Más tardó el Departamento de Estado en publicar el informe anual sobre la situación de los derechos humanos en la aldea global, a tono con una percepción subordinada a la visión geoestratégica de la Casa Blanca y de la demócrata Hillary Rodham Clinton, que en confrontarlo sin ningún miramiento la Oficina de Información del Consejo de Estado de la República Popular China.

 

Salvo su mejor opinión, no existe antecedente de una respuesta tan enérgica y puntual de una importante oficina del gobierno chino, para exhibir al estadounidense en una materia decisiva para el segundo, tanto que forma parte de sus arsenales ideológicos y propagandísticos desde los años 70 del siglo pasado.

 

El informe de la dependencia que jefatura la belicosa señora Clinton –en tanto que su jefe Barack Hussein Obama persiste en navegar con el inmerecido premio Nobel de la Paz--, sitúa en la lista de los más contumaces violadores de los derechos humanos a China, Corea del Norte, Cuba, Irán y Rusia, entre los 190 países examinados por los certificadores de los derechos humanos en todo el planeta con evidentes criterios políticos. De otra manera resulta inexplicable que todos los gobiernos de los Estados mencionados tienen en común que no se avienen a los planes geoestratégicos de Washington y que, en mayor o menor medida, despliegan proyectos de nación que con frecuencia son divergentes con los intereses del imperio.

 

Es notable la dureza empleada contra La Habana porque “interfirió con la privacidad” de sus ciudadanos y llevó a cabo un “omnipresente monitoreo de las comunicaciones”, además de que “no permite más que la prensa oficialista”. En estas materias resulta impresentable la legalización del espionaje telefónico, la intercepción de mensajes electrónicos, la apertura clandestina de correspondencia y las sanciones impuestas a las cadenas árabes de televisión vía satélite, todo ello en la Unión Americana a partir del 11 de septiembre de 2001. 

 

El absoluto silencio aplicado por los gigantescos medios de comunicación al Registro de los derechos humanos de Estados Unidos en 2009, reporte con el que Beijing impugna el monopolio estadounidense sobre 10 de los 12 servidores centrales de la internet, es una respuesta patética que involuntariamente muestra de cuerpo completo a los que certifican al mundo, pero son incapaces de ocultar que en garantías individuales su país, EUA, encabeza un retroceso histórico impuesto por el fundamentalista que despachó durante un octenio en la Oficina Oval, tras cometer dos fraudes electorales que envidiaría cualquier república bananera, y además sin que el sucesor produzca el esperado viraje en la ruta de la exclusión y la intolerancia.

 

El lenguaje beligerante del informe hacia los gobiernos que no se alinean a los intereses y proyectos del imperio, tendencialmente en pronunciado declive pero imperio hegemónico a fin de cuentas, contrasta con la condescendencia con que trata a sus mejores aliados como Israel, Colombia y las petrocracias autoritarias y corruptas del Medio Oriente. Por supuesto que también a los gobernantes de Irak y Afganistán, electos bajo la ocupación militar, y en el caso del primero con un baño de sangre que ya privó de la vida a 1.2 millones de iraquíes, como se documenta en Proyecto Censurado (Forum 197, III-10, pp. 12-14).

 

Las 900 bases militares que agrupan a 190 mil soldados y 115 mil empleados, además de su terrorífico armamento por toda la geografía del planeta, son insuficientes para imponer la verdad única de un imperio que le cuesta harto trabajo asumir que atrás quedaron los tiempos de la unipolaridad, que existen actores internacionales como China que le pueden hablar al tú por tú porque la multipolaridad llegó para quedarse.