El único proyecto nacionalista cubano es el proyecto revolucionario antimperialista
El gueto miamense constituye el único grupo social en el mundo, y probablemente en toda la historia, que pide, desde el extranjero, la asfixia económica y la destrucción de su propio pueblo.
- Opinión
La nación cubana comenzó a gestarse a finales del siglo XVIII y con ella se fue conformando una cultura de arraigados principios éticos que sería, con el devenir del tiempo, su característica principal. Los ideales de independencia, igualdad y justicia social, se enriquecieron con la prédica de José Martí, forjador de tradiciones antimperialistas, latinoamericanistas y universales.
La nación cubana es el fruto sagrado de una sola revolución que comenzó su dolorosa antesis en La Demajagua, el 10 de octubre de 1868 y continuó, prácticamente sin interrupciones, hasta el triunfo del Ejército Rebelde, comandado por Fidel Castro, el 1o. de enero de 1959. Existe pues, en Cuba, una larga tradición revolucionaria, forjada durante más de cien años por hombres –gigantes en su estatura moral- que nos legaron un proyecto humanista único, defendido por un pueblo tan excepcional, que no sólo es capaz de transitar con dignidad por su pobreza impuesta, sino de extender hacia otros pueblos hermanos su brazo solidario e internacionalista.
Al triunfo de la Revolución no existía en Cuba (y esto es importante para entender las características sociales del gueto de Miami) una clase compuesta por empresarios y hombres de negocios que pueda presentarse como representante del acervo cultural cubano. La destrucción causada por las guerras de independencia y, sobre todo, la intervención oportunista de Estados Unidos en 1898, al apoderarse de todas las principales riquezas del país, impidió el desarrollo de una clase “alta” portadora de una intención nacionalista. Sólo existía en Cuba, el 1o. de enero, una oligarquía parasitaria y dependiente, que emigró en su totalidad a Estados Unidos. El único proyecto nacionalista que existe actualmente en Cuba es, por consiguiente, el proyecto revolucionario antimperialista. No existe un proyecto conservador nacionalista porque no existe, ni existió en la republica mediatizada, una burguesía cubana defensora de los verdaderos intereses nacionales.
En rigor, ni siquiera el término burgués es apropiado para esta clase que disfrutaba en Cuba de la riqueza y los privilegios, pues una parte muy considerable de ella nada tenía que ver con los medios de producción sino que había surgido, de la noche a la mañana, como producto del saqueo del erario, o disfrutaba de una elevada posición social gracias a su condición de personal “de confianza”, a sueldo de las empresas norteamericanas radicadas en el país. Por otra parte, el poder que detentaba esta clase era un poder tutelado, cuyos grados de libertad eran determinados, con ínfulas de procónsul, por el embajador de Estados Unidos.
Estos antecedentes explican la característica fundamental de la clase dirigente del gueto miamense: su plattismo, que no pocas veces es puro anexionismo. Formaron parte de ella, además, los que abandonaron para siempre el escenario nacional huyendo de la justicia revolucionaria y a quienes la administración de Eisenhower les proporcionó seguro y placentero refugio: políticos corruptos, malversadores, mafiosos que lucraban con el juego ilícito, la prostitución y las drogas, y esbirros, todos ellos al servicio de la tiranía de Fulgencio Batista. La herencia batistiana es la fuente principal de otra de las características principales de este: el odio.
Los batistianos, categoría ya prácticamente desaparecida por imperativo biológico, nunca se arrepintieron de sus crímenes pero sufrieron la vergüenza de su desairada y presurosa fuga hacia Miami, de su ineptitud para defender propiedades mal habidas y poder usurpado; ellos y sus herederos han rumiado durante más de seis décadas un resentimiento profundo, y han mostrado una actitud fundamentalista, intolerante y maniqueísta, que los incapacita para el razonamiento y el diálogo. Constituyen el único grupo social en el mundo, y probablemente en toda la historia, que pide, desde el extranjero, la asfixia económica y la destrucción de su propio pueblo.
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