Encuentro Internacional de Mujeres y Pueblos de las Américas contra la Militarización
Magdalena Medio, un sueño de vida en medio de la guerra
21/08/2010
- Opinión
La historia del Magdalena Medio la escribe su gente con resistencia y dignidad, integridad, esfuerzo y valor; allí el conflicto armado es similar al del resto de Colombia: brutal, irresoluto, cinco décadas de duración… “Responde a raíces estructurales de injusticia social, sistemáticas violaciones a los derechos humanos, a la vida y la dignidad humana; un país supremamente rico, en cuyas zonas de mayor riqueza acrecienta la violencia, aumenta la pobreza, la militarización y donde el paramilitarismo se posesionó como estrategia de guerra dejando masacres, un sinnúmero de asesinatos, amenazas, torturas, ejecuciones extrajudiciales, penalización de movimientos sociales, desaparición…”, señala Yolanda Becerra Vega, directora de la Organización Femenina Popular y fundadora del Movimiento Social de Mujeres contra la guerra y por la paz, que impulsó el Encuentro Internacional de Mujeres y pueblos de las Américas, que se realiza en Barrancabermeja hasta el próximo 23 de agosto.
El Encuentro contra la militarización será ocasión de denunciar y sensibilizar sobre el impacto y vulneración que causa la creciente militarización en la vida de las mujeres y pueblos, en el marco del Acuerdo Militar entre Colombia y Estados Unidos que permite la utilización de al menos siete bases militares colombianas en operaciones estadounidenses. En este contexto la Minga Informativa de Movimientos Sociales, de América Latina, gran continente de nuestros ancestros, ofrece una breve reseña del desenvolvimiento del conflicto en esta región, marcada por el dolor, la impunidad, pero donde sus gentes son austeras en dignidad, carisma, valor y solidaridad. Los sueños, la esperanza, la dignidad y la vida frente a la guerra y la crueldad.
Allí reposa la memoria de los Yariguíes, un pueblo indígena de valerosos ancestros resistentes, cuya extinción brutal por parte de los conquistadores y los terratenientes marcó el inicio de un largo exterminio contra el pueblo colombiano que hasta hoy no cesa. Antes de llegar a su fin este pueblo dio una férrea resistencia contra los usurpadores españoles; la memoria es escasa pero contundente en 1860 unos 15.000 indígenas habitaban la región, en 1924 la prensa daba cuentas de las últimas masacres aborígenes en el Opón. “Hoy de los Yariguíes no queda sino el nombre del aeropuerto de Barrancabermeja y la extraña duplicidad en la toponimia de la serranía de Los Cobardes o los Yariguíes”, señala el escritor y sociólogo Alfredo Molano Bravo[1].
El Magdalena Medio abarca buena parte del centro de Colombia, unos 400 Km. del curso medio del río Magdalena, esta conformada por varios municipios de los departamentos de Bolívar, Cesar, Magdalena, Antioquia, Caldas, Cundinamarca, Boyacá, Santander y Norte de Santander, siendo sus principales ejes económicos y políticos sociales: Puerto Berrío en Antioquia; la Dorada Caldas; Boyacá, Puerto Boyacá y Barrancabermeja Santander, además del eje militar de la Base Palanquero en Cundinamarca (Puerto Salgar) y el Batallón antiaéreo Nueva Granada en Barranca.
Según el Colectivo de Abogado José Albear Restrepo, CJAR[2], sus grandes riquezas naturales la convierten en una zona privilegiada del país, lo cual ha generado diversos intereses económicos y conflictos sociales. Las principales actividades económicas, además de la refinería de hidrocarburos, es abundante el comercio y la pesca, la agricultura (yuca, maíz plátano, cacao, cereales y frutas), las plantaciones de palma africana, hoy agroindustria, y la ganadería a mediana escala, la minería de oro (especialmente en la Serranía San Lucas), gas y carbón en menor medida.
Según el Colectivo CJAR, la colonización fue un proceso social que permitió la apertura de esta región de frontera interior a través de la tala de selva y la organización de economías campesinas con una agricultura de subsistencia y en algunos casos para mercado local; “Desde entonces las disputas entre campesinos y terratenientes en torno a la propiedad de tierras ha sido el eje de conflictos y tensiones”. Al conflicto agrario se sumó la lucha laboral de los obreros del petrolero en Barranca; y los primeros brotes de grupos guerrilleros como el Ejercito de Liberación Nacional, ELN, en la década de los años 60 del siglo pasado y luego la presencia de las FARC y algunas fracciones del EPL. Históricamente la presencia militar ha agravado la situación, convirtiendo y estigmatizando la región cómo zona de violencia. Lo que si fue efectivo allí, señala el informe del CJAR, es la marginalidad social, la pobreza, el despojo, la exclusión y desatención de los centros de poder y decisión y por ende la impunidad a tanta violencia.
A la presencia guerrillera en la zona se sumaron, primero las AUC, Asociaciones privadas de seguridad para luchar contra el secuestro y la extorsión guerrillera, que luego convergieron en Cooperativas de Seguridad Privada Convivir[3], avaladas por el gobierno nacional bajo dirección de la Fuerza Pública, y auspiciada por grandes empresarios, principalmente ganaderos. Este experimento además de avivar la violencia, como plantea el CJAR, concluyó con el auge paramilitar, proyecto radical armado de derecha que sembró de sangre la región y el río del Magdalena Medio…
A la par de la violencia surgió la resistencia primero promovida por las Juntas de Acción Comunal y la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC, que primero exigían el derecho a la tierra y luego se convertiría en lucha por la vida y la dignidad. Este proceso se dio desde mitad de siglo y hasta inicios de la década de 1980 con la llegada al gobierno de Belisario Betancourt, quien prometió que no habría una gota de sangre más y cumplió; no hubo una gota, hubo ríos de sangre. No obstante en su gobierno se desmovilizaron destacados líderes guerrilleros, quienes una vez en la vida civil asumieron roles políticos. De este proceso de paz surgió la Unión Patriótica -el único y verdadero proyecto político que ha habido en la historia de Colombia-; “con ello, explica el CJAR, se da inicio a la “guerra sucia” contra los sectores populares y demócratas, que para los ideólogos de derecha son equiparados como “auxiliadores de la guerrilla”. Con la guerra sucia entran en escena: el paramilitarismo y el sicariato” (…) “En la primera arremetida paramilitar fueron asesinados cientos de humildes campesinos, dirigentes cívicos, sindicales y populares…”
En defensa del territorio, de la vida y luego por la defensa de la dignidad y exigiendo atención del Estado fueron surgiendo movimientos y organizaciones sociales, cívicos y sindicatos; unos y otros emprendieron una ardua resistencia, aunque muchos de sus miembros terminaron en cárceles, cementerios o huyendo de la guerra, cada acción suya fue pertinente para evitar un genocidio mayor. Además de los movimientos sociales, sindicales y estudiantiles, locales y nacionales surgieron, primero en 1972 el Comité Privado del Desarrollo (directivos de Ecopetrol y autoridades municipales lo impulsaron); el mismo año nace la Organización Femenina Popular, en defensa de la dignidad de la mujer y del pueblo colombiano; En 1975 se conformó el Movimiento Cívico Obrero y Campesino para reclamar efectividad del Estado en la garantía de servicios.
En 1980, 81 y 82 nacen la Coordinadora Nororiental, la Coordinadora de Solidaridad y la Popular, que apostaban por una propuesta de paz y exigían cumplimiento del Estado; en 1984 surgió la Coordinadora Campesina del Magdalena; en 1987 el Comité Regional para la defensa de los Derechos Humanos y la Asociación de Trabajadores campesinos del Carare, como espacio de encuentro, trabajo y reconciliación de las víctimas; luego en el 88 el Frente Común por la Vida y sucesivamente varios Comités y nuevas organizaciones; recientemente en 1995 se creó el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, una apuesta de la USO, el sindicato petrolero, la diócesis de Barranca, que apostaba además de la defensa de los Derechos Humanos, por un desarrollo sostenible, la iniciativa apoyada por el Estado y sectores privados se ha convertido en un refugio para las víctimas, pero también en un centro polémico para medir su efectividad…
En 1996 nace el Movimiento Social de Mujeres contra la guerra y por la paz, que propende una salida negociada al conflicto con justicia social. El movimiento surgió a raíz de la sistemática violación a la vida, la dignidad y los derechos humanos en el Magdalena Medio por parte de paramilitares y las fuerzas militares, contra su arremetida e impunidad resisten las mujeres y hoy se reúnen para buscar estrategias contra la militarización.
Breve reseña de la resistencia
Desde 1910 el Magdalena Medio se convirtió en el más grande escenarios de movilizaciones, que iniciaron los braceros y luego siguieron los obreros, sindicalistas y campesinos mineros y en general los agricultores medianos… En 1922 surgió el primer sindicato petrolero, la Sociedad Unión Obrera, que reivindicaba los derechos laborales ante la Tropical Oil Company, fundado por el legendario Raúl Maecha, quien luego de organizar, en 1928, la huelga de las bananeras tuvo que huir por el mundo… Para entonces la mayoría de la población de la zona vivía de la actividad petrolera… en 1924 la primera huelga del recién fundado sindicato pedía aumento salarial, jornada laboral de ocho horas, libertad de conocimiento y respeto a la pequeña propiedad campesina… la huelga declarada ilegal por el gobierno concluyó con “decenas de muertos, 100 trabajadores expulsados y 1.200 desterrados del área por el gobierno”, explica Molano.
Luego, varias huelgas y movilizaciones se sucedieron en la región, pasando por la de las bananeras en el departamento del Magdalena, durante el gobierno de Miguel Abadía Gómez, que cohonestó una de las más sangrientas represiones contra indefensos campesinos y trabajadores: la masacre de 1928 en Ciénaga, dejo miles de muertos, vagones llenos del tren trasportaban cadáveres, algunas mujeres y niños eran enterrados vivos por los verdugos soldados…
En 1997, tras una serie de huelgas y movilizaciones, se desató el Paro Cívico que dejó 18 muertos y 3.000 detenidos, lo cual precedió al “Estatuto de Seguridad”, impuesto por Julio César Turbay (1978-1982), que según un reciente estudio del periodista Alfredo Molano, sobre el Magdalena Medio, desencadenó la tortura y dejó un saldo de 16.000 detenidos por razones políticas; el ejército detenía gente a diestra y siniestra sin orden judicial alguna, solo la sospecha del comunismo…
El movimiento social y la organización campesina, minera y sindical también fueron a aumento, siendo la Unión Sindical Obrera, Uso, una de las más sólidas, también han surgido mesas y comités de paz, organizaciones de mujeres, defensores de derechos humanos, sindicatos mineros - agrícolas, entre otros, que promovieron al resistencia pacífica, hasta hoy que las nuevas dinámicas exigen actos simbólicos y políticos como el encuentro de mujeres, hasta acciones jurídicas, incluso con la justicia internacional para evitar la impunidad…
En 1987 por ejemplo la Coordinadora Popular del Nororiente, organizó el Paro de Nororiente (sindicatos de maestros, campesinos e indígenas -dirigidos por ANUC- obreros, sindicatos petroleros, entre otros) que exigía el cese de la militarización, el respeto a los derechos humanos y la defensa de la tierra. Miles de personas desde San Vicente de Chucuri, Ocaña y Tibú (norte de Santander) hasta Barrancabermeja, cada vereda y municipio con su pliego de peticiones, confluyeron en la más grande movilización nacional: 120.000 personas. Molano explica que la respuesta fue la misma de siempre: “57 dirigentes asesinados, tres miembros de la mesa negociadora” y por ende mucha gente perseguida y encarcelada, No obstante se firmaron algunos acuerdos con el gobierno en materia de obras públicas e investigación contra la arbitrariedad militar…
En similares condiciones, en 1987, se movilizaron unas 80.000 personas (esta vez los promotores serían la ANUC, la ONIC, la CUT y la Coordinadora Nacional de Movimientos Cívicos, entre otras); unas 40 personas fueron asesinadas en dos masacres: La Fortuna y Llana Caliente (municipios Carmen y San Vicente) más de dos centenares de desaparecidos y un considerable número de detenidos…
El patrón de violencia y despojo no cambió, aunque si los métodos y algunos actores… Molano dice que a partir de los 60 fue, sin duda, una política para afianzar un modelo económico de reproducción ampliada y de dominio del capital financiero, al tiempo que se expandía la colonización por todo el Magdalena Medio… En esta época, como vimos, surgen los grupos armados y se desencadena la más larga y brutal represión contra las comunidades, casi todas condenadas al destierro. Unos y otros movimientos y comunidades han apostado por la paz, pagando para ello un elevadísimo costo en vidas humanas, como veremos en el siguiente acápite.
El río Magdalena, memoria por sus muertos
Los habitantes del Magdalena Medio han vivido muchos años de pánico en sus vidas. “Puerto Berrío región ganadera paisa, por ejemplo, fue en los años 70 la sede del monstruoso proyecto “pacificación” del Magdalena Medio, cuyas funciones fueron prohijar, alimentar y proteger al paramilitarismo. Hoy se recuerda la sangre derramada por los campesinos de la zona y los obreros del vecino Puerto Nare, arrojando flores a las mismas aguas por donde bajaban flotando los cadáveres…”, indica el escritor Alfredo Molano en una investigación sobre el conflicto en la región. En 1984 época que coincide con la creación de la Asociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio, ACDEGAM en Puerto Boyacá -asegura el estudio de Molano- hubo 17 dirigentes asesinados cívicos en Barrancabermeja y 10 desapariciones en Puerto Parra. Un año después se creó el Grupo Terminator en Aguachica, “responsable de una ola de limpieza social que sembró el terror con mutilaciones y decapitaciones. Entre 1986 a 1990 hubo 1.710 asesinatos 353 desapariciones y 351 torturas. En 1996 hubo 20 masacres con 78 víctimas; en 1987, 18 matanzas con 93 víctimas; y, en 1988, 62 masacres con 323 muertos…”, resalta la investigación.
El 13 de diciembre de 1994 fueron autorizadas por el gobierno las Asociaciones Comunitarias de Vigilancia Rural Convivir, inspiradas por la Federación Nacional de Ganaderos, FEDEGAN, paralelamente surgió la 1rª Cumbre de AUC, cuyo objetivo fue derrotar la subversión “en defensa de la iniciativa privada y la libre empresa”… si bien éstas quedaron sin piso legal en el 98, tras una sentencia de la Corte Constitucional, realizaron tres congresos para emerger como la ‘tercera vía’ y sentar las bases del engendro paramilitar; “entre 1996 y 1998, 518 personas fueron asesinadas, (20 eran sindicalistas de las empresas de Palma que ya estaban en auge). Los grandes hacendados y empresarios agropecuarios prestaron sus tierras para instalar bases paramilitares”, además donaban tierra para bases militares, confirma la investigación de Molano.
En fin fueron tantos y son muchos, todavía, los muertos en el Magdalena Medio y, según el periodista Germán Santamaría[4], “bajan por el río como troco a la deriva. Navegan tan putrefactos y desfigurados…” Por la época en que esto sucedió a comienzos de los 80, ni las autoridades militares o municipales de municipios de las riveras del río se ocupaban de recoger los cadáveres. Los muertos “son hombres, mujeres, ancianos y niños la mayoría son arrastrados hacia el mar en forma terrible: descuartizados, los órganos genitales cercenados, la cara sin piel, la lengua cortada, con agujas clavadas en el pecho…”, narró, entonces, Santamaría.
La violencia ha sido sin tregua en la región, hacia 1983, señala Santamaría, “en siete meses y medio, transcurridos de este año, cerca de 500 personas han sido asesinadas a lo largo y ancho del Magdalena Medio (unos 500 Km.), de las cuales se identificaron sólo 217 personas. A las otras se las llevó el río o simplemente fueron sepultadas como N.N. en los municipios, o se pudrieron en los campos y fueron devoradas por los gallinazos”.
En un comienzo, cuando arreció la violencia en el Magdalena Medio, los crímenes tenían tinte político, contra militantes comunistas o de cualquier movimiento de izquierda como el MOIR y la misma Unión Patriótica que entonces tomaba vuelo y que luego en menos de dos décadas fue exterminada, como lo indica un testimonio de un miembro del Partido Comunista, recogido por Santamaría: “Esto es un genocidio perpetrado por los terratenientes con la ayuda de fuerzas del Estado”. No obstante los militares, en su defensa, insistían en que eran muertes propiciadas por el brazo armado de la izquierda: la guerrilla, lo cual a luces se contradice pues los muertos eran indefensos que en su mayoría simpatizaban con los principios políticos de los entonces movimientos de izquierda.
Los patrones fueron y aun son los mismos: masacres, torturas, desaparición, despojo de tierras y éxodos masivos de destierro -tal como sucedió el año pasado con comunidades campesinas en Las Pavas, municipio el Peñón, Bolívar; unas 100 familias fueron doblemente desplazadas y luego desalojadas del predio, con métodos militares represivos y violentos, para dar paso a poderosas familias de no gratos antecedentes-, detenciones arbitrarias y masivas, señalamientos, ejecuciones extrajudiciales, abolición de zonas de Reserva Campesina (este último aspecto muy relevante en el anterior gobierno).
Las Zonas de Reserva Campesina en áreas de auge colonizador y predios baldíos, surgieron a raíz de la Ley 160 de 1994, con el propósito de fomentar y estabilizar la economía campesina y evitar la concentración masiva de tierras, siendo la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra, una de las más afectadas por la creciente militarización y persecución por parte de las tropas que señalan a los humildes campesinos como colaboradores de la insurgencia, como lo explicó una de las misiones del Encuentro que visitó la zona.
Los campesinos de la zona denuncian el drama de sus comunidades con esperanza de ser escuchados y acompañados; se sienten abandonados a su suerte de víctimas silenciadas; cuando los actores armados o los militares no acaban con sus vidas, arrasan con sus predios, cultivos y animales en el marco de las fumigaciones aéreas, so pretexto de fumigar cultivos ilícitos la fuerza aérea esparce veneno contra los cultivos y fuentes de agua, sembrando terror en las comunidades, según el informe presentado por la Misión de Observación del Encuentro. Otro aspecto denunciado por los campesinos fue la muerte de humildes campesinos a manos de militares, sindicados de auxiliadores de la guerrilla, convirtiéndose en víctimas de ejecuciones extrajudiciales, o los mal llamados falsos positivos. Para el escritor “Ha sido heroica la resistencia de estos campesinos despojados, por el gobierno de Uribe, del derecho a constituir una zona de reserva campesina para defenderse de la expansión terrateniente…”
[1] Molano Bravo, Alfredo, En Medio del Magdalena Medio, Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep, Bogotá 2010.
[2]Hoy, Como Ayer, Persistiendo por la Vida. Redes de Inteligencia y exterminio en Barrancabermeja, Colectivo de Abogados José Albear Restrepo y Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos, Bogotá 1999.
[3] En 1996 el Ministerio de Defensa, anunciaba la creación de estas cooperativas como mecanismo que dotaba de legitimidad a grupos particulares armados bajo dirección y asesoría militar del Estado.
[4] Santamaría, Germán Colombia y Otras Sangres: El Magdalena Medio, como si fuera El Salvador, Editorial Planeta, B0gotá 1987.
- Ismael Paredes, comunicador colombiano. Reporte para la Minga Informativa de Movimientos Sociales y ALAI.
https://www.alainet.org/es/articulo/143541
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