El monopolio de la indignación nacional
01/02/2008
- Opinión
El próximo lunes 4 de febrero puede pasar a la historia como la más grande movilización por la paz de Colombia, como una manifestación de unidad nacional frente a la barbarie, o también, como un hecho más que lamentar si llega a ocurrir cualquier acto de violencia durante la jornada que termine ahondando la peligrosa polarización política que se viene alimentando irresponsablemente desde sectores gubernamentales, medios de comunicación y los promotores mismos de la marcha.
Si el 4 de febrero llega a resultar un solo herido fruto de la intolerancia, será un fracaso para toda Colombia, y los grandes ganadores serán los violentos, incluidas las FARC. Lo que no podemos permitir los colombianos es mostrarnos como una sociedad civil dividida por lo patético. Nuestra protesta, pese a los matices, debe ser fundamentalmente por exigir a los actores armados, llámense FARC, ELN, PARAMILITARES, FUERZA PUBLICA, que paren todo acto de violencia contra la población civil y condenar especialmente la sevicia del secuestro y la desaparición forzada.
Por esto, y antes de que una tragedia innombrable suceda, es bueno comenzar a llamar la atención sobre la enorme responsabilidad que nos compete a todos para que el 4 de febrero se convierta en un punto de partida para el resurgimiento de la sociedad civil en Colombia y no en un ignominioso acto que exacerbe aún más el sectarismo de toda índole que respira el país por estos días.
En primer lugar, la responsabilidad es para las autoridades, quienes deben brindar las garantías para que las múltiples y diversas expresiones puedan manifestar su dolor e indignación ante Colombia y ante el mundo. Además, tanto el alcalde de Bogotá, como el presidente de la República, deben abandonar cualquier alinderamiento malsano y acompañar la jornada en su conjunto como una expresión de civilidad y respeto por la pluralidad que en las calles y plazas se manifieste.
Por otro lado, se debe llamar a la cordura a los autoproclamados promotores de la jornada, para que no pretendan monopolizar la indignación de toda Colombia, parcelar el sufrimiento y excluir a quienes más padecen la violencia: las víctimas. La pregunta a Pierre, a Oscar Morales o a Rosa Cristina Parra es: ¿Cómo decirle a las madres que han desenterrado a sus hijos de las fosas comunes de los paramilitares que no marchen o realicen actos ese día? ¿Cómo decirle a la madre de Ingrid Betancourt que no puede pedir por el acuerdo humanitario cuando es la imagen de su hija la que se ha utilizado para promover la jornada? ¿Cómo decirle a los desplazados, a los familiares de los desaparecidos, a los mutilados por las minas o a las víctimas inocentes de las detenciones masivas que ellos están vetados de la jornada porque está sólo es para protestar contra las Farc?
Lo cierto es que la jornada se pluralizó y así se reclame la paternidad del hecho, el hijo se les creció y tiene vida propia; por esto, pretender limitar la participación de un acto público que se realiza en las calles de Colombia es un absurdo del tamaño de la sevicia que se pretende combatir.
Lo que necesitamos es que la jornada este libre de violencia y de provocadores, porque si hay un solo herido, y Dios no lo quiera uno o varios muertos, el evento será un rotundo fracaso y el responsable no será Facebook sino todo aquel que en medio de una jornada contra los violentos demostró que es igual o peor que ellos.
Gabriel Bustamante Peña
Integrante del Equipo Jurídico-Político Corporación Viva la Ciudadanía
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
www.vivalaciudadania.org
Si el 4 de febrero llega a resultar un solo herido fruto de la intolerancia, será un fracaso para toda Colombia, y los grandes ganadores serán los violentos, incluidas las FARC. Lo que no podemos permitir los colombianos es mostrarnos como una sociedad civil dividida por lo patético. Nuestra protesta, pese a los matices, debe ser fundamentalmente por exigir a los actores armados, llámense FARC, ELN, PARAMILITARES, FUERZA PUBLICA, que paren todo acto de violencia contra la población civil y condenar especialmente la sevicia del secuestro y la desaparición forzada.
Por esto, y antes de que una tragedia innombrable suceda, es bueno comenzar a llamar la atención sobre la enorme responsabilidad que nos compete a todos para que el 4 de febrero se convierta en un punto de partida para el resurgimiento de la sociedad civil en Colombia y no en un ignominioso acto que exacerbe aún más el sectarismo de toda índole que respira el país por estos días.
En primer lugar, la responsabilidad es para las autoridades, quienes deben brindar las garantías para que las múltiples y diversas expresiones puedan manifestar su dolor e indignación ante Colombia y ante el mundo. Además, tanto el alcalde de Bogotá, como el presidente de la República, deben abandonar cualquier alinderamiento malsano y acompañar la jornada en su conjunto como una expresión de civilidad y respeto por la pluralidad que en las calles y plazas se manifieste.
Por otro lado, se debe llamar a la cordura a los autoproclamados promotores de la jornada, para que no pretendan monopolizar la indignación de toda Colombia, parcelar el sufrimiento y excluir a quienes más padecen la violencia: las víctimas. La pregunta a Pierre, a Oscar Morales o a Rosa Cristina Parra es: ¿Cómo decirle a las madres que han desenterrado a sus hijos de las fosas comunes de los paramilitares que no marchen o realicen actos ese día? ¿Cómo decirle a la madre de Ingrid Betancourt que no puede pedir por el acuerdo humanitario cuando es la imagen de su hija la que se ha utilizado para promover la jornada? ¿Cómo decirle a los desplazados, a los familiares de los desaparecidos, a los mutilados por las minas o a las víctimas inocentes de las detenciones masivas que ellos están vetados de la jornada porque está sólo es para protestar contra las Farc?
Lo cierto es que la jornada se pluralizó y así se reclame la paternidad del hecho, el hijo se les creció y tiene vida propia; por esto, pretender limitar la participación de un acto público que se realiza en las calles de Colombia es un absurdo del tamaño de la sevicia que se pretende combatir.
Lo que necesitamos es que la jornada este libre de violencia y de provocadores, porque si hay un solo herido, y Dios no lo quiera uno o varios muertos, el evento será un rotundo fracaso y el responsable no será Facebook sino todo aquel que en medio de una jornada contra los violentos demostró que es igual o peor que ellos.
Gabriel Bustamante Peña
Integrante del Equipo Jurídico-Político Corporación Viva la Ciudadanía
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/articulo/125532
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