Lucha de clases en EEUU: Bernie Sanders vs Trump

17/02/2020
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La lucha de clases está más vigente que nunca en Estados Unidos. Y lo confirma el siguiente dato: el izquierdista Bernie Sanders, actualmente liderando las encuestas para ser el candidato Demócrata que enfrente al presidente Trump en noviembre, no ha recibido ni una sola donación de empresas o gerentes de las principales 500 corporaciones estadounidenses. Son las entidades corporativas que se agrupan en el S&P 500 (las 500 grandes empresas que cotizan acciones en la bolsa de valores de New York). Toda vez que, del sector financiero de Wall Street, la campaña de Sanders de plano no acepta ninguna contribución.

 

El neoliberalismo, además de proyecto acumulación de las élites vinculadas al capital financiero, es, asimismo, una matriz de subjetividades. Es una plataforma de construcción de mentalidades. Comporta pues un sentido común. En ese marco, se ha dicho que la lucha de clases ya no existe. Que eso es discurso ideológico de izquierdistas trasnochados. Que, en el mundo de hoy de las redes sociales, la alta tecnología y los "emprendedores" eso no tiene sentido. Como casi todo lo que conforma al sentido común neoliberal, es completamente falso; una maravillosa ilusión.

 

La concentración de riquezas que acompaña al capitalismo financiero (donde el 1% de la población mundial nunca había sido tan rico y concentrado tanto capital frente al resto de la humanidad) se inscribe en sí misma en una lógica de clases. A su vez, nada más ideológico que la gente que defiende ese modelo bajo la creencia -basada en pura fe, es decir, dogma- de que "todos podemos" y que la "pobreza está en la mente". Toda esa narrativa ilusoria se desmonta con el dato de que, por más que trabajen y sean inteligentes, casi el 80% de los pobres del mundo morirá pobre; mientras que, de los herederos adinerados, por más idiotas y vagos que sean, cerca de un 90% morirá siendo rico. Es lo que Piketty en su último libro llama “trabajar para ser pobres”.

 

El discurso de la meritocracia se sostiene sobre una base ideológica (que se oculta mostrándose como “racionalidad”) que, fundamentalmente, no encuentra asidero en la realidad concreta de la gente común. Debido, sobre todo, a que el capital financiero, en manos de élites cuyas rentas en lugar de invertirlas en productividad invierten en mecanismos de mayor acumulación que le facilita la economía financiarizada, tiende a concentrar en pocas manos las riquezas. Así, la idea de la meritocracia, que venden cual santo grial los neoliberales que se presentan como “liberales”, así como las extremas derechas tipo Bolsonaro en Brasil y Vox en España, es ilusoria siendo que en el actual paradigma de capitalismo financiero no basta con esfuerzo, trabajo y ahorro para acumular algún patrimonio. Cuando se trata de trabajadores o pobres.

 

Y resulta paradigmático, al tiempo que aleccionador, que, en Estados Unidos, el país matriz del capitalismo financiero y economía más rica del planeta, se esté dando una tan marcada escisión entre las élites adineradas del capitalismo financiero y los trabajadores. Puesto que, lo que subyace a ese hecho de que la campaña de Sanders se sostenga al 100% de donaciones mínimas a razón de 18 dólares por persona en promedio, mientras que los grandes capitales están totalmente ausentes, es una clara disputa de clase. Entre un gran sector de la clase media precarizada estadounidense, que, en datos de Krugman a día de hoy tiene ingresos inferiores a los de 1979, y el 1% más rico que sin embargo ha aumentado sus riquezas ostensiblemente en los últimos 30 a 40 años.

 

Hay un choque entre el Estados Unidos trabajador y los que acumulan capital e invierten la rentabilidad de éste en más acumulación y no en producción. Esto, en la realidad concreta, desvincula esa élite superrica del ciudadano común; dando al traste con el modelo bajo el que se sostuvo el New deal de Roosevelt, que creó la gran clase media estadounidense del siglo XX, que se basaba en el vínculo entre las élites del capitalismo productivo con los ciudadanos medios. Para que las primeras ganaran tenían que ganar los segundos también. El capitalismo financiero de hoy permite al 1% ganar mucho más sin que necesariamente tengan que ganar los de más abajo. De ahí, que los salarios reales no avancen hace ya 40 años en el país más rico del mundo. Ante ello, reaccionan las clases medias y trabajadoras articulándose alrededor de una candidatura presidencial que pone la desigualdad en el centro del debate. Y que proclama la necesidad de implementar un modelo económico orientado a los trabajadores y no a la acumulación del 1% más rico.

 

Donald Trump, el supuesto outsider que sorpresivamente ganó la presidencia en 2016 con su discurso del “América First”, resultó un fiasco para los trabajadoresi. Trump, como buen populista de derechas, detrás de su discurso identitario dirigido a las clases medias precarizadas y molestas con el sistema, esconde a un perfecto defensor de clase del 1%. Su política populista y rupturista en el discurso, sobre todo en el ámbito de quebrar consensos en las formas políticas, es totalmente continuista en cuanto a programa económico. Trump es un reproductor de los esquemas de concentración y dominación de la minoría más rica vinculada al capital financiero. En tanto que Bernie Sanders representa una respuesta, desde lo realmente popular, esto es, el interés de las mayorías trabajadoras frente a élites rentistas, ante el populismo de Trump que no es para los trabajadores.

 

Es lo que, pues, hay en el fondo de la disputa política en Estados Unidos hoy día: una lucha de clases. Bernie Sanders a nombre de la mayoría que trabaja y Trump a favor de una minoría que vive de rentas financiarizadas. Lo cual veremos intensificarse a nivel del discurso, y con las operaciones que harán las corporaciones mediáticas, si se llegan a enfrentar directamente por la presidencia. El Trump “enemigo” de los medios será realmente aupado por éstos ante un Sanders que sí será un enemigo real. Porque esos emporios mediáticos, en su inmensa mayoría, pertenecen a fondos de inversión o a grandes millonarios por medio de la posesión accionarial de sus matrices. Es decir, son propiedad del capital financiero. Si todo esto no es lucha de clases, ¿qué es entonces?

 

Nota

 

https://www.alainet.org/es/articulo/204793
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