La Ciencia Económica frente al des-orden mundial
27/06/2011
- Opinión
Discurso de Orden pronunciado por Manuel Salgado Tamayo en la Sesión Solemne del Sexagésimo Primer Aniversario de fundación de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central del Ecuador, en Quito, el viernes 17 de Junio del 2011.
En virtud de que este discurso es el segundo que me han concedido, en lo que yo llamo mis primeros 35 años de magisterio, lo que significa, de acuerdo al cálculo de frecuencias, que será el último, debo advertir a mis colegas, amigas y amigos, que es inevitable aludir a la parábola cumplida, siempre con el tono apasionado que es usual en mi vida.
La Universidad es una caja de resonancia del macrocosmos
Manuel Agustín Aguirre, dijo que “La Universidad es una caja de resonancia que reproduce y registra en su microcosmos la vida entera del macrocosmos”. En las aulas y pasillos que guardan la memoria del maestro, hemos tenido el tiempo necesario para confirmar su aserto: el final de la “edad dorada del capitalismo”, como la llama Hobsbawn, y el agotamiento del Estado Desarrollista; así como, entre el estupor y la pesadilla, los primeros experimentos del “capitalismo criminal” en el Chile de Pinochet y en la Argentina de Videla; mientras, en Centro América, en una confirmación de la ley del desarrollo desigual y combinado de Trotsky, los nietos de Sandino reeditaban las rutas abiertas por la Cuba de Fidel y el Ché Guevara, en un proceso de redención creativa en la que se combinaron el sandinismo, con el cristianismo y el socialismo. Con este ejemplo, los pueblos de la Patria de Morazán se insurreccionaron frente a la injusticia repetida, en una jornada épica que no pudo conocer el día de la victoria por el espectacular derrumbe del socialismo real y la autoderrota de los Estados del Bienestar en el norte.
La novena revolución civilizatoria.-
Simultáneamente, en una vorágine de cambios, cada vez más vertiginosos y complejos, la revolución científico técnica nos llevó, al decir de Castells, a la formación de un supertexto y un metalenguaje que, por vez primera en la historia, integran en el mismo sistema las modalidades escrita, oral y audiovisual de la comunicación humana, transitando de la Galaxia de Gutemberg a la Galaxia de McLuhan.[1] O, en términos más mesurados, como lo pudimos constatar con alumnas y alumnos de los quintos años, a los inicios de una nueva revolución tecnológica y civilizatoria – la novena – ampliando el esquema planteado por el eminente maestro brasileño Darcy Ribeiro.[2] Con todos sus impactos económicos, sociales y políticos.
La teología del mercado privado
Algunos analistas apresurados, sumando los impactos de esta mutación tecnológica a los efectos de las políticas neoliberales, levantaron la hipótesis de que estábamos en la escena final del orden mundial estado céntrico, planteado por Hans Morgenthau y que se había configurado una economía y un orden globalizados. Esa teología del mercado privado, el aperturismo y la liberalización financiera estalló, como una pompa de jabón, en el rostro de sus creadores. El fracaso fue negado mientras las crisis se multiplicaban en los suburbios del capitalismo, esto es, en México, en Tailandia, en Rusia, en Brasil, en Ecuador, en Argentina. Al parecer, nunca imaginaron, que la Atenas del Capitalismo global iba a contemplar cómo se cuarteaban sus cimientos, en un terremoto social sólo equiparable, a la gran depresión del 29-33 del siglo pasado. Hemos visto, desde el 2008 hasta nuestros días, por esas paradojas que hacen parte de la historia, como en las ciudadelas del capitalismo central millones de personas perdían sus viviendas, sus empleos y sus ahorros previstos para la educación de sus hijos o su jubilación indetenible. Como las secuelas de ese proceso erosivo derrumbaron los regímenes dictatoriales, construidos por el hegemón mundial, en el norte del Africa y en el Cercano Oriente; como los pueblos y la juventud de la privilegiada Europa se mutaban en un torbellino de indignados contra una democracia que los hace prescindibles y en la que se dice que nuestros migrantes han sido maestros de la ética de la rebelión.
Esto no era lo que prometía, desde hace cuatro décadas, la Nueva Economía con su fe en los mercados globalizados. Ellos decían que los mercados libres y sin trabas son eficientes y, que si cometen errores, los autocorrigen. Ellos predicaban que el mejor gobierno es uno muy pequeño.[3] Esa cruzada, cuidadosamente planificada por Milton Friedman y Gary Becker, invocando los espíritus de los derrotados por el keynesianismo: Karl Popper, Frederich von Hayek y Ludwig von Mises, ha costado mucho dolor y sufrimiento a millones de seres humanos, para - al final de la tragedia - constatar que la suposición de los mercados eficientes no tenía ninguna base científica y que, todas las experiencias exitosas de desarrollo económico y social han sido fruto de una conjunción entre el mercado y el Estado.
El socialismo de mercado en China
Mientras las potencias capitalistas y otros países dependientes se derrumban, China, en la que vive la quinta parte de la población mundial, con su creación del socialismo de mercado, ha crecido a una tasa media del 9.7 anual durante más de tres décadas, en un dinamismo que se extiende a la India y otras economías emergentes, sacando a millones de seres humanos de la pobreza, proceso que, sumado a los impactos de los cambios climáticos globales, la resistencia del pueblo iraquí y el libio, explican los altos precios del petróleo y otras materias primas que han sido el soporte de los gobiernos progresistas de América Latina, región pionera en sacudirse del yugo neoliberal y en iniciar una búsqueda, no exenta de contradicciones, de una utopía no subordinada a la Iniciativa de las Américas, como se puede constatar revisando las cifras sobre la creciente importancia de nuestras ventas, inversiones y créditos hacia y desde esa región del mundo. No es posible afirmar, por desgracia, que el post neoliberalismo de nuestra América, que se inició con la irrupción del Presidente Chávez en 1998, haya resuelto todos los problemas estructurales heredados, como dice Galeano, del colonialismo, la semicolonia y la estructura contemporánea del despojo, sin desconocer que este desarrollismo democrático, ha impedido, hasta ahora, que América Latina sufra los peores impactos de la crisis global, con experiencias positivas y aleccionadoras como la del Brasil de Lula, que sacó, en 8 años, a 35 millones de personas de la pobreza y buscó los equilibrios regionales, internos y externos, necesarios para hacer del Brasil, lo que es hoy, una potencia gravitante en la geopolítica mundial junto a Rusia, India y China.
Lecciones para el País dolarizado
Mientras se expande el fracaso neoliberal es bueno que en el País dolarizado recordemos que en Argentina, en vísperas del colapso de diciembre del 2001, la inflación era 0 y que el Producto Nacional Bruto de los Estados Unidos de América, nuestro socio mayor, representaba en 1950 la mitad del producto mundial, pero hoy, en el 2011, ha caído a menos del 20 %. Que en 1950 los EUA producían el 60 % de las manufacturas del Planeta y que hoy controlan menos del 20 %. Que de los 25 bancos más grandes del orbe 20 no son estadounidenses. Que en la nómina de las 100 empresas más importantes de la Tierra sólo 20 son de los Estados Unidos. En consecuencia, el dólar que es un símbolo y un instrumento, se ha erosionado de modo irreversible desde 1970, en un proceso irregular y con períodos de recuperación.[4] Recuerdo esto por aquel adagio popular de “quien a mal árbol se arrima”.
La explotación intensiva de los recursos naturales
Por otro lado, la globalización neoliberal, basada en la explotación intensiva de los recursos naturales y en la cuasi exclusión de la fuerza de trabajo, ha acelerado también los procesos de destrucción ambiental y la creciente escasez de los recursos, como lo han constado en una lucha ejemplar los movimientos ecologistas; en cambio, ha sido lento el proceso de intelección en el ámbito de las ideas económicas, poco a poco se fue comprendiendo que “nada podría estar más alejado de la verdad que afirmar que el proceso económico es una cuestión aislada y circular, tal como la representa el análisis tradicional”(…) Lentamente se fue constatando que “El proceso económico está cimentado sólidamente en una base material sujeta a determinadas restricciones.”[5] Despacio fuimos avanzando de la economía de los recursos naturales, a la economía ambiental y está en construcción la economía ecológica, cuyas primeras constataciones ponen en tela de duda los cimientos de la ciencia económica. En el ámbito de la teoría del desarrollo hay un capítulo nuevo, cada vez más intrigante, el del desarrollo sustentable, que ha puesto en cuestión la posibilidad de un crecimiento continuo de la economía y empezado a plantear la urgencia de frenar el paradigma basado en el consumo indiscriminado, debatir la urgencia del decrecimiento y avanzar en la reducción de la jornada de trabajo, en un planteamiento audaz, que ya fue iniciado desde nuestra Facultad por José Moncada Sánchez: Reducir la jornada laboral e incrementar las horas del ocio creativo y la educación de toda la vida, como única posibilidad de abrir espacio laboral a las nuevas generaciones excluidas por la irracionalidad del sistema y, paradójicamente, por los avances científico técnicos.
La posibilidad de que el Planeta sea destruido
Estamos pues, por segunda vez en la historia contemporánea, después de los temores de una guerra atómica, nuclear y termonuclear, frente a la posibilidad real de que el actual proceso económico termine por destruir su base material: el planeta en el que vivimos. Al empezar el esfuerzo de comprensión de éstos fenómenos inéditos, que no estaban en la agenda de las universidades hace medio siglo, ha sido severamente cuestionada la representación clásica del proceso económico que lo mira como un círculo cerrado entre la producción y el consumo, como un flujo circular de dinero, o como un sistema aislado que no tiene ambiente; ahora sabemos que la economía es un subsistema abierto dentro de la biósfera, que es también un sistema físico, en el que los seres humanos trabajan con materiales y energía, en un proceso que genera residuos. La Economía tradicional, vista como una ciencia social e histórica, necesita entonces el auxilio de las ciencias biológicas y físicas, pues su actividad genera problemas de enorme complejidad que no pueden ser elucidados por las ciencias tradicionales, vistas como compartimentos estancos, hijas en buena medida del esfuerzo analítico y mecanicista de los siglos XVII y XVIII, que necesita, para resolver esos problemas, de una visión holística o de la totalidad, para acometer en tareas en las que cooperen comunidades de expertos o pares en esfuerzos cada vez más inter - trans y multidisciplinarios.
Los desafíos de la Universidad a inicios del siglo XXI
Sólo desde la mención de estos grandes problemas: la globalización neoliberal, la revolución de la tecnología de la información, la destrucción ambiental y los cambios climáticos globales, saltan a la vista los desafíos que tiene nuestra Facultad y la Universidad. Por razones obvias la Universidad napoleónica, organizada como un archipiélago de Facultades, tiene que dar paso, progresiva y urgentemente, a una Universidad integrada en la que se posibilite la investigación científica, el debate académico y la extensión universitaria en las dimensiones y ámbitos que demandan los cambios mundiales y las urgencias locales. Desde luego, habrá resistencias de los que viven como la mujer de Lot.
Creo que es un logro de los procesos desatados en los últimos 3 años el haber alcanzado ubicarnos en la categoría A de las 10 mejores universidades del País en la Evaluación realizada por el CONEA. Sostengo que es un mérito la acreditación Institucional. Creo que la victoria de la sensatez y la ley, sobre la violencia irracional, que pretendió secuestrar la autonomía, es una tarea en la que hay que perseverar. Creo que se cumplió con una demanda nacional al establecer políticas de admisión e ingreso, aunque mirando las tasas de deserción y repitencia que han elaborado nuestros egresados en sus tesis, todavía persiste el desperdicio de recursos y de vidas. Creo, por nuestra propia experiencia - ya vivida en la década de los 80 – que el sistema semestral y de aprobación por materias es más racional para los intereses de los estudiantes que el viejo sistema anual. Creo que es urgente la planificación microcurricular y el desate de los procesos de evaluación, autoevaluación y coevaluación de los docentes, como se acostumbra en toda Institución de Educación Superior que se respete. Creo que fueron actos reñidos con la ley y la ética los “sueldos vitalicios” y los “asaltos” a los recursos de los asociados al Fondo de Cesantía Privado y al Fojindex y me enorgullece que uno de nuestros colegas haya dado un baño de verdad a ésta última institución. Como Facultad a la que algunos seres innombrables despojaron los recursos autogestionados para hacer nuestro tercer edificio, creo que es un enorme mérito que hayamos demostrado capacidad para autofinanciar ese mismo sueño, enseñando que los grandes proyectos deben tener la voluntad de Sísifo. Creo que es necesario y urgente que todas y todos nos capacitemos más en los rudimentos de la pedagogía universitaria, en el aprendizaje de los idiomas extranjeros y en el dominio de las nuevas tecnologías educativas para que florezcan los blogs, las redes sociales para enseñar y aprender, animemos las clases combinando los gráficos interactivos, la escritura, los audios y videos, hagamos las tutorías desde el Skype, seamos amigables con los hipertextos y las bibliotecas virtuales, rompamos con la desoladora ausencia de publicaciones, promovida en una buena parte por una burocracia que emula con la velocidad de la tortuga, lanzándonos a la conquista del universo virtual, desde luego, reinventando las tareas para que los estudiantes no nos sorprendan con su gallarda picardía mandándonos a leer el rincondelvago.com con su diligente copy and paste. Sabiendo de antemano que ésta es la parte más simple de la reforma y superable a corto plazo. Y que, como anota uno de nuestros destacados ex alumnos: “el sentido último de la educación consiste en proveer al hombre y la mujer de conocimientos para la vida material y espiritual. Promoviendo una filosofía de la educación que cultive la solvencia científico técnica y al mismo tiempo la formación de seres humanos integrales”.[6]
Discrepo con el Proyecto Tuning
Por ello discrepo con los que firmaron, a nombre de las Universidades Ecuatorianas el proyecto Tuning, en el que sacralización el utilitarismo y el pragmatismo a través de la formación por competencias. Confieso que veo más cerca de nuestras realidades las reflexiones colectivas propiciadas por la Unión de Universidades Latinoamericanas, UDUAL. Sostengo que la nueva Ley Orgánica de Educación Superior ha caído en el cientificismo y se aleja de los principios universitarios, consagrados en la Carta Política, además de hacer propuestas “indecentes” para la “designación” de autoridades de Facultades en la Casona del Precursor Eugenio Espejo, normas que la Universidad Central debe rechazar con energía.
La Universidad debe volver a sus orígenes
Creo que la Facultad y la Universidad tienen que volver a sus orígenes, como una comunidad de aprendices, en la que docentes y discentes aprendan investigando y resolviendo problemas, discutiendo, entre otros asuntos complejos, las raíces epistemológicos del fundamentalismo neoliberal o mejor, neoconservador, como lo llamó Agustín Cueva, que sin duda está en su “noción estática del fenómeno económico, en el que las variables económicas tienden al equilibrio general que se consuma cuando actúan libremente las leyes de mercado”.[7] En un razonamiento falaz emparentado con la mecánica de Newton del siglo XVIII y al que León Walras, en el siglo XIX, incorporó principios deductivistas, desde su condición de matemático, mismos que no superaron sus vicios de origen: el mecanicismo y el positivismo, sin acceder a la dialéctica histórica.
El desafió teórico - práctico está planteado, pero no resuelto, porque, como sabemos, en el ámbito de las ciencias sociales, las suposiciones más absurdas pueden ser defendidas cuando favorecen intereses concretos de clases sociales en conflicto.
Vivimos una época de crisis y revolución
Vivimos una época de crisis y revolución en todos los órdenes de la vida. Vivimos en un mundo de creciente complejidad en el que la habilidad más competitiva del futuro será la de aprender. La educación del siglo XXI, y nosotros sus educadores, tenemos que cambiarnos, mañana mismo, al paradigma del aprendizaje para estar a tono con la disponibilidad inabarcable de información y la creciente complejidad de los problemas que debemos resolver, tarea sólo factible, repito, si volvemos a la Universidad como comunidad de aprendices. Sería muy hermoso y edificante que todos accedamos a la conciencia de lo que nos falta por aprender, aunque hayamos batallado contra los molinos de viento de lo inabarcable toda la vida.
Nuestra Facultad, a inicios de la segunda década del siglo XXI, si quiere sintonizarse con las demandas mayoritarias de nuestro pueblo, tiene que ser escuela de democracia participativa en las que no se acepten sectarismos dogmáticos o autoritarismos que impiden el ejercicio de la razón. La Facultad y la Universidad tienen que perseverar, desde sus tareas específicas, en la utopía de la integración subregional como única posibilidad de incorporarnos a un Planeta cada vez más interdependiente, la Universidad tiene el desafío constitucional de ser accesibles para todas y todos a lo largo de la vida, recordando que el mérito académico constituye un concepto relativo, nunca absoluto; relativo en cuanto no existe la inteligencia, sino las inteligencias y relativo a las condiciones socio económicas, culturales y familiares de las que proviene el estudiante. Los excluidos y marginados por siglos tienen por ese hecho desventajas que no pueden ser evaluadas por el mismo rasero. La Universidad tiene que diseñar políticas de admisión incluyentes para esos sectores, en un ejercicio práctico de construcción del Estado intercultural y plurinacional que entienda y respete la diversidad como el rasgo esencial de nuestra personalidad e identidad histórica.
La docencia universitaria y los profesores a contrato, que hoy mendigan para enseñar, tienen que ser reemplazados por una carrera sometida a un escalafón y sueldos, que evalúen, premien y castiguen méritos académicos, que contemplen además un sistema de capacitación permanente, en la que exista una nómina de doctorados en ciencias, en esfuerzos conjuntos de las mejores universidades de América Latina, pues creo, a la luz de las hojas de vida de los que nos desgobernaron en el ciclo neoliberal que en las universidades metropolitanas los deformaron, aunque siempre existan las excepciones que confirman la regla; que esos docentes nuestros laboren a dedicación exclusiva y consagren su vida a forjar la “masa crítica” que oriente las tareas del desarrollo ecuatoriano y latinoamericano, tarea muy ardua por que vivimos también una crisis de paradigmas y construirlos es otro de los grandes desafíos en los que debe colaborar nuestra comunidad académica.
Tengo fe en un futuro de progreso, independencia y justicia para nuestros pueblos, por ello concluyo mis palabras por el comienzo: Reiterando mi convicción de que Manuel Agustín Aguirre desbrozó el sendero en condiciones históricas distintas, enfatizando en la rigurosidad, la exigencia, la disciplina, porque en los senderos escabrosos de la ciencia y de la vida no existen calzadas fáciles.
¡Salud, paz y felicidad para todas y todos los que hacen posible la continuidad de nuestra noble Institución en éstos 61 años de historia!!
¡Que viva la Facultad de Ciencias Económicas!
¡Gloria eterna a la Universidad Central del Ecuador!
[1] Manuel Castells, La Era de la información, La sociedad red, Volumen I, Siglo XXI Editores, México, quinta edición en español, 2004, Cap. 5, pp. 359-408.
[2] Darcy Ribeiro, El Proceso Civilizatorio, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992.
[3] José Stiglitz, Caída Libre, el mercado libre y el hundimiento de la economía mundial, Ediciones Santillana, México, primera edición en español, abril del 2010.
[4] John Saxe – Fernández, Terror e Imperio, La hegemonía política y económica de Estados Unidos, Ramdon Hause Mondarori, México, 2006, p.p. 75 y 76.
[5] Saar Van Hauwermeiren, Manual de Economía Ecológica, Editorial Abya Yala, Quito, 1999.
[6] René Baéz, El desembarco Invisible, Reforma Universitaria Hoy, Universidad Central del Ecuador, Quito, 2009, p. 20.
[7] Theotonio Dos Santos, El Papel de las ciencias sociales, artículo en América Latina 2020, Escenarios, alternativas, estrategias, Temas Grupo Editorial, Buenos Aires, Agentina, Mayo del 2000, p. 341.
- Manuel Salgado Tamayo es Profesor de la Universidad Central del Ecuador
https://www.alainet.org/es/articulo/150809
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