El imprescindible don profético en la comuna
- Opinión
¡Vacilar es perdernos y nos estamos perdiendo!
Mientras la Comunidad va de camino, en tanto y mientras se camina se trata de modelar la historia personal y comunitaria de acuerdo con los valores humanistas del socialismo, se van produciendo hechos, parones, desvíos, y tantas cosas que se harán presentes en este difícil camino. Sin la presencia en la Comunidad de una voz profética, una voz contralora, radical y exigente no habrá marcha hacia el paraíso sino de nuevo una triste feria de vanidades y egoísmos por más que las consignas digan otra cosa.
Para el momento actual tenemos varios miles de Consejos Comunales y casi dos mil Comunas. Si echamos la mirada a las posibilidades transformadoras de algunas Comunas a lo largo de la experiencia histórica, la Comuna de Damasco por ejemplo para sólo evocar a una, podremos concluir que país como el nuestro con apenas 30 millones de habitantes estaría en una situación de su tejido ético social muy diferente a la situación de lucha intra-clases (Proletarios destrozando a proletarios, pobres robando a pobres) como la que estamos viviendo si de verdad hubiésemos formado Comunas Socialistas.
¿Qué nos está fallando? Veamos:
Una Comunidad sin los carismas antes citados entre sus comuneros y comuneras, esos que hoy podríamos llamar de “contraloría social”, pierde su capacidad de analizar el presente y, sobre todo, de tender utópicamente hacia el futuro. El profetismo dentro de la Comunidad es aquella voz, aquel valor, que se manifiesta taladrando el presente en sus miserias y abriéndose luminosamente hacia el futuro. Es esa suerte de “contraloría ética” que señala lo que está mal y su lenguaje no admite componendas; que denuncia la falta de radicalidad, la ausencia de coherencia, que la señala y exige la enmienda con radicalismo real poniendo en evidencia las causas del mal venga este de donde venga o lo porte quién quiera que sea.
Deja las cosas al descubierto y sitúa en colectivo al individuo frente a las exigencias inapelables del rigor socialista. Es el don necesario que resulta menos agradable, antipático, duro y hasta desabrido pero absolutamente imprescindible para una Comunidad en marcha socialista hacia la concreción de la utopía.
Ir construyendo Comunas sólo porque estas cumplen las exigencias legales establecidas en la Ley de Comunas es engañarnos y engañar a quienes esperan tanto de este proyecto. Consejos Comunales –que tenemos ya por miles- sólo porque estos disponen de la capacidad legal para administrar recursos olvidando que estos Consejos Comunales portan los defectos y virtudes de su matriz de origen: La Comuna es no sólo un autoengaño sino suicida.
Cuando el Comandante Chávez exigió y nos exigió a todas y todos “Comuna o nada” no estaba pensando en atiborrar el espacio geográfico de decenas de miles de imitaciones de ellas y poco más. En su corazón y su conciencia estaba la verdadera Comuna. Aquella en la cual todos tienen un solo espíritu y un solo corazón, nadie llama suyo a lo suyo sino que se antepone a todo otro valor el nuestro, donde todas y todos viven para sí mismos y para todos y radicalmente donde “cada quien recibe según sus necesidades y cada quién da –sin trampa- según sus posibilidades.
Así seremos irresistibles y superaremos el veneno de la sociedad capitalista. No ponernos a trabajar incansables en el logro de estos objetivos es letal y suicida para la Venezuela Bolivariana, Socialista y Chavista.
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