Salvo clara explicación de los que asesoran al titular del Ejecutivo federal, parece y aparece como un despropósito asistir a la Asamblea General de la ONU para advertir y hasta pontificar sobre la supuesta gravísima amenaza global del fantasma del populismo.

Tan reincidente es la preocupación presidencial que no pocos trabajadores de los medios lo asocian con la notabilísima ventaja que hoy tiene Andrés López Obrador en las preferencias ciudadanas para ser votado como candidato presidencial. El propio Enrique Peña Nieto se ocupó en Los Pinos con Adela Micha (Televisa) y con Federico Arreola (SDP Noticias), de desmentirlo en sendas entrevistas.

Hasta allí todo estaba claro y formaba parte de la temprana batalla política por dirimir quién despachará en Palacio Nacional, aunque Peña jure que en “mi gobierno no hay espacio para proyectos personales”, como sí lo hubo en todos y cada uno de los anteriores. Pero llevar el tema al máximo órgano deliberativo, que no resolutivo, de la Organización de las Naciones Unidas, donde abundan los que realmente conocen de los riesgos y amenazas políticas para la aldea global, pues ya no resulta comprensible.

Y tan no es claro que la inexperta secretaria de Relaciones Exteriores, antes cabeza de Turismo, fue requerida por Leonardo Curzio para que explicara a la audiencia de Enfoque qué quiso decir el presidente. Y la sobrina biológica y política de Carlos Salinas de Gortari empezó a desempeñar mal el papel que antes jugó Rubén Aguilar para que el país entendiera que “quiso decir el presidente Fox”.

No supo la mal llamada canciller –pues aquí funcionan los “encargados del despacho”, empleados del presidente que ni a secretarios de Estado llegan–, explicar lo acaso inexplicable.

Como tampoco es comprensible, de acuerdo a Sara Lovera, de SemMéxico,

“¿Qué quiso decir Peña Nieto?”, cuando en la reunión sobre el desarrollo en los próximos 15 años, planteó que “la igualdad debía elevarse a nivel ministerial”.

Mientras llega la explicación oficial que quizá nunca tendremos, debido a que los gobernantes aún son amos y señores que no rinden cuentas (en serio no en la retórica del elogio) a nadie, acaso podría explicarse el despropósito discursivo de Peña Nieto por el afán de no pasar desapercibo ante 150 jefes de Estado o de gobierno presentes y un total de 193 discursos a producirse en estos días.

En un extenso reporte publicado por The New York Times sobre las cuatro horas que permaneció Barack Obama en la ONU y las actividades que realizó, incluso los presidentes a los que saludó y con los que intercambió palabras, el gran ausente es Peña.

No existió, acaso son los costos a pagar por la subordinación a los dictados estadunidenses, como cuidarle su frontera sur para que los migrantes centro y suramericanos no los molesten tanto, así sea en base a la extorsión y los tratos crueles e inhumanos a cargo del Instituto Nacional de Migración y la Policía Federal.

Pero ahora exige EPN en la Asamblea General, con toda razón y pertinencia, “un esquema mundial de protección de los derechos del migrante” y una ‘‘respuesta colectiva y efectiva”.

Muy bien, aunque para exigir a los gobiernos de la aldea sería mucho mejor si tal demanda tiene respaldo en una política migratoria de respeto a los derechos humanos de los que usan el territorio mexicano para dirigirse a Estados Unidos. Y el gobierno estadunidense que cuide sus fronteras sin que el mexicano le haga el trabajo sucio, atropellando el derecho humanitario.

Utopía 1587

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