La pobreza del INEI
27/05/2008
- Opinión
Para reducir la pobreza en el Perú el mejor instrumento es Renán Quispe. Y es que sólo un personaje que fue capaz de hacer un censo echando al tacho el anterior de dos años antes, para servir al interés de Alan García de confundir las cifras del gobierno anterior y hacer inciertos lo puntos de partida, podía presentarse ante el mundo para anunciarnos la noticia del siglo: la reducción de la pobreza en cinco puntos de un año a otro. Y lo mejor de todo, sin que nadie se hubiese dado cuenta.
O sea la pobreza ya no es lo que era antes, ese estado de carencias básicas, desprotección y magros ingresos, que obligan a una vida en el filo, con bajísimos indicadores de nutrición, salud, educación, habitabilidad y otros. Por Quispe nos enteramos que para saber quién dejó de ser pobre basta observar la línea de gasto mensual, y aquellos que en los últimos doce meses lograron sobrepasar los 229.4 soles, abandonaron el mundo de los pobres y los que lo hicieron con los 121.2 soles dejaron la pobreza extrema.
¿Es esto serio? No vamos siquiera a discutir aquí lo que se puede consumir en un mes con estas cantidades y la crucial diferencia que podría representar que una persona llegue a 250 o 300 soles al mes (más o menos entre 100 o 120 dólares). Tampoco a lo que este monto puede significar en diversas regiones del país, sea Lima, capitales costeras, ciudades de la sierra y selva, población del campo. Pero si sólo se advierte que estos exiguos montos tienen como denominación “canasta mínima alimentaria”, se verá claramente de qué clase de farsa es que estamos hablando.
Si poco más de 200 soles quiere decir que uno puede comer y sobrevivir, y por eso dejar de ser pobre, la pregunta inmediata es: ¿con esa cantidad de moneda peruana se compra la misma cantidad de alimentos que lo que se hacía en la misma fecha el año pasado? Sin duda que no. Los debates sobre la nueva inflación de García han ido precisamente por ahí, que para un pobre los aumentos en el pollo, la leche, el aceite, el arroz y otros, son mucho más duros que para el resto de la población, que gasta en alimentación una fracción bastante menor de su ingreso.
Algunos han calculado una inflación de 10% para los segmentos C y D de la sociedad, más acentuado en provincias que en Lima. ¿Y cómo ha sido tomado eso en cuenta por los pobretólogos (García, dixit) del INEI, del gobierno y los medios, que celebran a tambor batiente? Se han olvidado del detalle y han supuesto que una persona mejoró 50 soles de un año a otros, come mucho más que lo hacía hace un año, aunque enfrente las alzas, siga en el arenal y carezca de muchos servicios.
Algo que puedo decir de manera personal es que mi experiencia de finales de los 80 y comienzos de los 90, me permitió ver lo que era el cambio masivo de una parte de la población de no pobre a pobre. Más tarde pude comprobarlo en un viaje a la Argentina de comienzos de está década. El empobrecimiento se ve. Así como también lo debe hacer el retroceso de la pobreza. Pero en el Perú nadie aprecia cambios impactantes en los barrios populares, en los distritos pobres o en los villorrios que tanto desprecia nuestro presidente. Tampoco desplazamiento de familias de un lado a otro de la ciudad. A los mendigos los escondemos para que no se vean en las Cumbres y el gobierno se arrodilla ante Estados Unidos por medio millón de dólares de “ayuda humanitaria” para Ayacucho.
Claro que la mejor es la de Del Castillo, que dice que esto demuestra que la política proinversión funciona. O sea que en nombre de los que han dejado de ser pobres van a insistir en la política que más del 70% de los peruanos, pobres y no pobres, desaprueban.
- Raúl Wiener es analista político y económico peruano.
http://rwiener.blogspot.com/
O sea la pobreza ya no es lo que era antes, ese estado de carencias básicas, desprotección y magros ingresos, que obligan a una vida en el filo, con bajísimos indicadores de nutrición, salud, educación, habitabilidad y otros. Por Quispe nos enteramos que para saber quién dejó de ser pobre basta observar la línea de gasto mensual, y aquellos que en los últimos doce meses lograron sobrepasar los 229.4 soles, abandonaron el mundo de los pobres y los que lo hicieron con los 121.2 soles dejaron la pobreza extrema.
¿Es esto serio? No vamos siquiera a discutir aquí lo que se puede consumir en un mes con estas cantidades y la crucial diferencia que podría representar que una persona llegue a 250 o 300 soles al mes (más o menos entre 100 o 120 dólares). Tampoco a lo que este monto puede significar en diversas regiones del país, sea Lima, capitales costeras, ciudades de la sierra y selva, población del campo. Pero si sólo se advierte que estos exiguos montos tienen como denominación “canasta mínima alimentaria”, se verá claramente de qué clase de farsa es que estamos hablando.
Si poco más de 200 soles quiere decir que uno puede comer y sobrevivir, y por eso dejar de ser pobre, la pregunta inmediata es: ¿con esa cantidad de moneda peruana se compra la misma cantidad de alimentos que lo que se hacía en la misma fecha el año pasado? Sin duda que no. Los debates sobre la nueva inflación de García han ido precisamente por ahí, que para un pobre los aumentos en el pollo, la leche, el aceite, el arroz y otros, son mucho más duros que para el resto de la población, que gasta en alimentación una fracción bastante menor de su ingreso.
Algunos han calculado una inflación de 10% para los segmentos C y D de la sociedad, más acentuado en provincias que en Lima. ¿Y cómo ha sido tomado eso en cuenta por los pobretólogos (García, dixit) del INEI, del gobierno y los medios, que celebran a tambor batiente? Se han olvidado del detalle y han supuesto que una persona mejoró 50 soles de un año a otros, come mucho más que lo hacía hace un año, aunque enfrente las alzas, siga en el arenal y carezca de muchos servicios.
Algo que puedo decir de manera personal es que mi experiencia de finales de los 80 y comienzos de los 90, me permitió ver lo que era el cambio masivo de una parte de la población de no pobre a pobre. Más tarde pude comprobarlo en un viaje a la Argentina de comienzos de está década. El empobrecimiento se ve. Así como también lo debe hacer el retroceso de la pobreza. Pero en el Perú nadie aprecia cambios impactantes en los barrios populares, en los distritos pobres o en los villorrios que tanto desprecia nuestro presidente. Tampoco desplazamiento de familias de un lado a otro de la ciudad. A los mendigos los escondemos para que no se vean en las Cumbres y el gobierno se arrodilla ante Estados Unidos por medio millón de dólares de “ayuda humanitaria” para Ayacucho.
Claro que la mejor es la de Del Castillo, que dice que esto demuestra que la política proinversión funciona. O sea que en nombre de los que han dejado de ser pobres van a insistir en la política que más del 70% de los peruanos, pobres y no pobres, desaprueban.
- Raúl Wiener es analista político y económico peruano.
http://rwiener.blogspot.com/
https://www.alainet.org/es/articulo/127767
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