Trump: pateando la escalera de nuevo

06/03/2017
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En 1841, un economista alemán, Friedrich List, criticó a Gran Bretaña por predicar el libre comercio a otros países, pese a que había conseguido su supremacía económica por medio de aranceles altos y subvenciones considerables. Acuso a los británicos de "retirar la escalera" por la que habían subido para alcanzar la posición más alta de la economía mundial”

 

Han-Joon Chang

 

 

 

La globalización es, desde la óptica neoliberal, un objetivo mayor que toda sociedad civilizada y país debe alcanzar. No se puede concebir países que estén en contra de este proceso, ya que aunque observen pérdidas comerciales y financieras de corto plazo, a la larga saldrán beneficiados.

 

El proceso de globalización no nació con las políticas de ajuste económico y cambio estructural del FMI y Banco Mundial, sino mucho antes, en los esfuerzos de países, regiones y continentes por construir rutas de comercio permanentes más allá de los conflictos y guerras, caso de la Ruta de la Seda, que integró a través de comercio bienes, servicios y valores culturales de países tan disímiles como China, Rusia, Alemania e India, que hoy desconocen esta historia con guerras comerciales, prohibiciones, controles al comercio y acciones de debilitamiento de esfuerzos de integración supranacional.

 

Otro antecedente, desde la óptima marxista, es la evolución del sistema capitalista que agota procesos de integración interna, acumulación de capital y explotación del trabajo, lo que posibilita trasladar dichos procesos a regiones, países y continentes, que le otorga una escala mundial, no supeditado a gobiernos, organizaciones y empresas de interés nacional. Es una fase de desarrollo de la economía capitalista que integra al comercio mundial el ciclo de acumulación de la capital, sustentado en la sobrexplotación del trabajo humano como única fuente generadora de valor.

 

Hay, quizá, una explicación de la globalización no muy entendida. Los países occidentales realizaron esfuerzos por promover y desarrollar el comercio, pero la única manera era restringiendo-previamente-por un tiempo el comercio de los demás. Esto es, los países de mayor desarrollo apoyaron el comercio sin restricciones, pero antes prepararon sus economías para ello. Una estrategia lo era, desarrollar la industria y servicios internos frente a la competencia internacional, usando prácticas de control de importaciones y guerras comerciales como política de Estado.

 

En realidad, en su tiempo, las economías más fuertes del mundo como Inglaterra, Japón y EEUU, ha usado la protección arancelaria, subvenciones a los productores, las guerras y negocios y/o acuerdos pocos transparentes para proteger sus economías y ciertos bienes esenciales como alimentos e industrias pesadas de la competencia, pero recomiendan a los países en vías de desarrollo y colonias que se abran unilateralmente al comercio. Predican el libre comercio y usan organismos internacionales como Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio (OMC) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para premiar aquellos países que cumplen y castigar a los que se salen del manual al cuestionar dichas políticas.

 

En Latinoamérica el esfuerzo de los países se orientó a desarrollar una estrategia de sustitución de importaciones conjuntamente con el fortalecimiento del Estado, que permitiera el desarrollo de las industrias para que en un periodo de tiempo prudencial fueran de igual competitivas que sus pares externas. En el lenguaje de los llamados teóricos del modelo latinoamericano, a través del comercio Latinoamérica transfería ingresos a los países centrales, ya que los productos exportados incorporaban poco valor agregado a falta de inversiones, calidad técnica de la mano de obra y tecnologías. Se ocupaba de un Estado promotor del desarrollo, planificador, empresario y regulador, que acompañara y liderara el esfuerzo de actores internos como los industriales, campesinos, obreros y capas medias, a efecto de modificar la estructura productiva y sustentar el desarrollo en sectores e industrias con mayor valor, frente a la base primario exportadora de materias primas y postres.

 

Las advertencias de Donald Trump, presidente electo de EEUU, acerca de volver al proteccionismo en caso que las empresas de capital norteamericano sigan instalándose en países de bajos salarios como México, abre un debate acerca de las bondades y efectos no deseados del libre comercio como instrumento de desarrollo de las economías de los países. Esta advertencia también incluye la revisión y eventual eliminación de los tratados comerciales, y la protección a productos procedentes de países como China. Con México se habla que EEUU arrastra un déficit comercial de cerca de 65,000 millones de dólares, que para el presidente es una perdida permanente de empleos de obreros “gringos” ya que las industrias locales emigraron a este país en el marco del tratado comercial suscrito.

 

En Centroamérica, al parecer, no se han encendido las alarmas, ya que el comercio con EEUU es negativo para los países en el marco de RD-CAFTA. “Las ventas de Estados Unidos a Centroamérica se dispararon un 89% entre los años 2005 –un año antes de la entrada en vigor del CAFTA– y 2012. En el mismo período de tiempo, el valor de lo que Centroamérica pudo vender a su gigantesco socio comercial apenas subió un 19%. El déficit de la balanza comercial casi se quintuplicó para los centroamericanos: de $2,891 a $13,576” (El Faro: abril de 2013, CR). La advertencia de Trump es que empresas de capital norteamericano en la región deben regresar. La mayor amenaza viene por el lado de las deportaciones masivas de inmigrantes, mucho más de las realizadas por la administración Obama, lo que supuestamente elimina la competencia para los trabajadores locales, y reduce según las autoridades de aquél país los índices de violencia interna. También se habla de un impuesto a las remesas, para contribuir a financiar el Muro de Contención de Migrantes en la frontera con México y cubrir costos de las deportaciones

 

Esta política de controles al comercio para proteger la inversión y el empleo local, es una manera de restringir el acceso de los países a los beneficios del comercio, y es contraria a los postulados del libre comercio que acompaña la política de apertura comercial indiscriminada por los países de mayor desarrollo. Sin embargo, es una oportunidad para releer los textos de los teóricos latinoamericanos del desarrollo, en especial lo relacionado con las trasferencias de valores vía precios y dependencia externa. En el caso de México se ha señalado la importancia de apostarle a la producción alimentaria y consumo interno, en tanto el NAFTA favoreció una alta dependencia de productos alimentarios, en especial del maíz.

 

Igual, es una oportunidad para los países centroamericanos, que observan un aumento acelerado de los índices de dependencia alimentaria, pérdida de divisas, empleos y subutilización y ociosidad de las tierras agrícolas. En Honduras por ejemplo, se han abandonado los planes de producción de alimentos, destruido a las economías campesinas como productoras netas y generalizadas las importaciones de alimentos transgénicos, sumado a la invisibilidad del movimiento campesino después del golpe de Estado, destruyéndose también la institucionalidad pública de apoyo al sector.

 

Hasta el momento dos (2) candidatos de los partidos políticos hablan de volver al campo y poner a producir la tierra agrícola. El candidato del Partido Liberal, Luis Zelaya, y la candidata Xiomara Castro de LIBRE, que tiene una propuesta detallada sobre el tema, empezando por desengavetar de la Secretaria del Congreso de la Republica un anteproyecto de Ley Agraria presentada por las organizaciones campesinas en 2009. Es fundamental exigir a los candidatos propuestas para enfrentar las nuevas políticas comerciales y de trato a los migrantes, pero desde ya plantear una revisión del CAFTA-RD antes que se vuelva insostenible para las economías regionales.

 

Donald Trump ha recurrido al viejo método de moverles la escalera a los países que se han beneficiado del libre comercio y globalización, o sea a la protección arancelaria y contención de la fuerza de trabajo, sumando a una guerra mediática contra México, Cuba y Venezuela, pero los países afectados tienen la oportunidad de convertir estas políticas y acciones en un beneficio para el desarrollo interno y su gente.

 

Tegucigalpa, 6 de Marzo de 2017

 

https://www.alainet.org/es/articulo/183929
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