Comunicación para la prevención de desastres
- Opinión
En esta ponencia se desarrollarán tres aspectos sobre la relación entre comunicación y desastres naturales con la finalidad de pensar y articular una comunicación para la prevención. Estos aspectos son: a) la comunicación como respuesta a la cultura del miedo que generan los medios desde un paraguas que espectaculariza lo cotidiano, b) la importancia de la comunicación para consolidar una cultura preventiva ante riesgos y desastres naturales, bajo prácticas que pasan por la interacción entre los diversos actores, sectores e instituciones, y c) una comunicación que consolide la participación y acción ciudadanas.
Comunicación viene de comunidad. Y en términos más amplios, esto implica el sentido de unidad y pertenencia que se consolida dentro de un colectivo, pese a la existencia de patrones culturales diversos y diferentes entre los sujetos. Para ello, los miembros de la comunidad usan, inventan, replican y adoptan determinadas prácticas, expresiones, medios, canales y manifestaciones de comunicación que les permite intercambiar ideas, pensamientos y sentimientos. Es decir, la comunicación significa una forma de ser, estar y hacer en sociedad.
En ese sentido, la comunicación es un hecho social que está en constante construcción y que demanda el concurso de todos. Dentro de esta construcción, es importante señalar que los sujetos consolidan prácticas que les permite no solo entenderse entre sí, sino también comprender lo que sucede en su medio ambiente; de ahí que la comunicación no solo es la relación entre las personas, sino la relación que estas personas tienen dentro de un contexto social, económico, político, cultural y natural.
Dentro de este contexto, la relación entre comunicación y medio ambiente es de vital importancia; pues la naturaleza emite múltiples signos y señales de manera periódica y esporádica que el sujeto debe decodificar en procura de convivir en un espacio que satisfaga sus necesidades relacionadas con su tranquilidad, bienestar personal y grupal, disminución de riesgos y desastres naturales. Asimismo, es importante que los sujetos sepan socializar la información sobre su entorno desde el uso de diversas manifestaciones socio-culturales, expresiones, medios y canales de comunicación. En otras palabras, el sujeto interactúa con el medio ambiente, pero no bajo una idea de dominación que impulsó la razón ilustrada, sino más bien bajo una idea de armonía y convivencia.
Como se puede ver, la comunicación entre las personas es determinante. Más aún si se trata de compartir información sobre el medio ambiente, donde hay probables riesgos y desastres que derivan en crisis personales y grupales. Es decir, la comunicación se convierte en pieza clave para comprender los fenómenos naturales, saber qué hacer ante estos y replicar esta información a la comunidad en pos de ir articulando una cultura de comunicar para vivir.
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La comunicación contra la cultura del miedo
El pensador español Ignacio Ramonet, autor de varios libros sobre comunicación y periodismo, ha introducido en el análisis el criterio de gestar una ecología de la información. Y esto quiere decir que debemos propender y aunar esfuerzos para descontaminar la información que circula, se reproduce e influye en la opinión pública vía medios de comunicación y Tecnologías de la Información y la Comunicación, sin que se trate –por cierto- de demonizar a los medios por todo lo que sucede.
Ramonet enfatiza en la idea que “la información está contaminada esencialmente por una serie de mentiras, que se pueden demostrar factualmente, hay que descontaminarla de esas mentiras, hay que descontaminarla de cierta ideología, se pueden defender ideas, todas las ideas se pueden defender, pero anunciándolas como ideas, y no como cosa natural. Pero también hay que descontaminar de publicidad, desde el punto de vista ideológico, nuestro propio entorno, esto es obvio”.1
¿Por qué se hace alusión a esta cita en este seminario? Por el simple hecho que si no creamos y legitimamos una comunicación al servicio de la sociedad, mucho menos vamos a poder crear una comunicación que nos permita enfrentar los riegos y desastres naturales con mayores elementos para comprenderlos y tomar decisiones cuando estos ocurran. Entonces, cuando Ramonet habla de una ecología informativa envía señales claras y contundentes acerca del manejo sobre datos, cifras, estadísticas, opiniones y diversos recursos por parte de los actores respecto de cualquier fenómeno, hecho y evento.
Bajo estos criterios, una de las maneras de contrarrestar la cultura del miedo que generan determinados medios, actores mediáticos e institucionales cuando ocurre un fenómeno natural con graves consecuencias e indeterminables efectos es apelando a una comunicación que (vía medios) investigue, contextualice, verifique las fuentes, seleccione la información y socialice esta en el momento adecuado a los diferentes actores, con el uso del lenguaje que estos entienden y circulan en lo cotidiano. En otras palabras, se deben crear las condiciones adecuadas para comprender los fenómenos y después para difundir la información sin crear el pánico, sino más bien la comprensión de las causas y los efectos.
Entre las condiciones adecuadas que podríamos impulsar está la de fortalecer, en el caso de la comunicación, lo que se denomina como “Periodismo Científico, que abarca y profundiza en las tareas que tiene el comunicador en la sociedad como un buen divulgador de la ciencia y la tecnología, pues entrega una suerte de traducción de lo que ocurre sobre diversos fenómenos naturales en lenguajes asequibles con el ánimo que la población se involucre en temas que, anteriormente, eran considerados de exclusividad de la comunidad científica, es decir de expertos e investigadores. Cabe mencionar que El Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) ha impulsado desde hace más de una década la publicación de libros sobre este tema, así como la realización de seminarios internacionales con la finalidad de crear en la comunidad, periodistas y comunicadores una cultura que tienda puentes entre la ciencia y la sociedad.
Como habíamos dicho, debemos ir en contra de la información que hace eco de olas especulativas y que se legitima en la espectacularización de los fenómenos naturales, catástrofes y sus perjudicados, o de aquella información que reduce los desastres naturales a escenarios perfectos para captar las mejores fotografías o narrar una serie de crónicas de supervivencia al estilo de los best sellers. Al contrario, debemos descontaminar la idea de conocer a la naturaleza desde el miedo y el goce mediático que está supeditado al rating.
La ecología de la información significa ir al meollo del asunto, conocer paso a paso lo que sucede, identificar sus relaciones con los diversos ámbitos de la vida cotidiana, dialogar con los actores que conocen el fenómeno, con la población que vive con este, con las instituciones que están responsabilizadas de precautelar los recursos y bienes de la sociedad. Dicho en otras palabras, construir un relato desde las particularidades y no desde la epidermis o la primicia que no explica nada, pero sí hiperboliza la realidad a su acomodo.
Comunicar lo importante y en el momento oportuno implica asumir un grado de compromiso social con todos los involucrados y no, únicamente, con las audiencias de los medios, pues hay que diferenciar entre los involucrados directos y los espectadores. En este sentido, el comunicador debe sopesar la inmediatez con que se transmiten los hechos frente al análisis que demanda la información sobre cualquier fenómeno natural antes de ser divulgada. Es decir, es muy fácil crear un ambiente de miedo con imágenes que no están acompañadas de ninguna explicación, no obstante es más ético practicar una comunicación en que los actores afectados e involucrados participen, aunque esta información se procese a un ritmo más lento.
2. Comunicación para la prevención
Habíamos dicho que no hay procesos acabados de comunicación, ya que las expresiones, manifestaciones, medios y canales están en constante renovación, actualización y adaptación a las exigencias de las localidades, regiones y del mundo, en temas que van desde los nuevos consumos culturales, pasando por los sociales hasta los tecnológicos. Es decir, la comunicación está en construcción permanente. También habíamos manifestado que se deben crear las condiciones necesarias entre los sujetos para que exista comunicación.
Esta construcción social debe propender a que los sujetos se conozcan, respeten y aprendan de los otros en una suerte de diálogo permanente, haciendo de este diálogo un bien social y de largo aliento. La comunicación, bajo estos criterios, se convierte en un proceso que tiende puentes para conocerse entre sí y luego conocer de manera conjunta el medio que nos rodea. Por lo tanto, la comunicación cumple una función dirimente en procesos de participación y socialización de los diversos fenómenos naturales y hechos.
De ahí, la necesidad de conocer primero los patrones culturales de comunicación que utiliza la población entre sí antes de diseñar planes, programas y proyectos de prevención sobre determinados fenómenos naturales. No se puede, en este sentido, diseñar planes de comunicación preventiva, por ejemplo, si desconocemos las maneras, formas, señales, espacios, símbolos, lenguajes que la población utiliza para encontrase, conversar, jugar y compartir infinidad de cosas como señala Daniel Prieto Castillo en el libro, Diagnóstico de Comunicación.2
Se hace hincapié en los patrones culturales, porque la naturaleza es decodificada de múltiples maneras por distintas culturas, dentro de un marco de referencia en el que se combinan leyendas, tradiciones y mitos. Estos elementos son relevantes en la relación hombre-naturaleza, pues el sujeto se comunica, si cabe el término, con el medio ambiente desde la contemplación del paisaje, pasando por la rendición de tributos hasta la elaboración de mitos. Por eso se habla, verbigracia, de la Mama Tungurahua, entre otros.
Para muchas culturas los desastres naturales tuvieron y tienen connotaciones de carácter mítico e incluso religioso, sin desconocer o demonizar la riqueza cultural de los pueblos en cuanto a la explicación simbólica del mundo. Se escucha, en algunos casos, que los terremotos, inundaciones, huracanes, etc., son castigos divinos y que reflejan la furia hacia lo humano, sin embargo también debemos recordar que muchos de los fenómenos que ocurren obedecen a comportamientos, prácticas y actitudes irresponsables de la humanidad. Un ejemplo palpable es lo que ocurre con el cambio climático, donde las sociedades de los países más desarrollados han contribuido en mayor porcentaje para el desequilibrio ecológico.
Conocer y aprender la realidad comunicacional de la población es un primer paso para articular un plan de comunicación; ya que si no partimos desde la realidad corremos el riesgo de hablar un lenguaje que no concuerda con la población. Por otra parte, un plan de comunicación debe considerar desde el inicio la participación de todos los involucrados, en el sentido que ellos conocen el problema desde la vivencia y pueden sugerir desde lo empírico una serie de medidas a tomar. La participación directa contribuye a generar grados de apropiación y pertenencia.
3. Por otra comunicación
Cuando hablamos de generar una comunicación que traspase la actividad informativa y que se conforma con la denuncia, el reciclaje de noticias por ganar la primicia y generar una audiencia cautiva a los desastres naturales y desgracias humanas, pensamos en replantear los roles, las maneras y los usos sociales de la comunicación, de los medios, nuevas tecnologías de la información y la comunicación. “No se trata entonces de obtener noticias (…), sino de generar planes de comunicación a mediano y largo plazo que permitan realizar acciones preventivas de manera efectiva, facilitando la creación de conductas y actitudes favorables a la prevención. Básicamente, ante un desastre, se deben generar acciones de comunicación capaces de explicar el o los orígenes de la amenaza e instruir a la población directa e indirectamente afectada”.3
La comunicación, bajo estos criterios, pasa por cuatro momentos: a) conocer para comprender la realidad, bajo el intercambio de criterios con todos los actores involucrados directa e indirectamente de manera periódica para estar informado sobre lo que sucede, b), planificar la comunicación a corto, mediano y largo plazos con los actores, combinando aspectos de carácter teórico y actividades de orden práctico, c) socializar el plan, d) divulgar la información y materiales de comunicación de manera pedagógica, tomando en consideración los patrones socio-educativos y culturales de la población como debe estar consagrado en el plan.
El concurso de varios actores plantea una comunicación que gira en torno de concepciones y prácticas de carácter interdisciplinario, interinstitucional y transversal, pues actúan en la elaboración teórica como en las aplicaciones personas de diversas profesiones de las Ciencias Sociales y Fácticas, instituciones públicas, privadas, no gubernamentales y organismos internacionales, y la población en general. De ahí, que el comunicador debe tener la capacidad y, además, la sensibilidad para captar ideas, criterios e incluso sentimientos para la construcción de un plan que desde la información e interacción con la gente prevenga, antes que alarme y provoque crisis personales y colectivas.
Es relevante que la comunicación sea pensada y llevada a la práctica con el concurso de los actores, pues el plan tendrá un mayor grado de correspondencia con la realidad y no con las iniciativas que se construyen, únicamente, desde el escritorio sin el acercamiento necesario a los lugares, en donde ocurren, se reproducen y toman vida varios hechos y fenómenos naturales. Este criterio concuerda con lo que habíamos expuesto: la comunicación demanda una construcción permanente, porque la realidad y las personas cambian, debido a las nuevas demandas y exigencias de las diferentes épocas en lo social, ambiental, político, cultural y económico.
Por otra parte, es necesario indicar que no hay planes de comunicación acabados ni tampoco recetas de comunicación para prevenir desastres y hechos sociales, ya que cada caso es particular y demanda un diagnóstico de acuerdo con las condiciones sociales, naturales, culturales e incluso políticas y económicas del contexto. Sin embargo, reiteramos la idea de trabajar por una comunicación comprometida con la sociedad y no comprometida con los rating de sintonía.
Considerando que Ecuador es uno de los países más propensos a erupciones volcánicas, es imperioso la creación y consolidación de redes de comunicadores y periodistas para la prevención de desastres como existe en Guatemala, “Periodistas por la gestión del riesgo de desastres”4; no obstante vale resaltar que estas iniciativas no pasan únicamente por el riesgo latente, sino también por la importancia de crear una cultura participativa en que la ciudadanía se involucre en la identificación de sus problemas, pero sobre todo en las soluciones.
Para concluir, vale decir que “los expertos sugieren seguir a rajatabla los modelos que emplean en sus países “desarrollados” para sensibilizar o crear una conciencia colectiva sobre cualquier aspecto, sin que se haya hecho un análisis a manera de diagnóstico”5 de nuestra realidad. No caigamos en este error y aprendamos a construir una comunicación propia, diferente y acorde con nuestras necesidades, demandas, recursos y expectativas.
4. Conclusiones
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La comunicación significa una forma de ser, estar y hacer en sociedad. Está en constante construcción y demanda el concurso de todos. Dentro de esta construcción, los sujetos consolidan prácticas que les permite no solo entenderse entre sí, sino también comprender lo que sucede en su medio ambiente; de ahí que la comunicación no solo es la relación entre las personas, sino la relación que estas personas tienen dentro de un contexto social, económico, político, cultural y natural.
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El sujeto debe saber decodificar las señales del entorno y del medio ambiente para comprender la realidad y socializar esta realidad, dentro de un marco que utilice los códigos más adecuados para que el mensaje se entienda y reproduzca.
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Debemos combatir la cultura del terror y el pánico que generan ciertos medios, actores mediáticos e institucionales cuando ocurre un fenómeno natural con graves consecuencias e indeterminables efectos, apelando a una comunicación que (vía medios) investigue, contextualice, verifique las fuentes, seleccione la información y socialice esta en el momento adecuado a los diferentes actores, con el uso del lenguaje que estos entienden y circulan en lo cotidiano.
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Se deben crear las condiciones adecuadas para comprender los fenómenos y después para difundir la información sin crear el pánico, sino más bien la comprensión de las causas y los efectos.
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Debemos ir en contra de la información que hace eco de olas especulativas y que se legitima en la espectacularización de los fenómenos naturales, catástrofes y sus perjudicados, o de aquella información que reduce los desastres naturales a escenarios perfectos para captar las mejores fotografías o narrar una serie de crónicas de supervivencia al estilo de los best sellers.
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Es importante conocer los patrones culturales de comunicación que utiliza la población entre sí antes de diseñar planes, programas y proyectos de prevención sobre determinados fenómenos naturales. No se puede, en este sentido, diseñar planes de comunicación preventiva, por ejemplo, si desconocemos las maneras, formas, señales, espacios, símbolos, lenguajes que la población utiliza para encontrase.
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Planteamos una comunicación que gira en torno de concepciones y prácticas de carácter interdisciplinario, interinstitucional y transversal, pues actúan en la elaboración teórica como en las aplicaciones personas de diversas profesiones e instituciones. El comunicador debe tener la capacidad y, además, la sensibilidad para captar ideas, criterios e incluso sentimientos para la construcción de un plan que desde la información e interacción con la gente prevenga, antes que alarme y provoque crisis personales y colectivas.
5. Bibliografía
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Feijoo, Fabiana, 2008, “Nueva especialización periodística: prevención informativa” en Revista Chasqui 101, Ed. Quipus, Quito
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Prieto, Daniel, 2004, Diagnóstico de Comunicación, Ed. Quipus, Quito.
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Ramonet, Ignacio, 2001, “El poder mediático” en Estudios venezolanos de comunicación, n-113, Caracas.
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Revista Latinoamericana de Comunicación Chasqui, “Comunicación publica de la ciencia Manuel Calvo Hernando: 50 años de periodismo científico”, 1999, n- 66, Ed. Quipus, Quito.
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Ulloa, César, 2007, Comunicación, cultura y desarrollo, Ed. Quipus, Quito
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“Periodistas por la gestión del riesgo de desastres”: www.noticiasyriesgo.com
- César Ulloa Tapia es licenciado en Comunicación Social, magíster en Gerencia Cultural y estudios de postgrado en Ciencias Internacionales. Investigador del CIESPAL. Ha publicado los libros: Apuntes de comunicación (ensayo, 2006, UTPL) y Comunicación, cultura y desarrollo (ensayo, 2007, CIESPAL); y participa como docente invitado en varias universidades.
1 Ramonet, Ignacio, 2001, “El poder mediático” en Estudios venezolanos de comunicación, n-113, Caracas, p. 27.
Se considera como padre del Periodismo Científico al español Manuel Calvo Hernando, quien es fundador de la Asociación Española de Periodismo Científico (AEPC) y escritor de decenas de publicaciones sobre el tema.
2 Ver Prieto, Daniel, 2004, Diagnóstico de Comunicación, Ed. Quipus, Quito.
3 Feijoo, Fabiana, 2008, “Nueva especialización periodística: prevención informativa” en Revista Chasqui 101, Ed. Quipus, Quito, p. 47.
5 Ulloa, César, 2007, Comunicación, cultura y desarrollo, Ed. Quipus, Quito, p. 148.
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