Un día de verano en la OMC
09/08/2007
- Opinión
La Ronda Doha la vendieron como la negociación para reformar los acuerdos inicuos de la Ronda Uruguay y que son la base de la OMC. La ronda debía compensar las ventajas recibieron los países ricos e impulsar el desarrollo general. La retórica llego a llamarla la “Ronda del Desarrollo”. Aún así, hubo resistencia, notablemente la India, porque habían demasiados puntos por aclarar en los acuerdos anteriores, para asumir nuevos compromisos.
El mandato era para tratar la apertura de mercados en general y la reducción sustancial de los subsidios agrícolas en particular. La apertura comercial sacrifica sectores internos y favorece a los sectores exportadores. En teoría, los sectores exportadores empujan un crecimiento económico especializado y la apertura general crea un equilibrio mundial entre proveedores de bienes industriales, agrícolas y de servicios.
La teoría choca enseguida con las distorsiones reales que impiden términos de intercambio equitativos. Citaremos los más comentados: picos arancelarios (prohibitivos), aranceles específicos (x$/kg, baja precio sube % de arancel), normas excluyentes o subsidios agrícolas.
Los intereses
La negociación en OMC es entre naciones, pero sus posiciones las dictan los grupos de interés predominantes en cada país y la sensibilidad social de sus gobiernos. Los intereses de las grandes empresas transnacionales predominan en casi todos los países industrializados y hace tiempo – a veces siglos- que dictan sus políticas (GB, USA). También predominan en algunos países en desarrollo e impulsan los acuerdos llamados de libre comercio con Estados Unidos y algunos procesos de integración.
Los países en desarrollo más o menos independientes de las trasnacionales cubren una amplia gama, con muchos contrastes entre desarrollo y miseria, soberanía y necesidad. Su interés para la codicia transnacional depende del tamaño de su mercado. China es la segunda economía mundial y el mercado que más crece. Brasil, India, Sur Africa son mercados importantes, grandes en superficie y recursos. Hay mercados medianos y más pequeños, pero que buscan un desarrollo más independiente, como Bolivia, Cuba, Venezuela. En los países menos desarrollados hay menos contrastes estructurales y sus mercados no despiertan la codicia internacional; en general su economía reposa en una agricultura sumida en la miseria por los subsidios agrícolas norteamericanos (algodón) y europeos.
La jerga
La OMC construye una jerga propia desde la Ronda Uruguay. Como lo mismo puede siempre decirse en palabras corrientes, no sucede por novedad técnica. Parece mas cosa de pose y hermetismo. No nos extenderemos sobre eso y sólo daremos algunas claves para entender la sesión memorable que vamos a comentar.
NAMA significa apertura a la importación de bienes industriales, pero son las iniciales de una contorsión en negativo y en inglés: Non Agricultural Market Access (Acceso a Mercado No Agrícola). Es una comisión donde -en la práctica- sólo se trata de abrir mercados a los productos industriales.
G-algo. Los grupos de interés ahora los llaman con G y un número. Imitación del G-8 (G-7+Rusia) para mencionar a las economías más ricas, cuando se reúnen a planificar la economía mundial. Así, con poca inventiva, se fue creando un G-20 y G-33 en agricultura, G-11 en NAMA, G-90 (APC[ex- colonias europeas], países menos desarrollados y Unión Africana, [hay países repetidos]), G-15, etc, etc. Lo último es el G-4: sucede cuando Estados Unidos y la Unión Europea invitan a Brasil e India, por los países en desarrollo.
Siglas. En agricultura dicen PE (SP en inglés) por productos especiales que quedarían protegidos y MSS (SSM en inglés) por Mecanismo de Salvaguardia Especial, para proteger de una apertura que se desborda. Esa jerga en códigos hace ininteligible la negociación y refleja el enredo inmanejable de desigualdades, excepciones y flexibilidades en las propuestas.
La negociación
El Director General de la OMC, Pascal Lamy, resumió su criterio para la negociación cuando dijo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC): “Dudo que las negociaciones sean cosa de moral, son cosa de trueque”. Allí murió su retórica del desarrollo equitativo y su preocupación por los países pobres.
La negociación -o el trueque- tiene dos ejes principales: agrícola e industrial. El embajador neozelandés, Crawford Falconer, preside la negociación de bienes agrícolas y el embajador canadiense, Don Stephenson, preside la negociación de bienes industriales. La negociación se declaró paralizada en septiembre, 2005 – antes de las elecciones para el Congreso en Estados Unidos - y luego, sin mediar novedad, se declaró abierta en diciembre.
En febrero 2007, Falconer y Stephenson comenzaron a sondear un marco de negociación. El 30 de abril, Falconer presentó en al Comité de Agricultura un documento para negociar que - según dijo- surgió de sus conversaciones privadas y las discusiones públicas. Ese primer papel tuvo muchas objeciones.
El 16 de julio ambos presidentes presentaron para su discusión unos textos donde decían interpretar las aspiraciones de los miembros y recetaban parámetros para iniciar la negociación. Ambos pidieron sacrificios para obtener un acuerdo, sin que sea claro porque debe haber uno y a expensas de espacios nacionales para política económica y social.
En Agricultura, el texto de Falconer no es concreto en los asuntos que interesan a los países en desarrollo, como Productos Especiales (EP/SP), Mecanismo Especial de Salvaguardia (MES/SSM), Productos Tropicales, erosión del acceso preferencial europeo de los países APC. Sólo es concreto en algodón.
Con los países que subvencionan su agricultura, Falconer es más específico. A Estados Unidos le pide rebajar los subsidios domésticos hasta un rango entre US$ 13 y 16.4 Millardos al año. Estados Unidos ofreció, en 2005, un tope de 22 Millardos, pero su nivel real (2006 – 2005) es de 10 Millardos; con la propuesta Falconer no recortaría nada y le queda espacio para aumentar. A la Unión Europea le pide rebajas arancelarias de entre 48 y 73 %, cuando su oferta es de 30 a 60%. Tampoco es real. La UE tiene aranceles siderales en agricultura, que con ese recorte seguirían altos y, además, hay una lista de productos sensitivos que limita la apertura. El costo sería para los países APC, porque erosionaría su trato preferencial con Europa.
En Productos Industriales, el texto de Sthepenson esta totalmente inclinado a favor de los países desarrollados. Es cierto que lo apoya un grupo de países en desarrollo, pero son los de siempre; aquellos que ya cedieron todo en acuerdos de “libre comercio” con Estados Unidos o que están negociando uno: Chile, Colombia, Costa Rica, México, Singapur, Tailandia, etc.
Las posiciones del G-11 (países en desarrollo/NAMA) son totalmente ignoradas, así como los intereses de las pequeñas economías vulnerables. A los países menos desarrollados y otros países africanos -incluidos en el llamado párrafo 6- se les pide que rebajen el 90% de sus aranceles al 28.5%. Los países desarrollados tienen ya aranceles bajos en productos industriales, por lo que las rebajas (6 – 3,9%) de las formulas de Stephenson casi no los afecta. Para los países en desarrollo, las formulas significan un 55% a 60% de reducción.
A semejante base de negociación, además, se le quiere poner fecha para apurar un acuerdo; no es gratuito que en la OMC a la palabra “ambición” se le de una interpretación positiva.
Divide et Impera
Ambos textos tratan de dividir en varias categorías a los países en desarrollo, pidiendo mayor apertura para los mercados importantes. Se quiere crear una clase de economías emergentes, sin acceso al “trato especial y diferenciado” (menos exigencias y más flexibilidad), que se reservaría sólo a los países más pobres. La lista de los emergentes incluiría a países como Argentina, Brasil, Chile, China, Colombia, Cuba, Filipinas, Indonesia, México, Sur África, Tailandia o Venezuela, que son muy diferentes entre si, pero que tienen mercados grandes comparados con los países menos desarrollados. A esos países en desarrollo “emergentes” se les piden recortes del 60% en aranceles industriales y del 36 al 40% en aranceles agrícolas.
El caso de China es emblemático. China es un país en desarrollo que también parte de los países de ingreso reciente; un grupo exento de nuevas concesiones, porque acaban de darlas y las están aplicando. Como China es ya el mayor mercado de todos los países en desarrollo, ambos textos tratan de crearle una categoría especial, algo que la obligue a una apertura y la prive de sus derechos como país en desarrollo y país recién ingresado.
La debacle del 26 de julio
Antes de la reunión oficial del Comité de Negociaciones Comerciales, los Comités de Agricultura y NAMA celebraron reuniones informales previas, para comentar los textos del presidente respectivo. Mientras tanto, una reunión del G-4 generó rumores de que Brasil y la India cedian a cambio de concesiones en áreas no comerciales. Para prevenir eso, el G-90 (+ Bolivia y Venezuela) emitió una nota que calificaba de responsabilidad excesiva para esos dos países la representación de los países en desarrollo. La reunión del G-4 terminó, sin acuerdo.
Antes de la última reunión informal de NAMA, el embajador de Brasil, Clodoaldo Hugueney, comentó así la posición de Brasil “No podemos aceptar, pero no podemos rechazar”, que parece una síntesis de la estrategia diplomática de su país en la OMC. Venezuela en cambio, circuló un papel -en inglés- donde razonaba el rechazo del texto y concluía que sólo podía tomarse como la posición personal de Stephenson. Dos estilos distintos de liderazgo.
La reunión informal del NAMA, fue el 25 de julio. Stephenson admitió que el texto era una posición personal suya y no reflejaba posiciones. Comentó que afuera lo aguardaba una ambulancia. Su texto fue muy criticado, Brasil, India y Paraguay lo hicieron trizas, pero no lo rechazaron. Recibió elogios de los incondicionales de siempre, encabezados por Costa Rica, que pidió más apertura y mayor desequilibrio aún.
El momento culminante fue cuando el embajador de Argentina, Alberto Dumont, concluyó su intervención y rechazó el texto: “Para Argentina este texto no es una base de negociación, ni hoy, ni mañana (reunión formal del CNC), ni en septiembre (regreso del receso estival), ni nunca!” Aplausos …muchos aplausos.
El 26 de julio, amaneció fresco, una leve brisa encrespaba el lago ese día de verano ginebrino. El 26 de julio trae memorias en América Latina. En 1533, mataron a Atahualpa. En 1908 nació Salvador Allende. En 1952, Evita Perón pasó a la inmortalidad. En 1953, sucedió el asalto al Cuartel Moncada, que se festeja como el inicio de la Revolución cubana.
Ese día, en la OMC, después de las diez, se inició la reunión formal del comité Comité de Negociaciones Comerciales (CNC / TNC), presidida por el Director General, Pascal Lamy. La reunión se fue desarrollando con el mismo ambiente que la de NAMA, el día anterior. El texto Stephenson recibía fuertes críticas y elogios exuberantes como el de México, que lo consideró “un magnífico punto de partida”. Es la técnica de mantener vivo un papel hasta que marque el rumbo de la negociación. Esa mañana, a 4 minutos para el mediodía, se le dio la palabra a Argentina, esperando -tal vez- algunas deserciones a la hora del almuerzo. No hubo.
“Argentina no considera este texto como una base de negociación”, repitió tres veces el embajador Dumont en el curso de su razonada intervención sobre NAMA. Fue la primera vez que un país en desarrollo rechazó categóricamente un documento de trastienda y lo enviaba integro a la basura.
Pronto llegó la segunda vez. El embajador de Venezuela, Oscar Carvallo, en una intervención vehemente, también dijo que el texto NAMA no era una base de negociación. La tercera fue Cuba, cuando su Encargado de Negocios, Jorge Ferrer, con irónico estilo cubano, comentó el texto y lo declaró inaceptable. El embajador de Uganda, Arsene Balihuta, intervino para rechazarlo también. El último país en declarar su rechazo, al final de la tarde, fue Bolivia. Su embajadora, Angélica Navarro, tuvo una intervención calmada, razonando cada punto. “Los dos textos propuestos por los Presidentes de Agricultura y NAMA tienen un desarrollo desigual y están totalmente desbalanceados entre si”- dijo. “Podemos hablar de … modalidades parciales en cuanto a agricultura y de un texto más, sin estatus legal en cuanto a NAMA, que no constituye en ningún caso una base de negociación”.
Pascal Lamy palidecía y se mordía los labios. Los diplomáticos de Estados Unidos susurraban, mano en boca, a diestra y siniestra. La maniobra de obtener primero el acceso de los productos industriales y luego presionar en los agrícolas había fracasado. El texto Stephenson ha muerto. El texto de Falconer sobrevive hasta septiembre, pero agricultura es compleja y ya se perdió el miedo a decir ¡No! Ese miedo diplomático a ser tajante, para no “quedar aislado”, como si defender el interés nacional necesitase aval. Lo importante es no estar equivocado.
Lamy - siempre tan locuaz con la prensa- esta vez no quiso dar declaraciones. Con una mirada vaga recogió sus papeles. Con el seño adusto dijo que tomaba nota de las posiciones de los miembros y se retiró. Al abordarlo en el estacionamiento unos periodistas insistentes, dijo – “No tengo nada que decir”-. Esta vez era cierto.
El mandato era para tratar la apertura de mercados en general y la reducción sustancial de los subsidios agrícolas en particular. La apertura comercial sacrifica sectores internos y favorece a los sectores exportadores. En teoría, los sectores exportadores empujan un crecimiento económico especializado y la apertura general crea un equilibrio mundial entre proveedores de bienes industriales, agrícolas y de servicios.
La teoría choca enseguida con las distorsiones reales que impiden términos de intercambio equitativos. Citaremos los más comentados: picos arancelarios (prohibitivos), aranceles específicos (x$/kg, baja precio sube % de arancel), normas excluyentes o subsidios agrícolas.
Los intereses
La negociación en OMC es entre naciones, pero sus posiciones las dictan los grupos de interés predominantes en cada país y la sensibilidad social de sus gobiernos. Los intereses de las grandes empresas transnacionales predominan en casi todos los países industrializados y hace tiempo – a veces siglos- que dictan sus políticas (GB, USA). También predominan en algunos países en desarrollo e impulsan los acuerdos llamados de libre comercio con Estados Unidos y algunos procesos de integración.
Los países en desarrollo más o menos independientes de las trasnacionales cubren una amplia gama, con muchos contrastes entre desarrollo y miseria, soberanía y necesidad. Su interés para la codicia transnacional depende del tamaño de su mercado. China es la segunda economía mundial y el mercado que más crece. Brasil, India, Sur Africa son mercados importantes, grandes en superficie y recursos. Hay mercados medianos y más pequeños, pero que buscan un desarrollo más independiente, como Bolivia, Cuba, Venezuela. En los países menos desarrollados hay menos contrastes estructurales y sus mercados no despiertan la codicia internacional; en general su economía reposa en una agricultura sumida en la miseria por los subsidios agrícolas norteamericanos (algodón) y europeos.
La jerga
La OMC construye una jerga propia desde la Ronda Uruguay. Como lo mismo puede siempre decirse en palabras corrientes, no sucede por novedad técnica. Parece mas cosa de pose y hermetismo. No nos extenderemos sobre eso y sólo daremos algunas claves para entender la sesión memorable que vamos a comentar.
NAMA significa apertura a la importación de bienes industriales, pero son las iniciales de una contorsión en negativo y en inglés: Non Agricultural Market Access (Acceso a Mercado No Agrícola). Es una comisión donde -en la práctica- sólo se trata de abrir mercados a los productos industriales.
G-algo. Los grupos de interés ahora los llaman con G y un número. Imitación del G-8 (G-7+Rusia) para mencionar a las economías más ricas, cuando se reúnen a planificar la economía mundial. Así, con poca inventiva, se fue creando un G-20 y G-33 en agricultura, G-11 en NAMA, G-90 (APC[ex- colonias europeas], países menos desarrollados y Unión Africana, [hay países repetidos]), G-15, etc, etc. Lo último es el G-4: sucede cuando Estados Unidos y la Unión Europea invitan a Brasil e India, por los países en desarrollo.
Siglas. En agricultura dicen PE (SP en inglés) por productos especiales que quedarían protegidos y MSS (SSM en inglés) por Mecanismo de Salvaguardia Especial, para proteger de una apertura que se desborda. Esa jerga en códigos hace ininteligible la negociación y refleja el enredo inmanejable de desigualdades, excepciones y flexibilidades en las propuestas.
La negociación
El Director General de la OMC, Pascal Lamy, resumió su criterio para la negociación cuando dijo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC): “Dudo que las negociaciones sean cosa de moral, son cosa de trueque”. Allí murió su retórica del desarrollo equitativo y su preocupación por los países pobres.
La negociación -o el trueque- tiene dos ejes principales: agrícola e industrial. El embajador neozelandés, Crawford Falconer, preside la negociación de bienes agrícolas y el embajador canadiense, Don Stephenson, preside la negociación de bienes industriales. La negociación se declaró paralizada en septiembre, 2005 – antes de las elecciones para el Congreso en Estados Unidos - y luego, sin mediar novedad, se declaró abierta en diciembre.
En febrero 2007, Falconer y Stephenson comenzaron a sondear un marco de negociación. El 30 de abril, Falconer presentó en al Comité de Agricultura un documento para negociar que - según dijo- surgió de sus conversaciones privadas y las discusiones públicas. Ese primer papel tuvo muchas objeciones.
El 16 de julio ambos presidentes presentaron para su discusión unos textos donde decían interpretar las aspiraciones de los miembros y recetaban parámetros para iniciar la negociación. Ambos pidieron sacrificios para obtener un acuerdo, sin que sea claro porque debe haber uno y a expensas de espacios nacionales para política económica y social.
En Agricultura, el texto de Falconer no es concreto en los asuntos que interesan a los países en desarrollo, como Productos Especiales (EP/SP), Mecanismo Especial de Salvaguardia (MES/SSM), Productos Tropicales, erosión del acceso preferencial europeo de los países APC. Sólo es concreto en algodón.
Con los países que subvencionan su agricultura, Falconer es más específico. A Estados Unidos le pide rebajar los subsidios domésticos hasta un rango entre US$ 13 y 16.4 Millardos al año. Estados Unidos ofreció, en 2005, un tope de 22 Millardos, pero su nivel real (2006 – 2005) es de 10 Millardos; con la propuesta Falconer no recortaría nada y le queda espacio para aumentar. A la Unión Europea le pide rebajas arancelarias de entre 48 y 73 %, cuando su oferta es de 30 a 60%. Tampoco es real. La UE tiene aranceles siderales en agricultura, que con ese recorte seguirían altos y, además, hay una lista de productos sensitivos que limita la apertura. El costo sería para los países APC, porque erosionaría su trato preferencial con Europa.
En Productos Industriales, el texto de Sthepenson esta totalmente inclinado a favor de los países desarrollados. Es cierto que lo apoya un grupo de países en desarrollo, pero son los de siempre; aquellos que ya cedieron todo en acuerdos de “libre comercio” con Estados Unidos o que están negociando uno: Chile, Colombia, Costa Rica, México, Singapur, Tailandia, etc.
Las posiciones del G-11 (países en desarrollo/NAMA) son totalmente ignoradas, así como los intereses de las pequeñas economías vulnerables. A los países menos desarrollados y otros países africanos -incluidos en el llamado párrafo 6- se les pide que rebajen el 90% de sus aranceles al 28.5%. Los países desarrollados tienen ya aranceles bajos en productos industriales, por lo que las rebajas (6 – 3,9%) de las formulas de Stephenson casi no los afecta. Para los países en desarrollo, las formulas significan un 55% a 60% de reducción.
A semejante base de negociación, además, se le quiere poner fecha para apurar un acuerdo; no es gratuito que en la OMC a la palabra “ambición” se le de una interpretación positiva.
Divide et Impera
Ambos textos tratan de dividir en varias categorías a los países en desarrollo, pidiendo mayor apertura para los mercados importantes. Se quiere crear una clase de economías emergentes, sin acceso al “trato especial y diferenciado” (menos exigencias y más flexibilidad), que se reservaría sólo a los países más pobres. La lista de los emergentes incluiría a países como Argentina, Brasil, Chile, China, Colombia, Cuba, Filipinas, Indonesia, México, Sur África, Tailandia o Venezuela, que son muy diferentes entre si, pero que tienen mercados grandes comparados con los países menos desarrollados. A esos países en desarrollo “emergentes” se les piden recortes del 60% en aranceles industriales y del 36 al 40% en aranceles agrícolas.
El caso de China es emblemático. China es un país en desarrollo que también parte de los países de ingreso reciente; un grupo exento de nuevas concesiones, porque acaban de darlas y las están aplicando. Como China es ya el mayor mercado de todos los países en desarrollo, ambos textos tratan de crearle una categoría especial, algo que la obligue a una apertura y la prive de sus derechos como país en desarrollo y país recién ingresado.
La debacle del 26 de julio
Antes de la reunión oficial del Comité de Negociaciones Comerciales, los Comités de Agricultura y NAMA celebraron reuniones informales previas, para comentar los textos del presidente respectivo. Mientras tanto, una reunión del G-4 generó rumores de que Brasil y la India cedian a cambio de concesiones en áreas no comerciales. Para prevenir eso, el G-90 (+ Bolivia y Venezuela) emitió una nota que calificaba de responsabilidad excesiva para esos dos países la representación de los países en desarrollo. La reunión del G-4 terminó, sin acuerdo.
Antes de la última reunión informal de NAMA, el embajador de Brasil, Clodoaldo Hugueney, comentó así la posición de Brasil “No podemos aceptar, pero no podemos rechazar”, que parece una síntesis de la estrategia diplomática de su país en la OMC. Venezuela en cambio, circuló un papel -en inglés- donde razonaba el rechazo del texto y concluía que sólo podía tomarse como la posición personal de Stephenson. Dos estilos distintos de liderazgo.
La reunión informal del NAMA, fue el 25 de julio. Stephenson admitió que el texto era una posición personal suya y no reflejaba posiciones. Comentó que afuera lo aguardaba una ambulancia. Su texto fue muy criticado, Brasil, India y Paraguay lo hicieron trizas, pero no lo rechazaron. Recibió elogios de los incondicionales de siempre, encabezados por Costa Rica, que pidió más apertura y mayor desequilibrio aún.
El momento culminante fue cuando el embajador de Argentina, Alberto Dumont, concluyó su intervención y rechazó el texto: “Para Argentina este texto no es una base de negociación, ni hoy, ni mañana (reunión formal del CNC), ni en septiembre (regreso del receso estival), ni nunca!” Aplausos …muchos aplausos.
El 26 de julio, amaneció fresco, una leve brisa encrespaba el lago ese día de verano ginebrino. El 26 de julio trae memorias en América Latina. En 1533, mataron a Atahualpa. En 1908 nació Salvador Allende. En 1952, Evita Perón pasó a la inmortalidad. En 1953, sucedió el asalto al Cuartel Moncada, que se festeja como el inicio de la Revolución cubana.
Ese día, en la OMC, después de las diez, se inició la reunión formal del comité Comité de Negociaciones Comerciales (CNC / TNC), presidida por el Director General, Pascal Lamy. La reunión se fue desarrollando con el mismo ambiente que la de NAMA, el día anterior. El texto Stephenson recibía fuertes críticas y elogios exuberantes como el de México, que lo consideró “un magnífico punto de partida”. Es la técnica de mantener vivo un papel hasta que marque el rumbo de la negociación. Esa mañana, a 4 minutos para el mediodía, se le dio la palabra a Argentina, esperando -tal vez- algunas deserciones a la hora del almuerzo. No hubo.
“Argentina no considera este texto como una base de negociación”, repitió tres veces el embajador Dumont en el curso de su razonada intervención sobre NAMA. Fue la primera vez que un país en desarrollo rechazó categóricamente un documento de trastienda y lo enviaba integro a la basura.
Pronto llegó la segunda vez. El embajador de Venezuela, Oscar Carvallo, en una intervención vehemente, también dijo que el texto NAMA no era una base de negociación. La tercera fue Cuba, cuando su Encargado de Negocios, Jorge Ferrer, con irónico estilo cubano, comentó el texto y lo declaró inaceptable. El embajador de Uganda, Arsene Balihuta, intervino para rechazarlo también. El último país en declarar su rechazo, al final de la tarde, fue Bolivia. Su embajadora, Angélica Navarro, tuvo una intervención calmada, razonando cada punto. “Los dos textos propuestos por los Presidentes de Agricultura y NAMA tienen un desarrollo desigual y están totalmente desbalanceados entre si”- dijo. “Podemos hablar de … modalidades parciales en cuanto a agricultura y de un texto más, sin estatus legal en cuanto a NAMA, que no constituye en ningún caso una base de negociación”.
Pascal Lamy palidecía y se mordía los labios. Los diplomáticos de Estados Unidos susurraban, mano en boca, a diestra y siniestra. La maniobra de obtener primero el acceso de los productos industriales y luego presionar en los agrícolas había fracasado. El texto Stephenson ha muerto. El texto de Falconer sobrevive hasta septiembre, pero agricultura es compleja y ya se perdió el miedo a decir ¡No! Ese miedo diplomático a ser tajante, para no “quedar aislado”, como si defender el interés nacional necesitase aval. Lo importante es no estar equivocado.
Lamy - siempre tan locuaz con la prensa- esta vez no quiso dar declaraciones. Con una mirada vaga recogió sus papeles. Con el seño adusto dijo que tomaba nota de las posiciones de los miembros y se retiró. Al abordarlo en el estacionamiento unos periodistas insistentes, dijo – “No tengo nada que decir”-. Esta vez era cierto.
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