Y los medios ahí…

09/02/2008
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Todos los medios y periodistas que quisieron comparar las marchas del NO MÁS que tuvieron lugar hace unos años en Colombia, con la realizada el pasado 4 de febrero, están equivocados. Aunque las del NO MÁS tampoco condujeron a un movimiento social, al menos tuvieron la virtud de exhibir en público un rechazo masivo al secuestro. Ese sentimiento, estoy segura, aún persiste entre los colombianos hoy. Sin embargo, la forma en que fue convocada la marcha del 4 de febrero de 2008 mostró los profundos disensos de los colombianos en la forma de entender el conflicto.

Primero, los medios se abalanzaron literalmente a apoyar la convocatoria de una marcha “Contra las Farc”. Hasta ahí no sorprende su actitud pues simplemente hicieron de caja de resonancia de lo que ellos consideran la “voz de la ciudadanía” y por eso el entusiasmo desbocado en magnificar el hecho. Pero el efecto fue perverso y los puso de frente a una de las grandes fallas de los medios a la hora de enfocar el tema de la participación ciudadana.

Con honrosas excepciones, como siempre, los medios han preferido estas fiestas ciudadanas de toma del espacio público -que no niego son una expresión política importante, cuando realmente hay una politización de la ciudadanía- , estas catarsis colectivas, a una verdadera politización del ciudadano. Me explico. Lo que quedó en evidencia fue que ante la proximidad del 4 de febrero empezaron a salir otros motivos de convocatoria a la marcha, que el país ya conoce. Y los medios se rasgaron las vestiduras. Intentaron preservar el sentido inicial de la marcha haciendo lo que es su especialidad: negar la deliberación y el disenso. Siempre han preferido el falso “nosotros” a la verdadera discusión pública que es la que construye al individuo como ciudadano.

A mí el episodio me pareció revelador pues salieron a relucir diferentes posiciones entre los ciudadanos, que los medios niegan como si el consenso fuera una asunto natural entre los ciudadanos de a pie y el disenso solamente se le permitiera a la clase política. Al ciudadano, según esta mirada mediática, le están vedadas la deliberación y la confrontación de posiciones.

Ahora no extraña que se estén convocando nuevas marchas: de víctimas del Estado, de desplazados, en fin, todo lo que no se discutió pero estaba en el ambiente. Las marchas deberían ser el resultado de un proceso de maduración de posiciones mediante la discusión pública de las ideas. Pero en nuestra cultura no es muy popular la deliberación: se quiere pasar de inmediato a la acción. Así, como me lo comentaba un amigo camarógrafo alemán, él tuvo la clara percepción de que mucha gente se tomó esto como una especie de fiesta, con un motivo serio, claro está. Y de paso, resulta una actitud conservadora que impide el cambio, porque nada mejor para que todo quede igual que estas explosiones para tomar un aire y volver a lo de antes. Yo diría que incluso es hasta una apuesta política que de parte de sectores como los medios, acaba apostándole a que nada cambie, pero que al menos tenga un aspecto de participación ciudadana.

Una marcha politizada es expresión de una posición fraguada con anterioridad en escenarios deliberativos, en discusiones públicas que toman tiempo. No pueden obedecer a impulsos del momento, salvo si se trata de reacciones frente a un hecho y se limitan a la protesta.

Los medios, que se arrogan el derecho de representar las visiones ciudadanas, lo que logran con este tipo de actuaciones, es deteriorar la figura de la participación ciudadana. Una marcha detrás de otra, desgastará el mecanismo. Además se desperdicia la opinión pública fuerza que es la que sí ha logrado un consenso mediante discusión y por eso es poderosa en la calle, además de que sabe elegir quién es su interlocutor, dentro y no fuera del Estado.

Pero los medios en vez de informar mejor y propiciar espacios de discusión, se embelesan con las luces de bengala de unas reacciones primarias, que surgen al calor de una conversación de amigos –si hemos de creer que ese fue el verdadero origen- y que así, poco elaboradas como una frase acalorada, se toman como el consenso al que hay que llegar.

Por eso quedan dos tareas pendientes: los ciudadanos, por una parte, no deben permitir más que los medios los suplanten en su tarea de ser ciudadanos. Y por otro lado, los medios deberían dejar de temerle al disenso y a la discusión pública a la que tenemos derecho todos los ciudadanos.

- Ana María Miralles es profesora de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org

https://www.alainet.org/es/articulo/125622
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