Ahora es el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, quien reconfirma abierta o si se prefiere cínicamente, su decisión a ejercer el innegable derecho a buscar la candidatura presidencial del Partido de la Revolución Democrática, o de lo que quede de la franquicia que administra Nueva Izquierda y Jesús Ortega Martínez. Corriente a la que apostaban los intelectuales orgánicos, “liberales”, del duopolio de la televisión –hasta antes de la tragedia de Ayotzinapa–, por ser “la izquierda moderna”.

Aureoles, dicen analistas michoacanos, carga con su maquillista para todos lados, lo importante es que existen zonas del estado donde no le permiten los capos del crimen organizado que aterrice su helicóptero, pese a la emergencia de las autodefensas en años recientes, su cooptación por el gobierno (Alfredo Castillo, el amigo presidencial) y el encarcelamiento de líderes como José Manuel Mireles.

Y faltan muchos aspirantes y suspirantes que por la vía partidista y hasta “ciudadana”, cualquier cosa que signifique después de la gubernatura de Jaime Rodríguez y el decidido apoyo de una parte del Grupo Monterrey. Suelo decir en corto, que “uno de mis cuates impulsa a 10 ciudadanos que aspiran a la “grande”, aunque no acabo de entender para qué, aparte de satisfacer egos.

Entonces, si uno solo hace tal cosa, resulta completamente comprensible la candidatura de Emilio Álvarez Icaza, Gerardo Fernández Noroña y una larga lista para la que no dispongo de espacio para reproducirla.

Lo que parece confirmarse es una apuesta política hecha muy temprano y que se atribuyó a la dirigencia del Revolucionario Institucional y al “primer priista del país”, para cerrar el paso al tercer intento del Mesías Tropical (Enrique Krauze dixit, ¿o ya no quiere recordarlo?) para acceder a Los Pinos, y derrotarlo por la vía de muchas candidaturas “ciudadanas”. Jorge Castañeda fue claridoso: Si no tengo posibilidades de ganar me retiro, no haré el trabajo sucio al PRI.

Todo apunta que es insuficiente la estrategia de muchas candidaturas “ciudadanas”, lo que no implica que todos estén subordinados a ella, muchas son decisiones soberanas de los suspirantes. La teoría de la conspiración no sirve ni para asustar a incautos.

La adhesión del coordinador senatorial del PRD, Miguel Barbosa, puso en evidencia, de acuerdo a sus declaraciones y acusaciones, que la presidenta Alejandra Barrales, Los Chuchos e Iniciativa Galileos, la misma gata pero revolcada, laboran por una alianza con Acción Nacional, consistente en apoyar a Margarita Zavala, a Ricardo Anaya (Aprendiz de Mafioso, dice AMLO) o Rafael Moreno Valle en sus sueños presidenciales, a cambio de que Barrales Magdaleno sea postulada a la Jefatura de Gobierno.

No suena mal el proyecto de la fracasada “izquierda moderna” que, por cierto, surgió en los años 70 bajo el nombre de Partido Socialista de los Trabajadores, estimulado por Luis Echeverría, en contraposición al Partido Comunista Mexicano, pero el poblano Barbosa decidió dar un “triple salto mortal”, con la izquierda “dogmática” de Andrés López Obrador, como le llamaba hace meses.

Explica que se adhiere a la candidatura de AMLO sin buscar ningún cargo de elección popular en Puebla. Y éste le dio la bienvenida así: “El congreso de Morena determinó que se abran las puertas a mujeres y hombres de buena voluntad, para luchar juntos por la transformación de México”. Nada más, mientras comienza un litigio para destituir a Barbosa de la coordinación de los senadores perredistas y éste anuncia que acudirá al Tribunal Electoral.

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