El holocausto palestino desde Nuestra América

23/02/2009
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Resumen:


Esta reflexión – investigación está determinada por el enorme problema jurídico – moral, político –histórico del genocidio a los palestinos perpetrado por el Estado de Israel. Es un asunto crucial de la vida contemporánea y pone de presente la precariedad del Derecho Internacional de la Paz y la idea de justicia, como expresión concreta de la dignidad.


En mi opinión, los hechos más importantes que están sucediendo hoy en el mundo son, por un lado, el movimiento de los esclavos en los Estados Unidos, iniciado por la muerte de John Brown, y, por otro, el de los siervos en Rusia…

Acabo de ver en Tribune que ha habido un nuevo levantamiento de esclavos en Missouri, aplastado, naturalmente. Pero la señal ha sido dada ahora. Si las cosas se tornan serias pronto, ¿qué será entonces de Manchester?

Carta de Carlos Marx a Federico Engels, enero 11 de 1860.1


I


Lo que está en curso en este comienzo del 2009 es la continuidad a escala ampliada de la masacre, genocidio, crimen, contra el pueblo palestino por parte del Estado de Israel. Se trata del drama humano más grave de nuestra historia contemporánea. Por la larga duración de la agresión, por lo sistemático de las acciones criminales, por la desidia e insolidaridad de los gobiernos árabes y de los pueblos del mundo.


En torno a la tragedia palestina se ha constituido la banalización de la muerte colectiva de todo un pueblo, en especial los más indefensos: niños, mujeres y ancianos. Se ha sumido en una contemplación depresiva de la humanidad, no obstante el heroísmo de los palestinos por resistir y sobrevivir.


La guerra mediática que justifica y glorifica subliminalmente los bombardeos del ejército de Israel constituye el otro frente de la infamia. Justificando las acciones de exterminio contra el llamado terrorismo de Hamas (la organización mayoritaria y legítima, que es gobierno representativo), los medios y los gobiernos de Israel y Estado Unidos, se maquillan ante lo que es un crimen de humanidad.


Es la milenaria lucha entre David y Goliat, en la que las rústicas armas de los palestinos, no compiten en nada con la maquinaria de guerra de los israelíes, que incluso poseen armas nucleares. Israel invade con un ejército y armas de destrucción masiva como las bombas de fósforo blanco. Palestina no tiene ejército y usa precarias armas convencionales. Las bombas y suicidios para matar civiles israelíes son inaceptables, además de ser estratégicamente inútiles.


Edward Said nos da esta pauta: “Hay una enorme diferencia entre la desobediencia organizada o la protesta masiva, por una parte, y hacerse volar uno mismo junto con unas cuantas personas inocentes, por la otra. Hay que afirmar estas diferencias de forma clara e inequívoca, y se la debe incorporar de una vez por todas a cualquier programa palestino serio.”2


No se puede vivir y sobrevivir sólo de heroísmo. El admirable pueblo palestino requiere que su justa y legítima causa sea asumida con dignidad, altivez y contundencia por todas las gentes sencillas del mundo. Debe ser una movilización tan amplia, sostenida y contundente que obligue a los genocidas a cesar en su exterminio, y coloque la causa palestina en el lugar que le corresponde: una nación laica, moderna, democrática y partícipe de la comunidad internacional, de la que ha sido excluida -sólo tolerada como paria-, a la que se le conceden migajas de la ayuda humanitaria. Ayuda que pretende disfrazar ante la opinión internacional la gravedad de lo que ocurre.


Edward Said, el gran intelectual palestino, concluyó la Introducción a sus Nuevas Crónicas Palestinas, con esta reflexión:


Para ello necesitamos ser conscientes de que Palestina es una de las grandes causas morales de nuestra época. No es una cuestión de trueques, ni de negociar intercambios, ni de hacer carrera. Es una causa justa que debería permitir a los palestinos obtener y conservar su ventaja moral.3


II


La verdadera estrategia del estado israelí es constituir el gran Israel bíblico, el sueño delirante de los sionistas, la organización conformada por fundamentalistas religiosos, grandes financieros, propietarios de medios de comunicación en Estados Unidos, comerciantes de armas…


El Estado de Israel viene de sufrir una colosal derrota por parte de Hezbolá en el 2006, cuando invadió El Líbano. Ha evidenciado el carácter corrupto de sus gobernantes, como Sharon, Ehud Barak y Ehud Olmert. En su sociedad hay voces de historiadores e intelectuales que realizan una desigual lucha de revisión y oposición al exterminio de palestinos y a sus pretendidas justificaciones. Es de esperar que muchos judíos en el mundo estén en contra del genocidio adelantado por sus gobernantes. Al igual que saben que somos millones los que rechazamos siempre el antisemitismo y propugnamos el no olvido del genocidio judío.


Situados en Nuestra América, tenemos profunda sensibilidad por estas tragedias humanas, porque hemos vivido igualmente la constelación del horror: el genocidio de nuestros aborígenes, de nuestros antepasados por parte de los colonialismos español, inglés, portugués y francés. Al igual que el otro gran genocidio: el del africano traído a nuestros países e incorporado como población esclava en el período de conformación del capitalismo mundial, con sus métodos de violencia, despojo y exterminio. En una bella novela, La Ceiba de la Memoria, el colombiano Roberto Burgos Cantor, ha recreado el círculo herrumbroso del exterminio del negro esclavo en la colonial Cartagena de Indias y el exterminio judío en el campo de concentración de Auschwitz.


La política de Israel de convertirse en el Gran Israel bíblico descansa en dos mitos fundadores: ser el pueblo elegido por el dios de la biblia y tener derecho a la tierra prometida. “En aquel día hizo Jehová un pacto con Abraham diciendo: a tu descendencia daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates.”4


La líder histórica de Israel, la señora Golda Meier, dijo de manera clara y brutal: “No existe el pueblo palestino. Esto no es como si nosotros hubiéramos venido a ponerles en la puerta de la calle y apoderarnos de su país. Ellos no existen.”5


Los palestinos devienen así en los innombrables, tal cual lo eran los judíos para los nazis. A lo sumo son habitantes indeseables en los territorios ocupados colonialmente por el militarismo estatal de Israel. Y por supuesto, cada vez con más fuerza en terroristas islámicos.


Giorgio Agamben ha estudiado el asunto de las víctimas judías. Nos da esta clave, que quiero utilizar como analogía frente a los palestinos. “Lo intestimoniable tiene un nombre. Se llama en la jerga del campo, der Muselmann.” Son los humanos convertidos en cuasi humanos, en despojos, en idiotas impotentes, aislados, sin posibilidad de ser mirados ni visibilizados. Son los inexistentes que están allí, en tal situación extrema en la que lo humano es ya no-humano. Muertos de hambre de manera planificada. Concluye Agamben:


A veces figura nosográfica y a veces categoría ética, límite político y concepto antropológico alternativamente, el musulmán es un ser indefinido, en el que no sólo la humanidad y la no humanidad sino también la vida vegetativa y la de relación, la fisiológica y la ética, la medicina y la política, la vida y la muerte transitan entre ellas sin solución de continuidad. Por eso su “tercer reino” es la cifra perfecta del campo, del no-lugar donde todas las barreras entre disciplinas se arruinan y todos los diques se desbordan.6


A esta situación es a lo que conduce el mandato maldito de Golda Meier: No existe el pueblo palestino. El musulmán de Auschwitz no desapareció con la derrota nazi y la muerte de Hitler, renace de tanto en tanto y ahora lo está, en la pretensión de que sea encarnado por los palestino. Expresión delirante del ultra racismo.


III


En la combinación biopolítica de dispensar muerte y vida, el Estado de Israel extermina a centenares de palestinos -al momento de escribir esto, en la ofensiva en curso van más de 1.350 palestinos asesinados y 5.000 heridos-, confina en guetos, campos de concentración a parte de la población y a la otra la expulsa como náufragos del planeta. Esta operación militarista colonial tiene cuatro caras: 1) Exterminar, 2) Invisibilizar en campos de concentración, 3) Expulsar, 4) Ocupar y anexar territorios.


La fundación histórica del Estado de Israel está basada en la violencia. Los acuerdos de las Naciones Unidas de 1947 para dividir Palestina, promovidos por Estados Unidos y Gran Bretaña dieron como resultado que Israel se apoderara del 78% de Palestina en 1948. El 22% restante, correspondiente a Cisjordania, Gaza, Jerusalén, Sinaí (Egipto) y los Altos del Golán (Siria), fue ocupado en 1967.

Comenzaron destruyendo 531 aldeas árabes -hecho documentado por los historiadores revisionistas judíos Bemy Morris, Ilan Pappe, Avi Schlain, Tom Seger-, y desde entonces la guerra de exterminio, expulsión, confinamiento y anexión ha sido lo permanente en la política exterior de Israel. El baño de sangre más expresivo de esta violencia fundadora fue lo ocurrido en Deir Yassin el 9 de abril de 1948, donde 254 habitantes, niños, mujeres, ancianos, hombres, fueron masacrados por las tropas israelíes (del Inguín) dirigidas por Menahen Beghin. Esta guerra ha sido llevada por Israel más allá de los territorios palestinos, especialmente a El Líbano, donde en 1982, realizaron la matanza de Sabra y Shatila, campos de refugiados de los palestinos.


Los distintos gobiernos de Estados Unidos, republicanos y demócratas, han apoyado esta estrategia de guerra terrorista permanente de Israel, y la han dotado de jugosas ayudas. Desde 1967 al 2002, los Estados Unidos entregaron más de doscientos mil millones de dólares en ayuda económica y militar incondicional, y esta ayuda no ha cesado de fluir al día de hoy.


Los gobiernos árabes han sido condescendientes, en mayor o menor grado, de esta prevalencia israelí. Incluso humillados por el militarismo sionista como en el caso del Egipto derrotado en la guerra de los seis días de 1967 y ocupado parte de su territorio. El gobierno de Egipto es hoy el principal receptor en el mundo de ayuda militar de Estados Unidos, con dos mil millones de dólares al año. El segundo es Israel y el tercero Colombia.


Gobiernos como los de Siria e Irán, que enfrentan la hostilidad de Israel y Estados Unidos, brindan una solidaridad menor a la que sus pueblos dan y exigen para la causa palestina. En Nuestra América, los gobiernos de Brasil, Cuba, Bolivia, Venezuela, Ecuador, así como en Centroamérica están activos en la solidaridad ante la actual agresión israelí en Gaza. Distintas movilizaciones de protesta se realizan en el mundo.


IV


El liderato palestino ha sido sometido a duro escrutinio: el forjado por Yasser Arafat y la Organización de Liberación Palestina devino en una frustración. Se conformó como una Autoridad Palestina que utilizó la represión contra su propio pueblo y los disidentes políticos, permitiendo un entorno de corrupción y haciendo gala de una gran improvisación en los asuntos del gobierno y las negociaciones de paz. La causa palestina, de obtener en los años setentas y ochentas, solidaridad y prestigio en el mundo, se vio sometida a su marchitamiento producto de cambios drásticos en la situación política mundial. Sin dudad la estrechez de la Autoridad Palestina contribuyó a ese marchitamiento. Dice a favor de Arafat y la OLP, el haber retirado de su programa la consigna de: la destrucción del Estado de Israel, su desconocimiento a existir.


Tariq Ali, un experimentado militante internacionalista y coeditor de la revista New Left Review, en un reciente artículo, titulado El gueto de Gaza y la hipocresía occidental, llama la atención sobre el carácter de la nueva dirección en curso, la de Hamas. Esta organización rechazó la capitulación de los acuerdos de Oslo de 1993, aprobados por Arafat, así como los de Taba y Ginebra, claramente desfavorables a los palestinos y destinados a consolidar la paz armada de Israel.


Frente a la Autoridad Palestina financiada y apoyada por distintas fuentes, especialmente árabes, dice Tariq Ali:


Hamas ofreció la alternativa de su propio ejemplo. Sin los grandes recursos de su rival estableció clínicas, escuelas, hospitales, formación profesional y programas de bienestar para los pobres. Sus jefes y cuadros viven frugalmente, al alcance de la gente corriente. Es esta respuesta a las necesidades cotidianas la que se ha ganado amplias bases que la apoyan.7


Pero de igual manera señala como crítica esta limitación de la organización: “Hamas carga con un pasado fardo desde su formación y es la flaqueza del nacionalismo palestino: la creencia que sólo habría dos posibilidades, o el completo rechazo de la existencia de Israel o la aceptación del desmantelamiento de Palestina, hasta ser reducida a una quinta parte de su territorio.”8 La organización Hamas haría un gran aporte a la perspectiva de la justicia si reconociera la existencia del Estado de Israel exigiendo el cese al holocausto palestino.


V


La conciencia de los judíos aparece como trágica. De ser un pueblo sin sociedad ni Estado, errante y sumido en la existencia de guetos, ser exterminados en los campos de concentración nazi y en los gulags estalinistas, han pasado a aceptar un Estado que niega a los palestinos su vida, su territorio, su derecho a existir como sociedad y a tener un Estado.


Las horas y los días cuentan en la suerte de Palestina. Su territorio está ocupado y controlado. Su pueblo está siendo asesinado en forma permanente, sometido al hambre, la censura total y el terror psicológico. Está en curso la separación de Gaza y Cisjordania.


La política guerrerista de Israel aparece como la reedición de la estrategia de Adolfo Hitler: la solución final. El exterminio, el exterminio, el exterminio. Israel es el único Estado en el mundo que no tiene fronteras internacionales declaradas porque el anexionismo territorial es su objetivo.


En su momento, Edward Said, al hacer el balance y pensar las perspectivas de los palestinos, advirtió: “Obviamente, existe la posibilidad de que los palestinos acaben de manera parecida a los indios norteamericanos; pero es probable (aunque no seguro) que la demografía, la actuación contraproducente y la estupidez de la arrogancia oficial lo eviten.”


Existe la posibilidad, esto es lo que está sucediendo, con torpeza, bestialismo y fanatismo. Pero está sucediendo el exterminio. Israel es un Estado que rechaza el Derecho Internacional y la coexistencia pacífica que ello implica, desacatando las decisiones de la ONU.


Un millón de palestinos en Cisjordania, millón y medio en Gaza, un millón doscientos mil en Israel como ciudadanos de segunda, dos millones en Jordania y una diáspora de cuatro millones quinientos mil en los territorios árabes y en el resto del mundo, constituyen la geografía humana del pueblo palestino al que se le niega a vivir en sociedad y con su propio Estado. Antes de 1948, los judíos poseían el 6% de las tierras, hoy dominan la mayoría del territorio.


Los palestinos ‘viven’ en guetos dispersos y Gaza es un gran campo de concentración, con todo tipo de vigilancia y represión por parte del ejército israelí, que aplica parecidas técnicas de control y destrucción de los palestinos, a las utilizadas por los nazis contra los judíos.


VI


Los palestinos nunca han tenido un genuino proceso de paz. Lo que se les ha ofrecido por parte de los Estados Unidos, la Comunidad Europea y las naciones árabes, como Egipto, es la aceptación de las conquistas coloniales realizadas por Israel.


La ONU rechazó la violencia de Israel en la Declaración 242 de 1967, que condenó la ocupación de Gaza, Cisjordania y demás territorios. Más aún, entre 1948 y el 2003, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó más de 200 resoluciones atinentes, directamente a favor de la causa palestina, 39 fueron vetadas por Estados Unidos. Ninguna resolución ha sido aceptada por Israel.9 La presencia de las Naciones Unidas en Gaza ha sido boicoteada, sus instalaciones de hospitales, escuelas y centros de alimentación han sido destruidos por Israel!!


Explícitamente, los Acuerdos de Oslo de 1993, y las pretensiones del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton en Camp David, buscaron escamotear la devolución de los territorios a como estaban antes de 1967. Con cualquier pretexto Israel ha lanzado reiteradas agresiones, que incluyen bombardeos a la sede del gobierno, el Parlamento y la destrucción de los archivos de la identidad palestina: censo, estadísticas, organización administrativa.


Todo el plan económico y de infraestructura en Gaza, Cisjordania, Jerusalén y otros territorios han sido desarrollados por Israel directamente, como el sistema de carreteras, el manejo de los acueductos y el agua, o indirectamente, como sucede con el aeropuerto internacional de Gaza, construido con financiación internacional pero con control israelí.


Las relaciones entre Estados Unidos e Israel han sido estrechas y constantes. Los capitalistas y políticos israelíes tienen grandes intereses financieros y mediáticos. Ejercen influencia y protagonismo en la Casa Blanca y en el Congreso, y por tanto, en la política de la gran potencia. Todas las mal llamadas iniciativas de paz que los gobiernos de Estados Unidos impulsan, trátese de Clinton y Bush, han estado en la perspectiva de afianzar los intereses de Israel.


El nuevo gobierno de Obama busca revitalizar iniciativas que muestren cambios a favor de la paz, sin que en esencia ocurran. Es la política del gatopardo, que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton -declarada pro-israelí-, va a ejecutar. La política de Obama en el Medio Oriente será más multilateral, buscando apoyarse en las iniciativas de la Comunidad Europea y de Egipto, lo cual no altera la ecuación de injusticia contra los palestinos.


La paz en Palestina requiere superar la hipocresía occidental, devolver los territorios ocupados desde 1967, la reparación y el retorno de los exiliados y el reconocimiento de los palestinos a su autodeterminación. Edward Said extrae esta lección:


Curiosamente, la milenaria historia Palestina proporciona al menos dos precedentes que permiten pensar en estos términos seculares y más modestos. En primer lugar, Palestina es y ha sido siempre una tierra de muchas historias; constituye una radical simplificación pensar en ella como principalmente -o exclusivamente- judía o árabe, ya que, aunque desde muy antiguo ha habido una presencia judía, esta no ha sido ni mucho menos la principal. No solo los árabes, sino también los cananeos, moabitas, jebuseos y filisteos en tiempos antiguos, y 1os romanos, otomanos, bizantinos y cruzados en épocas más modernas, han vivido en este lugar, que de hecho es multicultural, multiétnico y multirreligioso. En realidad, pues, apenas hay justificación histórica para la homogeneidad, como tampoco para las ideas de una actual pureza nacional o étnica y religiosa. Palestina es un lugar irreductiblemente mixto. En segundo término, durante el período de entreguerras, un pequeño pero importante grupo de pensadores judíos (Judah Magnes, Buber, Arendt y otros) defendían y hacían campaña por un estado binacional. Naturalmente, la lógica del sionismo aplastó sus esfuerzos, pero la idea sigue viva hoy en algunos judíos y árabes que, frustrados por las evidentes insuficiencias y depredaciones del presente, exigen una visión binacional nueva o reavivada. La esencia de dicha visión es la coexistencia y la coparticipación, de formas que requieren una voluntad innovadora, arriesgada y teórica para superar el árido punto muerto de la afirmación, el exclusivismo y el rechazo. Una vez realizado el inicial reconocimiento del Otro como igual, creo que el camino hacia delante se hace no solo posible, sino también atractivo.10


Los pueblos palestino y judío deben aceptar reconocerse en una coexistencia pacífica, laica y democrática. Un Estado con dos pueblos y dos naciones, con igualdad ciudadana y pluralismo político debe ser discutido como solución de fondo, legitimado en todos los escenarios posibles.


Hay que lograr un denominador común, discursos comunes con diferencias, buscar y construir tanto un imaginario como procedimientos y tareas para superar la exclusión y cultivar la reconciliación.


La fuerza moral de la causa palestina debe transformarse en una fuerza política de alcances internacionales, y para ello es necesario que los judíos de todo el mundo y de Israel vean esta causa como justa y digna.


Coda


El balance de la reciente masacre a Palestina por parte del Estado israelí constituye una victoria pírrica para los sionistas. Aunque tampoco es el triunfo que proclaman los de Hamas.


Aparece más adecuado lo que el periodista judío Ethan Bronner sintetiza:


¿Acaso las tres semanas de apabullantes ataques israelíes en Gaza han debilitada a Hamas, o simplemente causado sufrimiento humano extremo? Israel sabía que no podía destruir todos los misiles o matar a todos los militantes de Hamas. Alegó que su objetivo principal era la disuasión. ¿Misión cumplida?


Sea como sea, el daño real infligido a Hamas parece limitado, en parte porque el grupo actuó con cautela. La ironía es que Israel, el Estado con el ejército bien entrenado, puso todas sus fuerzas en el ataque, mientras que Hamas, la milicia islamita que presuntamente acoge la muerte, rehuyó los combates.


A decir de todos, el grupo pudo conservar una porción sustancial de su fuerza. Se reportó la muerte de cientos de combatientes de Hamas, pero de acuerdo con estimados generales, la fuerza total del grupo asciende a varios miles de individuos. Varios funcionarios militares israelíes reportaron que vieron a muy pocos combatientes en el campo de batalla. Salieron principalmente de manera individual o en grupos de dos, y sólo unos cuantos intentaron cometer bombazos suicidas.


Quienes conocen a Hamas en Gaza señalan que esto fue resultado de una estrategia cuidadosa.


En ocasiones anteriores, los combatientes confrontaban los ataques israelíes y se arrojaban en la batalla”, expresó un hombre que se negó a identificarse. “Era especie de suicidio. Era un amor por el martirio.”


Esta vez, fue diferente. Tienen más experiencia y han recibido entrenamiento de Siria e Irán. Les ayudaron a replantear su estrategia.”11


¿Qué seguirá? Depende mucho de la actitud de los pueblos árabes y de la movilización internacional.


***


- Ricardo Sánchez Ángel es Abogado de la Universidad Santiago de Cali; Magíster en Filosofía de la Universidad Nacional y Doctor en Historia de la Universidad Nacional. Profesor Asociado del departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor Titular Universidad Externado de Colombia. Coordinador de la Maestría en Filosofía del Derecho de la Universidad Libre.


Entre otros libros ha publicado:


  • La emancipación de los derechos humanos. Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 2007.

  • Bonapartismo presidencial en Colombia. El gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Uniediciones. Bogotá. 2005

  • El Desafío Ambiental. Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotá. 2004

  • De miradas y mensajes a la educación en Derechos Humanos. Abraham Magendzo (Coordinador). Cátedra UNESCO de Educación en Derechos Humanos / Universidad Academia de Humanismo Cristiano. LOM ediciones. Santiago de Chile. Septiembre de 2004.

  • De la Memoria a la Acción. Crítica. Histórica. Fondo editorial Universidad del Valle. Cali. 2003.

1Ver: Marx, Carlos y Federico Engels. La guerra civil en los Estados Unidos. Buenos Aires: Lautaro, 1964. Parte II. Correspondencia, p. 265.

2Said, Edward. La actual y clara realidad. En: El fin del proceso de paz. Nuevas Crónicas Palestinas. Nueva edición revisada y ampliada (1995-2002). Barcelona: Mondadori, 2002, p. 179-180.

3Said, Edward. El fin del proceso de paz. Nuevas Crónicas Palestinas, p. 34.

4Biblia, Génesis XV, 18.

5Declaración al Sunday Times, junio 15 de 1969.

6Agamben, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. Homo Sacer III. Capítulo 2: El Musulmán. Valencia : Pre-Textos, 2005, pp. 41-89.

7Ali, Tariq. El gueto de gaza y la hipocresía occidental. 04-01-09. En: www.sinpermiso.info. Además de Ali, entre otros escritores e intelectuales que han expresado su opinión sobre la tragedia palestina, están: Claudio Katz, Jean Bricmont y Diana Johnstone, Michael Warschaski, Fabián Harare, Emir Sader, Robert Fisk, Carlos Fazio, cuyos artículos pueden encontrarse en www.sinpermiso.info, www.rebelion.org, La Jornada de México.

8Ibídem.

9Ver: Tilley, Virginia. Palestina Israel: Un país, un Estado. Madrid: Akal, 2008. Ver igualmente: Varios autores. La respuesta pacifista. Conversaciones con miembros israelíes y palestinos de los movimientos por la paz. Madrid: Catarata; Varios autores. Historia del otro. Una doble mirada al conflicto árabe – israelí. Oxfam; Warschawski, Michael. En la frontera. Barcelona: Gedisa; Sánchez, Ricardo. La emancipación de los derechos humanos. Bogotá: Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Colombia. 2007.

10Said, Edward. Verdad y reconciliación. En: El fin del proceso de paz. Nuevas Crónicas Palestinas. Nueva edición revisada y ampliada (1995-2002). Barcelona: Mondadori, 2002, p. 95.

11The New York Times. Selección semanal en El Espectador, Bogotá, 26 de enero de 2008.

https://www.alainet.org/es/articulo/132508
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