Construyendo el acompañamiento

07/11/2007
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  • Opinión
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New York

Acabo de terminar mi visita por Cali y Bogotá, dos bellas ciudades de Colombia, la patria del cura guerrillero, Camilo Torres Restrepo, y les confieso que la experiencia ha sido maravillosa.

Entre el calor humano, la hospitalidad y las luchas diarias del rebusqueo, este pueblo colombiano es como una especie de macondo subversivo que se reinventa diariamente a través de sus resistencias como pueblo.

Una vez dentro del país -a pesar de la amnesia crítica del presidente Álvaro Uribe cuando nos dice que en Colombia no hay conflictos- pude notar las batallas políticas, ambientales, territoriales, raciales, étnicas, género, sexuales y de clase, entre otras, que diariamente el pueblo colombiano enfrenta. Y por supuesto, el tema de la soberanía está en todo este meollo de los conflictos.

También se puede notar, aunque a través de una astucia de terrorismo de Estado, el vía crucis colombiano de pasar de república bananera, a una república del café, y mas adelante a una república de la coca. No es un secreto que el gobierno del Presidente Uribe ha desarrollado todo un aparato de política de terror, en donde se justifican, se promueven y se motivan la desaparición forzada, el uso de la estigmatización para llamar a las resistencias armadas de la guerrilla como terroristas, llamar a todo proceso de resistencia contra su gobierno por el calificativo de narcoterrorismo y el ofrecer a los grupos paramilitares –grupo armado que trabaja para el estado- una especie de impunidad la cual es relatada como "ilegal pero legítima".

Súmele a todo este asunto la entrega de la soberanía nacional junto a sus recursos naturales, con la única intención de gratificar al gobierno terrorista de George W. Bush. Unas 3,800,000 millones de personas han sido desplazadas de sus tierras, en su mayoría campesinas, afrodescendientes y/o indígenas. Este desplazamiento es político, económico y socialmente estratégico porque los territorios son ricos en petróleos, en oro, en coca, agua y en la palma de aceite.

De hecho, un análisis serio al Plan Colombia, al Tratado de Libre Comercio y al ALCA, por solo mencionar tres de los demonios socio-económicos, nos demostrará la existencia de una proyecto colonialista entre Washington y la oligarquía colombiana, el cual está dejando como resultado a miles de personas destechadas (sin techos) y de desplazadas (sin tierras).

Que no se nos olvide, con su empeño imperialista y anexionista, ahora Washington más que nunca quiere convertir a Colombia en una base militar con el propósito de derribar a lo que podemos en este momento llamar como la trinitaria socialista de la esperanza del siglo XXI; los gobiernos Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Colombia nos recuerda que en un contexto en donde no hay o no existen las condiciones para la sobreviviencia del pueblo y que se pueda garantizar sus derechos humanos, definitivamente surge la resistencia. Por desgracia, cualquier tipo de resistencia que surja como una alternativa para cambiar las realidades de opresión y/o de exclusión será criminalizada o demonizada por parte de quienes representan los intereses de la clase dominante y/o gobernante. Esta es la tarea sucia del presidente Uribe y del presidente Bush. Lo bueno es que hay entidades como el sindicalismo colombiano y la universidad nacional, entre otras, quienes se han convertido en la conciencia crítica nacional.

Prácticamente los sindicatos colombianos por desgracia han puesto la mayor parte de las víctimas, porque contrario a la política neoliberal de Uribe, y contrario a la agenda colonialista del Tratado de Libre de Comercio, del Plan Colombia y del ALCA buscan el garantizar que la fuente del petróleo siga siendo un patrimonio nacional, controlado y dirigido por Colombia. Esto por supuesto ha dejado como resultado las torturas, desapariciones y/o asesinatos de muchos/as líderes sindicalistas. Esta realidad es penosa y dolorosa aunque hay que reconocer que esta ofrenda de sacrificio no ha sido ni será en vano.

Esta realidad de violencia institucional y/o violencia cultural estructural es la que se pretende ocultar poniéndonos de frente solamente los resultados de la violencia personal o interpersonal. Ya usted podrá darse cuenta en otra manifestación de la violencia institucional y cultural estructural como con la excusa de una campaña contra el narcoterrorismo por un lado fumigan las tierras habitadas por campesinos/as, afro-colombianos e indígenas con la intención se llevar a cabo un desalojo, mientras que las tierras que ya fueron desalojadas no las están fumigando. O sea, que con la excusa del narcoterrorismo realizan desalojos en unas tierras que son ricas en recursos naturales. Es por esto que ya existen una serie de megaproyectos para estos territorios que solo dejaran como resultado la privatización de la nación colombiana y la incautación de su patrimonio nacional.

Por lo tanto, sigamos construyendo el acompañamiento con la justicia en general y con el pueblo colombiano en particular, hasta que podamos ver la realidad de una paz con justicia.

P. Luis Barrios
Iglesia San Romero de Las Américas
New York, New York
lbarrios@jjay.cuny.edu

https://www.alainet.org/fr/node/124117
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