El liderazgo (Desde la resistencia al neoliberalismo)

03/03/2008
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Es difícil escribir acerca de este tema.   Y nuevamente reitero que lo hago con el propósito de invitar a una discusión y, ojalá, una sistematización.  Por mi experiencia personal y mis traumas políticos, no creo en los o las líderes.  Eso no significa que  no cumplan una función primordial.   Si la realidad se adaptara a mis deseos, yo pediría que no existan  y que cada quien se convierta en líder de sí mismo y de sí misma y actúe de acuerdo con el bienestar común.  El interés  y la supervivencia del colectivo aseguraría la sobrevivencia  y la plenitud de cada uno de sus integrantes.  Gandhi lo expresaba así: “El propio respeto y el propio honor no pueden ser protegidos por otros.  Cada hombre y cada mujer deben ocuparse de protegerlos por sí mismos.”  Si la sociedad  preparara para que cada quien  defendiera su respeto y su honor, no existiría la explotación,  el hambre, la miseria, la prostitución,  el servilismo, la corrupción, y demás alimañas sociales,  pues antes de caer en cualquier situación de infamia, ella o él detendría la acción de explotación o inhumanidad.  Pero la realidad no es así, sino a la inversa.  Cotidianamente se nos prepara para ver como natural el despojo y la humillación como formas de convivencia.  Por eso se requiere cierto tipo de liderazgo, siempre y cuando trabaje dentro de una jerarquía para el buen logro general.

Uno de los frutos  más radiantes dentro del Movimiento del NO fue que trabajamos deponiendo casi todos y todas nuestro particular y personal culto al ego[1].  Antepusimos casi  siempre en primer lugar la necesidad de luchar por salvaguardar lo que teníamos más acabado y pulido de la Costa Rica solidaria.   Nos hermanamos por una causa común.   En ese sentido, nuestra lucha no fue únicamente política y humanista sino también y fundamentalmente espiritual, en el significado más amplio del término.  Por eso, con tan pocos recursos, alcanzamos tantos triunfos cualitativos, no numéricos.   Como consecuencia de ese esfuerzo, se dio un respeto a la hora de organizar las labores como pocas veces se ha visto.  El respeto al otro o la otra formaba parte de nuestra agenda de trabajo, sin haberlo formulado como tal nunca.   También gracias a ese primer elemento se estimuló  para que cada quien diera lo mejor sobre todo en creatividad.  Es decir el potencial humano se motivó al máximo.  Sé que habrá escépticos o escépticas que me acusen de estar idealizando el movimiento.

Cuando el árbol se prepara  para la cosecha,  bota la flor y algunas caen antes de cuajar.  Cuando el fruto empieza a crecer, algunos caen “gelados” y no maduran.  No por eso el árbol deja de dar su abundante y rica cosecha.  Yo podría hacer  una lista de los y las oportunistas; de los y las que no pudieron, ni siquiera en esas circunstancias,  dejar de jugar “Oba” con su ego; y de los y las que siempre salen huyendo por la derecha  cuando se reparten las responsabilidades.  Pero esas personas no fueron mayoría, fueron minoría.  Uno de los factores que ayudó mucho en esa cosecha de creatividad fue que los y las que encabezaban de cierta forma el movimiento comprendieron muy a tiempo que dar órdenes es signo de prepotencia y que la mayoría de la gente está “asqueada” de cierta forma de hacer política, impregnada de politiquería y demagogia, pero que, desgraciadamente, se confunde con el ejercicio humano de la política.

Con aciertos y desaciertos,  como en todo proceso humano, la lucha contra el TLC permitió poner en jaque la noción de liderazgo tradicional.  Ese liderazgo anacrónico lo sintetiza muy bien don Walter Antillón en su escrito “¡M hijita, firme aquí, yo después le explico!”.   Don Walter establece la oposición básica del poder patriarcal.  El marido, como depositario del saber,  decidía y actuaba.  La mujer subordinada, obedecía y confiaba.  Del ámbito doméstico, pasa al espacio de la política electoral.  Pueblo, subordinado, ignorante y confiado vs políticos.  Estos últimos saben, deciden, actúan… y el país está como está.  El liderazgo vertical, patriarcal, personalista y de intereses ocultos no se ha dado únicamente alrededor de los partidos políticos.  La huelga del Magisterio del 95 es un claro ejemplo: ahí la dirigencia sindical vendió el movimiento a espaldas de la base.   En la última huelga, las bases no permitieron ninguna negociación que no fuera discutida y aceptada por ellas.   La discusión cuando el Combo del ICE tuvo que darse a puertas abiertas para el país completo. ¡Hemos ido aprendiendo!

Para un liderazgo respetuoso, antipatriarcal[2], democrático –no demagógico, pues no son sinónimos, aunque en Costa Rica se confundan-  se requiere de “seguidores” conscientes, que saben lo que quieren, valientes y dispuestos a defenderse de la demagogia y la politiquería.  Lejos están las luchas electorales de esas condiciones,  como bien lo aclara don Walter.  Por eso, desde mi perspectiva, y para construir resistencia social se requiere de líderes, en plural, que asuman la tarea de esclarecer que el juego democrático es una forma de convivencia que empieza en el hogar, pasa por la educación en todos sus niveles y SE CONSOLIDA en la comunidad.  Dicho proceso puede pasar por los procesos electorales pero no acaba ahí ni se agota en ellos.  Y no son depositarios ni del conocimiento ni de la capacidad de actuar y decidir por encima de las necesidades y voluntades de sus representados. 

El mejor ejemplo en estos días lo ha dado nuevamente la comunidad de Talamanca.  Frente al liderazgo tradicional, la comunidad completa se movilizó e impidió el saqueo y la manipulación.   De acuerdo con la crónica que nos ha llegado,  los líderes no acapararon ni cámaras ni atención para ellos.  Fueron voceros de la comunidad y no fueron los únicos voceros, pues los estudiantes y los jóvenes se dejaron oír.  ¿Será un sueño definir al nuevo liderazgo por su capacidad de ESCUCHA y de RESPETO?  ¿No será mejor empezar a hablar de VOCEROS y VOCERAS y NO DE LÍDERES? 

Un ejemplo aún más reciente lo constituye la compañera indígena y partera que ofició un ritual de las semillas frente a la Sala IV.  Seguro que ni siquiera se considera líder, pero a quienes estuvimos escuchándola  nos renovó  en torno a la sacralidad de la semilla como origen de la Vida.  Nos tendió un puente y una invitación para participar de la espiritualidad indígena que ha resistido durante quinientos años. A todos y todas nos marcó ese mediodía.  Ella regresa a su comunidad, creyendo quizás que la olvidaremos,  pero cumplió cabalmente la función que Sibü y Benjamín Mayorga le habían encomendado ser VOCERA de su pueblo.  Y, como tal, expresó con la fuerza de sus palabras la relación integral que vive con la Madre Tierra.  Esa misma fuerza la manifestó cuando Francisco Antonio Pacheco  entró riendo al recinto en que se encontraban,  para que se le entregara la carta de todas las comunidades indígenas del país con el fin de impedir la aprobación la ley de UPOV.  Ella lo miró y le dijo: “Esto no es para reírse.”    Ahí marcó el límite y la frontera entre el irrespeto con que este señor se relaciona con todo el país y su comunidad indígena.  De los indígenas, semillas de Sibü,  nadie se ríe. ¡ESO ES SER VOCERA!


[1] El escrito de Luis Paulino Vargas desarrolla con claridad y precisión este aspecto.

[2] Patriarcal no es sinónimo, para mí, de masculino.  He visto mujeres ejercer el poder tan patriarcalmente como los varones.  Evidentemente, es significativamente mayor la membresía masculina.

https://www.alainet.org/es/articulo/126068

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