Rara Avis

19/06/2017
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Los argentinos tenemos a Dios de nuestro lado, y por eso somos raros, únicos.

 

Los unos se asumen como civilizados, ya no europeos como cuando los perfumes franceses y las libras esterlinas de la oligarquía, sino como los burros enriquecidos de Miami o algún otro lugar de los EE.UU., ostentosos e insolentes. Claro, se dirá que estos unos son producto de la fauna porteña, pero el éter, los videos, la tele y el internet han exportado esas costumbres para ‘adentro', inundando la argentinidad 'antigua', como la llamaba don Atahualpa Yupanqui, por la 'modernidad' cipaya.

 

Hijos del movimientismo social que los hizo ciudadanos a sus padres y abuelos, pobres como ratas, repelen al peronismo, no por sus errores y conciliaciones de clase, sino por sus aciertos y sentido de lo nacional. Odian a los 'negros' como antes odiaron a sus antecesores 'cabecitas', considerándolos ciudadanos de segunda clase o extranjeros indeseables de cercanas fronteras; aman y reproducen, sin conocerlas siquiera en sus orígenes, las costumbres anglosajonas, negando sus antecesores mediterráneos, desconociendo lo bueno que ha 'exportado' Europa, desde la música antigua, barroca o clásica hasta el anarquismo, el socialismo, el comunismo y hasta el vino, bebida típica del mediterráneo español e italiano, travistiéndolo en bizarrismo cultural y político, en cerveza que se toma en la esquina, en el bar, en la parranda o en la casa, bien al estilo gringo. Base social intrínseca del macrismo, quiérase o no, desgajan un tufillo apolítico enmarcado en el 'yo, argentino', que no significa nada más ni nada menos que 'primero yo, si estoy bien nada me importa, soy ganador', tirando por la borda cualquier atisbo de compromiso por una Nación, una Patria y una Clase trabajadora que, aún insertos en ella, les resulta ajena cuando de protestar y alterar el orden social injusto se trata.

 

Enemigos de todo movimiento emancipador indolatinoameriano, asiático o mundial, raros en cuanto a sus gustos trastocados, en cuanto a su negación de la historia y la realidad propia, raros en cuanto a su voluntad de no sobrevivir a la propia hecatombe que producen con sus irresponsables e ignorantes conductas políticas, pastan como ovejas a punto de esquilar o a vacas a punto de enfrentarse al marronero, arrastrándonos a todos a la desaparición.

 

Los otros, de los que formo parte, son dados a alabarse por hechos pasados y a alabar a todos los movimientos revolucionarios habidos y por haber del mundo, a encumbrar a líderes o a revolucionarios consecuentes que han pateado el tablero en países donde la injusticia, la mentira, la explotación y el saqueo territorial y cultural se sostenían en órdenes 'democráticos' o consensuados mediante la imbecilidad de la mayoría silenciosa o corrompida por las mafias made in usa o de otro lugar.

 

Pero no hacen lo que deberían hacer aquí y ahora, cuando la Patria, la Nación y la Clase, con pobres muertos de hambre, literalmente hablando, se hallan a merced de la canalla capitalista. Incapaces de haber previsto la hecatombe que se anunciaba, teorizan sobre la geopolítica mundial, la correlación de fuerzas en el exterior, la lucha de los pueblos de aquí y de allá, sacan cálculos eleccionarios de cara al futuro octubrista, pero son incapaces de llamar al todo o nada cuando la República se abisma en el despeñadero de los canallas y sirvientes del patronismo y la extranjería. Como los otros, aún con buenas intenciones, asumen la demagogia rampante que brilla en los escaparates del mundo del espectáculo político, pensando que para ganar y no perder hay que decirle a 'la gente' lo que quiere escuchar, y no lo que hay que decir, o sea la verdad de lo que ocurre, la gravedad de la situación, la forma en la que el enemigo actúa y como ponerlo en su sitio como corresponde, como actuar en consecuencia.

 

Proclamando que el pueblo todo lo merece, piensan con mentalidad de contadores y rematadores cuando se habla de lo políticamente posible , sin tener en cuenta que es precisamente ese orden institucional 'democrático' burgués el que le dio, previo lavado de cerebros, aire al enemigo para avanzar y destruir lo que se construyó en siglos. Orden importado desde la antigüedad de los romanos o griegos, y sincretizado siglos más tarde por los bárbaros del norte desde su nacimiento como colectivo humano, mientras exterminaban millones de originarios en la búsqueda de oro u otra chuchería fetichizada por ellos, salvajes 'civilizados'.

 

Y habría más para decir, pero la rareza se me impregna como a un argentino más.

 

Y me asombro, aunque raro, al ver la extrema rareza de cómo alguien decente, hacendoso, eficiente o no, un yugante de toda la vida que llega a la vejez después de haber sobrevivido a tantos terremotos causados por la canalla de arriba, ante una situación penosa causada ni por los unos ni por los otros caracterizados aquí sino por los que manejan desde adentro y afuera los hilos de una Nación sojuzgada, se suicida, se quiebra, muere en vida o sin ella. En vez de 'suicidar' a varios de los canallas que provocan dolor y muerte a los demás y a él mismo, da fin a su vida, como asumiendo la culpa de su existir.

 

El suicidio, colectivo o individual, agresión hacia uno mismo, no solo se emparenta con la desesperación y el desánimo, sino con la culpa. ¿De qué?

 

Rara Avis somos los argentinos.

 

¿Y si en vez de gallinas somos cóndores y agarramos del cogote a los que nos hacen sufrir y los hacemos crepar? ¿Y si, aunque viejos, vendemos caras nuestras vidas ante el invasor y el saqueador...?

 

No hay otra. ...

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/186245
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