La rebelión de los alimentos
08/05/2008
- Opinión
No es la crisis económica ni la crisis financiera. Debido al alto precio de los alimentos básicos y a la escasez de reservas en los países más pobres, la mayor crisis a la que se enfrenta la humanidad es el hambre. El grano de arroz y el de cereal cuesta el doble que el año pasado, según el último informe del Fondo de Naciones Unidas para la Agricultura y el desarrollo (FAO). Dicho órgano de la ONU alerta de que hay 37 países que se enfrentan en estos momentos a crisis alimenticias.
El precio del arroz, alimento fundamental en la dieta de 3.000 millones de personas, ha sido el que más ha aumentado en los últimos meses, más de un 50% en las últimas semanas.
La situación se ve agravada por el pánico que produce en los mercados internacionales un encarecimiento tan rápido de los bienes esenciales. Los países importadores de cereales tratan de comprar mucho ahora por miedo a que los precios sigan subiendo y a que se acaben sus reservas de cereales. Los países productores limitan sus ventas por el temor a dejar a sus habitantes sin los víveres con los que se nutren a diario.
El problema no está en que la producción haya disminuido, si no en las enormes dificultades que sufren los países más pobres y sus habitantes para pagar los alimentos. A pesar de los altos precios y el malestar social que esto provoca, la FAO prevé un incremento cercano al 3% en la producción de cereales durante 2008, hasta alcanzar la cifra récord de 2.200 millones de toneladas.
En América Latina y el Caribe se producen suficientes alimentos para satisfacer las necesidades de los 550 millones de personas que viven en la región. Sin embargo, el hambre y la desnutrición afectan al 10% de la población. En algunas zonas montañosas de Guatemala, esta cifra supera el 70%.
El problema se concentra especialmente en las zonas rurales más aisladas o en la periferia urbana y tiene un impacto mayor en casi nueve millones de niños menores de cinco años que padecen desnutrición crónica en la región. El hambre a esa edad tiene un impacto difícil de reparar, ya que es en los primeros años de vida cuando se moldean y estructuran las característica físicas, cognitivas y psicológicas de las personas.
En la zona del Sahel, en África, los niveles de desnutrición se encuentran en niveles alarmantes. En junio, cuando se suelen registrar los mayores índices de desnutrición, las familias más pobres habrán agotado sus reservas de cereales y no podrán recolectar hasta el próximo otoño. En el sur de Mauritania el 15% de los menores de cinco años sufren desnutrición aguda.
La situación ya ha comenzado a crear un fuerte malestar social en muchos países. El mes pasado se registraron varias revueltas en Egipto, Camerún, Costa de Marfil, Senegal, Burkina Faso, Etiopía, Indonesia, Madagascar, Filipinas y Haití. En Pakistán y en Tailandia se han desplegado efectivos militares para evitar que se asalten los cultivos.
En los países más empobrecidos las familias destinan entre 6 y 8 dólares de cada diez que gastan en alimentarse, mientras que en los países ricos sólo se destina uno de cada diez a la comida.
La FAO y diversas ONG reclaman una acción conjunta urgente de los países con más recursos para evitar que la crisis se lleve la vida de millones de personas. Piden a todos los donantes y a las instituciones financieras internacionales que incrementen sus ayudas, que pongan la seguridad alimentaria en la base de las políticas de desarrollo, que ayuden a reconstruir las reservas de cereales, que aumenten la inversión en nuevas tecnologías para la agricultura y que luchen de forma más activa contra la desnutrición infantil.
El hambre y la desnutrición repercuten en la salud, la educación y la productividad de los pueblos. Si, como asegura la FAO, hay alimentos suficientes para erradicar el hambre en un plazo razonable de tiempo, los dirigentes de los países enriquecidos deben actuar para paliar los efectos de esta terrible crisis que se avecina. Una crisis que pone en serio peligro la vida de los más de 900 millones de personas que padecen las miserias del hambre.
Alberto Sierra
Periodista
ccs@solidarios.org.es
www.solidarios.org.es
El precio del arroz, alimento fundamental en la dieta de 3.000 millones de personas, ha sido el que más ha aumentado en los últimos meses, más de un 50% en las últimas semanas.
La situación se ve agravada por el pánico que produce en los mercados internacionales un encarecimiento tan rápido de los bienes esenciales. Los países importadores de cereales tratan de comprar mucho ahora por miedo a que los precios sigan subiendo y a que se acaben sus reservas de cereales. Los países productores limitan sus ventas por el temor a dejar a sus habitantes sin los víveres con los que se nutren a diario.
El problema no está en que la producción haya disminuido, si no en las enormes dificultades que sufren los países más pobres y sus habitantes para pagar los alimentos. A pesar de los altos precios y el malestar social que esto provoca, la FAO prevé un incremento cercano al 3% en la producción de cereales durante 2008, hasta alcanzar la cifra récord de 2.200 millones de toneladas.
En América Latina y el Caribe se producen suficientes alimentos para satisfacer las necesidades de los 550 millones de personas que viven en la región. Sin embargo, el hambre y la desnutrición afectan al 10% de la población. En algunas zonas montañosas de Guatemala, esta cifra supera el 70%.
El problema se concentra especialmente en las zonas rurales más aisladas o en la periferia urbana y tiene un impacto mayor en casi nueve millones de niños menores de cinco años que padecen desnutrición crónica en la región. El hambre a esa edad tiene un impacto difícil de reparar, ya que es en los primeros años de vida cuando se moldean y estructuran las característica físicas, cognitivas y psicológicas de las personas.
En la zona del Sahel, en África, los niveles de desnutrición se encuentran en niveles alarmantes. En junio, cuando se suelen registrar los mayores índices de desnutrición, las familias más pobres habrán agotado sus reservas de cereales y no podrán recolectar hasta el próximo otoño. En el sur de Mauritania el 15% de los menores de cinco años sufren desnutrición aguda.
La situación ya ha comenzado a crear un fuerte malestar social en muchos países. El mes pasado se registraron varias revueltas en Egipto, Camerún, Costa de Marfil, Senegal, Burkina Faso, Etiopía, Indonesia, Madagascar, Filipinas y Haití. En Pakistán y en Tailandia se han desplegado efectivos militares para evitar que se asalten los cultivos.
En los países más empobrecidos las familias destinan entre 6 y 8 dólares de cada diez que gastan en alimentarse, mientras que en los países ricos sólo se destina uno de cada diez a la comida.
La FAO y diversas ONG reclaman una acción conjunta urgente de los países con más recursos para evitar que la crisis se lleve la vida de millones de personas. Piden a todos los donantes y a las instituciones financieras internacionales que incrementen sus ayudas, que pongan la seguridad alimentaria en la base de las políticas de desarrollo, que ayuden a reconstruir las reservas de cereales, que aumenten la inversión en nuevas tecnologías para la agricultura y que luchen de forma más activa contra la desnutrición infantil.
El hambre y la desnutrición repercuten en la salud, la educación y la productividad de los pueblos. Si, como asegura la FAO, hay alimentos suficientes para erradicar el hambre en un plazo razonable de tiempo, los dirigentes de los países enriquecidos deben actuar para paliar los efectos de esta terrible crisis que se avecina. Una crisis que pone en serio peligro la vida de los más de 900 millones de personas que padecen las miserias del hambre.
Alberto Sierra
Periodista
ccs@solidarios.org.es
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https://www.alainet.org/es/articulo/127437?language=es
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