Námaste a la Pachamama

12/06/2015
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Quisiéramos vivir eternamente en un mágico sueño de luz, que resplandece con cada ilusión, sonrisa y gesto de amor por nuestro planeta Tierra, para olvidar las legendarias heridas, lágrimas y sinsabores, que rompen el hechizo conservacionista de toda la Humanidad.

 

Dicen que la vida es la eterna travesía sideral, que aprecia cada supremo instante de nuestra propia existencia. Una gloriosa oportunidad de vencer los miedos, los fracasos y los rencores, que van destrozando los cristales de la hermosísima Pachamama.

 

Esos gigantescos cristales fueron reventados por la desidia ecológica, que la Sociedad Moderna aprendió a pisotear en los ecosistemas y en su etérea biodiversidad. El espíritu vandálico del Homo Sapiens, convirtió al planeta Tierra en un trágico Carnaval del Ecocidio.

 

En ese cortejo fúnebre que transita por los cementerios de la Amazonía, el tiempo quedó manchado de tanta oscuridad, industrialización y belicismo, para que los hombres y las mujeres no adoren de rodillas al misterioso halo de la vida, cuyo nacimiento fortuito sigue siendo un verdadero milagro por recorrer.

 

Todo es culpa del ego. Detrás de la envidia, el mal humor, la guerra, la traición, la venganza, la codicia y el pecado, existe un diablito que nace, crece y se reproduce en la psique de los más débiles, con el propósito de que sus víctimas jamás reconozcan, perdonen y rectifiquen los errores cometidos en el pasado.

 

No importan los mudras, los mantras y los chakras. Si las energías del cuerpo humano no tienen la suficiente voluntad de cambio, será imposible que los dedos consigan doblegar al orgullo, a la soberbia y a la hipocresía.

 

Antes de pretender sanar de las enfermedades, encontrar la paz interior y hallar la justicia divina en el Mundo, debemos mirarnos frente al espejo con los ojos del corazón, y no permitir que la mirada del egocentrismo nos robe el pan bajo el brazo. Por eso, nuestro destino depende de las decisiones que tomamos a diario, y de la necesidad de responsabilizarnos por las consecuencias de esas acciones.

 

No podemos inclinar levemente la cabeza, unir las palmas abiertas de las manos, y fijar el pecho en posición de oración, mientras deforestamos los bosques nativos, sembramos la semilla transgénica del narcotráfico, perforamos los suelos gasíferos, llenamos de hidrocarburos los océanos, derrochamos la brillante energía eléctrica, exterminamos la fauna silvestre, robamos el agua de los más pobres, y contaminamos el trópico con dióxido de carbono.

 

Ahora tenemos muy sucias las palmas de las manos, como para resurgir de las cenizas y orar por un futuro bienaventurado. Estamos tan desconectados del Zen, que olvidamos el placer de inhalar y exhalar el aire respirado, que silenciamos la prosa vocalizada en público, y hasta perdimos la gracia salvadora de honrar a la vida.

 

Cada día nacen más de 350.000 hijos de la Madre Tierra, que desconocen cuál será el sagrado templo de su peregrinaje existencial. Ellos comienzan a sufrir por los sismos de la fractura hidráulica, por las cicatrices de la quema de combustibles fósiles, por los engendros radiactivos de la peste termonuclear, por los rayos ultravioletas del electromagnetismo, por el extremo calor de las ráfagas de El Niño, por el oxígeno cancerígeno del aserrín tabacalero, por la sedimentación marina de las redes pesqueras, por la pólvora que irradian los cartuchos pirotécnicos, y por el mal olor de las toneladas de basura doméstica.

 

Vemos que la crisis ambiental global, transforma el clamor de las supersticiones en el único credo de los terremotos, inundaciones, huracanes, tsunamis, sequías, tornados, avalanchas, tifones e incendios forestales que tambalean al orbe.

 

Aunque el Mundo continúa cayéndose a pedazos, se nos hace bastante difícil dar las gracias, saludar a los vecinos, respetar al prójimo, venerar a los abuelos, llorar de madrugada, idolatrar a la Naturaleza y decir adiós en una soleada tarde de domingo. Siempre pensamos que el Sol nos regalará un nuevo amanecer, para no tener que reflexionar sobre las tinieblas que ensombrecen a la Luna.

 

Pero las horas, los minutos y los segundos, van consumiendo al reloj de la eterna ignorancia terrícola. Con las astillas de los cristales, seguimos desfigurando el rostro de las selvas, de los bosques, de las junglas, de los manglares, de los humedales, de las dunas y de los mares que confluyen en la biosfera de Gaia.

 

Dicen que cuando el Homo Sapiens finalmente despierte de la pesadilla, es probable que ya no existan hojas de árboles, caracoles del náufrago y miel de abejas, para endulzar el desastre ambiental ocasionado por la civilización del siglo XXI. Somos un hueso tan duro de roer, que ni siquiera la quiromancia se atreve a predecir el significado de las líneas, montes y arrugas, que enrojecen el sangriento camino de la autodestrucción planetaria.

 

Por ejemplo, de los 20.000 osos polares que actualmente habitan en el Círculo Polar Ártico, se teme que dos tercios de la población total desaparezcan para el año 2050, debido a que los dueños del Cambio Climático, del Efecto Invernadero y del Calentamiento Global, solo desean que las agujas cremadas del equinoccio junto con el hielo fundido del solsticio, sean rápidamente asesinadas con el aguacero de lluvia ácida, que empapará cada rincón del inestable planeta Tierra.

 

Entendamos que el Medio Ambiente es el mejor aliado en la lucha conservacionista mundial, y NO es un enemigo que deba ser destruido con los misiles, con los cohetes, con los cuadricópteros, con los aviones genocidas, y con las ametralladoras cargadas por los ecocidas de a sueldo.

 

Resulta conveniente saber que los venezolanos, poseen dentro de su geografía al espectacular “Salto Ángel”, que es la cascada más alta del Mundo, que se encuentra ubicado en el Parque Nacional Canaima del estado Bolívar, y que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994.

 

Llamado por los indígenas pemones “Kerepakupai Vená” (salto del lugar más profundo), el imponente Salto Ángel armoniza nuestro sentido de pertenencia, y nos reconecta con los enigmáticos tepuyes, con la indomable vegetación y con el arcoíris de los fantasmas. Además, vamos conociendo el legado étnico heredado de los pueblos originarios. Nos relajamos con el pacifismo celestial invocado por el Cosmos. Mejoramos el nivel de autoestima, visitando un lugar turístico de trascendencia global. Y nos permite tomar un caudal de fotografías, que ni el Alzheimer podrá borrar de la memoria en retrospectiva.

 

Los venezolanos no necesitamos pasaporte, visa y traductor bilingüe, para poder disfrutar de su inigualable belleza 100% venezolana. El gran problema, es que estamos inmersos en un agresivo proceso de transculturación, que NO nos deja valorar el arraigo cultural, la idiosincrasia y la soberanía de los territorios.

 

La disyuntiva sobrepasa al tesoro del Salto Ángel, y arremete contra otros sublimes paisajes latinoamericanos, como Chichén Itzá, Tierra del Fuego, Salar de Uyuni, El Pantanal, Machu Picchu, Cráter del Cotopaxi, Sierras de Mahoma, Islas Galápagos, Cueva de Pali-Aike, Semuc Champey, Cerro Verde, Cavernas de Vallemí. Archipiélago de Solentiname, Punta Catedral y los Jardines del Rey.

 

Creemos que si el Salto Ángel fuera subastado o vendido en Amazon y en Ebay, gran parte de los Seres Humanos intentarían comprarlo con tarjeta de crédito por la Internet, antes que disfrutarlo en vivo y directo con sus posibles seres queridos. Como buenas ovejas del rebaño capitalista, los latinoamericanos prefieren irse de vacaciones a los centros comerciales de Panamá, de Miami y de Aruba, para comprarse un vendaval de laptops, tablets, teléfonos celulares, cámaras digitales, televisores, agendas electrónicas, y demás porquería metálica que venden en los mercados de pulgas internacionales.

 

Sin darnos cuenta, terminamos siendo borregos esclavizados al sistema neoliberal de turno, manipulados por la hiperactiva cotización del dólar, e hipnotizados por los ojos punzantes de la carroñera águila calva.

 

Basta con analizar la escena virtual representada por las redes sociales, que incluye a Facebook, Twitter y WhatsApp. ¡Qué barbaridad! Es increíble observar toda la payasada que se habla y se escribe en las adictivas cadenas del ocio. A cada instante se publican auténticas gansadas en la Web, y lo más lamentable, es que mientras más idiota te comportes, pues más seguidores tendrás en tu muro.

 

El Nuevo Orden Mundial siempre gesta el adoctrinamiento de masas, a través de un novedoso “trending topic”, con una insistente “hashtag”, o con un maravilloso “doodle”, que será respaldado y consumido por los millones de títeres del show circense. En la feria callejera de las redes sociales, se endiosa la música anglosajona, los spots de la televisión, los eventos deportivos, la pornografía infantil, el ciberacoso, las películas hollywoodenses, el racismo, la trata de personas, el tráfico de órganos, la homofobia, la politiquería, la corrupción y el libertinaje.

 

Jugando con la salud mental de niños, jóvenes y adultos, el Tío Sam busca examinar el grado de obediencia que demuestran los lacayos del siglo XXI, al dejar que protagonicen la diversión del agitado “Harlem Shake”, al manipular sus neuronas con el perturbador “Charlie Charlie Challenge”, al matarlos de hipotermia con el inolvidable “Ice Bucket Challenge”, y al disfrazarlos de chacales en el Carnaval del Ecocidio, que es impuesto por las violentas transnacionales del globo terráqueo.

 

La cruz, el lápiz y el viento, jamás señalan las terribles consecuencias éticas y morales, acarreadas por la descomposición social que producen esos mensajes subliminales del hiperespacio, dentro del proceso cognitivo de las colectividades.

 

Mientras menos te ocupes por el bienestar del Medio Ambiente, más likes, más caritas felices y más pulgares levantados, te mantendrán en la cima prefabricada de Youtube. Lástima que todo ese nivel de concentración, desperdiciado en el vicio del egocentrismo socio-tecnológico, nunca lo utilizan para practicar la Cultura del Reciclaje, la Eficiencia Energética y el Ahorro del Agua potable.

 

Sin Educación Ambiental obligatoria en el plan de estudio de los colegios, en las cálidas paredes de los hogares, y en las frenéticas calles latinoamericanas, pues será imposible generar cambios ecológicos relevantes, en el futuro de las ciudades que albergamos.

 

No hay duda, que la clásica apatía ambiental de la ciudadanía, de los organismos públicos, de la empresa privada y de los entes gubernamentales, nos mantiene presos en las garras de un asfixiante Mundo, donde siempre gana la arquitectura económica del todopoderoso dios dinero.

 

Aquí en la Tierra siempre gana Monsanto, Coca Cola, Nestlé, BP, Cargill, Bayer, Bimbo, Shell, Ford, Exxon Mobil, Walmart, ArcelorMittal, Danone, Colgate-Palmolive, Nike, Apple, Sony, Barrick Gold, Microsoft, Gillette, Disney, Marlboro, Corona, Pepsi, McDonald's, CNN, Samsung, LG, Chevron y demás monstruos corporativos aplaudidos por la tonta Humanidad.

 

Sin embargo, nos gustaría que te sincronizaras con el aura del Universo, y aceptes el compromiso de preservar los recursos naturales de Gaia. Una forma de hacerlo, es celebrando distintas efemérides de interés conservacionista, como el 26 de enero “Día de la Educación Ambiental”, el 3 de marzo “Día de la Naturaleza”, el 22 de marzo “Día del Agua”, el 22 de abril “Día de la Madre Tierra”, el 17 de mayo “Día del Reciclaje”, el 22 de mayo “Día de la Biodiversidad”, el 5 de junio “Día del Medio Ambiente”, el 17 de junio “Día de la lucha contra la Desertificación”, el 29 de septiembre “Día Mundial de los Mares”, y el 10 de diciembre “Día de los Derechos Humanos”.

 

No permitamos que la tristeza, la depresión y la confusión, por cualquier circunstancia adversa que nos joroba la espalda, se robe la esperanza de reencontrarnos con la fe ciega del Himalaya. Recuerda que cuando aprendes a vivir, la vida vuela. Y cuando aprendes a volar, la vida vuelve. Si deseas vivir para contar tu propia historia de vida, entonces te ofrecemos una lista de consejos ecológicos que te ayudará a conseguirlo.

 

Evita dejar encendidos los equipos electrónicos al salir de la casa u oficina. No malgastes litros de agua potable por capricho. Al imprimir o fotocopiar documentos, hazlo por ambas caras de la hoja de papel. No abuses del consumo del aire acondicionado, ya que es un aparato de enorme demanda eléctrica. Aléjate de las drogas, del alcohol y de los cigarrillos. No tires basura en las calles, en las plazas, en las playas, en los ríos o en los parques. Donemos sangre en los hospitales, y rescatemos un corazón roto.

 

Piensa antes de hablar, antes de escribir y antes de condenar los defectos de otra persona. Reúne las cajas de pizza, las botellas de refrescos, los periódicos viejos, los empaques de golosinas y cualquier otro material de origen inorgánico (plástico, vidrio, cartón, metal, papel), que pueda ser trasladado hasta los centros de reciclaje en tu localidad. Prioriza una dieta rica en alimentos saludables como las verduras, frutas y cereales. Adopta a un perro o gato de la calle, y denuncia los casos de maltrato animal. Impulsa los talleres gratuitos de compostaje, la reforestación de áreas comunales, y la solidaridad entre los habitantes.

 

El chiste del conocimiento es compartirlo libremente con nuestros semejantes, sin esperar dinero, regalos o adulaciones de la gente.

 

Queremos que te llenes de la endorfina positiva que impregna el abrazo de la Pachamama, y compartas la sabiduría holística con tus familiares, amigos, vecinos, profesores y colegas del trabajo. Si en realidad buscamos el desarrollo ecológicamente sustentable de los pueblos, para no seguir disfrazados de luto en el gran Carnaval del Ecocidio, pues debemos rejuntar las palmas de las manos y devolverle la calma a la tempestad.

 

Ekologia.com.ve

https://www.alainet.org/es/articulo/170345
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