El legado de Nelson Mandela
01/07/2013
- Opinión
Se apaga la vida de Nelson Mandela; pero su legado traspasará generaciones de humanos que recordaremos a un hombre que no necesitó ejércitos ni grupos armados para enseñar al mundo, otra manera de pelear por los derechos humanos y en contra de los males fabricados e impuestos por occidente y su poder político económico: racismo, explotación irracional del hombre y sus riquezas, desenfreno en su enfermedad de controlar al mundo por su miedo e incapacidad política de convivir con otras culturas y civilizaciones.
Mandela, un hombre sencillo y de pueblo que en sí mismo encarna la virtud de aquellos iluminados en pleno ataque del sistema, porque el sistema quiso hundirle y aplastarle durante muchos años. Le castigó durante 27 años en la cárcel, con trabajos forzados y en condiciones que sólo la sofisticación occidental es capaz de generar: inhumanos, grotescos y con mentalidad cavernaria que no han cambiado a pesar del paso del tiempo. Esa sofisticación en armas, en aplastar al distinto, en destruir a otras civilizaciones pues siguen siendo el pan de cada día en este mundo todavía aplastado por esta cultura esencialmente antidemocrática, y con mucho miedo por los pensamientos distintos. De nada ha servido su tecnología y su ciencia de punta, porque su mentalidad sigue siendo cavernaria y troglodita, guerrera y poco democrática.
Mandela es el triunfo de la paciencia, de la respuesta del silencio ante la prepotencia y la seguridad de los sistemas occidentales. Mandela es el triunfo de la sabiduría ante la barbarie del pragmatismo político y económico. Le tentaron muchas veces desde el poder con dinero y privilegios para su familia, a cambio de rendirse y justificar al poder; pero desistió y prefirió su coherencia y su anti pragmatismo. Y triunfó ante ese mundo y esa enfermedad del pragmatismo y triunfalismo en el que casi todos los poderes caen y se benefician.
Mandela es la admiración misma del anti pragmatismo y la posibilidad de la paciencia, de la sabiduría y la testarudez del silencio. Ante un mundo enfermo por ser pragmático, por ser triunfalista y simplemente valorar los resultados, Mandela prefirió la espera: al final, incluso en la civilización occidental, se desvanecen los mitos de la mentira y la impostura. Y sale lo limpio, lo puro, lo verdadero y lo transparente. Mandela es puro y transparente porque su coherencia ha sido su mejor arma, como su mejor enseñanza y legado. En un mundo enfermo porque el triunfalismo y lo pragmático aplaste a lo no pragmático y no triunfalista, pues Mandela recomienda no caer en esas enfermedades y mitos del triunfo. Pues los cadáveres siempre son los de la periferia, los fracasados del sistema, los marginados. Esa sabiduría y enseñanza de Mandela recién se verá después de su muerte: su anti pragmatismo.
Más allá de estas enseñanzas y este rescate de su legado, Mandela fue sin duda alguna un militante de las causas de su pueblo. La Sudáfrica actual no sería lo que es sin el enorme sacrificio de este hombre coherente, sacrificado y casi monje medieval. Mandela destruyó el sistema del apartheid y el oprobio del racismo, con su ejemplo, con su fuerza moral y ética frente a esos monstruos occidentales y pragmáticos. Destruyó con su ejemplo a esas mentalidades de la discriminación y el odio a otras razas y culturas. Aplastó a los pragmáticos y triunfalistas del modelo. Su paciencia y supuestamente su fracaso fue al final su triunfo, fue su presentación frente al mundo plagado de triunfalistas y palaciegos del modelo capitalista, destructivo y poco democrático como mentalidad.
Mandela ya pasó a la historia desde la periferia de la historia, desde la Sudáfrica y desde el continente Africano que fue objeto del saqueo más humillante a cargo de la civilización occidental: esclavos hacia todo el mundo, en nombre de la “supremacía racial” blanca, en nombre del progreso y en nombre del desarrollo. Y desde la periferia de la historia Mandela escribe otra historia: que el pragmatismo y triunfalismo del modelo capitalista en sí mismo es el fracaso más rotundo de esa mentalidad codiciosa, mercantilista y acumuladora de riqueza. Y quizás sea inevitable que la fascinación de los jóvenes, por lamer un poco de esos mitos occidentales del triunfo, para saber que dichos mitos no son lo que parecen, sino terriblemente destructivos del alma y la convivencia de las sociedades. Pues esas son las enseñanzas y es el legado de Mandela, desde la periferia de lo que se llama historia.
Ojalá sean, sus obras, leídas en nuestros sistemas de educación en Bolivia, y desterremos definitivamente a autores como Arguedas, etc, racistas y engendros del odio anti indígena y anti boliviano, pero clásicos que lamentablemente se siguen leyendo por nuestros jóvenes y universitarios, envenenando sus mentes y destruyendo Bolivia desde esas mentalidades que no pertenecen a nuestras culturas.
Cochabamba, 30 de junio de 2013.
https://www.alainet.org/es/articulo/77274?language=en
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