Maquiavelo versus Comités Patrióticos
23/10/2007
- Opinión
En los últimos días, han circulado dimes y diretes, quejas y análisis acerca de la convocatoria del 27 de octubre. En una gama que va desde la lucha por mantener la transparencia y la unidad hasta la necesidad de "robarse el show", he sentido el horror de volver a la politiquería. Quise frente a ese sentimiento sustraerme y ni siquiera involucrarme en la "famosa" reunión. Después pasado el ofuscamiento y por amor al gran movimiento de resistencia popular, decidí poner mi granito de arena como lo he venido haciendo desde hace varios años. Días antes del referendo, había planteado que nuestra victoria no se contabiliza en votos y sigo sosteniendo esa afirmación. Quiero esbozar un aspecto de nuestra gran hazaña.
Desde Maquiavelo a nuestros días, con matices y variantes que pueden llegar hasta los paradigmas opuestos, ha estado en el escenario público una manera de hacer política. ¿Habremos logrado en nuestro movimiento invertir esa lógica? ¿Estaremos en capacidad de desterrar el axioma maquiavélico, según el cual "…el fin justifica los medios"? ¿Habremos sido capaces de construir uno nuevo, según el cual los medios deben estar a la altura del fin? Mi premisa fundamental es que en este loco y pobre país invertimos la lógica maquiavélica y logramos dar un salto cualitativo al poner en el mismo nivel de importancia al fin y a los medios.
La lucha contra el TLC nos unió en la diversidad, eso ya se ha dicho, pero lo más importante es que fuimos a una votación popular por principios éticos y humanitarios. El TLC es nefasto no porque quiera plantear el comercio, es destructivo porque atenta contra la vida de los seres humanos y la naturaleza. En fin, fuimos a una lucha por la justicia social y el bienestar de las mayorías. Ese elemento, tan olvidado desde hace años, nos permitió una contienda electoral sin partidos políticos, sin personalismos, sin líderes que tomaran el movimiento como plataforma para sus proyecciones personales, positivas o negativas. Nuestro objetivo era y sigue siendo anteponer el bienestar social al bienestar privado. Ese objetivo absolutamente altruista nos posibilitó y nos exigió unos medios que no lo negaran sino que lo afirmaran al máximo.
No puedo, por razones evidentes de tiempo y espacio, referirme a todas las formas institucionales, organizativas, partidarias, comunales, sindicales u otras que han venido participando desde hace años en las luchas contra las políticas neoliberales y compararlas con nuestra nueva manera. Me detengo precisamente en ese retoño del árbol de la política llamado Comités Patrióticos. Quienes se han referido a ellos, desde fuera o desde dentro del movimiento, están de acuerdo en afirmar que le han cambiado el rostro a nuestro país. Hay una nueva forma de relacionarnos. La oligarquía y el imperio de las transnacionales se enfrentaron a un empoderamiento ciudadano que los puso en jaque y tuvieron que no solo que gastar millones sino que intervenir descaradamente con un fraude mediático a nivel internacional. ¿Cómo alcanzamos eso?
Una perspectiva, la mía, puede contribuir a esa gran sistematización que solo vendrá con el tiempo. Los Comités Patrióticos no tuvieron estructura a priori, cada cual se dio la estructura que más le convenía. Con matices que pueden llegar hasta los claroscuros, hubo una democracia interna donde no había más requisito que el deseo de trabajar y contribuir. Por lo tanto, fueron inclusivos no exclusivos. Las zonas del país donde trabajaron con formas organizativas más tradicionales, los resultados fueron más bajos. No hubo reclutamiento sobre la base de un ideario político, religioso, o de otro tipo, eso permitió un ENCUENTRO inusitado e inesperado, todas y todos podíamos formar parte del comité. No hubo tampoco exigencias de cumplir con cuotas de trabajo, con rendición de cuentas y con horarios predeterminados. La voluntad y creatividad personal era el móvil del quehacer. Cada quien contribuía según sus posibilidades y su capacidad de dádiva. Al no haber una orientación política vertical, cada comité y cada ser humano tuvo que desarrollar sus capacidades intelectuales y creativas. no hubo competencia entre líderes, comités, intelectuales o artistas, todos los aportes se complementaban.
Ahora, en la actual coyuntura, cabe la siguiente pregunta: ¿Cambió ya el fin que nos unió? Evidentemente, el objetivo no ha variado. La lucha de la resistencia popular sigue siendo contra el TLC, las leyes de implementación y el bienestar de las mayorías. Por lo tanto, de esa interrogante se desprende la siguiente: ¿Tendremos que transformar los medios? Mi proposición es que los medios deben dar cuenta de la calidad de nuestro objetivo. Debemos luchar por una Asamblea de Comités Patrióticos: inclusiva, abierta, creativa donde nos encontremos quienes queremos trabajar por ese sueño de una Costa Rica justa, soberana y solidaria. Además, recordar que no se repartirán cuotas de poder, se dividirán responsabilidades a aquellos que tengan y hayan demostrado su capacidad de servicio.
Si mi premisa tiene alguna validez, las generaciones futuras nos agradecerán que pudieron heredar una nueva forma de hacer POLÍTICA. Habremos construido un ejercicio ciudadano que no requiere estar pensando en las próximas elecciones porque sabe muy bien que construir resistencia es una labor de todos los días. Es como si pensáramos que vamos a bañar, cuidar y alimentar a los hijos cada cuatro años. Esta criatura hay que cuidarla, bañarla y alimentarla todos los días.
Desde Maquiavelo a nuestros días, con matices y variantes que pueden llegar hasta los paradigmas opuestos, ha estado en el escenario público una manera de hacer política. ¿Habremos logrado en nuestro movimiento invertir esa lógica? ¿Estaremos en capacidad de desterrar el axioma maquiavélico, según el cual "…el fin justifica los medios"? ¿Habremos sido capaces de construir uno nuevo, según el cual los medios deben estar a la altura del fin? Mi premisa fundamental es que en este loco y pobre país invertimos la lógica maquiavélica y logramos dar un salto cualitativo al poner en el mismo nivel de importancia al fin y a los medios.
La lucha contra el TLC nos unió en la diversidad, eso ya se ha dicho, pero lo más importante es que fuimos a una votación popular por principios éticos y humanitarios. El TLC es nefasto no porque quiera plantear el comercio, es destructivo porque atenta contra la vida de los seres humanos y la naturaleza. En fin, fuimos a una lucha por la justicia social y el bienestar de las mayorías. Ese elemento, tan olvidado desde hace años, nos permitió una contienda electoral sin partidos políticos, sin personalismos, sin líderes que tomaran el movimiento como plataforma para sus proyecciones personales, positivas o negativas. Nuestro objetivo era y sigue siendo anteponer el bienestar social al bienestar privado. Ese objetivo absolutamente altruista nos posibilitó y nos exigió unos medios que no lo negaran sino que lo afirmaran al máximo.
No puedo, por razones evidentes de tiempo y espacio, referirme a todas las formas institucionales, organizativas, partidarias, comunales, sindicales u otras que han venido participando desde hace años en las luchas contra las políticas neoliberales y compararlas con nuestra nueva manera. Me detengo precisamente en ese retoño del árbol de la política llamado Comités Patrióticos. Quienes se han referido a ellos, desde fuera o desde dentro del movimiento, están de acuerdo en afirmar que le han cambiado el rostro a nuestro país. Hay una nueva forma de relacionarnos. La oligarquía y el imperio de las transnacionales se enfrentaron a un empoderamiento ciudadano que los puso en jaque y tuvieron que no solo que gastar millones sino que intervenir descaradamente con un fraude mediático a nivel internacional. ¿Cómo alcanzamos eso?
Una perspectiva, la mía, puede contribuir a esa gran sistematización que solo vendrá con el tiempo. Los Comités Patrióticos no tuvieron estructura a priori, cada cual se dio la estructura que más le convenía. Con matices que pueden llegar hasta los claroscuros, hubo una democracia interna donde no había más requisito que el deseo de trabajar y contribuir. Por lo tanto, fueron inclusivos no exclusivos. Las zonas del país donde trabajaron con formas organizativas más tradicionales, los resultados fueron más bajos. No hubo reclutamiento sobre la base de un ideario político, religioso, o de otro tipo, eso permitió un ENCUENTRO inusitado e inesperado, todas y todos podíamos formar parte del comité. No hubo tampoco exigencias de cumplir con cuotas de trabajo, con rendición de cuentas y con horarios predeterminados. La voluntad y creatividad personal era el móvil del quehacer. Cada quien contribuía según sus posibilidades y su capacidad de dádiva. Al no haber una orientación política vertical, cada comité y cada ser humano tuvo que desarrollar sus capacidades intelectuales y creativas. no hubo competencia entre líderes, comités, intelectuales o artistas, todos los aportes se complementaban.
Ahora, en la actual coyuntura, cabe la siguiente pregunta: ¿Cambió ya el fin que nos unió? Evidentemente, el objetivo no ha variado. La lucha de la resistencia popular sigue siendo contra el TLC, las leyes de implementación y el bienestar de las mayorías. Por lo tanto, de esa interrogante se desprende la siguiente: ¿Tendremos que transformar los medios? Mi proposición es que los medios deben dar cuenta de la calidad de nuestro objetivo. Debemos luchar por una Asamblea de Comités Patrióticos: inclusiva, abierta, creativa donde nos encontremos quienes queremos trabajar por ese sueño de una Costa Rica justa, soberana y solidaria. Además, recordar que no se repartirán cuotas de poder, se dividirán responsabilidades a aquellos que tengan y hayan demostrado su capacidad de servicio.
Si mi premisa tiene alguna validez, las generaciones futuras nos agradecerán que pudieron heredar una nueva forma de hacer POLÍTICA. Habremos construido un ejercicio ciudadano que no requiere estar pensando en las próximas elecciones porque sabe muy bien que construir resistencia es una labor de todos los días. Es como si pensáramos que vamos a bañar, cuidar y alimentar a los hijos cada cuatro años. Esta criatura hay que cuidarla, bañarla y alimentarla todos los días.
https://www.alainet.org/es/articulo/123886
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