de los descamisados, en quienes se puede encontrar el rostro de Cristo que fue pobre entre los pobres – cf. 2Co. 8, 9 -, planteó que estaba dispuesta a luchar si era necesario con sus propias manos contra aquellos que, a lo largo del tiempo, han explotado a la clase obrera y han encaminado al pueblo trabajador en un sendero de dolores y luchas estériles.
También en ésta actitud puede decirse que Evita fue fiel al Mensaje del Evangelio e intentó, sin vacilación alguna, y con todas virtudes y errores que son inherentes a cualquier ser humano, trabajar por la dignidad de los obreros y obreras, y por la libertad de los oprimidos – cf. Lc. 4, 18 -.
Hoy en día, y a pesar de quienes continúan criticando a ésta incansable luchadora social, la comunidad en general puede reconocer en Evita a una Cristiana que, tal y como lo planteó Dios, procuró quitarle el poder a quienes abusaban de él; brindarle voz y verdadera importancia a los mas humildes; otorgarle comida y bienes a los hambrientos y desposeídos; y bregar día y noche por que se respeten los derechos de los trabajadores – cf. Lc. 1, 46 – 56 –.
Lic. Daniel E. Benadava.
Psicólogo.-
Con su muerte una imaginaria cinta negra se posó sobre los corazones de los “ descamisados ”, como con cariño denominaba Evita a los obreros y obreras de la Argentina, ya que ellos en su conjunto sentían un profundo cariño y respeto por ésta mujer que, desde el momento en que – su esposo – el General Perón asumió la presidencia de la Argentina, se preocupó por obtener mejoras en las condiciones laborales de los asalariados; colaboró activamente en la resolución de los problemas gremiales existentes; y llevó adelante numerosas obras relacionadas con la asistencia social.
Ahora bien, como no podía ser de otra manera, Evita despertó sentimientos de amor entre los mas humildes, y de rechazo entre aquellos que perdían sus “privilegios de clase ” frente a una mujer que, tal como lo había planteado tiempo atrás Pío XI, “ obligaba ” a los ricos a practicar la limosna, la ayuda solidaria y la beneficencia con los que menos tenían- cf. Quadragesimo anno, 19 -.
Ahora bien, comprendida de esta manera puede reconocerse que, en última instancia, la vida de Evita estuvo guiada por un profundo compromiso cristiano hacia los mas necesitados. En efecto, ella misma se definía como cristiana y católica, y sostenía que, lejos de ser el opio de los pueblos como lo decía Marx, la religión debía ayudar a que se produzca una verdadera liberación de los pueblos de cualquier tipo de sometimiento ya que, planteaba ella, por Dios todos somos dignos, iguales y nadie tiene privilegios sobre nadie.
Esta incansable mujer, que decía que el cristianismo era incompatible con los privilegios que ostentaba la oligarquía, postulaba que mientras que no se esté dispuesto a dar la propia vida, cualquier cosa que uno brinda es un acto de justicia; pero, por el contrario, cuando da su vida por el prójimo es entonces cuando uno recién está haciendo una obra de amor.
Esta antigua idea cristiana, que sostenía Evita, según la cual una persona debe dar la vida por amor a su hermano – cf. 1Jn. 3, 16 -, fue también retomada por el padre católico, y peronista, Carlos Mugica quién sostuvo, allá por la década del \'70 del siglo pasado, que todo cristiano, de acuerdo a su valoración de la realidad, tiene la obligación de dar la vida por su hermano, ya sea como lo hizo Martin Luther King o, por el contrario, a la manera de Camilo Torres.
Así mismo, Evita decía que Dios había colmado a los mas humildes de ideales que, teniendo su raíz en la inteligencia y su pedestal en el corazón, los ayudarían a vencer a aquellas “ sombras ” que, a pesar de sus riquezas, poder y privilegios, no podían mirarse al espejo del sol. En éstas “ sombras ” Eva veía a aquellos ricos que, cerraban sus corazones frente a los mas necesitados, y no compartían con ellos sus bienes – cf. 1Jn. 3, 17 – 18 -.
Claro está que Evita tenía en claro que el problema de la pobreza no radicaba en la riqueza en sí, sino que por el contrario residía en que la misma, siendo suficiente como para erradicar la pobreza mundial, se encontraba en manos de unos pocos que vivían a costa del pueblo.
Este posicionamiento, también llevó a Evita a declararse contra todos los “ imperialismos ” que, según sus palabras, han sido y son la causa de las desgracias mas grandes de la humanidad. En verdad, también ésta preocupación aqueja hace décadas al cristianismo ya que para él nuestras comunidades, en líneas generales, se encuentran regidas por “ el imperialismo internacional del dinero ”, que fomenta la construcción de un sistema internacional que considera el provecho como muestra esencial del progreso económico, la concurrencia como ley suprema de la economía, y la prosperidad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes - cf. Populorum Progressio, 26 -.
Por último, ésta mujer que trabajó cotidianamente en favor de los descamisados, en quienes se puede encontrar el rostro de Cristo que fue pobre entre los pobres – cf. 2Co. 8, 9 -, planteó que estaba dispuesta a luchar si era necesario con sus propias manos contra aquellos que, a lo largo del tiempo, han explotado a la clase obrera y han encaminado al pueblo trabajador en un sendero de dolores y luchas estériles.
También en ésta actitud puede decirse que Evita fue fiel al Mensaje del Evangelio e intentó, sin vacilación alguna, y con todas virtudes y errores que son inherentes a cualquier ser humano, trabajar por la dignidad de los obreros y obreras, y por la libertad de los oprimidos – cf. Lc. 4, 18 -.
Hoy en día, y a pesar de quienes continúan criticando a ésta incansable luchadora social, la comunidad en general puede reconocer en Evita a una Cristiana que, tal y como lo planteó Dios, procuró quitarle el poder a quienes abusaban de él; brindarle voz y verdadera importancia a los mas humildes; otorgarle comida y bienes a los hambrientos y desposeídos; y bregar día y noche por que se respeten los derechos de los trabajadores – cf. Lc. 1, 46 – 56 –.
Lic. Daniel E. Benadava.
Psicólogo.-
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