Eliminar el rango constitucional a la Comisión Nacional de Televisión nos lleva años atrás

07/02/2011
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La posible degradación de la Comisión Nacional de Televisión (CNTV) de su rasgo constitucional, por la cual tantas personas y sectores ya se están frotando las manos, constituirá no sólo un lamentable retroceso sino un golpe anunciado. Es un retroceso que se da justo cuando en muchos contextos y desde muchas instituciones internacionales entre las cuales quiero destacar a la Unesco, se trabaja con fuerza e inteligencia para fortalecer el principio innegable que la televisión es un bien y un servicio público.
 
En Colombia en estos momentos golpear a la CNTV es casi tan popular como el fútbol, pero la cruda realidad es que quitarle el rango constitucional es como botar el agua de la bañera con bebé y todo. Lo más lamentable es que la gran mayoría no parece darse cuenta de eso. Advierto que no estoy defendiendo la Comisión como tal ni muchas de sus actuaciones. Lo que lamento es que se arroje por el caño una cosa maravillosa que había logrado la Constitución del 91: quitar de las garras de los gobiernos de turno la posibilidad de manipular de forma politiquera un bien público. Pero como siempre, la enfermedad se busca en las sábanas. Invito a todos los lectores a que lean los artículos de la Constitución que el actual Gobierno quiere derogar: el 76 y 77. ¿Tienen algún problema? ¡¡¡Ninguno!!! Están perfectamente bien planteados y nos recuerdan a todos los ciudadanos que el manejo de un bien público, su administración y regulación está en manos del Estado, con una entidad cuya autonomía de los gobiernos pone a salvo ese bien público de los apetitos voraces de los gobiernos, que siempre aspiran a cooptarlos porque necesitan modelar su propia realidad de opinión pública. El modelo de la BBC en sus principios constitutivos sigue siendo inspirador y en eso tenemos mucho de que enorgullecernos en el actual planteamiento constitucional. Por eso los argumentos del actual Gobierno son falaces y en mi opinión contribuyen a confundir a la opinión pública.
 
Pero, ¿entonces qué ha pasado? ¿No han tenido 20 años los legisladores para pedir cuentas, y mejor aún para potencializar mediante la reglamentación los principios inspiradores de éste ente? ¿No será más bien que la reglamentación de esos dos artículos de la CN ha sido el problema? Los constituyentes hicieron su tarea. ¿La hicieron los legisladores? En mi concepto ahí está el problema central y ahora a ellos mismos se les quiere entregar la ley que devolverá (horror de horrores) el control de la televisión al Gobierno de turno. No deja resultar paradójico que bajo el argumento que son las nuevas tecnologías las que en parte incitan este cercenamiento de dos artículos tan valiosos en la CN, cuando en realidad esta decisión nos devuelve al pasado de control gubernamental, asunto que repito está desueto incluso en varios países latinoamericanos. Claro que hay excepciones tan notables como la de nuestro vecino Chávez que ha hecho lo que ha querido con el espectro a favor de su proyecto político, pasando por encima de derechos fundamentales como el de la libertad de expresión. Y que no nos vengan a decir que si tumban esos dos artículos de la CN no quedamos parecidos a Chávez porque eso es mentira.
 
Que no nos confundan: aquí no se está eliminando la CNTV, esa que tiene muchas cosas criticables, pero también solucionables. Aquí lo que nos están eliminando a los colombianos son dos artículos de la CN que definen la televisión como servicio público y crean una entidad para hacer realidad ese principio inquebrantable.
 
Pero este golpe fue urdido poco a poco. Se trata no solamente de una reglamentación responsabilidad del Congreso que no supo interpretar a cabalidad la inspiración de los constituyentes sino un ejemplo, de lo que los gobiernos son capaces. Una evidencia de ello es el Gobierno de Uribe. Esto lo demuestra con un análisis el Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (DeJusticia) del cual dio noticia El Espectador, en su edición del 5 de octubre de 2009. Según las conclusiones de ese estudio seis instituciones del Estado sufrieron los efectos de la concentración del poder en los 8 años del mandato de Uribe: el Consejo Nacional Electoral, la Comisión Nacional de Televisión, Defensoría del Pueblo, la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, la Corte Constitucional y el Banco de la República. Sobre la CNTV afirma, citado por El Espectador, que en la actualidad “Los principios de autonomía y defensa del pluralismo que inspiraron a la CNTV están lejos de ser una realidad” pues no hay claridad en los procesos de elección de sus integrantes (responsabilidad que también compete a los legisladores porque dejaron varios puntos de fuga) y las influencias del Gobierno de Uribe en la composición de su Junta Directiva consolidaron sus mayorías en esa institución.
 
De todas formas esta es una invitación a que los legisladores revisen cómo regularon ese ente autónomo, pues que yo sepa no se les ha impedido hacerlo sino todo lo contrario, han promulgado varias leyes al respecto. ¿Por qué no se sitúa ahí el problema?
 
Los medios electrónicos en este país están de plácemes por la posible y nefasta eliminación de esos dos artículos. De cualquier forma, el silencio de medios y universidades es sospechoso y algo más: para nadie son un secreto las disputas entre la CNTV y los canales privados de TV por lo que tienen que pagar por la concesión de ese bien público. Los canales se declararon enemigos a muerte de la Comisión. Tengo la impresión de que si bien ha habido errores de manejo en la Comisión, los medios de comunicación por intereses directos en función de sus negocios en unos casos y por colegaje en otros, fueron magnificando una imagen negativa de la Comisión. Y hoy nadie da un peso por ella. Lo mismo pasó con el Congreso en Perú: nadie daba un peso por él cuando Fujimori lo cerró tranquilamente. Los defectos de nuestro Congreso en Colombia ¿se solucionarían cerrándolo? Por supuesto que no. Si bien estamos ante una comisión en concreto no muy defendible en algunas de sus actuaciones, nuevamente, se está botando el agua sucia de la bañera con bebé a bordo.
 
Es un poco más obvio el silencio de la llamada opinión pública, pero no se le culpa por estar tan mal informada y con campaña de mala imagen de manera persistente por parte de medios y políticos que nuevamente se ponen de acuerdo con una total falta de grandeza. Repito. Con esto no quiero tapar los errores en los que ha incurrido la propia Comisión sino señalar que eso también ha sido parte de una trama que la llevó poco a poco a quedar en una situación de total vulnerabilidad.
 
Pero justamente en términos de la opinión pública por estos días el caso del dictador en Egipto es totalmente aleccionador. En época de redes sociales (Facebook, Twitter, por mencionar las más populares por estos días) aquellos poderes que persistan en controlar la información para fines gubernamentales, están condenados irremediablemente a la venganza ciudadana. Por eso sería mejor, justamente a tono con esos avances de la tecnología, reconocer que la CN fue visionaria por cuanto preserva lo que hoy los egipcios están haciendo realidad a través de esas redes sociales. Porque lo que ellos defienden no es la tecnología en sí (ese es un dato del paisaje ya para ellos) sino su derecho a expresarse, a utilizar ese bien público, sin que el Gobierno interfiera en ello a través de la imposición de estrategias propias de los dictadores que se dan sus mañas para mantener esos hilos de control con el fin de usarlos en el momento en que sea necesario. En nuestro caso si bien no tenemos dictadores en sentido estricto, sí existen mentalidades totalitarias y regresivas que quieren dejar abierto ese canal de control.
 
Por último, me sorprende de Juan Manuel Santos que justamente en su Gobierno se dé trámite a esta reforma regresiva, pues se conocen sus preocupaciones intelectuales acerca de lo que es el buen Gobierno y debo decir que un buen Gobierno, un Gobierno con altura, se asegura de dejar sus buenas huellas en el Estado en lugar de darnos esta lamentable “bienvenida al pasado”.
 
Nota: Las opiniones aquí expresadas solamente comprometen a la autora.
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 241, Semana del 4 al 10 de febrero de 2011. Corporación Viva la Ciudadanía.
https://www.alainet.org/es/articulo/147379
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