El tratado contra las armas nucleares ya está aprobado, ahora toca ponerlo en marcha
- Opinión
La Asamblea de las Naciones Unidas ha aprobado el 7 de julio el tratado sobre la prohibición de las armas nucleares, que será jurídicamente vinculante cuando alcance el número previsto de ratificaciones.
El tratado considera que un mundo libre de armas nucleares es un bien público mundial y se basa en los principios y normas del derecho internacional humanitario. Fija la prohibición de “desarrollar, ensayar, producir, fabricar, adquirir de cualquier otro medio, poseer o almacenar armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares” y también prohíbe –y esto podría afectar a España- “el emplazamiento, la instalación o el despliegue de armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares en su territorio o en cualquier lugar bajo su jurisdicción o control.”
Este objetivo de eliminar las armas nucleares ha sido un elemento fundador de las Naciones Unidas. De hecho, su primera resolución, el 24 de enero de 1946, ya hacía un llamamiento a la eliminación de las armas nucleares y, a trancas y barrancas, muchos gobiernos han aprobado –con lagunas y agujeros- otros tratados como el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares, o de prohibición de armas biológicas, químicas, minas anti-personas y bombas de racimo. También hay que recordar los precursores tratados de zonas libres de armamento nuclear, como los de Tlatelolco que hace 50 años prohibió la introducción de armas nucleares en América Latina y el Caribe, tras la crisis de los misiles en Cuba en 1963; el del Pacífico Sur (Rarotonga,1985); Sudeste Asiático (Bangkok, 1995); África (Pelindaba, 1996, posible tras el abandono de construcción de bombas atómicas por parte de Sudáfrica, aunque no pudo evitar los escarceos de Libia); Asia Central (2006); y por último, Mongolia. En total, son 116 los países los que forman parte de los tratados de zonas de libres de armas nucleares. En esos países, y otros, como Irán, puede intervenir la Agencia de Energía Atómica para realizar inspecciones y verificar la inexistencia o no de armas nucleares. No así en otros, particularmente en los que no han suscrito el tratado de no proliferación de armas nucleares, como Israel.
El movimiento contra las armas nucleares es casi tan antiguo como su existencia. Entre las personas que han tirado de este carro se cuentan desde los hibakusha, aquellos supervivientes japoneses de Hiroshima y Nagasaki, Bertrand Russell y Albert Einstein, y sus continuadores de las conferencias Pugwash,… En este sentido, hay que hacer constar la recogida de más de siete millones de firmas (muchas de ellas de trabajadores japoneses) por el movimiento sindical internacional organizado a través de la Confederación Sindical Internacional en el año 2009, reclamando que se eliminasen las armas nucleares antes del año 2020.
Pero también ha habido gobiernos remisos y contrarios al tratado, encabezados por las potencias con capacidad nuclear actual: Estados Unidos, Rusia (Bielorrusia, Kazajistán y Ucrania, acordaron con Rusia la transferencia de sus ojivas nucleares), Reino Unido, Francia, Israel, China, India, Pakistán y Corea del Norte. Junto a éstas sus aliados próximos, países de la OTAN en los que Estados Unidos tiene depósitos de armas nucleares, Bélgica, Holanda, Alemania, Italia y Turquía. Pero, por fortuna, han sido mayoría los estados que han apoyado el tratado. Empezando por el que se considera promotor, Austria, después de organizar la tercera Conferencia sobre el Impacto Humanitario de las Armas Nucleares (2014). A continuación, fue la Asamblea General (saltándose los criterios del Consejo de Seguridad, siempre dirigidos por las potencias nucleares más antiguas) la que asumió la responsabilidad y ya en el año 2016 propuso un grupo de trabajo para la elaboración del tratado jurídicamente vinculante. La UE ha sido desde el principio renuente a este tratado. Así, en la votación de la formación del grupo de trabajo, 21 de los países de la UE se opusieron (España entre ellos), 2 se abstuvieron y sólo 5 estuvieron a favor (Austria, Chipre, Irlanda, Malta y Suecia). En la votación final del 7 de julio, la Unión Europea mostró su falta de consenso y vergonzosamente pidió a sus miembros que se ausentasen de la votación, cosa que hicieron 22 (entre ellos España), repitiéndose los países a favor del tratado y encima Holanda votó en contra (¡).
El Gobierno de España mostró así su cara más sumisa a otros poderes. Contradiciendo sus mandatos.
Sí, porque en el famoso referéndum de la OTAN, en el apartado segundo se decía que “se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español”. Pero es evidente que no hacer preguntas, ni inspecciones a aeronaves y barcos, incluyendo a los de propulsión nuclear y antimisiles (que son misiles) en las bases permanentes de Bétera, Morón, Rota y Torrejón, como aparecen en los diversos acuerdos entre España y Estados Unidos y la OTAN, evita cumplir promesas y hacer las comprobaciones necesarias, hasta que haya accidentes, ojalá que no, como en Palomares o en Thule (Dinamarca).
Los gobiernos del PP, con el apoyo del PSOE entre otros, son los que ha firmado ese tipo de últimos acuerdos de no preguntar ni inspeccionar con Estados Unidos y la OTAN. Estos gobiernos del PP son los que también han llevado su oposición al tratado de prohibición de las armas nucleares de las Naciones Unidas en el año 2016. También, más recientemente, cuando el PSOE propuso en junio de 2017 una proposición no de ley para que España participase activamente y apoyase ese tratado. En esa ocasión, los del PP sabiendo que iban a perder, por el apoyo del resto de los partidos a esa iniciativa, se abstuvieron, acusando al resto de partidos de ‘buenismo’ estéril. Pero el 7 de julio, a pesar de que el cuerpo legislativo había reclamado apoyo al tratado, haciendo caso omiso, los delegados del gobierno de España se ausentaron de la sala de las Naciones Unidas sin votar a favor en ese día histórico.
La consecución del tratado nos debe de dar fuerzas para continuar la tarea de hacer un mundo más habitable, ampliar las zonas libres de armas nucleares -¿la Península Ibérica y las islas de soberanía hispano-portuguesa?-, limitar la capacidad de los países nucleares y cambiar la correlación de fuerzas para revocar la pertenencia de España en la OTAN.
Santiago González Vallejo es economista y pertenece al Área Internacional de la Unión Sindical Obrera.
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