De “Checoslovaquia” con amor:

Lecciones de dignidad y una mancha histórica para la diplomacia del Ecuador

25/11/2010
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 “La historia pertenece a los que la prolongan, no a quienes la secuestran”
 Manuel Vázquez Montalbán
 
La historia de Oskar Schindler, el alemán de origen checo que siendo miembro del Partido Nazi logró sagaz y casi milagrosamente salvar la vida de 1,200 judíos en la Alemania de Hitler, tardó más de 30 años en hacerse mundialmente famosa, gracias a la apasionante novela del australiano Thomas Keneally “El Arca de Schindler”, publicada en 1982 y que fuera luego magistralmente adaptada al cine por Steven Spielberg en “La Lista de Schindler”.
 
Aquí, en Gran Bretaña, la historia de Nicholas Winton, conocido en como el “Schindler británico”, tardó a su vez casi 50 años en salir a la luz, cuando en 1988 su esposa filtró la historia a los medios de comunicación. Winton logró organizar el traslado al Reino Unido de 669 niños y niñas desde la Checoslovaquia de ese entonces, muchos de cuyos padres perecieron en los campos de concentración de Auschwitz. Para el propósito, Winston tuvo que ubicar un hogar inglés para cada individuo, y poder cumplir con la legislación británica que requería que para el ingreso de “refugiados” menores de 17 años, éstos deberían contar de antemano con un lugar donde vivir, además de ciertas garantías económicas.
 
Hoy, a más de 70 años del inicio de la segunda guerra mundial, desde la actual República Checa, un estudioso de la amazonía y de Latinoamérica, el checo Mnislav Zelený[1], en un revelador artículo publicado en el periódico de Praga “Mladá Fronta”, el 9 de noviembre de 2010, bajo el título “Y los checos también salvaron en grande a judíos o los tres Wintons checos” relata cómo cientos de personas pudieron escapar de una muerte segura y encontrar refugio en el Ecuador, gracias a los visados concedidos por los Cónsules y Vicecónsules Honorarios del Ecuador en ese país a la época.
 
Los tres “Wintons checos” para quienes Mnislav Zelený pide la atención de los historiadores serían: el doctor Ernst Fuchs, Cónsul Honorario del Ecuador en Praga desde 1929; Jiří Vondráček, nombrado Vicecónsul Honorario del Ecuador en 1936, y Karel Linhart, Vicecónsul Honorario desde noviembre de 1938. La acciones de estos tres valientes que arriesgaron su propia vida por salvar la de otros son prácticamente desconocidas en Ecuador. Gracias principalmente a personas como el norteamericano Robert Kunstaetter, quien habría realizado una investigación en la propia Cancillería Ecuatoriana, a Alberto Dorzfaun, del grupo virtual “Judíos del Ecuador”, y al propio Mnislav Zelený desde Praga, es que ahora es posible seguir descubriendo, y rescribiendo, esta historia.
 
 Mnislav Zelený en su artículo con mucha razón reflexiona que “las épocas duras y crueles no solo producen energúmenos que buscan poder a costa de sangre inocente, sino también héroes y valientes capaces de enfrentarse a toda una maquinaria asesina… Lo hacen por convicción sin esperar ninguna gloria posterior y tal vez por eso ahora resulte aún más difícil reivindicar sus acciones...” Bien podría pensarse que estos tres personajes en cuestión solo cumplían con su trabajo, y que la postura de Ecuador, país al que representaban, como un lugar abierto y de bienvenida para quienes buscaban en él un refugio seguro, les habría facilitado las cosas. Sin embargo, para nuestra pena y sorpresa, esta presunción no siempre fue acertada.
 
De la investigación de Robert Kunstaetter, que es la base para el artículo de Mnislav Zelený, se desprende que, en determinado momento, estos “nuestros” cónsules no solo debieron enfrentarse a la ocupación nazi sino, además, a disposiciones de la propia cancillería ecuatoriana, lo cual solamente elevaría el valor y la magnitud de sus acciones.
 
Zelený destaca principalmente la contribución del Cónsul Honorario Ernst Fuchs, quien en enero de 1939 habría escrito a Quito: “mucha gente llega diariamente al Consulado con el fin de emigrar”. Él mismo se habría apersonado de proponer un plan para la creación de toda una colonia de “expertos en agricultura” para asentarse en Ecuador. Fuchs habría asegurado contar con 100 millones de coronas checas (10 millones de dólares a la época) para ser enviados al gobierno ecuatoriano. Adicionalmente habría mencionado la posibilidad de la condonación de una deuda que Ecuador mantenía por la compra de armas.
 
Cuando en marzo de 1939 Hitler ocupa de facto Checoslovaquia y somete a Praga bajo el poder nazi, Fuchs habría escrito nuevamente a la cancillería ecuatoriana, esta vez imprimiéndole a su pedido toda la urgencia del caso, asegurando estar en capacidad de ayudar a cerca de tres mil emigrantes, cada uno de los cuales invertiría a su vez 3,000 dólares en el proyecto. Junto a la agricultura habría enumerado en esta ocasión otras 18 industrias con interés de reubicarse en Ecuador y que estarían listas a trasladarse a más tardar dentro de un mes. Adicionalmente habría propuesto que una comisión de 15 a 20 personas se traslade a Ecuador de inmediato para preparar la logística necesaria.
 
 El 12 de abril de 1939 sucedería lo más inverosímil de esta historia, cuando una comunicación oficial de la cancillería ecuatoriana habría instruido a los consulados ecuatorianos de la región a parar, con carácter de inmediato, el otorgamiento de visas a ciudadanos de origen judío. Las directrices de Cancillería habrían especificado claramente la prohibición de visado para “personas de religión judía o de raza judía”, es decir que incluso judíos quienes se hubieran convertido a otra religión ya no podían acceder a una visa ecuatoriana. El Ecuador así plegaba, en los hechos, a las leyes antisemitas de Nuremberg y sucumbía a la presión mundial ejercida por Hitler.
 
 El Cónsul Fuchs y el Vicecónsul Linhart a pesar de eso decidirían jugárselo todo, no acatar las tajantes disposiciones de Quito y continuar otorgando las visas ecuatorianas, lo que es decir, decidieron continuar salvando vidas. El 18 de abril otra comunicación desde Quito les retiraría a ambos el estatus diplomático. Se presume que Fuchs mismo habría sido de origen judío y, al no tener respuesta positiva de Ecuador ante una solicitud hecha con anterioridad para obtener un pasaporte diplomático, tanto su destino, como el del propio Vicecónsul Linhart, resultaría incierto.
 
El 28 de abril el Vicecónsul Linhart escribiría de puño y letra una enérgica carta al Ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, quejándose por el trato de las autoridades ecuatorianas tanto para él como para Fuchs y defendiendo el otorgamiento de visas a personas que no fueran de “origen ario”. De esa manera al mismo tiempo, cumpliendo órdenes de Quito, habría entregado el Consulado a Josef Vondráček, el otro Vicecónsul Honorario.
 
Un mes más tarde, el 2 de junio de 1939 por primera ocasión, y luego el 26 de junio por segunda, sería en cambio Vondráček quien escribiera sendas cartas al Ministro en Quito para defender las acciones del Consulado frente a un escándalo que en la prensa aparentemente comprometía el prestigio de la oficina consular. Vondráček habría insistido en que por razones humanitarias no se pare con la migración de judíos a Ecuador, solicitando que las visas por él otorgadas fueran honradas y reconocidas. El nuevo Vicecónsul llegaría incluso a sugerir que las visas en adelante se deberían entregar sin costo, alertando que lo que estaba en juego era el “PRESTIGIO INTERNACIONAL DE LA REPÚBLICA (las mayúsculas serían del propio Vondráček) del cual depende el futuro desarrollo económico y político del Ecuador entre las naciones del mundo”
 
Según Mnislav Zelený, el Consulado del Ecuador en Praga, a través de estos tres Cónsules honorarios checos, habría entregado desde enero hasta mayo de 1939 alrededor de 500 visas, que incluyendo a niños y niñas equivaldría entre 1500 a 1800 vidas que se salvaron. Las visas a partir del 12 de abril a personas de origen judío fueron concedidas, como dicho antes, desafiando a las vergonzantes disposiciones de la Cancillería ecuatoriana. Mnislav Zelený señala sin embargo que también hubo otros Cónsules ecuatorianos en Europa que arriesgaron sus carreras y que no habrían acatado las órdenes de Quito. Tal habría sido el caso del Cónsul José Ignacio Burbano en Bremen, o el de Manuel Antonio Muñoz Borrero, Cónsul en Estocolmo. Estos dos diplomáticos ecuatorianos también habrían sido finalmente removidos de sus puestos, al igual que nuestros cónsules honorarios en Praga.
 
El caso de Muñoz Borrero sería tal vez el único que ya está recibiendo un merecido reconocimiento, gracias principalmente al historiador israelí Efraín Zadov, quien después de ocho años de investigación ha determinado que este Cónsul ecuatoriano otorgó pasaportes a 263 judíos, de los cuales 75 habrían en efecto logrado salvar sus vidas. Muñoz Borrero ha sido nominado por descendientes de las personas a quienes salvó la vida, a formar parte de “Los Justos entre las Naciones”, un programa de reconocimiento y distinción en Israel para rendir honor a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, prestaron ayuda a las víctimas del nazismo.
 
La historia de la mayor tragedia humana del siglo pasado, que produjo varias decenas de millones de víctimas, ciertamente no está cerrada y seguramente nos seguirá todavía sorprendiendo. Oskar Shindler, a pesar de lo controversial de su figura, ha sido reivindicado con entereza por la historia. Al británico Nicholas Winton su país lo ha reconocido con el título honorífico de “Miembro de la Orden del Imperio Británico” (MBE), además de declararlo “Héroe Británico del Holocausto”. Al mismo Winston, la República Checa le otorgó también la más alta condecoración checa para quienes contribuyen a los derechos humanos, la orden “Tomáš Masaryk”; luego lo nominaron a Premio Nóbel de la Paz y hasta un planeta descubierto en 1998 por astrónomos checos ahora lleva su nombre.
 
Mnislav Zelený reclama con suma justicia el reconocimiento de su país para sus tres compatriotas checos, por “haberse decidido a salvar el honor y el orgullo de la nación checa”, cuando su país se rindió ante el nazismo. Yo creo que al actuar como representantes del Ecuador, también intentaron salvar nuestro “buen nombre”, como suele decirse en términos diplomáticos. Entre la “legalidad” y la justicia, optaron, en nuestro nombre, por la justicia. “Aquel que salva una vida, es como si salvase al mundo entero” es la frase célebre que reza en el Talmud Babilónico y que sin duda refleja bien la esencia de este caso. El final de la película “La lista de Schindler” tiene al protagonista angustiosamente recriminándose porqué, si estuvo en sus manos, no fue capaz de salvar más vidas. Tan solo una vida más, una tan sola, habría justificado cualquier sacrificio. Una vida no tiene más valor por sobre otra, ya sea esta judía, palestina, checa, alemana, colombiana, ecuatoriana o lo que fuere. Al final de cuentas, quienes lograron llegar a Ecuador son ahora también orgullosamente ecuatorianos y ecuatorianas.
 
 Las páginas negras que pueden aparecer en nuestra historia no deberían tratarse con indiferencia. Hasta donde se sabe, la fugaz presidencia de Aurelio Mosquera Narváez (Diciembre 1938 – Noviembre 1939) no había declarado ninguna alineación con la Alemania Nazi. Es más, la fama de Ecuador fue siempre la de un país receptivo a las causas humanitarias. Cabe preguntarse entonces: ¿Quién fue capaz de prohibir los visados por razones raciales o religiosas? ¿Quién manejaba la política exterior ecuatoriana en Abril de 1939? ¿La diplomacia ecuatoriana de entonces recibió instrucciones del ejecutivo para dejarse presionar por el fascismo alemán, o actúo por cuenta propia? Y ultimadamente: ¿así como hubo quienes tuvieron el coraje de negarse a cumplir semejantes “instrucciones”, y darnos de esa manera unas buenas lecciones de dignidad, acaso no hubo también quienes las cumplieron al “pie de la letra”, sin reparar en que, como nunca antes, vidas humanas corrían inmenso peligro?
 
El Ecuador de hoy, el primer país en proclamarse al mundo como de “puertas abiertas”, el de la ciudadanía universal como principio constitucional, el país que soberanamente no admite más tropas extranjeras en su territorio y que se ha declarado como territorio de paz, tiene para con todos estos “rebeldes con causa” una deuda moral que honrar. Nuestra Cancillería actual por su parte, la de la “diplomacia ciudadana” y de los ejemplares programas de ayuda a los refugiados, al margen de cualquier implicación geopolítica contemporánea, tiene una buena investigación que realizar y, porqué no, una penosa mancha histórica por limpiar.
 
Londres, 25 de noviembre de 2010
 
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Fidel Narváez es activista de derechos humanos. Estudió en la Universidad de Economía en Praga, en la facultad de Relaciones Internacionales. Actualmente es Cónsul del Ecuador en Londres.
 
[1] Mnislav Zelený ha sido además embajador checo para Colombia y Ecuador entre 1996 y el 2001. Su información tiene como fuente a múltiples testimonios recogidos de checos de origen judío radicados en el Ecuador y sobre todo, su correspondencia con Alberto Dorzfaun del grupo “Judíos en Ecuador” y a Robert Kunstaetter, quien habría realizado una primera investigación en la Cancillería Ecuatoriana.
https://www.alainet.org/es/articulo/145765
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