Avería en la epopeya olímpica del zarrapastroso cultural
- Opinión
En este contexto histórico de la cultura capitalista en crisis de su expansión, el vocablo apátrida alcanza una semantización harto sofisticada; y deviene en correspondencia de éxito.
“Confrontamos un alejamiento de la historia de las resistencias y luchas del pueblo cubano, y una escasa o adversa valoración del período de 1959 a hoy, sobre todo por desconocimiento de sus hechos, sus problemas y sus logros. Existe deterioro del orgullo de ser cubano. El sistema de educación es débil y el de medios de comunicación está lejos de cumplir sus funciones." Fernando Martínez Heredia.
Recién finalizada la Olimpiada Rio 2016 y con el hedor a “samba con impeachment” aún en el ambiente, debo confesar que los resultados de la delegación cubana no fueron exactamente los esperados. Excitados por una ingenuidad irresponsable no pocos periodistas de los medios cubanos lanzaron pronósticos peregrinos que engurruñaron algunos corazones locales en la isla.
Las 124 personas que formaron nuestra delegación deportiva a los Juegos en su mayoría hicieron el máximo de esfuerzo por no desencantar a sus coterráneos que frente a la pantalla del televisor seguían paso a paso los avatares de las diversas disciplinas que gracias al alto nivel científico alcanzado en los últimos años –sobre todo a partir de la Olimpiada de Barcelona en 1994, donde según los analistas del deporte económico neoclásico se experimentó la llamada “revolución de los negros”-, hace cada vez más complicado por exigente la obtención de alguna medalla; no importa el color o el lugar en el podio de premiaciones.
Vivir, entrenar y representar a un país ubicado dentro de la dimensión imperialista de “tercer mundo”, significa la manifestación de un sentido de la dignidad, la lealtad; de la autoestima que no está de moda en el contexto histórico de la cultura capitalista que se experimenta en la actualidad, donde la persecución obcecada tras el éxito a toda costa, el individualismo más imbécil e inhumano; y un desprecio andrajoso por la propia identidad cultural equivalente al grado pertinente de cultura política priman por sobre valor social alguno.
El brío que el señor ¿Temer?, actual “regente” de la presidencia brasileña tras el golpe de estado “blando” al que algunos “obamamente cultos” denominan impeachment, desplegó por debajo del tapete para proveer de pan y circo a la empobrecida mayoría poblacional del país, resultó insuficiente. Sin restarles autoestima a los deportistas locales y a las personas que participaron en su organización de los Juegos percibimos cierto aburrimiento engorroso en los espectáculos de inauguración y clausura. El verdadero show comenzará cuando el pueblo del Brasil tenga que erogar el mogoñón de cientos de millones de dólares que cuesta darse un lujo como ese dentro de la actual crisis capitalista. De pasada viene a la mente lo que sudó Montreal cuando los Juegos Olímpicos de 1976. Según los entendidos en la materia estuvieron durante la friolera de treinta años pagando el “pato”.
Por cierto, durante las transmisiones especiales de la sección deportiva de Tele Sur no apareció en la tabla del medallero atisbo alguno de los éxitos de Jamaica (u otra nación caribeña que no fuese Cuba) cuyos atletas como en el caso de Ussain Bolt representaron a sus países y a nuestra región; deberían los de la cadena multinacional enmendar el borrón.
Pero el motivo de este análisis no tiene como objetivo comentar los resultados competitivos de esa justa; sino volver a “los conejos de España” que esta vez si puede que impliquen a la antigua metrópoli colonialista que eternamente padece la pesadilla de ser “madre” de algo.
Cubadebate publicó hace dos días la marginación que padeció Willy Toledo,i(1) actor y productor español cuando Facebook le cerró durante un mes su acceso debido a la crítica expuesta por el intelectual a partir del haraposo rol que protagonizó el vallista Orlando Ortega, quien al conquistar la medalla de bronce en su especialidad de pista ultrajó a su país y a él mismo cuando decidió libérrimamente representar a la “madre patria” (bueno, la madre putativa porque él es una persona negra nacida, descubierta como atleta y entrenada en Cuba socialista), que decidió competir por España y pasearse exhibiendo a la bandera monárquica rechazando públicamente a la enseña cubana; ¿le habrá robado el puesto en la delegación “gaita” a algún protestón inconforme de allá? El asunto es que el criterio de Toledo no ha sido bien recibido en Facebook, que parece intentar estimular la deserción infecta que ofrece traición a cambio de un sándwich de jamón curado y una pinta de cerveza “San Miguel” (fue comercializada en Cuba); de esas que da un dolor de cabeza que arranca los pelos. ¡Le deseamos la mejor digestión posible!
Pero nuestra preocupación concierne al proceso de rectificación radical socialista para sustentabilidad de nuestro proyecto emancipatorio, ahora que durante la etapa de normalización (posible) de las relaciones bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos experimenta un momento harto delicado; de mucha presión cultural (política) angloestadounidense para que nunca cambie algo de lo que debe ser cambiado en dicha rectificación.
Cuba experimentó, gracias a la Revolución Socialista de 1959/61 una profunda etapa de esplendor deportivo a nivel local e internacional que se extendió aproximadamente hasta finales de los noventa del siglo veinte. La entrada del país en la crisis de los noventa del siglo XX, desató la imposibilidad de mantener los niveles alcanzados en una cantidad considerable de disciplinas deportivas, y por ende descendieron los resultados al efecto. Para inicios de la Olimpiada de Londres la Escuela Cubana de Boxeo y algunos deportes de combate como el judo y la lucha aún podían guapear a nivel internacional. Otros deportes colectivos como el volibol o el hándbol sufrieron y aún padecen las secuelas de la crisis. Los lugares de entrenamiento sobre todo para el atletismo la natación y el clavado, casi todos en espacios abiertos se degradaron hasta lo insostenible. Hubo y hay nombres en el atletismo con reconocimientos, pero amenazados por la insustentabilidad material. La comprensible falta de topes internacionales, de indumentaria adecuada, de financiación… de suficiente responsabilidad institucional.
Para colmos, de esa crisis emanó una estrategia que puede ser semantizada como instrumento válido de la GNC; el asedio al beisbol como deporte nacional y emblema de la identidad cultural de la isla.
A riesgo de aparecer como machacón apelaré a algunas notas publicadas en el 2014.
En aquel momento reflexionaba que en la madrugada del verano del año 2000 en que el béisbol cubano perdió su medalla de oro olímpico contra un equipo norteamericano compuesto por profesionales, entrenado no para creer sino para hacer las cosas con la efectividad de una máquina, nos enseña que la persistencia debe tener una metódica (técnica), un estilo. Y una cultura para todo. Los hombres de nuestro equipo no tuvieron la culpa, son excelentes personas y atletas, pero esas gentes -EEUU- estaban defendiendo un “modo de vida”, un modo (y no un sentido) de la vida basado en la felicidad de una tranquilidad material, que únicamente les ofrece la alternativa de salir ganadores aunque tengan que vender su alma. La imagen exitosa de los ganadores políticamente deslocalizados; aun si huérfanos de identidad cultural. En algunas ocasiones hay que hacer las cosas con “precisión de máquinas” para alcanzar y dignificar grandes valores humanos. Aún no es suficiente la dignificación del modo de vida de nuestros peloteros (y atletas en general) durante los campeonatos nacionales –a pesar del reciente aumento salarial-; y del contexto de donde provienen. Una provincia vive para defender los colores de su equipo de béisbol en la serie nacional, algo que es un privilegio en un país pobre como Cuba.
Desde la tradición de un patrimonio cubano que tiene más de un siglo. El béisbol, específicamente es también un “texto” semiótico de la cultura cubana, que no se limita a victorias o derrotas en torneos internacionales. A la competitividad monda y lironda; banal.
La rectificación radical hacia una transición socialista sustentable, a través de una praxis política en democracia amplia por empoderada, será lo que haga emerger con nuevos bríos a la sustentabilidad material y espiritual, a su auto(re)producción también pertinente. Y junto con ella a la diversidad cultural en su pluralidad de manifestaciones, a nuestro movimiento deportivo, y al béisbol mismo. Para ese momento casi estará resuelto el conflicto de marras entre profesionalismo y profesionalidad.
En la Habana, para ser objetivos, hubo mucha más expectación por el concierto de los
Rollings Stone el 25 de marzo del 2016, y por la final de la Serie Nacional de Beisbol el 26 del propio mes. Y sobre todo por el próximo Congreso del PCC en abril. No era Barack Hussein Obama una personalidad ni mucho menos popular aquí. El pueblo cubano es sumamente hospitalario con los visitantes; pero jamás pierde la memoria. Y cuando una porción de esta parece desvanecerse, tarde o temprano recibe algún batacazo que la despierta.
El reto urgente para el proyecto socialista cubano es económico, pero sometido políticamente al grado cultural pertinente para la aplicación de una praxis con que salvaguardar y ampliar democráticamente el espacio de justicia social logrado –y el necesario que nos resta por alcanzar- para que dicho reto no desplace al proyecto hacia la autoproducción burguesa. La pugna contra dicha autoproducción, políticamente se extiende hacia toda la dimensión cultural diversa del proyecto de emancipación, dentro y fuera de nuestra cotidianidad. En un país bloqueado por una guerra económica y política con más de medio siglo impuesta por los gobiernos de la hegemonía “unipolar” angloestadounidense, propietaria privada (hoy global) desde hace un siglo del terreno de juego, de los guantes, el bate y la pelota, impedir que una expresión de la espiritualidad cubana tan fuerte como su deporte nacional (béisbol) emergiese como un triunfo político, siempre ha formado parte de aquel asedio. Y el pueblo políticamente organizado de la Isla se lo tomó –y aún se lo toma- muy en serio. Es una porción harto sensible de esa justicia social acumulada. Lo que implica al consumo sostenible de “vitaminas” caras a la autoestima, para la resistencia contra un mundo cada vez más, pasivamente acodado en una desigualdad insoportable. El béisbol en Cuba es, semióticamente, un “texto” de su cultura; y no cualquier otro deporte. En un país acosado por el más esquizofrénico bloqueo integral donde la disponibilidad de transporte público es una agonía que puede llevar al más pinto al Cuerpo de Guardia de un hospital psiquiátrico. Incluso, en días no laborables La Habana, su capital concebida inicialmente -1959/61-, para unos 600 mil habitantes hoy padece más de tres millones de personas, que incluye a una población flotante insuficientemente precisada por las estadísticas. Su estadio Latinoamericano, de béisbol, que posee una capacidad para alrededor de cincuenta mil asistentes, se desbordaba durante un partido importante, sobre todo si jugaba el emblemático equipo Industriales. Las personas que acuden deben, en un porciento no despreciable, salvar distancias de alrededor de sesenta kilómetros; es decir, todo un día laborable, o de asueto agobiante debido a la calamidad del transporte público. Y a otras incomodidades que no sacaré a colación. En medio de la crisis económica más cruenta de los últimos sesenta años, que aún no termina, asumen ese sacrificio aun cuando los juegos se transmitan por la televisión. Esa pasión tiene una fuerte implicación política. Y es muy recomendable tener cuidado con la despolitización como herramienta categorial. El imperialismo angloestadounidense la utiliza con fines subversivos, sobre todo durante los avatares de las guerra cultural y la GNCii(2) que ha impuesto. La respuesta a ese intento de despolitización (politizada) es culturalmente política. Otra reacción significaría hacerles el juego. Todo es político.
Esa guerra cultural no es nueva, sino que en los últimos tiempos se ha potenciado por parte de la plutocracia capitalista –en su incesante acopio parasitario de plusvalía-, al ser ésta la dueña privada del béisbol a nivel global, de sus implementos. Y de la ejecución mundializada de las normas para acceder a ellos. Las disciplinas deportivas devinieron, a través de esa transnacional que es el COI (Comité Olímpico Internacional) y su propiedad privada sobre los Juegos Olímpicos, en la materializaron del despliegue total de una ocupación casi militar sobre el negocio de los espectáculos deportivos como parte de la ya no tan emergente tercerización de los servicios, con que apuntalar a la misma economía improductiva por neoclásica, angloestadounidense; sometida a la deslocalización y la desregulación que su plutocracia ha impuesto con el objetivo de rebajar brutalmente los costos de inversión social, mediante abaratamiento de los salarios y precarización de las condiciones de trabajo en los países hacia donde se han desplazado (deslocalizado) los procesos productivos. Y de donde mediante de la cooptación espuria trasladan a atletas destacados desde sus naciones empobrecidas hacia los centros de la autoproducción burguesa; y que no para mientes en sus implicaciones políticas de sus intereses de expansión. La conspiración entre los EEUU, la OTAN y la UE con Rusia para vetar su participación en los Juegos Olímpicos del 2016 es un ejemplo; sin perder de vista a ese exiguo, y ridículo por criminal “equipo de refugiados” –ensamblado por el COI para su participación en los Juegos de Rio 2016, al margen de un aporte real con que paliar el drama de los desplazados a la fuerza de sus lugares de origen-, procedentes de países trastornados por las guerras imperialistas locales que la hegemonía capitalista misma provoca y desata. En ese sentido, resulta muy curioso que el béisbol controlado como negocio por casi cien años desde la llamada “gran carpa” o Grandes Ligas, nunca fue interés puntual para su inserción en los Juegos Olímpicos hasta que el COI devino en la transnacional del entretenimiento que es hoy. Y una vez que logró ser insertado en los juegos su permanencia fue relativamente corta. ¿Las causas? Fueron varias, pero entre las esenciales, está en el hecho de que los partidos de béisbol duran “mucho” tiempo, y les falta emotividad, el fuerte contacto físico e hiperkinesis que caracteriza a deportes como el fútbol (soccer) o a las disciplinas del atletismo. Existe una explicación al respecto: según la tradición (cultura) beisbolera angloestadounidense, ya globalizada, a un estadio de béisbol se va a consumir mucha bazofia digestiva y espiritual. Mientras el fanático esté en el estadio disfrutando del juego se la pasará masticando o bebiendo, comprando símbolos de sus equipos y debatiendo con los otros al tiempo que continúa masticando, bebiendo y tragando (consumiendo); mientras descifra una cantidad abrumadora de pautas que conforman un reglamento históricamente muy extenso. Mucho más complicado hoy por la sabermetría. Precisamente conocer de béisbol es ya un ejercicio intelectivo relativamente complejo. Personas en Cuba –o en el exterior- a las que no les gusta ese deporte, y cambian de canal televisivo sin pensarlo dos veces, generalmente se quejan de lo complicado de sus reglas. Y de cuánto hay que esperar para que suceda “algo”. Cuando, en realidad, siempre está sacudiendo “algo”. A partir de la tercerización global de la economía capitalista y del auge de la acumulación parasitaria o rentista de capital como una norma desde el fundamento neoclásico, esa asociación internacional de béisbol con sede y amplia participación financiera angloestadounidense, cuyo negocio principal son las Grandes Ligas y su supuesta serie mundial, se dio a la tarea primero de insertar el béisbol en los Juegos Olímpicos, extender la práctica de ese deporte incluso a países del antiguo campo socialista, el resto del sur latinoamericano; apalancarlo en el Asia y el norte africano. Y como colofón, fundar un Clásico Mundial cada dos o cuatro años (ya va por su tercera edición) para la prospección de nuevos jugadores que alimenten a sus equipos de las ligas profesionales estadounidenses. ¿Estados Unidos no ha ganado aún uno de esos Clásicos? No es muy importante, porque compra y vende, recibe y despide a jugadores de todo el mundo. Haber jugado dentro de las Grandes Ligas es un palmarés indispensable para cualquier atleta en ese deporte. Es llegar a ser un “profesional” no solo por la destreza alcanzada, a su vez por la acumulación financiera considerable que se puede atesorar. El dinero de la “gran carpa” sigue fluyendo. Regresar a las Olimpiadas es esencial en la expansión global del negocio. Los Estados Unidos es el primer país del mundo que nació capitalista; lo que exige una actualización persistente de su hegemonía como condición de su excepcionalismo político. Pese a la diversidad del origen cultural –“multiculturalismo”- todos los atletas que pasan por, o aspiran a pasar por la “gran carpa” son “americanos” de nacimiento o de propiedad.
El amateurismo no perdió contra el deporte profesional, solo se transformó en la supra-especialización del trabajo que caracteriza al post-keynesianismo del mercado laboral capitalista por lógica –que hoy se extiende a muchas disciplinas deportivas y sus federaciones-, desde la interrelación entre economía neoclásica y neoliberalismo también atrapó al béisbol de “fly”. Los lanzadores ya no batean, se especializan en abridores, relevistas de tiempo corto, medio o largo, en matadores (o killers); cuyos lanzamientos ya alcanzan o rebasan las cien millas por hora. Hay bateadores designados que cubren el antiguo turno del lanzador al “plato”, pero no van a servir al terreno. Están –les pagan- solo para batear. La preparación física es esencial, al punto de que si uno no alcanza un volumen considerable de masa muscular es preferible que se siente en las gradas, porque la preparación física que se exige solo es posible dedicándose a ella, como un monje, a tiempo completo. Un lanzamiento a noventa millas o más de velocidad, solo se puede “adivinar” tras muchas sesiones de entrenamiento para perfeccionar una coordinación de movimientos harto precisa al hacerle swing a la pelota. Exige de una coherencia y fuerza en la cinética muscular y de sentidos (que solo aporta el entrenamiento permanente) a un nivel de destreza digna del Circo del Sol. Si a eso se suma la fuerte competencia inherente a la misma cultura del capitalismo, jugar como aficionado solo puede aplicarse al patio de su casa, o a los domingos de solaz con los amigos. ¿Entonces? Aún estamos muy lejos de un utópico amateurismo des-mercantilizado -¿lo alcanzaremos alguna vez?- del juego solo para divertirse un rato y compartir, comunicarse con los otros como manifestación climática de la cultura. ¿Y el espectáculo? El deporte se ha convertido en una de las fuentes más lucrativas del acopio rentista de capital –su valor de cambio- en una economía harto tercerizada. Todo se vende y se paga de manera lucrativa. Máxime si cada jugador estelar, cada poseedor de algún récord relevante deviene en símbolo de la biologización del escogido para el éxito, del exclusivo en la sociedad de consumo que es la sociedad que predomina exactamente ahora. De quien deja de ser latino, negro o indígena, pobre, inmigrante indocumentado (ilegal) o excluido para devenir en individualidad de referencia mundial a salvo de las vicisitudes y carencias materiales en la vida real existente; del jet set digitalizado por desmantelar. ¿Adiós a la pobreza, al desamparo, al desempleo concomitante, a los sacrificios ineludibles en pos de un cambio radical socialista? Los atletas continúan cruzando hacia el “norte” alegórico. Todos los caminos van al “I♥ NY” si se desea brincar a esa “gran carpa”; es decir, al éxito egoísta e individualizado. Es imposible, de facto, cumplir un horario de ocho horas de trabajo en una fábrica o una oficina, sacrificar el resto del tiempo para jugar béisbol, por ejemplo, y hacerlo con un nivel de profesionalismo que pueda confrontarse con la cota alcanzada por el béisbol profesional imperante. En el capitalismo del siglo XXI es una quimera siendo un trabajador o un desempleado, practicar un deporte para divertirse; y a su vez delectarlo con profesionalismo. Eso podía ser posible hace medio siglo atrás, más o menos. Hoy practicar un deporte como el béisbol es una profesión; y no para cualquier persona. Incluso, el nivel de alfabetización elemental es insuficiente. La complejidad misma de sus normas y reglas exige un nivel de instrucción que alcance al universitario. La tecnofilización de la cultura que ha impuesto el reajuste neoliberal de la sociedad capitalista obliga a “estudiar” el desarrollo de la concentración máxima en los entrenamientos y en el campo de juego. Salir al diamante está ya lejos de significar una distensión en la estresante vida cotidiana, hay miles de millones de dólares en riesgo. Si fallas nadie te pasará la mano, quedas fuera del mercado y terminas, en el mejor de los casos atendiendo a niños en un terreno de barrio. O de pushing back. El amateurismo seguirá siendo una quimera mientras exista autoproducción burguesa hegemónica. El mismo olimpismo tal y como nació es ya mitológico. El amateurismo es hijo de la libertad pero ella “existe” a nivel global solo desde el fundamento anclado en la polarizada desigualdad del excepcionalismo en la cultura política angloestadounidense; de libertad en la desigualdad, que Samir Amín dilucida como igual al salvajismo. Lamentablemente si el amateurismo desde la cultura socialista se inserta en el mercado capitalista: pierde. El deporte no es aún expresión de libertad –lo que tiene una implicación política ineludible- sino de acumulación parasitaria de capital como relación de poder. Es una esclavitud “posmoderna”, en ocasiones lucrativa para el explotado; que por ello no deja de serlo. Enfrentar a la “profesionalidad” amateur contra el “profesionalismo” de la sociedad capitalista es freír un huevo en la palma de la mano, bajo la luna llena, sentado sobre una piedra a la orilla del mar. Ubieta comentó con pesar que “la derrota momentánea del amateurismo –que no es la victoria de la profesionalidad, sino del profesionalismo–, es una de las consecuencias naturales de la derrota momentánea del socialismo. Es poco serio discutir sobre la real o supuesta merma de calidad en los equipos cubanos, si no mencionamos el continuado desangramiento que producen las deserciones (el robo) de peloteros consagrados y de talentos en desarrollo.”iii(3) ¿Verdad? ¡No fastidies, chico! Es parte de las, guerra cultural y la GNC imperialistas contra Cuba. “¡Es la política, estúpido!”. Y para colmo de males las insensibles restricciones de las leyes extraterritoriales angloestadounidenses contra Cuba impiden que nuestro país pueda acceder a un centavo de cobro por la participación de un equipo de la Isla en un campeonato o serie con profesionales adscriptos a, o contractualmente relacionados con las Grandes Ligas. Recordar la Serie del Caribe 2014 en Isla Margarita. De regresar el béisbol a las Olimpiadas será muy probable que la plutocracia beisbolera angloestadounidense se adueñe del espacio de operaciones correspondiente. Así tendremos al perro corriendo detrás del conejo, como siempre. Las derrotas deportivas significan lo que las condiciones de sustentabilidad material, política y económica de una cultura semanticen. Si tenemos que “bailar” a lo “americano” para sentirnos tranquilos en ese aspecto nos estaríamos haciendo muy enjuto favor. La conservación y crecimiento de la autoestima como aspecto esencial del proyecto de emancipación social radical socialista, está por sobre victorias o derrotas deportivas circunstanciales. Y en la masificación deportiva sustentable con que realizarnos culturalmente, mediante una praxis política socialista pertinente para el avance y la eficiencia económica. Pero en no pocas ocasiones parece que nos lo estamos jugando todo a un partido de béisbol. Tendremos las condiciones de desarrollo en el grado de sostenibilidad que nuestro proyecto socialista alcance.
No pronosticar con antelación pertinente los posibles problemas físicos o psicológicos de un competidor en la arena olímpica (al margen de los imprevistos), las sobrecargas de entrenamiento en condiciones no ideales, forzar la integración de equipos en disciplinas en las que evidentemente no haremos un buen papel. Dejar que algún atleta se arriesgue a un “papelazo” con la esperanza peregrina de que el “burro tocará la flauta”; y así malgastar los pocos recursos y las finanzas de un país bloqueado integralmente por la política angloestadounidense desde hace más de medio siglo. Subvalorar la preparación en cultura política equivalente al grado pertinente de cultura general de un atleta cubano, puede ser casi un crimen contra la nación, la cultura y el orgullo de ser cubanos.
Si alguien desea “pasear” por el mundo, que trabaje y reúna el dinero del pasaje y el pasaporte. De muchísimas cosas hay que inhibirse aquí dentro de la zona bloqueada para avituallar decentemente a un representante del país. Todo, es política. Y en Cuba el deporte es un derecho del pueblo, y no “oportunidad” de; gratuito porque está dentro del contrato social, al igual que la educación y la atención médica a todos los niveles.
En las Olimpiadas y certámenes mundiales, ya estamos acostumbrados a ver africanos bien prietos compitiendo por países como Alemania, Dinamarca, Suecia, Suiza, Croacia, Italia, España… Para los intereses del imperialismo el término apátrida ha dejado de ser una mancha para devenir en sofisticado elogio del éxito individual.
i Ver: Cubadebate. Cierran cuenta de Willy Toledo en Facebook luego de denunciar su propio linchamiento mediático. 22 agosto 2016.
ii Ver: José Ramón Rodríguez Ruiz. La Guerra No Convencional de EE.UU. contra Cuba (4ta Parte y final). Cubadebate. 29 mayo 2015
iii Enrique Ubieta. La serie del Caribe y Cuba. Crónica de una muerte deseada. Rebelión. 11-02-2014. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180654&titular=cr%F3nica-de...
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