Comunicación para el desarrollo: encrucijadas y perspectivas

05/02/2008
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El mundo actual es vertiginoso, debido a la constante reconfiguración de las relaciones sociales por el cambio de vida que atraviesan los pueblos en múltiples ámbitos, que van desde el doméstico, pasando por el laboral y académico, político y económico hasta llegar al ocio, el disfrute y el consumo de las manifestaciones culturales.  En otras palabras, si de algo está seguro el ser humano es que vive en un entramado que se teje y deshace por la velocidad con que se innovan los modos de vida, ciencias y tecnologías; sobre todo en la comunicación.  En este sentido, las maneras que utilizan los sujetos para intercambiar sus universos se alteran y renuevan en ciclos extremadamente cortos.  Por otra parte, también es indiscutible que desde los instrumentos mediáticos e informáticos, la población visualiza de manera inmediata lo que sucede.  ¿O acaso no es real que estamos en todos los lugares y en ninguno a la vez, gracias a la Internet, la televisión, los periódicos y las radios?  No obstante, esta visión encierra tintes instrumentales y utilitarios, como ya se explicará.

Esta situación explica el porqué cuando se habla de la comunicación, el imaginario colectivo alude necesariamente a dos grandes vías: las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), y los medios masivos de comunicación.  Como se puede ver, entonces, hay una primera entrada que asocia al mundo actual y su vértigo con la comunicación y sus derivaciones. Es decir, sobresale y se superpone en la era contemporánea una visión instrumental de la comunicación al reducirla a medios, herramientas, dispositivos y canales, más que a toda la riqueza que supone la producción social, desde las prácticas socioculturales. Este fenómeno, sin embargo no desconoce tampoco que el sujeto habita en una Sociedad Red como dice Manuel Castells, o en una Sociedad Teledirigida como afirma Xavier Echeverría o que la aldea global siempre estuvo en afirmación, bajo las consideraciones de Marshall McLuhan.

El peligro de la visión instrumental

Nadie puede negar, bajo estas primeras consideraciones, que las relaciones sociales están atravesadas por medios, canales y dispositivos tecnológicos que permiten la interrelación de los sujetos de forma inmediata y bajo coordenadas, donde el espacio deja de ser una limitante por la lógica de intercambios virtuales. Sin embargo, esta suerte de mediación y mediaciones ha contribuido para que el sujeto confunda el acto de la comunicación con el uso de los instrumentos y medios de comunicación para la circulación e intercambio de todo tipo de saberes, conocimientos e, incluso, emociones.  Dicho en otros términos, se trastocó el valor del diálogo por un sistema de objetos, como diría en su libro el sociólogo francés Jean Baudrillard .

Esta visión, estrictamente, instrumental va de la mano o, mejor dicho, está inmersa en un universo simbólico, en donde lo útil, lo que genera réditos y resuelve (entre comillas) necesidades reafirma el sistema-mundo, que premia la acumulación y el consumo más que el encuentro y el aprendizaje entre diferentes.  O sea, la comunicación vista como medio, más que como una construcción y producción social prevalece.  Casos al respecto sobran, si se observa el predominio de las transnacionales de la comunicación al momento de introducir discursos sobre varios temas.  Ello explica, por otra parte, el hecho de que se mida o se pretenda evaluar la comunicación por cantidad de mensajes que circulan y se distribuyen, más que por el intercambio de manifestaciones culturales en un entorno de conocimientos y subjetividades diversas, dentro de una localidad, región o mundo, y sus múltiples combinaciones, como son: aldea-región, región-mundo, aldea-mundo.

La comunicación, conceptuada y practicada desde una orientación utilitaria, responde a la relación que tiene con este paradigma político-económico que aplaude una suerte de crecimiento en cifras como el PIB per cápita, donde todo se reduce a la posibilidad de incrementar y producir.  En este caso, el aumento de audiencias sobre determinados programas mediáticos que responden a intereses publicitarios, más que a la oportunidad de generar espacios, donde el debate y el diálogo sean constantes para la construcción social, desde el respeto a la diferencia y diversidad de pensamiento. Esta situación permite, asimismo, evidenciar que la comunicación, así como otras ciencias y disciplinas no se pueden leer sin su contexto.

Entre otros peligros de la visión instrumental se encuentra la de reducir al sujeto a un simple consumidor de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), antes que crear ciudadanos que puedan desde el mismo uso de las TIC apelar a nuevas posibilidades de encontrarse con el otro. Este fenómeno fortalece las prácticas de lo light, de lo efímero, de lo banal y de lo fugaz, puesto que está en el aire, únicamente, el programa que mantiene y promueve audiencias de consumo, tanto de productos como de servicios, locales y extranjeros. Pese a que en la globalización, los productos no brillan por su origen ni lugar de fabricación, sino más bien por su marca, circulación y prestigio.

Comunicación no es solo medios ni TIC

Y pese a que los imaginarios se articulan, en gran medida, por lo que generan los medios y las tecnologías de la información, sin embargo no tienen el mismo sentido en todos los pueblos, a donde llegan las señales de las transnacionales informativas.  Es decir, no siempre el mensaje del crecimiento, del consumo y de una cierta forma de vida se consolida a escala global. Por lo cual, no hay recetas en comunicación. En este contexto, el factor cultural puede propiciar, entre otras prácticas, que los sujetos adopten, integren o rechacen las manifestaciones a los cuales han sido y son expuestos. De ahí, la importancia de reconocer el papel de la cultura en la comunicación y también cómo la comunicación puede generar otras culturas.

Frente a este escenario, es indispensable anotar que la comunicación no es únicamente medios ni TIC, pues las formas, maneras, expresiones y costumbres que utilizan los sujetos para poner en común ideas, es anterior a los medios. Por ello, la visión utilitaria de la comunicación desconoce la esencialidad de los procesos sociales y los reduce a un espacio de impactos, ganancias y consumidores. Este fenómeno permite repensar la comunicación como una producción social, que se articula desde el universo simbólico de los pueblos, bajo el uso de lenguajes y signos muy particulares, y que se renuevan de forma permanente. Para decirlo con otras palabras, la comunicación es un valor de los pueblos, pues en ella se manifiesta un patrimonio simbólico.

La comunicación, sobre la base de lo precedente, camina en otro sentido al pretendido por el sistema; sobre todo porque es vista como una posibilidad de conocerse en el otro, mediante un intercambio que no se agota en la satisfacción de réditos, sino más bien que se legitima desde la comunión de ideas, saberes, conocimientos y emociones. No es, bajo esta línea, instrumental ni únicamente válida por utilitaria y utilitarista. La comunicación que se propone, a diferencia de la sistémica y homogénea, pretende revalorar todas aquellas manifestaciones y expresiones que hacen posible el diálogo dentro de cada cultura y entre las diferentes culturas. En otros términos, tiene una visión de desarrollo intercultural, antes que una medición del crecimiento por una suerte de adquisición de bienes, que en este caso vendrían a ser los dispositivos tecnológicos y mediáticos. Esto no quiere decir que hay una postura en contra de éstos, sino más bien que no hay correspondencia entre su uso y sus fines. Por eso: “a mayor información, menor comunicación entre los sujetos”.

La comunicación para el desarrollo

Desde hace varias décadas se viene discutiendo de manera acalorada acerca del desarrollo y la comunicación, partiendo de premisas que si bien tienen alguna relación no son iguales, como por ejemplo: “la comunicación como plataforma para el desarrollo”, “la comunicación como una forma de desarrollo” y “la comunicación para el desarrollo”.  Es importante mencionar que cuando se habla de “comunicación como plataforma para el desarrollo” se asume que la comunicación es una suerte de vehículo que permite conseguir un fin.  Dicho en otros términos, la comunicación es reducida a prácticas desbordadas e intereses de diversos órdenes.  La comunicación, en ese sentido, es un eslabón dentro del proceso, mas no algo que encubre todo el proceso.  Por otra parte, cuando se habla de “comunicación como una forma de desarrollo”, se parcela a la comunicación dentro de las posibilidades que puede brindar el desarrollo, es decir se convierte en un elemento como la política, la economía, la cultura, etc. Al igual que en la primera premisa, la comunicación no abarca ni totaliza. Es un elemento más.

No obstante, cuando se habla de “la comunicación para el desarrollo”, se hace alusión a la importancia de ésta en la construcción (antes, durante y después) del desarrollo, desde una orientación integral, que encubre, abarca, encierra y comprende el universo simbólico manifestado en las expresiones culturales a las que los actores recurren para propiciar, mantener y mejorar el diálogo. “La comunicación para el desarrollo” es un aprendizaje que no termina en el conocimiento de otras culturas, pues para auspiciar la construcción de propuestas de cualquier índole hay que adentrarse en el juego social de la enseñanza-aprendizaje, asimismo es un patrimonio universal que pone al descubierto la riqueza de los pueblos, así como los bagajes en distintas ciencias.

La comunicación para el desarrollo que proponemos no es receta ni statu quo, porque se renueva, en la medida que los pueblos cambian en sus relaciones sociales. Es decir, busca el uso adecuado de los instrumentos tecnológicos en los ámbitos de la comunicación y la informática para el buen entendimiento de los mensajes entre los parlantes, lo cual no quiere decir que sea instrumental o que persiga cierta utilidad.  Al contrario, no escapa de los adelantos tecnológicos, siempre y cuando coadyuve a la construcción del diálogo.  Y cuando se habla de diálogo, se alude a su carácter participativo, bajo el concurso activo de la población diversa y diferente, con el afán de crear una realidad en la que podamos ver que somos más de los que están a nuestro lado. En otras palabras, la comunicación para el desarrollo nos permite mirar sin fronteras.

César Ulloa Tapia es ecuatoriano; licenciado en Comunicación Social, Magíster en Gerencia Cultural. Ha escrito los libros “Apuntes de Comunicación" (UTPL, 2006) y “Comunicación, cultura y desarrollo” (CIESPAL, 2007).  Es editorialista de varias publicaciones dentro y fuera de su país. Actualmente, es subjefe de Cultura de diario La Hora y catedrático universitario.

https://www.alainet.org/es/articulo/125564

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