La “pobre tierra ” clama por su vida

11/08/2007
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Para los cristianos, desde el comienzo de los tiempos, la tierra fue creada por el Señor para que tanto el hombre como la mujer dominaran a los animales que en ella habitan, y se sirvieran de los alimentos que sin cesar la naturaleza les brinda.

Por esta razón es que todos los integrantes del Pueblo de Dios, siendo humildes administradores de las riquezas naturales, tienen la obligación de perfeccionar ésta tierra que es, como bien se expresó en el Concilio Vaticano II – en el punto 39 de la Constitución Gaudium et spes -, donde se desarrolla la familia humana y puede comenzar a gestarse una comunidad de amor, sin opresión ni injusticia social.

Así mismo, en el cuidado de la tierra también puede entreverse el amor preferencial que el cristianismo posee hacia los mas pobres y necesitados, ya que obrar en favor de ellos implica también - entre otras tantas cosas – comprometerse socialmente para que exista un fraternal y equitativo uso y explotación de la tierra en favor de todos y no de unos pocos.

Pero el ser humano, especialmente en los últimos dos siglos, en vez de construir una “nueva tierra ” en la que habite la justicia, el amor y la solidaridad como lo plantea el Nuevo Testamento, fue progresivamente maltratando al mundo que con tanto amor Dios creó para toda la humanidad.

En efecto, fue a partir de la industrialización y urbanización de las grandes ciudades, que tuvo sus orígenes con la Revolución Industrial y que se propagó a lo largo del S XX, que comenzó a producirse una injusta distribución de los bienes que la tierra brinda; un “ abuso ” de la naturaleza, por ejemplo, a través de la deforestación indiscriminada de bosques y selvas; y por consiguiente un daño al ecosistema que está a punto de colocar “ en jaque ” a la existencia del planeta, como lo expresaron los obispos católicos reunidos en Santo Domingo en el año 1992.

Por su parte, es importante ser destacado que, si bien es verdadero que el daño que ha sufrido la tierra afecta a todo el planeta, no menos cierto también es que, en muchas ocasiones, sus efectos se visualizan de manera mas dramática en los países mas pobres ya que, por ejemplo, sus suelos y aguas son contaminados con frecuencia por los residuos tóxicos que las multinacionales vierten, con “ escaso ” control, sobre sus territorios.

En efecto, debido a que en los últimos años la legislación europea, por ejemplo, se ha vuelto más estricta con respecto a los controles de contaminación ambiental de su territorio, son muchas las multinacionales que en estos tiempos buscan continentes en los que existan un menor interés por el medio ambiente para seguir adelante con sus procesos de producción sin tantas restricciones.

Un claro ejemplo de lo expuesto en el párrafo anterior, es lo que está sucediendo en estos días en las costas del Río Uruguay - vía fluvial internacional que conforma la frontera natural entre Argentina y Uruguay -, lugar en donde ENCE de España y BOTNIA de Finlandia, que son dos de los mayores productores de pulpa de papel del mundo, inaugurarán próximamente dos plantas de producción de pulpa de papel.

Algunos de los impactos ambientales que los habitantes de la costas del Río Uruguay temen que se produzcan cuando éstas plantas se encuentren definitivamente funcionando se relacionan con la severa degradación del ambiente; el surgimiento de nuevos problemas de salud; la caída de la actividad económica local, la cual se encuentra basada en el turismo y actividades de recreación; la contaminación del agua utilizada para beber; la emisión de gases olorosos; los altos riesgos del derrame o explosión de productos clóricos por su uso en el proceso de elaboración del papel, etc.

De esta manera, y teniendo en cuenta que el deterioro del mundo está siendo causado mayoritariamente por los grupos económicos que provienen de las naciones mas ricas del planeta, es de augurar que de hecho, y no solo a través de declaraciones formales, las naciones mas desarrolladas revean las “ políticas ” que sus empresas llevan adelante en el mundo en general – y no solo en sus continentes de origen en particular -, y tengan en cuenta las necesidades, y los derechos, de los pueblos que están siendo exterminados por estar quedando sin tierras fértiles, ni agua potable, para cosechar sus alimentos o criar su ganado, como lo dijeron los obispos católicos reunidos en Puebla en el año 1979.

Lamentablemente, debemos reconocer que a pesar del colapso ambiental que está a punto de suceder a nivel mundial, en el presente la mayoría de los gobernantes de los países mas desarrollados del planeta parecen estar mas preocupados en generar “ guerras santas ” en busca de armas de destrucción masivas que jamás encuentran, que en elaborar políticas que cuanto menos puedan disminuir la terrible crisis ambiental que sus países, o las empresas que en ellos existen, han generado en la actualidad.

En resumen, los cambios climáticos que a nivel mundial están siendo provocados por las vertiginosas transformaciones de la tierra, son tan profundos que están conduciendo al exterminio de la raza humana en su conjunto, ya que hombres y mujeres no tienen el tiempo suficiente, ni las capacidades necesarias, como para adaptarse a las bruscas modificaciones que la técnica, y sus “ deshechos ”, ha introducido tanto en la vida cotidiana como en la naturaleza.

Tal vez, una de las formas para comenzar a desandar este proceso de auto destrucción que la humanidad hace algunas décadas ha comenzado a transitar sea, como lo expresó Ernesto Sábato en el año 1987, que la población mundial revea su concepción de “ progreso moderno ” ya que a través del mismo, si bien es cierto que se han logrado innumerables avances - por ejemplo - en la cura de enfermedades para las que antiguamente no existían remedios, también – como contrapartida - ha conducido a hombres y mujeres a una tremenda crisis espiritual; y ha acarreado el surgimiento de una alienación subjetiva sin precedentes en la historia; la existencia de numerosos “ cachivaches de plástico y cromado ” que en no pocas ocasiones “ esclavizan ” al ser humano; armas nucleares con un poder de destrucción inimaginables en otros tiempos; y la progresiva destrucción de nuestro planeta.

- Lic. Daniel E. Benadava es Psicólogo
https://www.alainet.org/es/articulo/122623
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