De honores perdidos
20/11/2010
- Opinión
“Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama honor y vida son,
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna,
la milicia no es más que una
religión de hombres
honrados".
Fragmento de “el soldado español de los Tercios”. Pedro Calderón de la Barca.
Luego de ocho años de negar el conflicto y la existencia de víctimas de agentes estatales, el presidente Juan Manuel Santos reconoce esta categoría en la ley que cursa en el Congreso. La extrema derecha nacional, tan robusta, armó algazara, llegando a tildar al presidente y a su Ministro del interior de cómplices del terrorismo. Al extremo de este extremo salta el ex presidente Álvaro Uribe desde su twitter, en lenguaje sin declinaciones, afirmando: "Ley no debe igualar soldados-policíascon terroristas" (Sic).
Este maestro de la ocultación resulta haciendo visible una característica del conflicto colombiano, su degradación. Cuando se habla de los componentes descompuestos que envilecen la realidad colombiana, no se refiere a la formulación de los fines, la cual se hace siempre en letras de molde, sino a los renglones torcidos de los métodos empleados.
Se reconocen de lejos los desmanes de la guerrilla en procura de altos fines, lo cual resultó legitimando una feroz política contra insurgente, que da golpes contundentes a los enemigos del Estado, revirtiendo considerablemente los alcances de estos. Partiendo de lo evidente de la descomposición guerrillera, los agentes estatales se han permitido algunas licencias, desde la corrupción galopante del anterior gobierno, el asedio a cortes, fiscales y jueces, así como la persecución a opositores y defensores de derechos humanos. Es el resultado de convertir la constitución, la ley y los tratados internacionales en un “articulito”, un accidente molesto que se puede despachar de un manotazo, o de un balazo.
Así como las Farc invocan la inequidad social para cometer desafueros, los agentes del Estado invocan la maldad de los primeros, para justificar sus exacciones. Tan se ha instaurado eso como ley que cuando la justicia llama a cuentas a militares involucrados en delitos graves, como violaciones, asesinatos, desapariciones, invocan que estaban conteniendo a la insurgencia, en el presupuesto que todo vale contra el enemigo. Para las Farc el derecho es una coartada burguesa, mientras para los militares el derecho deviene en complicidad terrorista. En eso se han unificado los actores de la guerra.
También se igualan en una guerra hecha a bombazos; o en lo que llamaba Estanislao Zuleta “la concepción paranoide de la lucha”, donde el que no está con migo está contra mí, multiplicando enemigos; desestiman los efectos de las acciones bélicas sobre la sociedad civil, en el mayor desprecio sobre la vida de los desarmados. Se puede considerar que el declive de las Farc se inicia en el momento que asumen una política de terror, donde si no son amados se hacen temer.
Los recientes hechos sucedidos en Tame, Arauca, donde unas menores fueron violadas, y una de ellas fue asesinada junto a otros dos niños hermanos, por miembros de la fuerza pública, pueden llegar a igualar con las Farc a soldados y policías en una estrategia de terror. Depende de la solución que se le dé al caso.
Ha hecho carrera invocar la crudeza de la guerra para pedir impunidad para los militares involucrados en actos tenebrosos, como este. Lo cual va más allá de los uniformados, pues, es todo el establecimiento el que está involucrado. Prueba de ello está en el informe de este año presentado por el Relator Especial sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Sr. Philip Alston, donde afirma que las estimaciones de impunidad para homicidios cometidos por la fuerza pública son del 98,5 %. Amén de tantas opiniones calificadas clamando impunidad, sale algo peor, la opinión del general (r) Álvaro Valencia Tovar pidiendo que se castigue a soldados y suboficiales, más no al alto mando.
El tratamiento de los hechos de Tame, no es el mejor, dado que de un delito colectivo se tiene a un solo responsable detenido. Pero no es sólo eso, la recurrente afirmación que son casos aislados, y que eso pasa hasta en las mejores familias tiende una evasiva a la gravedad de los hechos. Así como se reconoce que cuando son asesinadas más de dos personas se configura una masacre, cuando se presentan más de dos casos se debe hablar de algo sistemático.
Tanto el Gobierno como el alto mando han prometido castigo a los responsables, y han tenido la hidalguía de pedir perdón a los familiares de las víctimas. Esto no basta, sigue sin conocerse toda la verdad de los delitos, está por verse que se haga justicia y ojalá para la reparación no se requiera de un juicio. Y aun teniendo estos elementos si no hay garantías de no repetición, sólo estaríamos en un capítulo más de una serie de atropellos, pues, ya que estos no son los primeros casos, es legítimo exigir que sean los últimos.
Inmersos en una situación de guerra civil degradada, la salida del conflicto no se da en una competencia de quien genera más daño y terror entre los civiles. No en vano las Farc, pese a sufrir miles de bajas en muertos, detenidos y deserciones, aun nutre sus filas de nuevos combatientes, muchos de ellos empujados a la insurgencia por haber sido víctimas de grupos paramilitares o de miembros de la fuerza pública. Cuando la institucionalidad se corrompe, la ilegalidad se erige en alternativa.
Decía don quijote que sin las letras no se pueden sustentar las armas, ya que la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas. Ojalá la institucionalidad colombiana restituya el honor ultrajado de los niños, así restaurará el honor a los militares, perdido en la degradación de la guerra. Que como decía Calderón de la Barca sea la milicia una religión de hombres honrados.
- José Darío Castrillón Orozco es Psicólogo
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 233, Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/articulo/145728
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