Maldesarrollo como Mal Vivir

31/05/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 445: La agonía de un mito: Cómo reformular el "desarrollo"? 06/02/2014
“Se reconoce el derecho de la población a vivir en un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, que garantice la sostenibilidad y el buen vivir, sumak kawsay” - Constitución Ecuatoriana, 2008, Art. 14
 
”El estado asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble)- Constitución Política del Estado de Bolivia, 2009, Art. 8, epígrafe 1.
 
La palabra desarrollo ha sido usada como una metáfora afortunada que comenzó a usarse a partir del discurso del presidente estadounidense H. Truman de 1949. Toma prestada de la biología la constatación de que los seres vivos se desarrollan según su código genético en un proceso natural, gradual y beneficioso. Como otras metáforas, tiene el riesgo de esconder ideología y más si consiste en indicar el objetivo a seguir, el del crecimiento, y, además, no hace ninguna referencia a los límites del mismo, como si el crecimiento fuese algo ilimitado.
 
La palabra maldesarrollo, por su parte, es también una metáfora. Los seres vivos sufren maldesarrollo cuando sus órganos no siguen el código, se desequilibran entre sí, se malforman. Su uso en las ciencias sociales parece haberse iniciado a partir del artículo de Sugata Dasgupta (“Peacelessness and Maldevelopment”) de 1968, sigue con el libro de René Dumont y Marie-France Mottien (Le maldéveloppment en Amérique Latine) de 1981, el de Laurence R. Alschuler (Multinationals and Maldevelopment) de 1988, aunque probablemente la obra clásica en el uso de este concepto sea la de Samir Amin (Maldevelopment. Anatomy of a Global Failure) de 1990, sin olvidar el Insights into Maldevelop­ment que editó Jan Danecki en 1994 con amplia participación intercontinental. En estos últimos en particular, late la idea del fracaso del proyecto inicial, fracaso que se sitúa a escala mundial y no sólo a escala de los estados concretos o localidades particulares.
 
Sigue siendo una metáfora, pero a diferencia de “desarrollo”, “maldesarrollo” intenta referirse no a un Buen Vivir que debería buscarse sino a la constatación, primero, del fracaso del programa del “desarrollo” y, segundo, del Mal Vivir que puede observarse en el funcionamiento del sistema mundial y de sus componentes, desde los Estados nacionales a las comunidades locales. Si “desarrollo” implica un elemento normativo (lo deseable), “maldesarrollo” contiene un componente empírico (lo observable) o incluso crítico (lo indeseable).
 
El fracaso del “desarrollo” tiene, por lo menos, dos facetas. Por un lado, y aunque se niegue retóricamente, sigue significando crecimiento económico medido por aumentos del Producto Interno Bruto. Y tal vez no sea el mejor momento histórico para hablar de ello: en 2009 se ha visto reducida, en más de un billón de dólares, hasta la fortuna de los hiper-ricos que calcula anualmente la revista Forbes. Por otro lado, la unidad a la que se refiere el “desarrollo” fue en un primer momento el Estado nacional (se trataba de “desarrollo nacional”, de ahí el recurso al PIB), después se eclipsó durante la etapa neoliberal ya finalizada y se redujo al “desarrollo local” tomando como unidades de análisis e intervención las colectividades sub-estatales. La crisis visible, por lo menos desde 2007, a través de la explosión de las burbujas inmobiliarias, financieras, alimentarias, energéticas y, finalmente, económicas ha vuelto a poner sobre la mesa la cuestión del “Estado activista” en los procesos de desarrollo como ya indicó el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en su Informe sobre el desarrollo humano de 1997. Todo ello sin olvidar las demandas de “rescates” gubernamentales de sectores en crisis (¡incluso el de la pornografía!) por parte de los que habían proclamado el “menos Estado, más mercado” o habían predicado el “Consenso de Washington”(1).
 
Tal vez sea preciso hablar primero del diagnóstico (el maldesarrollo) antes de hablar del tratamiento o la terapia. Pero el diagnóstico es siempre con respecto a un ideal. Así sucede con la medicina clínica que compara lo observado con un determinado ideal de salud. Del mismo modo, se puede tomar como ideal el Buen Vivir para hacer un diagnóstico que, desgraciadamente, será algo más complicado que el que puede hacer un médico en su consulta: la realidad socio-económica es mucho más compleja que la biológica.
 
El punto de partida para dicho ideal puede ser el recurrir a las necesidades humanas básicas. La versión dominante ha sido la de reducir éstas al bienestar y tomar como satisfactores lo estrictamente monetario: el bienestar se consigue con el dinero, del mismo modo que la pobreza consiste en no disponer de un determinado montante de dólares (eso sí, a paridad de poder adquisitivo, que, de nuevo, indica la unidimensionalidad de la medida). Manfred Max-Neef y coautores reaccionaron con vehemencia ante tal reduccionismo y, reconociendo la importante distinción entre necesidad –tal vez universal- y satisfactor –más dependiente de la cultura-, proporcionaron una lista de necesidades humanas que hacía ver hasta qué punto era insuficiente la visión economicista del desarrollo, hoy todavía difundida.
 
Tal vez la lista de necesidades humanas de Max-Neef era demasiado prolija y, por tanto, había ido al extremo opuesto del economicismo monetarizante. Por eso emergieron otras enumeraciones de necesidades humanas que pudieran servir como criterios de evaluación de situaciones concretas. Johan Galtung propuso cuatro grandes necesidades humanas básicas, es decir, básicas porque si quedaban insatisfechas difícilmente se podía decir que la vida humana era realmente humana. 
 
First things first”, se puede iniciar, aunque aquí no se trate de una jerarquización de las necesidades al estilo de Maslow, por el bienestar y su mínimo exigible, la supervivencia. Pero la necesidad del bienestar no se satisface necesariamente mediante el dinero. Basta recordar las actividades económicas que quedan fuera del cálculo del PIB para ver dónde reside el problema: el autoconsumo, el trueque, el trabajo doméstico y el no asalariado en general pueden ser un satisfactor de la necesidad de bienestar sin que por ello se tenga que recurrir a una medida monetaria de dichas actividades. La seguridad es la segunda necesidad básica a incluir en el Buen Vivir. Su contrario es la violencia que no se reduce a la violencia física sino que incluye las otras formas en las que los seres humanos consiguen de sus semejantes comportamientos o actitudes que, de no haber intervenido aquellos, no se hubieran producido. Se trata, por usar un vocabulario bien trillado, de las violencias estructurales (explotación, marginación) y de las violencias culturales que otros autores prefieren llamar violencias simbólicas. La libertad es una necesidad básica que consiste en la capacidad de decidir, libertad de y libertad para. Tiene como contrario la represión. Finalmente, la necesidad de la identidad, de la capacidad de responderse a uno mismo “quién soy yo”, tiene como contrario la alienación.
 
Son, como se ve, planteamientos muy generales, pero pueden ser útiles para definir el Buen Vivir y, consiguientemente, pueden servir para diagnosticar los casos de Mal Vivir. Pero ¿en qué ámbitos?
 
El desarrollo convencional, como ya se ha dicho, ha estado oscilando entre el desarrollo nacional y el desarrollo local. Con dificultades se ha ido introduciendo el sistema mundial aunque sí han sido perceptibles las indicaciones sobre el ecosistema. De hecho, estos cuatro sistemas pueden verse como cajas chinas o como matrioshkas, una dentro de la otra pero relacionadas de forma ineludible. El sistema local forma parte del sistema nacional o estatal, que es uno de los puntos que los dedicados a los “proyectos de cooperación (al desarrollo)” suelen olvidar. Cierto que en lo local se puede intervenir con mucha más facilidad, pero eso no obsta para que lo que sucede en la escala del Estado o de la nación(2) no acabe siendo determinante para lo local.
 
Pero lo mismo se puede decir sobre la escala estatal o nacional: que está inserta en el sistema mundial. Cierto, de nuevo, que el poder del Estado permite intervenciones importantes en la satisfacción (e insatisfacción) de las necesidades básicas indicadas. Pero el sistema mundial en el que se encuentra el Estado o la nación, y la crisis contemporánea es prueba de ello, se convierte en un elemento que facilita o dificulta esas intervenciones.
 
Para complicar el análisis, el sistema mundial se encuentra, a su vez, actuando de subsistema del ecosistema que engloba a todos los demás. De hecho, una de las razones esgrimidas para anunciar la crisis terminal del sistema mundial contemporáneo es precisamente su incapacidad para responder a los problemas de agotamiento de recursos, contaminación, calentamiento global y eventual cambio climático que no pondrían en discusión la existencia del Planeta sino de la especie humana que ha dejado esa huella ecológica indeleble y de efectos irrecuperables.
 
Cruzando aquellas cuatro necesidades básicas y estos tres niveles, se obtiene el cuadro-resumen de la Tabla 1.
 
La primera columna hace referencia a una visión del “desarrollo” algo más compleja que la que se reduce al mero crecimiento económico, sea o no acompañado por la reducción de la pobreza y, raramente, unido a la problemática de la desigualdad y la inequidad. Planteado a escala estatal, se trataría del “desarrollo nacional”, pero también podría referirse al “desarrollo local”. La lectura en vertical de esta primera columna indica los puntos en los que se encuentra el maldesarrollo en el mundo contemporáneo. Cierto que su incidencia será mucho mayor en los países de la periferia, después en los emergentes y, finalmente, en los países centrales y en el hegemónico actual. La pobreza, la represión, el fundamentalismo o la violencia criminal no son patrimonio exclusivo de la periferia sino que se encuentra (y a veces con mayor intensidad) en los países centrales.
 
La segunda columna se refiere a temáticas que han estado presentes, por lo menos a nivel retórico, en algunos planteamientos del “desarrollo”. Se ponen aquí para hacer ver una doble realidad: por un lado, que sus causas suelen estar más en los países centrales (y recientemente en los emergentes) que en los periféricos ya que son aquellos los mayores emisores de gases de efecto invernadero, CO2 y en general de residuos contaminantes (aunque procuren almacenarlos en países de la periferia). Por otro lado, que nos encontramos ante problemas que, aunque en algunos casos puedan ser más dramáticos en sus efectos contra las periferias en forma de catástrofes de origen humano, sin embargo, los efectos importantes para la supervivencia de la especie y para el mantenimiento del actual sistema podrían se generalizados. El Planeta, como se ha dicho, no estaría amenazado, lo estaría la especie que le ha llevado a la actual situación que algunos ven de “no-retorno”.
 
Finalmente, la tercera columna trata de algunos aspectos del “desarrollo” que, aunque planteados por algunas escuelas (los dependentistas, los globalistas) no ha acabado de entrar en la corriente principal de las discusiones sobre el “desarrollo” (probablemente porque no había buenas terapias para dicha enfermedad) aunque sí ha entrado en los planteamientos críticos de determinados movimientos sociales como el altermundialismo. La tercera columna incluye, en efecto, las relaciones entre los diferentes actores del sistema mundial caracterizados por su asimetría en cuanto a capacidad y poder de decisión y de influencia. 
 
Tabla 1. Maldesarrollo como insatisfacción de necesidades humanas básicas
 
Estatal/Local
Ecosistema
Sistema mundial
Bienestar
Inequidad
Pobreza
Estanca­miento
Calentamiento
Agotamiento
Contaminación
Polarización
Periferización
Explotación
Libertad
Democracia escasa
Represión
Marginación
Dependencia de la Naturaleza, sin “partenariado”
Dependencia
Represión
Marginación
Identidad
Colonización interna
Nacionalismo
Fundamentalismos
Enajenación ante la Naturaleza, pérdida de raíces
Colonialidad
Homogeneización
Reacciones “identitarias”
Seguridad
Violencia
Guerra civil
Terrorismo
Catástrofes de origen humano
Guerra entre Estados
Terrorismo transnacional
Nuclearización
 
El lugar en que se sitúe el proyecto de actuación podrá llevar a olvidar los restantes niveles y, así, intentando salvar la economía nacional (o, si se prefiere, la satisfacción de necesidades básicas de los propios ciudadanos), se olvida el carácter más general que tiene la actual crisis, con lo que las medidas nacionales se convierten en ineficaces ya que se dedican más a los efectos que a las causas. Pero es que hay planteamientos observables en la política internacional en los que el interés por salvar el sistema mundial contemporáneo lleva a olvidar el problema acuciante que supone el ecosistema: se sacrifica el medioambiente con tal de lograr (pretender lograr, más bien) una solución o una mejora de la crisis contemporánea.
 
Al mismo tiempo, es preciso reconocer que se carece de buenos indicadores y medidas para muchos de estos componentes, incluso si se recurre a los enfoques “institucionalistas”. Pero eso no significa que no sean relevantes. Incluso hay razones para preguntarse por qué se carece de ellos, no sea cosa que su ausencia sea, a su vez, un indicador más del funcionamiento “maldesarrollado” del sistema mundial contemporáneo.
 
Es cierto que, para los que tienen como prioridad intervenir en estas realidades, un planteamiento complejo como el que se acaba de hacer puede resultar molesto e incluso rechazable. Pero su objetivo no es desmovilizar la acción basada en la necesaria simplificación sino evitar las intervenciones basadas en el simplismo, que probablemente hayan sido uno de tantos factores que han llevado al maldesarrollo contemporáneo.
 
Saber lo que es el Mal Vivir, incluyendo todas las necesidades básicas en los niveles reseñados (sistema local, ecosistema y sistema mundial), ayuda a definir el Buen Vivir y por dónde hay que empezar a construirlo: por los más débiles en el sistema mundial y con un contenido bien distinto al “American way of life” y a los medios utilizados normalmente para satisfacer los intereses de las élites de los países dominantes y de los sucesivos países hegemónicos.
 
- José M. Tortosa, español, es docente e investigador en el Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz, Universidad de Alicante, España
 
Notas:
 
1) Un caso particular y sintomático de este maldesarrollo son los abusos cometidos por los altos ejecutivos que, habiendo hundido la empresa que gestionaban, se adjudicaron jugosas bonificaciones y sobresueldos.
 
2) Estado y nación no son sinónimos y no es espacio éste para bajar a detalles. Si hay unos 200 Estados en el mundo, es posible que haya 2.000 naciones, siendo, por tanto, lo normal (lo más frecuente) la existencia de Estados plurinacionales. Lo que, a escala mundial, sería la excepción serían casos como Uruguay, Portugal o el Japón.
https://www.alainet.org/es/articulo/141373

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