Agro Ingreso: ¡Seguro!

15/10/2010
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Años después del escándalo, el escándalo no para. Las advertencias que se hicieron hace un par de años sobre las enormes ilegalidades que se tejieron detrás del programa Agro Ingreso Seguro –AIS- que en aquel entonces bajo el manto del embrujo uribista fueron cubiertas por inmensas cortinas de humo, hoy parecen retornar a la luz para mostrar el talante de la política agraria del Gobierno Uribe, y sus firmes compromisos con sectores de la sociedad profundamente ligados al dominio tradicional de la tierra, algunos tradicionales y reconocidos y algunos con antecedentes poco edificantes y oscuros.
 
Las acusaciones que narcos, paras, reinas, terratenientes, artistas y otras especies de la farándula, muchos de ellos, nuevos ricos que emergieron en la era uribista, se beneficiaron de manera indiscriminada de subsidios del Estado, parecen haber sido totalmente ciertas, y no acusaciones de los que Uribe y su séquito inmediato denominaban “enemigos de la patria”, “terroristas” y “guerrilleros”. La cortina de humo de la lucha contra las FARC escondió durante 8 largos años una serie de abusos y exabruptos de los cuales AIS solamente es la punta de iceberg, pero que se complementa con falsos positivos, chuzadas, DMG y otros escándalos que aún no le pasan factura al régimen que ya amenaza oposición a su heredero con el fin de que lo cubra con el manto de la impunidad.
 
Pero lo de AIS hay que verlo más allá del escándalo de temporada, AIS representa un nuevo tipo de política agropecuaria que cambió el viejo lema de “La tierra para el que la trabaje” por el de “Tierra para el que la tenga, y tenga plata para mantenerla”, con ello el debate por la tenencia de tierras parece haberse decidido a favor del terrateniente, en contra del pequeño y mediano campesino, de la gran hacienda contra el minifundio la mediana propiedad, de la premodernidad y el feudalismo contra la modernidad, de la plutocracia contra la democracia.
 
Es ese y no otro el debate que encierra AIS, el Estado definió durante 8 años una política de tierras consistente en legalizar el desplazamiento forzado y el saqueo, porque no hay que olvidar la filosofía de la felizmente fallida ley de tierras, que les permitía a quienes ocuparon de manera ilícita predios que habían sido abandonados por efecto del desplazamiento causado por la violencia paramilitar, legalizar su tenencia con tan sólo cinco años de ocupación y sin necesidad de demostrar títulos sólidos, y menos en municipios donde las autoridades encargadas de emitir estos títulos estaban o cooptadas o amenazadas por el paramilitarismo. Con la creación de AIS el Estado bendijo muchas de estas ocupaciones con subsidios, permite que las tierras que no habían sido beneficiadas con ningún tipo de inversiones, pudieran recuperar su capacidad productiva, pero ahora con nuevos dueños, pero aún peor, le dio plata a los poderosos para que lo fueran aún más, toda una política de concentración de la riqueza y emprobrecimiento generalizado del agro.
 
Pero es más grave, como en la corrupta Roma de los Claudios, se destinaron cuantiosos recursos públicos para beneficiar a las “reinitas” favoritas del aprendiz de brujo que ocupaba el ministerio de Agricultura, para beneficiar a la clientela política de Uribe –especialmente con familias poderosas de la Costa Atlántica- y una serie de nuevos ricos que se habían hecho a la sombra del régimen y que respiraban una nueva cultura de sombreros `vueltiaos` e himnos con mano derecha en el corazón, mientras la izquierda la hundían en las empobrecidas arcas del Estado, reclamando recursos públicos como si fueran regalos de navidad e invirtiéndolos en tierras que dudosamente son hoy más productivas que antes, y eso si repitiendo el discurso “antiterrorista” que tantos réditos ha producido como forma de evitar el ojo escrutador e inoportuno que denunciara sus delitos.
 
AIS no tiene solamente el pecado original de ser un acto de corrupción más, es peor que eso: una burla a los 5 millones de colombianos a los que les fueron saqueadas sus tierras, y que hoy deambulan por las calles tratando de sobrevivir de cualquier manera, una burla a una Constitución que habla de equidad; justicia como principios centrales pero que a cambio ha recibido desigualdad y atracos a manos llenas, una burla a los colombianos que no tenemos ni ascendientes dueños de caballos de paso, ni somos amigos de narcos, ni maridos de reinas de belleza, pero que si pagamos impuestos y soportamos a las insufribles clases de nuevos ricos que nos atropellan en las calles, nos insultan en las aceras y se creen los dueños de esa finca llamada Colombia que Uribe repartió a manos llenas.
 
Y el proceso disciplinario abierto por un procurador que se ha mostrado en no pocas ocasiones afín a los lacayos del Gobierno Uribe, nos da la dimensión de lo graves que deben ser las pruebas que reposan en manos del ente de control. Pruebas que desde ya se saben incontrovertibles: un programa sin mínimos controles para el seguimiento en el uso de los recursos, sin mínimos controles para revisar la asignación de los subsidios muchos de ellos entregados a dedo desde el mismo ministerio por lo cual es que realmente están comprometidos tanto Arias como Fernández, falta de control en la división irracional de predios que permitió que el mismo beneficiario recibiera varias veces el subsidio, incluso con la ayuda de testaferros, faltas de controles sobre a quienes se otorgaban subsidios, son entre otros los “descuidos administrativos” como llama el ex - ministro Arias a su gestión del programa AIS, pero que en realidad son actos que deterioraron y perjudicaron el patrimonio público, aparte de ser una demostración del filibusterismo con que actuaba la camarilla de favoritos del presidente con las Finanzas del Estado.
 
Nunca un Gobierno saliente había estado inmerso en tantos escándalos y conflictos con otros poderes del Estado como el de Álvaro Uribe, la pesadilla del embrujo autoritario parece haber despertado a una realidad en la que un país intenta recomponer el rumbo perdido, quizás tarde y quizás con las herramientas erróneas, pero el papel que el nuevo ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo intenta jugar –así sea retóricamente- marca un punto de diferencia enorme frente a lo que venía siendo la política agraria en Colombia.
 
Lamentablemente mucho de lo que ya se hizo no se va a recomponer, las “reinitas” no devolverán los recursos, las tierras no serán más productivas, los desplazados no volverán a sus tierras –o por lo menos no todos-, el campo no será un verdadero centro de paz y justicia social y desarrollo económico…pero por lo menos no será tampoco la pesadilla en que el uribismo la había convertido, lo único seguro de AIS es que marcará una página oscura en la historia del país, y sus consecuencias se harán sentir en el largo plazo.
 
Nota: Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad expresa del autor y no comprometen en ningún sentido a la institución para la que trabajo.
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 228, Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
 
https://www.alainet.org/fr/node/144895
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