Aniversario de la democracia

04/10/2015
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Jóvenes y con bronca contenida; pero también con los sueños a cuestas de nuestros 17 o 18 años, allá en 1.982 un 10 de octubre, viajando por el país y tomando exámenes para la experiencia Juan 23 de Cochabamba, presenciamos y festejamos con mi amigo Walter Limache el retorno de la democracia en la ciudad de Oruro, después de años y años de dictaduras militares destructivas y crueles. Junto a mineros, pueblo en general y sobre todo pobres estaban en las calles con bandas de música y con todas las esperanzas de volver a reconstruir el país. En algunas horas visitamos las minas de Caracoles y Morococala, donde otra vez el festejo de mineros y trabajadores se había alargado a varios días. Realmente la alegría de todo el país rebosaba por todos lados, y por todos los rostros del país que volvía a resucitar como tantas veces, y nunca se rindió ante la adversidad y el desprecio de la república y las mentalidades del colonialismo.

 

 Pero las esperanzas muy pronto fueron otra vez destruidas y frustradas, por las oligarquías blancoides de las izquierdas: miristas, comunistas y emeneristas dizque de izquierda, se corrompieron en competencia hasta la podredumbre, culpando de todo eso al imperialismo como si la magia del engaño fuera eterna. Y la democracia tempranamente fue prostituida, y corroída, absorbida por la burocracia del Estado republicano depredador y corrupto. Ese Estado que está diseñado para corromper y saquear todo lo que sea posible de las riquezas del país. En 1.985, traicionada la democracia incipiente, los izquierdistas se entregaron en alma y cuerpo a los neoliberales, pues las diferencias de raza y clase no son distintas. Son las mismas familias. En esos años grandes riquezas nacieron de familias izquierdistas, que asaltaron al Estado y negociaron como en épocas de dictadura: con total impunidad. Los torturados y exiliados de militares, eran más ladrones y corruptos que los mismos colonialistas militares. En todo caso esa es la historia real y tradicional de un país como Bolivia.

 

El neoliberalismo como moda sirvió para imponer la mentalidad post-moderna (la última moda de importación de las oligarquías desarrollistas), y relativista de las realidades sociales, modas que están destruyendo a las juventudes. Neoliberalismo que fue bien venido por las oligarquías de izquierda, pues son ellos que se beneficiaron más en los gobiernos a quiénes atacaban en sus discursos. En realidad esas izquierdas se  prestaron a ser los obreros y técnicos de los neoliberales: consultores, escritores y diletantes. Como hasta hoy. Los discursos son el rito más importante de encubrimiento de sus engaños, de sus fantasiosas formas de sacrificios por el país que  no conocen. Y repiten como loros biblias de otras realidades, de otras lógicas sociales absolutamente distintas de las nuestras; pero que nunca fueron problema para las poco eficientes y poco científicas izquierdas bolivianas.

 

Los insostenibles gobiernos neoliberales, se vieron sobrepasados por las sublevaciones indígenas y populares. Otra vez, a inicios de este milenio y siglo las hordas de pobres cansadas de los discursos de neoliberales que pensaban a nuestras ciudades como si fueran gringas, desarrolladas y pobladas por blancos y desarrollados, hicieron escapar al presidente gringo para volver a empezar otro ciclo de esperanzas, para volver a reconstruir el país del Dorado a los ojos de gringos de izquierda y derecha. El país volvía a recomponer condiciones de modificaciones y cambio, en la ruta del Estado republicano colonial, cuando las elecciones de 2.005 imponían por la voluntad del pueblo a un indio aymara. Pero se repetía el mismo fenómeno de colación de aquella izquierda sin ideas, sin investigaciones, sin propuestas, sin intelectuales de calibre, con sus fantasmas de imperialismo, poco productiva  material e intelectualmente. De pronto, las izquierdas pasaban de ser los tecnócratas del neoliberalismo, a funcionarios del nuevo escenario indígena. Con todas las lógicas estatales y mentales a su favor, incursionaron inmediatamente y oportunistamente para adueñarse de los nuevos discursos indígenas, y como vinchucas adueñarse de los espacios estatales. Entrismo a ultranza, ocupación de espacios a ultranza. Sin entender nada de lo que ocurría, sin entender de los mensajes que se construían. Pero sí con sus enfermedades totalitarias, de visiones binarias cristiano occidentales: blanco-negro, patriota-antipatriota, estás conmigo o estás en contra mía. Izquierda nada democrática o liberal, sino tercer mundista de trinchera anti liberal, anti ideas y anti pensamiento libertario. Y pues hasta hoy,  ninguna de estas izquierdas ha producido al menos un catecismo sobre el modelo de país. No existe un documento serio y que implique un cambio de  mentalidad hacia el país profundo. No hay.

 

 Hoy los desafíos son los mismos de aquel año de 1.982. Reconstruir o construir un Estado inclusivo, que no sea bañado de discursos engañosos oligárquicos. Adornados de sonrisas y libritos de otras realidades. Necesitamos cambiar las lógicas coloniales, racistas, anti indígenas y pigmentocráticas de las instituciones republicanas. Necesitamos desburocratizar y enraizar a nuestras lógicas de funcionamiento social, religioso, económico y regional. Las cirugías que esperábamos en entidades republicanas como la policía, ejército, instituciones monstruosas como las estatales no se han dado. Los discursos que encubrían  los pocos cambios, se están terminando. Piedras, empedrados, cemento y obras faraónicas no son suficientes para domesticar inquietudes y sueños. Esas lógicas occidentales del discurso y las promesas de paraísos terrenales, se terminaron en el siglo XX.

 

Como nunca antes, las olas de las nuevas realidades nos exigen cambios profundos. La vieja generación de fracasados de izquierda ha llegado a su límite. Su último oportunismo de subirse al  carro indígena se termina. Y es hora de que la posta sea cambiada, ojalá por jóvenes rebeldes, con mejores ideas y propuestas. Sin enfermedades mentales de izquierda o derecha, o blanco y negro. Nuestros desafíos son otros desde siempre, porque desde siempre nunca buscamos comunismos occidentales porque nunca fuimos industriales. Nunca buscamos sociedades sin clases, porque ni siquiera tuvimos clases sino oligarquías racistas y pigmentocráticas, de izquierda y derecha. Como nunca antes los jóvenes tienen que tomar el poder, porque es un insulto al país profundo de jóvenes, gobernado por viejos fracasados y oportunistas. Es hora de reinventar la democracia occidental blancoide republicana, que no es capaz de dar respuestas al país profundo, sino pequeños alicientes y cemento. Es hora de profundizar nuestros nacionalismos étnicos, puros, milenarios y con lógicas de estas tierras. La mediocridad occidental republicana bloquea y blanquea nuestras lógicas. La mezquindad, envidias y ausencia de ideas es enfermedad republicana, se nota demasiado como para encubrir con discursitos indigenistas, poco apropiados y que sólo nos insultan.

 

 El fondo indígena es  una prueba contundente de los planes de las oligarquías en función de Estado: destruir a los movimientos indígenas y volverlas funcionales a sus intereses, vía corrupción y migajas de la mesa de los impunes. Pues es tan claro que así nada cambiará de aquellas lógicas coloniales.

 

La Paz, 4 de octubre de 2015

https://www.alainet.org/es/articulo/172803
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