Perspectiva ecológica: La Carta de la Tierra
- Opinión
1. Cambiamos o la nave Tierra-Humanidad va a pique
Son muchos los autores que aluden a esta crisis, entre otros Leonardo Boff: “El interés por el patrimonio natural común de la vida y de la humanidad, considerablemente amenazado en nuestros días, nos obliga a ciertos consensos comunes. Del mismo modo, el agravamiento de la pobreza, de la degradación del medio ambiente y del desempleo estructural exigen un nuevo pacto ético de la humanidad, sin el cual el futuro puede ser amenazador para todos” (Etica planetaria desde el Gran Sur, Trotta, Madrid 2001, p.11) “Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo” (Idem, p, 117).
El neoliberalismo ha impuesto a la economía un rumbo de crecimiento y de consumo ilimitados. O introducimos un cambio en nuestra mente o la nave Tierra-Humanidad va a pique. La dificultad está en que nosotros, eurocéntricos y modernos, arrastramos una mentalidad dualista, cartesiana–newtoniana , que contrapone el hombre a la tierra, haciendo de él un ser extraño y hostil que está sobre la tierra y contra ella, mirándola como un conjunto de recursos y materias primas que puede explotar indefinidamente. En este sentido, se han venido abajo dos grandes ilusiones: la de creer que la Tierra es inagotable, y la de que nuestro progreso hacia el futuro es ilimitado. Llevamos así más de cuatrocientos años y el modelo ha quebrado.
La crisis de hoy es triple: social, laboral y ecológica de dimensión planetaria.
La actividad tecnológica ha favorecido una fantástica producción de la riqueza, pero apropiada por grandes corporaciones mundiales y, que ahonda el abismo entre ricos y pobres y da como resultado una humanidad opulenta y una humanidad de desheredados y excluidos.
El trabajo humano, suplido por la máquina inteligente, desaparece en gran parte y nos hace pasar a una nueva sociedad en la que la cuestión principal será el ocio. ¿Cómo haremos para que el ocio sea creativo y realice las virtualidades humanas?
La actividad humana, en tercer lugar, irresponsable ante la máquina de muerte que ha creado, puede destruir las condiciones de vida de los seres humanos. El desequilibrio ecológico puede afectar a la Tierra, que es como un corazón gravemente lesionado y tal condición afectará al resto de los organismos vitales: climas, aguas potables, química de los suelos, microorganismos, sociedades humanas.
“Este principio de autodestrucción invoca urgentemente otro, el de corresponsabilidad que deriva de nuestra existencia como especie y como Planeta” (Idem, p. 15).
Las causas de estas crisis están a la vista: se han roto los vínculos de solidaridad y cooperación, llevamos siglos ejerciendo una relación de dominio y no de cuidado con la Tierra, hemos propiciado una apropiación utilitarista y antiecológica hasta límites infranqueables. Obviamente, la solución de esta crisis es imposible sin un cambio radical, que nos lleve, según Leonardo Boff, “a encontrar un fundamento común y global, de fácil comprensión y realmente viable. Ese fundamento debe ser ético, una ética mínima a partir de la cual se abran posibilidades de solución y de salvación de la Tierra, de la humanidad y de los parados estructurales” (Idem, p. 17).
2. Tierra y Humanidad forman una única entidad
Resulta, por tanto, prioritario desarraigar esta mentalidad que nos impide comprender que entre todos los seres hay una acción e interacción mutua, de modo que todos constituyen una comunidad cósmica, como un gran sistema homeostático. Un conocimiento adecuado del universo no es posible sin relacionar todas nuestras experiencias y formas de saber, dando lugar a una captación holística de la realidad.
Dentro de esa nueva mentalidad descubrimos que el objetivo que perseguíamos se ha vuelto contra nosotros: de conquistadores hemos pasado a ser conquistados, la calidad de vida se ha degradado, dos tercios de la humanidad sufren subdesarrollo y pobreza y va a más la desintegración del equilibrio ambiental. La tecnocracia puede liberar al hombre de muchas de sus necesidades, pero el hombre tiene hambre no solo de pan.
Comenzamos a estar en condición de comprender mejor el papel del hombre en la evolución del cosmos: la biología molecular nos ha demostrado que todos los seres vivos, desde la ameba más primitiva hasta el homo sapiens, emplean el mismo lenguaje genético. Un lenguaje que nos lleva a aprender una nueva forma de comunicación con la totalidad de los seres y sus relaciones. Está emergiendo una nueva sensibilidad para con el Planeta en cuanto totalidad. Es decir, estamos descubriendo que por delante, por encima y por debajo de todos los hallazgos y laberintos tecnológicos se halla nuestra casa perdida, nuestro común hogar olvidado: la Tierra, la comunidad humana y cósmica. Ya no admitimos que la Tierra es una simple reserva físico-química de materias primas. Es un organismo extremadamente complejo y dinámico. Es la gran Madre que nos nutre y transporta.
Desde esta nueva percepción, entendemos que la ciencia y la tecnología no pueden estar contra la Tierra, sino con ella y a favor de ella. La Tierra y la humanidad aparecen como una única entidad, un único ser complejo: no somos extranjeros en la Tierra, sino hijos de ella, somos la Tierra misma en su expresión de conciencia, libertad y amor.
La sociedad globalizada en que vivimos marcha bajo la configuración de una globalización neoliberal, responsable de que “los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres”. Las doscientas veinticinco mayores fortunas del planeta tienen el equivalente a los ingresos del 47 % de la población más pobre del planeta, es decir, de unos 2.500 millones de personas. Tras estas cifras hay montañas de sufrimiento y desesperación.
“Hay que cambiar, escribe J. Ziegler, el orden asesino de este mundo. Una banda internacional de especuladores, sin alma ni corazón, han creado un mundo de desigualdad, de miseria y de horror. (“El hambre explicado a mi hijo, Barcelona, Muchnik, 2000, p. 12).
3. La persona sujeto ético de dignidad y derechos humanos
Esta nueva percepción nos hace pasar como algo lógico a una moral universal superadora de todo tipo de moral particular y limitada, pues existen entre nosotros elementos comunes por los que podemos entendernos y vivir juntos. Somos todos de la misma especie, interdependientes, habitantes de una misma casa, hermanos, con un destino común.
Como personas a todos nos une la responsabilidad de preservar el hogar común y garantizar un futuro para todos. La ética nos obliga a encontrarnos bien en la tierra, a comportarnos bien individual y socialmente creando los medios necesarios.
La subjetividad moderna, según Leonardo Boff, expresada tanto en el ethos capitalista como en el ethos socialista, adolecen de una misma actitud, la de objetivar y explotar la naturaleza, negándole la alteridad debida. La carga de intereses de uno y otro proyecto, no ofrecen criterios seguros para responder a los problemas colectivos derivados de la globalización, de la nueva geosociedad, de las amenazas que penden sobre la tierra y la humanidad. Capitalismo y socialismo, desde una perspectiva acumulativa, privada en el capitalismo y colectiva en el socialismo, han convertido los medios productivos en medios destructivos de la naturaleza y de la biosfera. (Cfr. Idem, pp. 66-67).
4. La Carta de la Tierra
Teniendo en cuenta las corrientes que inciden más directamente en el tema de una ética mundial para una sociedad globalizada, trataré siguiendo las indicaciones de Leonardo Boff, de fijar una posición propia especificando los imperativos éticos más urgentes para una solución de los grandes problemas que afectan a la sociedad actual. Recapitularé la corriente ética que se congrega en torno a la Carta de la Tierra, nacida en 1945, y que , después de pasar por varias fases , logró en mayo del año 2000, en la UNESCO, ratificar los 16 principios básicos que la constituyen.
La Carta de la Tierra, partiendo de la situación actual tan amenaza por formas explotadoras y depredadoras, proclama la necesidad de establecer una nueva alianza con la Tierra y un nuevo pacto social de responsabilidad entre todos los seres humanos.
El nuevo Ethos mundial se aposenta sobre cuatro ejes fundamentales:
-Respeto y cuidado de la comunidad y de la Tierra,
-Integridad ecológica,
- Justicia social y económica,
- Democracia, no violencia y paz.
El intento pretende plasmar un contenido específicamente humano que puede universalizarse. Y lo hace utilizando el concepto de persona. La persona en su complejidad posee un conjunto de propiedades psíquico-físicas profundamente implicadas. Javier Zubiri entiende que la persona es: -Un ser que se autoposee (individualidad personal); -que vive codeterminado por los demás (animal social); -y que es historia. Vale entonces como base para apoyar sobre ella unos puntos que recaben un consenso universal.
La condición de persona es sustantiva en todo ser humano y es la que funda la dignidad y los derechos universales inviolables. Y desde ella caen todos los enfrentamientos y desigualdades que nos hemos inventado. Caben múltiples caracterizaciones de ella, pero ninguna puede menoscabar o aminorar el carácter supremo de su condición de persona. La dignidad de la persona es precisamente la que fundamenta la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Los pueblos de las Naciones Unidas reafirman su fe en los derechos fundamentales del Hombre, en la dignidad y valor de la persona humana… y proclama estos derechos como ideal común por el que todos los pueblos deben esforzarse” (10 de Diciembre de 1948, Preámbulo).
Ignacio Ellacuría, saliendo a la objeción de que esto es una proclamación abstracta e idealista, escribe: “Mi epistemología es elevar la realidad a conceptos, para lo cual indudablemente hay que vivir en la realidad de la que estamos hablando”.
El lograr que este ideal sea un acuerdo universal, es un primer paso. Y no queda desautorizado porque en muchos países no aparezca realizado o porque la “civilización del capital” imponga un orden que hace de la universalidad de los derechos humanos una burla sangrienta. El sistema capitalista hace necesaria la muerte y represión de muchos para que sea real la dominación y libertad de unos pocos. No hay, pues, cumplimiento de esos derechos en el Primer Mundo e incumplimiento en el Tercer Mundo. No, el disfrute de derechos nacionalistas y clasistas se hace a base de negar los derechos humanos que competen a la humanidad entera. El capital debe estar al servicio de las personas y de los pueblos, y no al revés.
Los derechos humanos cuestionan muchos procesos económicos que generan empobrecimiento e inhumanidad y son medida para verificar el grado de verdad, justicia y ajustamiento de esos derechos en cada situación, así como si su aplicación se adecua a las necesidades básicas de la población y si las políticas se orientan al bien de la mayoría de la humanidad o al bien de unas minorías privilegiadas.
3. Imperativos éticos esenciales de la persona
-El imperativo del CUIDADO, supone que la persona sale al encuentro de toda realidad con respeto y amor. Mirar a la Madre Tierra con reconocimiento y afirmarla es el resultado de la actitud del cuidado. Desde esta actitud la Tierra no nos resulta indiferente, nos resulta portadora de valor y nos sentimos responsables ante ella. Ser persona es amor y el amor genera cuidado y el cuidado genera interés, preocupación, solidaridad y responsabilidad. El cuidado asegura todo lo que nos rodea: planeta, tierra, sociedad personas, pobres, cuerpo, espíritu, muerte, Dios.
“Sin esta ética del cuidado todas las demás éticas pierden el suelo en el que se asientan…El futuro del planeta y de la especie homo sapiens depende del nivel del cuidado que la cultura y todas las personas hayan desarrollado” (L.Boff, o.c., p. 76).
-El imperativo de la SOLIDARIDAD, nos enseña que como comunidad humana interdependiente somos solidarios cosmológicamente, porque a todos nos une una relación óntica; políticamente, porque nuestra sociabilidad es insuficiente y necesitamos compartir, unirnos para conservar lo que es patrimonio de todos, por encima de fronteras y espacios; planetariamente, porque la creación entera tiene derechos, pues nuestra sociabilidad está integrada por las personas, las plantas, los ríos, los ecosistemas, los paisajes. Somos (a lo sumo) representantes jurídicos (guardianes) del resto de los seres de la creación biótica y terrenal.
-El imperativo de la RESPONSABILIDAD, nos lleva a emprender acciones que sean de apoyo y favorecimiento a nuestros semejantes y a la naturaleza.
Esta responsabilidad nos hace hoy escuchar el clamor de la naturaleza herida y depredada; escuchar el clamor de los más pobres; escuchar el clamor de las generaciones nuevas, que exigen el derecho a heredar una tierra habitable con instituciones y también un ambiente cultural y espiritual positivos.
-El imperativo del DIALOGO, nos hace obrar desee lo que somos, convivenciales, los unos para los otros, entendiendo que cuando surgen las crisis el camino propio para resolverlas es el diálogo. Y el diálogo supone sentarse a la mesa con todos, exponer, escuchar y argumentar y admitir que será válido lo que sea admitido por todos. El diálogo se aprende relacionándose y hablando con los diferentes y logrando que todos los ciudadanos opinen y elaboren consensos mínimos en beneficio de todos.
-El imperativo de LA COMPASIÓN Y LIBERACIÓN. Las relaciones sociales que hoy nos dominan, orientadas a conseguir ventajas y beneficios personales, han dado lugar al mayor desorden ético y político de la historia. Ante esta situación, no tenemos más alternativa que indignarnos y sufrir con el padecimiento del otro y empeñarnos en la lucha de su liberación. Liberar significa denunciar, criticar y trabajar hasta cambiar este sistema empobrecedor y excluyente.
La teología de la liberación ha recuperado para el cristianismo la centralidad de la opción para los pobres, pero la liberación es tarea de todos, y antes que nadie de los mismos pobres, quienes han de convertirse en sujetos de su propia liberación.
-El imperativo HOLISTICO. La perspectiva holística tiene de propio que trata de englobar a todas las partes en un todo: las partes están en el todo y el todo en las partes. El planeta tierra es único y común y en él conviven diversas morales. Nuestra apuesta holística nos insta a poner en común y unir la diversidad con la totalidad.
4. Epílogo: La humanidad tiene genética divina, es hija del Dios de la Vida
Pedro Casaldáliga, pronunció, cuando en el 2000 la Universidad Estatal de Campinas le concedió el título de doctor honoris causa, estas palabras:
“No queremos el falso lugar, la falsa utopía que nos imponen de la exclusión de la mayoría y del privilegio narcisista de la minoría. Sino un lugar “donde quepan todos”, como piden los zapatistas mayas: para la entera familia humana. No la globalización neoliberal, homicida, suicida, ecocida; sino la mundialización de la solidaridad para la construcción (procesual ciertamente y hasta dialéctica) de aquella igualdad de la dignidad, en los derechos y en la oportunidades, de las personas y de los pueblos.
La utopía es sueño, es estímulo, es servicio. “La esperanza nos fue dada para que sirvamos a los desesperanzados” (Marcuse). De esperanza en esperanza, caminamos esperanzándonos. La Humanidad no es suicida, tiene genética divina, es hija del Dios de la Vida. El “principio esperanza es el más radical ADN de la raza humana... “El final de la historia” de ellos es para nosotros el constante recomenzar, siempre más humanizadamente, de la historia humana misma. Si no hay camino que nos lleve, canta el poeta Oscar Campana, nuestras manos lo abrirán”.
- Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
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