TLC ¿Imposición o negociación?
22/11/2004
- Opinión
Desde un principio, los más enconados críticos del Tratado de
Libre Comercio afirmaron que las negociaciones eran una
pantomima y que lo que en realidad estaba ocurriendo era una
imposición de los términos por parte de los Estados Unidos para
ampliar el espectro de su mercado. Los voceros del gobierno y
de los gremios económicos nacionales desmintieron esa versión y
señalaron que Colombia actuaba en las mesas sin presiones y sin
amenazas. Pero ese discurso se desmoronó cuando un alto
funcionario de la Embajada reveló lo que hasta ese momento era
un término de confidencialidad: si los colombianos no firman se
les suspenden los beneficios del Aptdea.
Este episodio es altamente revelador, dado que demuestra que la
famosa cláusula de la confidencialidad firmada entre los dos
gobiernos, tiende un manto de dudas sobre lo que realmente se
debate en los distintos encuentros y no le permite a los
ciudadanos conocer cuáles son los alcances de las negociaciones
y hasta dónde se comprometen los intereses nacionales.
Bastante extraño, por decir lo menos, es que los negociadores
colombianos no contribuyan a que la opinión pública sepa con
certeza lo que verdaderamente está en juego, y ella deba
enterarse de los acontecimientos cuando algún funcionario deja
filtrar ciertos episodios que demuestran que en las mesas sí hay
amenazas y presiones.
Incluso, un destacado miembro de la bancada uribista en el
Congreso, el Senador Carlos García, denunció que el gobierno
negoció en secreto con Estados Unidos unos términos del Tratado
iguales a los que firmó Chile, con las consecuencias sociales y
económicas que ello implica. Si son ciertas estas revelaciones,
el equipo que representa a Colombia habrá cometido una alta
traición a los intereses del país, y sería necesario adelantarle
un juicio de responsabilidad política al presidente Uribe.
Mientras se empieza a develar la agenda oculta del Tratado de
Libre Comercio, se presentan acontecimientos que demuestran que
ya no existe unanimismo en torno a las políticas de gobierno y
que los críticos de la firma de este acuerdo ya no son
únicamente los moirosos, socialistas, comunistas, sindicalistas,
académicos y estudiantes revoltosos. En el equipo que empieza a
hacer manifestaciones en contra o que pone en duda ciertos
beneficios del Tratado están expresidentes, exministros, líderes
gremiales y funcionarios públicos, quienes representan el
Establecimiento y hacen parte de los élites económicas y
políticas.
Sorprende escuchar de labios del expresidente César Gaviria que
el TLC "no es la panacea del desarrollo económico del país" y
que "los más vulnerables con el Tratado serán los trabajadores
no calificados" La sorpresa surge por la coincidencia en el
análisis y en los términos de personajes tan disímiles como
Gaviria y el senador Jorge Enrique Robledo.
Pero hay más coincidencias. El exministro Juan Camilo Restrepo
expresa con cierto nivel de decepción que "Estados Unidos no
tienen amigos sino intereses, y la extravagante condición de
supeditar las preferencias del Aptdea a la firma atropellada de
un acuerdo así lo está demostrando", es como si estuviéramos
escuchando el fogoso e incendiario discurso del líder
agropecuario Aurelio Suárez.
Otras posiciones de la dirigencia nacional dejan al desnudo que
las negociaciones del Tratado de Libre Comercio están creando un
ambiente hostil en nuevas esferas de la vida nacional y que las
cosas no marchan tan bien como lo han querido hacer creer los
representantes de Colombia. Estos ejemplos apenas son una
muestra reducida de la dimensión de los acontecimientos: "Si
Colombia no obtiene unas condiciones aceptables en agricultura y
propiedad intelectual, el país no puede aceptar tal situación",
dijo el presidente de Acopi Juan Alfredo Pinto, mientras que el
Ministro Carlos Gustavo Cano aseguró que "Colombia no negociará
el tratado con Estados Unidos en medio de la prisa o la
precipitación", al saberse de presiones gringas para que el TLC
esté suscrito en marzo de 2005 y sea refrendado ese primer
semestre por ambos congresos.
Lo que está empezando a quedar claro es que el TLC es un acuerdo
asimétrico que beneficia a Estados Unidos. No es cierto que
Colombia esté preparada para enfrentar a las grandes
corporaciones económicas americanas y para subyugar una economía
agropecuaria altamente subsidiada. Quienes defienden
internamente la teoría de que posemos una alta competitividad
mienten.
Para entender claramente de lo que se trata este acuerdo, es
necesario entender lo que dice el Premio Nobel de Economía
Manfred A. Max-Neef, "Las reglas son profundamente
antidemocráticas. Significan la total pérdida de soberanía de
los países. Significan que intereses de corporaciones están por
encima de leyes nacionales o regionales".
A pesar de todas estas consideraciones y advertencias, el
tratado se firmará. No existe ninguna otra alternativa. La
orden ya fue emanada desde Washington. Aquí lo único que se
hace es la pantomima.
* Humberto Tobón y Tobón es Comunicador Social y Economista.
Especializado en Finanzas, Medio Ambiente y Ciencias Políticas.
https://www.alainet.org/fr/node/110929?language=en
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