Trotsky, el piolet y la prensa
- Opinión
El 21 de agosto de 1940, Liev Davídovich Bronstein, más conocido como León Trotsky, murió en México. La noticia conmocionó a la prensa internacional. En Bolivia, esa realidad no fue diferente: los diarios retrataron ese fatal suceso en llamativas portadas.
El 21 de agosto de 1940, el último grito de muerte de uno de los más viejos bolcheviques sacudió al proletariado mundial. Su eco llegó hasta los linotipos de la prensa boliviana. Pese a sus líneas editoriales liberales o nacionalistas, todos los periódicos, en espectaculares titulares y en primera plana, informaron sobre el brutal asesinato de León Trotsky, con un afilado piolet (hacha de alpinista). Trotsky había sido atacado el 20 y murió al día siguiente.
Liev Davídovich Bronstein, más conocido como Trotsky (1879-1940), “representaba una rama del comunismo disconforme y enemigo de la política de Stalin (…), era una seria preocupación y un rival peligroso para el hombre del Kremlin. Con sus habituales métodos expeditivos trataron repetidamente los estalinistas de suprimir este obstáculo. Esta vez lo han conseguido, valiéndose de la traición del protegido de la víctima”.
Con esas palabras y acompañada de una fotografía del victimado, la portada de La Razón retrató a ese personaje el 22 de agosto.
El vespertino Última Hora, el mismo día, difundió en tapa una galería de fotos con un sugestivo título: “Ha muerto Trotsky, el último de los antiguos bolcheviques”. A continuación, sintetizó que él fue un “revolucionario ruso de origen judío” y “uno de los principales jefes de la revolución roja” que terminó con el zarismo. Detalló que en su carrera política fue presidente del Soviet de Petrogrado (1917), comisario de Negocios Extranjeros, y luego Comisario de Guerra. “Enemigo acérrimo de Stalin, lo ha combatido ardientemente como escritor”.
El Diario, a su turno, destacó una de sus últimas fotografías con los periodistas mexicanos, tomada en mayo de 1940.
Piolet
La prensa nacional, con base en datos de las agencias Asociated Press, United Press, Transocean y otras, informó los pormenores de la muerte del líder socialista y fundador de la Cuarta Internacional.
El Diario, el 22, publicó una cronología del atentado. El asesino entró a la fortaleza del viejo bolchevique a las 17.30 del 20 de agosto. De acuerdo con su secretario privado, Joseph Hansen, esa tarde Frank Jackson (conocido como Jackson Mornard o Ramón Mercader) ingresó a la casa del “anciano revolucionario”, situada en Coyoacán, Ciudad de México, y “le manifestó haber escrito un artículo sobre el cual deseaba conocer su parecer”.
Luego pasaron al estudio: “Los primeros signos del ataque (…) fueron unos terribles gritos y los rumores de una desesperada lucha. Dos de los guardias-secretarios se dirigieron al comedor al oír los primeros ruidos, y luego se precipitaron al estudio, donde encontraron a Trotsky retorciéndose en el suelo; la sangre le corría por la cara”.
La Razón, esa jornada describió que Mornard, en el momento en que entraron los guardias, se encontraba de pie con un perramus (impermeable de lujo) en el brazo y una pistola en la mano, que no había utilizado. Él había atacado a su víctima con un pico de alpinista (piolet) sumamente afilado. Acto seguido, el jefe de los guardias Haroll Robbens y Hansen se abalanzaron sobre el atacante y le causaron heridas en la cabeza. Fue entonces que Trotsky exclamó: “Déjenlo vivir, déjenlo vivir” y perdió el conocimiento.
Muerte
Luego del atentado, el herido fue inmediatamente trasladado al hospital de la Cruz Verde, mientras que el atacante fue entregado a las autoridades, informó el periódico La Noche, en fecha 22. Agregó que la esposa del herido Natalia Sedova y su nieto, que se hallaban en ese momento en la casa, no fueron agredidos.
El Diario, a su vez, confirmó el fallecimiento de Trotsky a las 23. 30. Destacó que él, “momentos antes de exhalar el último suspiro y con voz que apenas podía escucharse, acusó a su asesino de ser miembro de la policía secreta soviética”.
El matutino agregó que el líder socialista dictó unas últimas palabras para su difusión: “Estoy próximo a la muerte a consecuencia del golpe de un asesino político que me atacó en mi propia habitación. Luché con él. Había entrado en mi pieza con el objeto de conversar sobre estadísticas francesas. Me asestó el golpe. Sírvase decir a nuestros amigos que estoy seguro de la victoria de la Cuarta Internacional. Seguid adelante…”
Todos los anteriores testimonios fueron confirmados por Natalia Sedova, el biógrafo Isaac Deutscher, el investigador de la Policía mexicana, coronel Leandro Salazar, y el novelista Leonardo Padura.
Exequias
El 23 de agosto, La Noche narró que “los restos de Trotsky descansan en una de las salas de la empresa de pompas fúnebres, habiendo desfilado por ella centenares de obreros e intelectuales”. Añadió que “el presidente Lázaro Cárdenas ordenó que el funeral y sepelio se efectúen por cuenta del Estado”. El entierro se realizó en el Cementerio Español.
Además, subrayó que Alejandro Kerensky, expresidente del gobierno destituido por la Revolución Rusa (1917), declaró que “ese ataque fue el resultado de una larguísima batalla de persecución llevada por la organización estalinista”.
Por su parte, la prensa soviética calificó la muerte de Trotsky como “el asesinato de un traidor y espía internacional”. El periódico Pravda lo acusó de “sabotear al Ejército Rojo durante la guerra civil, planear la muerte de Lenin y Stalin en 1918 y de apoyar al servicio secreto de Inglaterra, Francia, Alemania y Japón”, detalló Última Hora, un día después.
Prensa
En ese contexto, La Razón, en su columna “Ecos”, comentó que “Stalin ha descargado desde Moscú su golpe mortal, eliminando a su viejo competidor, Trotsky (…) El pueblo ruso ha de ignorar este crimen, porque ha perdido la noción de su mísera esclavitud”.
En la sección “Lápiz de humo” de El Diario, Olivier (seudónimo) arguyó que “la muerte de Trotsky marcó el final de una carrera desvariada hacia el sueño de una libertad sin límites”.
“Se apagó la lumbrera comunista”, tituló un artículo de La Calle: “Ahora, el hachazo que ha abierto el cráneo del bolchevique, dejando al descubierto una de las masas cerebrales más selectas de la época contemporánea, abre también una solución de continuidad en el proceso ideal de la conspiración judía internacional”.
La Noche, a su turno, opinó: “Se apagó la vida del gran jefe revolucionario. Pero, la obra del hombre excepcional perdura. Y será la fuente espiritual donde abreven los hombres del porvenir”.
La historia demostró que el piolet estalinista no mató al líder socialista y fundador de la Cuarta Internacional, sólo lo inmortalizó.
Grecia Gonzales Oruño es Comunicadora Social
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