Sexualidades diversas, políticas y disidentes

20/05/2007
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Pensar en la diversidad y ponerla en práctica, es una gran puerta de entrada hacia un futuro de consensos y justicia, cuya realización depende de la creación de un presente que incumbe a toda la sociedad y tiene que ver con lo personal y lo colectivo, con lo privado y lo público, con amplios cambios que subviertan las relaciones de poder en todas estas esferas.

Esto implica una refundamentación de todas las perspectivas sociopolíticas, culturales y económicas, para visualizarlas desde un enfoque plural, lo que conlleva una revolución del pensamiento y las prácticas jerárquicas y lineares dominantes, con la consecuente re-creación del conjunto de relaciones sociales, desde el discernimiento de las complejidades humanas, su constante evolución y transformaciones.

El reconocimiento de las dimensiones sociopolíticas del cuerpo y las sexualidades, son parte de aquellos avances que la humanidad ha ido afirmando progresivamente, teniendo en mira justamente la humanización de la vida y de las distintas formas de expresión inherentes a ella.  Es en ese marco que las feministas acuñaron, a fines del siglo pasado, el concepto de derechos sexuales, que refiere principalmente a la autonomía personal y la libre toma de decisiones sobre la vida sexual, pero que también coloca a la sexualidad en el ámbito de los derechos, poniendo en evidencia su lugar en las relaciones sociales, políticas, económicas y de géneros.

Desde entonces, nuevos movimientos, especialmente el LGBT[1], han aportado significativos cuestionamientos al orden sexual capitalista; al heterosexismo patriarcal; a los límites sociopolíticos que resultan del enfoque binario del concepto género, visibilizando la existencia del plural para este último.  Según la filósofa Beatriz Preciado “No hay diferencia sexual, sino una multitud de diferencias, una transversalidad de las relaciones de poder, una diversidad de las potencias de vida.”[2], lo que interpela a enfocar la existencia de una multiplicidad de relaciones de dominación, de sujetos de la discriminación, y de las numerosas interrelaciones entre distintas formas de discriminación por varios motivos.

El surgimiento de movimientos organizados que ponen en evidencia esta multiplicidad y proponen la reformulación de la visión del sujeto político discriminado, controvierte uno de los más sólidos cimientos de las relaciones de dominación: el confinamiento de casi todo el mundo en la categoría de “minoría”, resultante de la legitimación de distintas ideologías discriminatorias: el sexismo, el racismo, el heterosexismo, el clasismo, y otros.  Los movimientos que levantan reivindicaciones en torno a las sexualidades, interrelacionan cada vez más todas estas expresiones y están inmersos en el desarrollo de enfoques políticos que encaran tanto la dominación patriarcal como la capitalista, para proponer cambios de raíz.

Los cambios latinoamericanos y caribeños

En América Latina y el Caribe, el proceso reivindicativo y la movilización política relativos a las sexualidades, centrados principalmente en torno a la afirmación de derechos y ciudadanía, y la formulación de políticas para la erradicación del sexismo, la discriminación por orientación sexual y la identidad de género, ha obtenido resultados institucionales concluyentes en casi todos los países.

Ejemplos de ello son: el reconocimiento de la no discriminación por orientación sexual, los derechos sexuales, y el derecho a tomar decisiones libres sobre la sexualidad, consignados en la Constitución ecuatoriana (1998); la adopción de políticas y programas, tales como la iniciativa gubernamental cubana de reconocimiento de la diversidad de identidad de género (2004) y la ya existente dotación de un amplio programa nacional que incluye educación, salud, empleo, comunicación, justicia, etc.; la propuesta nacional “Brasil sin Homofobia” (2004) que además de la creación de una secretaria especializada en la materia, propone políticas de educación, salud, cultura y justicia; la reciente adopción de la “Ley de Sociedades de Convivencia” del Distrito Federal de México (2007), que reconoce las uniones de personas del mismo sexo y muchas otras.

En el escenario internacional, dos Estados latinoamericanos han encaminado a la ONU iniciativas para reafirmar los derechos y libertades relativos a la orientación sexual y condenar las violaciones de los derechos humanos por ese motivo.  La iniciativa de Brasil ante la Comisión de Derechos Humanos (2003) ganó el respaldo de 54 países; aquella del Estado ecuatoriano en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia, y otras formas de Intolerancia Relacionadas (2001) registró el apoyo de unos 50.  Asimismo, instancias como la Comunidad Andina y la OEA, han formulado cláusulas de derechos humanos similares a las antes mencionadas.

En otras palabras, gracias a las acciones de los movimientos, especialmente LGBT y feminista, las instituciones están cambiando y las sociedades también, no obstante, el sexismo, el heterosexismo y la homofobia siguen siendo una suerte de eje transversal de muchas prácticas sociales, con un margen de secuelas que comprende desde el surgimiento de nuevos grupos ultra conservadores, hasta expresiones discriminatorias en ciertos sectores de izquierda e incluso en ciertos movimientos sociales.

Se trata entonces de un proceso complejo, en el cual cada país tiene sus propias contradicciones y matices.  Brasil, por ejemplo, a la vez que ha impulsado las más progresistas iniciativas nacionales e internacionales en distintos tópicos relativos a sexualidades, registra el más alto índice de crímenes homofóbicos.  De allí que una parte importante del movimiento por la diversidad sexual latinoamericano y caribeño, se mantenga aún en el campo reivindicatorio de los derechos humanos y la lucha contra la impunidad.

El capitalismo sexual

La mercantilización del cuerpo, especialmente el de las mujeres; el negocio del sexo, que constituye una de las más rentables empresas de la globalización; la comercialización y banalización de la diversidad, conceptuándola como un catálogo comercial; y otras manifestaciones del capitalismo patriarcal, constituyen la antítesis de las propuestas de subversión de las relaciones de poder en la sexualidad, levantadas por los movimientos que actúan en este campo, y que convocan más bien a reivindicar las sexualidades desde la autonomía, la diversidad y la creatividad humana.

Pues, como lo señala la antes citada Beatriz Preciado: “El sexo del ser vivo se convierte en un objeto central de la política y de la gobernabilidad… Con ella el sexo (los órganos llamados « sexuales », las prácticas sexuales y también los códigos de la masculinidad y de la feminidad, las identidades sexuales normales y desviadas) forma parte de los cálculos del poder, haciendo de los discursos sobre el sexo y de las tecnologías de normalización de las identidades sexuales un agente de control sobre la vida”. [3]

De allí que la apropiación de la sexualidad, la autodeterminación del cuerpo y la visibilidad de las sexualidades disidentes, surjan ahora más que nunca como potentes acciones directas de resistencia al heterosexismo, al patriarcado y al capitalismo.

El aporte inédito de este movimiento es justamente la visibilidad del contenido político y económico de las normatividades sexistas y heterosexistas omnipresentes en todas las sociedades; además de la revelación de los sesgos ideológicos que subyacen en las interpretaciones naturalistas de la sexualidad, que se remozan y readaptan a los distintos momentos históricos en todas las culturas, latitudes, religiones.

Recoger estos aportes, en un momento social caracterizado por una efervescencia de las propuestas y del pensamiento alternativo al modelo dominante, aportará ampliamente a la generación de los cambios integrales, personales y políticos, reclamados desde distintos horizontes.  En ese sentido, la interrelación entre causas y luchas, al orden del día en la agenda de los movimientos sociales de la región y del mundo, ganará radicalidad al incluir los cuestionamientos al sexismo y heterosexismo, al sumarse a la crítica anticapitalista y antipatriarcal de las normatividades sobre el cuerpo y la sexualidad, pues, al fin y al cabo, todas las sexualidades autodeterminadas son disidentes.

Irene León, socióloga ecuatoriana, es Directora de FEDAEPS y miembro de ALAI.



[1] Lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros

[2] Beatriz Preciado, Multitudes Queer: Notas para una política de los “anormales” http://multitudes.samizdat.net/rubrique.php3?id_rubrique=141, agosto 2006

[3] Idem 2

https://www.alainet.org/es/articulo/126277
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS