Frente a la crisis mundial

Malvinas, minería y Proyecto X

24/02/2012
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El Atlántico Sur, como teatro de operaciones de ese diseño, y nuestro país en el ojo del huracán tienen prioridad uno: contiene una de las reservas más importantes del planeta en minerales estratégicos. (*)
 
 
Una de las características de los actuales “tiempos modernos” en materia de circulación noticiosa, y por consiguiente de debate colectivo en torno a las agendas políticas es, sin dudas, el carácter fragmentado de los discursos, de las preocupaciones, hasta en las cuestiones de fondo. La velocidad que adquiere la comunicación a partir de las nuevas tecnologías ha resaltado ese rasgo que es propio del periodismo a partir de comienzos del siglo XX, cuando la lógica del suceso se impuso, en forma podríamos decir que rabiosa, primero en la prensa escrita, luego en la radiofonía y más tarde en la televisión; para llegar ahora al paroxismo en la era de Internet.
 
Ese llegar fragmentado y recortado en el tiempo y en contenidos, tanto para los asuntos capitales como para los más banales de la farándula, por ejemplo, hace que la comunidad de usuarios, en la cual también se ubican los actores políticos con capacidad de decisión, esté expuesta a una severa falta de conectividad o interrelación temática; de ahí que la idea para esta semana haya consistido en un breve ensayo sobre los puntos de contacto existentes entre tres de los tópicos de actualidad doméstica más candentes de los últimos días -Malvinas, Proyecto X y minería- y la denominada crisis económica global, que tanto lugar ocupa entre titulares, análisis y enfoques, para todos los gustos.
 
Primero, algunas constancias respecto del segundo y del tercer punto. Toda acción que en materia de inteligencia y seguridad interior pueda violar las leyes y las garantías constitucionales debe ser seriamente investigada y sancionada sin reparos, tal cual lo anunció la ministra de Seguridad Nilda Garré cuando se conocieron las probables irregularidades en la aplicación del Proyecto X; en ese sentido, aparece como necesario que se desmienta o ratifique, y si es así que se adopten las medidas del caso, si, como afirmara el domingo pasado el colega Horacio Verbitsky, el actual jefe de la Gendarmería es uno de los hombres que la DEA tiene incrustados en la Argentina.
 
Y sería deseable y saludable que la decisión del gobierno nacional de crear la Organización Federal de Estados Mineros (OFEMI) y la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos (OFEPHI) desemboque finalmente en una política de Estado recuperadora de la soberanía definitiva sobre nuestros recursos naturales, con severas medidas sobre rentabilidades e ingresos impositivos en favor de la Nación y de las provincias, con atención particular al cuidado ambiental y al principio de soberanía popular, es decir de forma tal que las comunidades directamente involucradas puedan expresarse en forma puntual, mediante fórmulas plebiscitarias, por ejemplo. Desmantelar los instrumentos de licuación del Estado consagrados por el modelo neoliberal que imperó en forma brutal en la década de 1990, encubierto en un falso federalismo, es aun una asignatura pendiente, que no puede ni debe quedar atrapada en reivindicaciones simplistas ni hostigada desde “adentro”, con represiones policiales y negativas a la discusión abierta.
 
Ahora bien. El cumplimiento de esas tareas, como cualesquiera otras en el terreno de lo público -y de lo privado también- siempre, en forma inexorable, se registra dentro de un contexto de hierro, marcado por las condiciones históricas en el cual las iniciativas del caso va a implementarse. Y aquí aparecen, en este intento por romper la lógica del suceso, los otros dos términos de la ecuación enunciada en esta columna: Malvinas y crisis mundial.
 
Ayer, la agencia Télam consignó algunas más que interesantes reflexiones de Marcelo Kohen, un jurista argentino radicado en Inglaterra y profesor en la Universidad de Ginebra.
 
Malvinas “es la más importante en todo el Atlántico Sur, en toda la región sudamericana no hay otra base militar de tales características. La presencia del príncipe William pone a la luz lo que ya se sabe desde hace tiempo: que las Malvinas son una base utilizada para todo tipo de ejercicio militar. Eso es lo que prueba que usan las islas con fines militares, algo que va más allá de la disputa con la Argentina”, dijo Kohen y propongo tomar nota entonces sobre un dato que suele ser destacado en forma insuficiente: los motivos últimos de la obsesión de Londres con su presencia colonial en las islas.
 
En 2004, con mi colega y amiga Stella Calloni publicamos el libro América Latina en el Siglo XXI: recolonización o independencia (Norma: Buenos Aires). Allí planteamos que el diseño estratégico de las potencias hegemónicas –los Estados Unidos como epicentro desde el cual actúa Gran Bretaña desde el ’45 hasta la actualidad– tiene como prioridad el control político, administrativo, mediático y militar de las principales cuencas o reservorios de recursos naturales, control que pasó a ser liminar en términos de reproducción material del propio modelo hegemónico; y que, para hacer efectivo como fórmula a cuatro bandas, las capitales metropolitanas cuentan con dos aparatos teórico-prácticos: el de la llamada guerra preventiva y el rediseño ampliatorio del sistema de bases militares en zonas calientes.
 
El Atlántico Sur, como teatro de operaciones de ese diseño, y nuestro país en el ojo del huracán tienen prioridad uno: contiene una de las reservas más importantes del planeta en minerales estratégicos (toda la zona andina y subandina), entre ellos del codiciado oro en tiempos con cimbronazos monetarios y de reservas; en agua dulce (el Acuífero Guaraní, reconocido como zona de conflicto por la OTAN en un informe de 1992); el nudo Malvinas e islas del Sur y Patagonia como área de hidrocarburos (ya lo apuntaba desde sus libros y cátedra el jurista Adolfo Silenzi de Stagni, a principios del los ’70); y la Pampa Húmeda y sus proyecciones, como gran centro productor de alimentos y materias primas agripecuarias.
 
No son pocas las voces provenientes del propio norte hegemónico, entre ellas la del famoso Paul Krugman, que vienen advirtiendo en dos sentidos confluyentes. Que la denominada crisis económico financiera mundial no es otra cosa que consecuencia de un enfrentamiento inédito desde la Primara Guerra Mundial al interior del bloque del capitalismo central; y que no hay elementos de la historia pasada y reciente, todo lo contrario si tenemos en cuenta por ejemplo Afganistán Irak y África del Norte en tiempos actuales, de que esa crisis no vaya a apelar en última instancia a escenarios de carácter militar.
 
Lo escrito hasta aquí sólo es un ensayo de ideas, con las cuales usted puede acordar o no. Para el final un interrogante más, si nos atenemos a las actitudes por derecha e “izquierda” del espectro político y de las corporaciones mediáticas, tendientes a amplificar y distorsionar los desafíos que tiene por delante el gobierno nacional, ¿no será que no soportan el riguroso criterio de historicidad con que la Rosada aborda semejante agenda, sin caer en las provocaciones que le montan ciertos vernáculos y la estrategia del bloque hegemónico?
 
*El artículo fue publicado por el director de APAS el miércoles 22 de febrero en el diario Tiempo Argentino
 
APAS | Agencia Periodística de América del Sur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/156157
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