Vámonos Patria a caminar… yo te acompaño
- Opinión
Por la recuperación económica y en defensa de la soberanía nacional: ¡Vamos pueblo!
En este tiempo de volcánicos acontecimientos que estremecen día a día a la sociedad venezolana, que marcan un antes y un después, que son en definitiva un punto de inflexión, la primera y más importante tarea política del movimiento popular es la defensa de la soberanía nacional, amenazada de manera expresa y directa por el gobierno de los Estados Unidos y sus aliados, que cuentan para el desarrollo de sus planes intervencionistas con la complicidad de un sector extremista de la derecha interna, que abandonó la vía electoral, pacífica y constitucional y optó por la violencia, y estando claro que una vez perpetrado el magnicidio en grado de frustración contra el Presidente Nicolás Maduro Moros, ese sector de la cúpula oposicionista no está dispuesto a transitar el camino del diálogo y la pacificación que ha puesto sobre la mesa el Gobierno Bolivariano.
El fenómeno de la migración es asumido como la excusa para desplegar un ataque sistemático contra la nación, los gobiernos neoliberales del área, además de participar activamente en el cerco diplomático contra el país, respaldan el bloqueo y las amenazas de invasión militar que altos personeros de la Administración Trump expresan con el mayor desparpajo; muy por el contrario, los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe, y del mundo, han levantado su voz de protesta contra tales atropellos y mantienen una digna posición de solidaridad con la Patria de Simón Bolívar.
Entre tanto, en la vida política interna del país se registra una situación particular, nunca antes las fuerzas de la derecha habían llegado a un nivel de división y atomización como el que exhiben en la actualidad, la base social que en algún momento tuvieron se les aleja producto de los serios errores que han cometido, el desprestigio de su dirigencia se agudizó cuando se fueron por el barranco de la violencia y el terrorismo, por sus continuos viajes a Washington a solicitar sanciones contra la nación, y por las agrias peleas entre los distintos grupos que precipitaron la desaparición de la Mesa de la Unidad Democrática; no son pocos los que dicen que la oposición venezolana es una calamidad.
Hay que reiterar, una y otra vez, que el cuadro político actual tiene como rasgo esencialísimo, que las mayorías nacionales mantienen un sólido respaldo al proceso revolucionario, y ello se manifestó en la victoria del Presidente Nicolás Maduro en los comicios del 20 de mayo de este año, cuando resultó reelecto para un nuevo período constitucional, en el contundente repudio al magnicidio en grado de frustración, y en el creciente respaldo al Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad, en marcha.
La nueva política económica significa un cambio trascendente, la lucha de clases se agudiza, alcanzar un equilibrio sostenido entre salario, precio y ganancia, es un enorme reto para los movimientos sociales, el PSUV y el Polo Patriótico, porque no es ésta una labor que solo atañe al gobierno, dado que un programa de tal naturaleza no es posible llevarlo adelante sin la participación unificada, directa, autónoma, vigorosa, del pueblo trabajador; este programa es una rectificación y una respuesta a la crisis económica, y la primera trinchera de combate contra los planes de agresión política y militar del imperialismo.
Para comprender en su esencia el carácter de las medidas económicas anunciadas por el Presidente Nicolás Maduro, han de ubicarse las causas principales de la situación de la economía venezolana:
La primera de estas causas, que ha de quedar expuesta aquí, es la caída brusca y sostenida de los precios del petróleo, cuyo promedio en 2014 era de 84 dólares por barril, y en 2015 llegó a 44 dólares por barril, para declinar aún más en 2016 y ubicarse en 31 dólares, luego, en 2017 se inició la recuperación de los precios del crudo y este año el promedio debe estar alrededor de los 65 dólares por barril. En un país como Venezuela, cuya economía gira en torno al ingreso petrolero desde hace ciento un años, no cabe la menor duda, que el derrumbe sostenido de los precios, se traduciría en una catástrofe económica.
A lo que habría que agregar que en 36 meses continuos de caída del ingreso, se pagaron 74 mil millones de dólares por concepto de deuda externa, sin ninguna posibilidad de refinanciarla, como lo hace cualquier país, ni mucho menos obtener dinero fresco para atender las más urgentes necesidades, producto del bloqueo financiero del gobierno estadounidense.
Pero la situación tiene otra vertiente, peligrosa, muy delicada, desde dentro de PDVSA una nueva oligarquía actuó en la dirección de paralizar lentamente la exploración, extracción y comercialización del crudo, con lo que se provocó una baja sustancial de la producción de petróleo y gas, además del impacto negativo que sobre la estatal petrolera tuvo sostener una política cambiaria, que fue correcta en un determinado momento, pero que se convirtió en una rémora al experimentarse profundos cambios en la realidad económica, el resultado, entonces, ha sido la conjunción de dos factores: la abrupta caída de los precios y el declive de la producción de petróleo y gas.
Ha de resaltarse un hecho de capital importancia, el Jefe del Estado tomó decisiones dirigidas a reestructurar y sanear a PDVSA, y en esa dirección avanza, y además, actuó de manera directa en la compleja tarea de alcanzar los consensos indispensables en la OPEP, y con los países exportadores que no pertenecen a la OPEP, así como también en el Foro Internacional del Gas, para llegar a acuerdos que equilibraran el mercado de los hidrocarburos, lo que posibilitó la recuperación progresiva de los precios.
La segunda causa que se puede señalar, dada su incidencia en la economía, es la decisión del Gobierno de los Estados Unidos de declarar a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad de la primera potencia militar del planeta, y, adicionalmente, aunque ya estaba en marcha de manera silenciosa, el Presidente Donald Trump emitió un Decreto en 2017, mediante el cual oficializa el bloqueo a las transacciones financieras internacionales de la República.
Bajo la conducción de Washington, Venezuela es hoy víctima de un bloqueo financiero, de una feroz campaña mediática mundial y de un cerco político–diplomático, al que se han sumado algunos gobiernos neoliberales del área. Una situación como esta ha sido posible por el viraje en la correlación de fuerzas en América del Sur, tras la victoria electoral de la derecha en Argentina, (2015); el golpe ‘parlamentario’ contra la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, (2016); y el “golpe desde adentro” en Ecuador -variable andino/amazónica del caballo de Troya-, una vez que asumió el cargo el nuevo mandatario de ese país, (2017); y no podría soslayarse el derrocamiento del presidente Fernando Lugo en Paraguay, (2012). El aparato del poder imperial ha empleado ‘todas las formas de lucha’ para liquidar la democracia, quebrar al “núcleo duro” de la integración regional, y restaurar el neoliberalismo. Tomemos nota.
La derecha es antidemocrática e intolerante, violenta y golpista, actúa en función de aplicar la política exterior de los Estados Unidos, a la que se han subordinado de la manera más vergonzante. Pero, al mismo tiempo, y bajo ningún respecto se puede dejar de subrayar que las movilizaciones populares se multiplican en toda la región, el proceso ALBA-TCP se mantiene firme, y en el amplio y plural espacio político que constituye el Foro de Sao Paulo, la solidaridad con la Revolución Bolivariana es la primera prioridad. Derrotas y victorias se suceden en medio de un complejo panorama, porque así son los cambios políticos que reivindican los derechos de los pueblos.
La tercera causa de la crisis de la economía venezolana no es ninguna novedad, ha sido estudiada por destacados científicos sociales, no se circunscribe a los movimientos zigzagueantes que toda realidad económica comporta, ni a las oscilaciones de los precios de los hidrocarburos, ni a errores u omisiones en las que haya podido incurrir el Gobierno Bolivariano, se trata, pues, de un “momento histórico” –para emplear la fraseología de la filosofía clásica-: el modelo de desarrollo del capitalismo rentístico colapsó.
Se puede afirmar –a manera de síntesis- que la economía venezolana ha sido torpedeada por el brusco y sostenido derrumbe de los precios del crudo y de la producción petrolera, el bloqueo a las transacciones financieras internacionales, y el colapso del capitalismo rentístico, y todo esto tiene lugar en medio de una aguda confrontación política, factor a tomar en cuenta, dado que está demostrada la infertilidad de los análisis económicos que no incorporan el problema de las relaciones de poder.
Recuperación, crecimiento y prosperidad
La caída del ingreso petrolero, -del cual una parte sustancial es renta internacional de la tierra o renta petrolera-, provocó un grave déficit fiscal, el derrumbe de las importaciones, la baja del Producto Interno Bruto, (PIB), un declive sustancial de las reservas internacionales, y ello derivó en una alta inflación y escasez, estancamiento del aparato productivo, tanto el petrolero como el no petrolero, además, del feroz ataque a la moneda, desde Miami y Colombia.
Ante una situación de tal gravedad lo decisivo era dar un “golpe de timón”: revalorizar el salario de los trabajadores, que había caído a un nivel cuya proporción no era conocida, modificar radicalmente la política cambiaria, la monetaria y la fiscal, que condujeran a un nuevo equilibrio de los índices macroeconómicos, y a partir de esta conmutación, generar las condiciones para que la dinámica productiva prevalezca y romper el “nudo gordiano” de un modelo de desarrollo, capitalista y rentístico.
Habiendo planteado que el desenvolvimiento del programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad, tiene como telón de fondo la escalada de la estrategia estadounidense contra Venezuela, y cuando la amenaza de intervención militar se cierne sobre el país, resulta útil conocer y comentar los elementos centrales del programa.
El establecimiento de una nueva unidad de cuenta: el ‘petro’, cuyo valor equivale al precio de un barril de petróleo, y el nuevo Bolívar Soberano, es decir, el nuevo cono monetario, que está anclado al ‘petro’ y cuya relación se establece en: un ‘petro’ equivale a 3 mil 600 bolívares soberanos, a lo que hay que adicionar, que en estos momentos el barril de petróleo está por encima de los 60 dólares.
El salario mínimo se fija en medio ‘petro’, es decir, en 1.800 bolívares soberanos. (Esta es una decisión vital, que la entendemos como un primer paso en el esfuerzo por revalorizar el salario integral, que junto al sostenimiento del empleo, son el eje de la política social bolivariana).
Se estableció la libre convertibilidad de la moneda y la centralización por el BCV de las divisas generadas por las empresas estatales. Las transacciones de los privados se someten a subasta, y se realizan a través de los bancos y casas de cambio.
Todo este programa va dirigido a resolver el problema del déficit fiscal, y tal y como lo anunció el Presidente Maduro, no se apoyará en la emisión de dinero inorgánico.
Se informó sobre los precios acordados con las empresas privadas de los productos de la canasta básica, a objeto de crear un equilibrio en el mercado interno, dando capacidad de compra a las mayorías nacionales por la vía del aumento salarial, pago a los pensionados, pago del bono a las Madres de la Patria, el pago del diferencial del aumento salarial a las empresas, por un lapso de tres meses, y el bono alimentario para los trabajadores.
Se incrementó el IVA a 16 %, sin que ello afecte a los alimentos, medicinas, agro insumos, pero además, se exoneró de aranceles, a todas aquellas importaciones que vayan dirigidas a incrementar la producción de alimentos, medicinas y repuestos.
Otra de las medidas que se aplicará progresivamente es el aumento en el precio de la gasolina, que será equivalente al precio internacional, a objeto de liquidar el contrabando de gasolina hacia Colombia y otros países, actividad ilegal que representa una pérdida calculada en diez mil millones de dólares anuales, y al mismo tiempo, cada ciudadano que se haya registrado en el censo automotor, a través del ‘Carnet de la Patria’ recibirá un subsidio directo.
La Asamblea Nacional Constituyente aprobó la modificación del pago de impuesto sobre la renta, para pechar a los grandes capitales.
Capítulo aparte merece las acciones dirigidas a recuperar a Petróleos de Venezuela, en primer lugar, se le exoneró del pago del impuesto sobre la renta, mientras se levanta la producción; está en desarrollo la amplia alianza con inversionistas privados internacionales y nacionales a fin de apuntalar la producción.
Una decisión de importancia, para ir resolviendo el problema del déficit fiscal, fue la de destinar una lote de la Faja Petrolífera del Orinoco, “Hugo Chávez”, de 29 mil 298 millones de barriles de petróleo certificados al Banco Central de Venezuela, que serán convertidos en activos financieros.
Se inició la tarea de revisar y reestructurar todas las empresas estatales.
En cuanto a este último párrafo relativo a las empresas del Estado, el plan en cuestión está dirigido a reestructurarlas gerencialmente y lograr dos objetivos, el primero de ellos: elevar su producción, y, en segundo lugar: encarar un problema de carácter estructural: aumentar la productividad, y eso solo se resuelve produciendo, y en el juego de la competencia; no obstante, el incremento productividad requiere de una renovación universitaria, que ha de emerger desde el seno mismo de la comunidad universitaria, o no será.
El desafío es abatir la inflación, en este sentido, veamos una reflexión de Keynes: “… Ambos procesos, tanto la inflación como la deflación, han infligido, graves daños. Cualquiera de ellas altera la distribución de la riqueza entre las clases, aunque a este respecto la inflación es la peor. Tienen también el efecto de estimular con exceso o retrasar la producción de riqueza, aunque aquí la más perjudicial es la deflación”.
[Keynes, John Maynard. (2011): Breve tratado sobre la reforma monetaria.]
De lo que se trata, entonces, es de superar la crisis actual, vencer al enemigo imperialista, e ir desbrozando el camino hacia una “economía del bien común”, vale decir, aquella en la que el conjunto de la economía es asumida por la “unión de productores libres”, con base en los principios de la cooperación y la solidaridad, o para decirlo con palabras de Marx & Engels: “En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgirá una asociación en el que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos”, y esta tesis tiene su sustrato en la convicción de que el colapso del capitalismo rentístico es un hecho constatable, no hay marcha atrás, incluso, aún si se presentase un escenario de altos precios del petróleo.
La aplicación del Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad será compleja, las fuerzas sociales ancladas en la práctica de la especulación, las que no conciben que la economía funcione de un modo distinto a la apropiación de la renta petrolera, dejando de lado el riesgo que todo esfuerzo productivo entraña, los empresarios que no pagan impuestos y le regatean al trabajador hasta el último centavo de su salario, quienes tienen empresas quebradas y son inexplicablemente ricos, los tortuosos caminos de la corrupción, el descaro del contrabando de la gasolina, y quienes alcanzan altísimas ganancias, unos 130 mil ciudadanos, y no precisamente por ser grandes productores.
Esas fuerzas están y estarán en contra de la recuperación de la economía, la continuidad de la crisis es para ellos una oportunidad de propiciar la intervención de tropas extranjeras en nuestro territorio y desatar una guerra de consecuencias impredecibles, porque forman parte del plan imperialista que tiene como objetivo destruir al Estado nación, a la República Bolivariana de Venezuela.
Pero también está la “Patria Buena”, la que quiere trabajar, la que no acepta las injusticias en las que se incurre cuando la distribución del ingreso se hace de manera regresiva, la que aplaude el aumento salarial porque de eso vive, la que hace denodados esfuerzos para echar adelante su empresa, la gente que se pone a estudiar, que analiza los problemas y los discute con la pasión que caracteriza a los venezolanos, la que quiere que siga prevaleciendo la democracia, y rechazan el golpismo y el terror, la que no admitiría la intervención del país bajo ningún respecto, la gente que quiere a Venezuela.
Ha de tenerse en cuenta que el enemigo actúa con pericia en este terreno, se afinca en poderosas palancas que tiene en el complejísimo entramado de la economía, ha sabido hilvanar alianzas silenciosas, su entronque con algunos entes decisivos del Estado le otorga ventajas nada despreciables, por supuesto, si se entiende que el Estado mismo es un campo de lucha, [es condensación de las luchas entre las clases y sectores de clase, -según la línea argumental de Nícos Poulantzas-] es comprensible que a partir de tales vínculos se constituya una amalgama de intereses económicos, simbólicos y de sustentación de poder, y además, como la economía es inconcebible sin la política y ésta es inseparable del hecho económico, para que sus concepciones ideológicas alcancen la hegemonía, –el enemigo-, está apertrechado con un aparato mediático capaz de colocar en minutos, en todo el orbe, cualquier matriz de opinión dirigida a truncar el esfuerzo supremo de la recuperación.
Una realidad como la descrita, cargada de nuevos vectores (lo que significa que los factores políticos contienen magnitud física, velocidad, aceleración y fuerza), obliga, ahora más que nunca, al estudio de lo que significa estrategia y tácticas, y precisar que la Línea Política, tiene por objeto mantener -“cueste lo que cueste”- la alianza nacional-popular que se constituyó como bloque social del poder, lo que en Venezuela se llama “chavismo”.
La respuesta no es otra que promover la coalición flexible de los movimientos sociales, su confluencia en torno a objetivos tangibles, huelga decir, que esto no es un asunto coyuntural, a manera de ejemplo se formulan estas interrogantes: ¿Cuáles son las tareas de los Consejos de Producción de los Trabajadores, CPT y de los sindicatos? ¿Cuál es el punto de entronque entre los CPT y los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, CLAP, y entre estos y las Comunas Productivas? ¿Cómo se realiza la conexión entre las experiencias productivas comunitarias con las empresas privadas? ¿Cómo se entrecruza el esfuerzo innovador de las universidades y las necesidades perentorias de la producción y el comercio?
Urge una transformación universitaria, alcanzar nuevos conocimientos no radica solamente en la extensión y profundidad de los estudios que se adelantan, resulta impostergable romper esquemas, abatir dogmas, deslastrarse de preceptos que en un momento dado pudieron tener validez, pero que al pasar el tiempo quedan desfasados, las armas de la crítica teórica revelan su fuerza cuando el pueblo trabajador las pone en movimiento.
Todo ello pasa por desarticular el plan faccioso de la extrema derecha, y por encima de todo, superar la situación económica.
El colapso y lo que viene
La ciencia histórica de la Economía Política llegó hace más de dos décadas a una conclusión: el capitalismo rentístico colapsó, es decir, la renta petrolera que se capta en el mercado mundial, es cada vez menos la fuente principal de la acumulación de capital, y ese es el punto nuclear de la crisis.
Como paso previo, ha de conceptualizarse al capitalismo rentístico: es una forma de desarrollo capitalista, nacional, y su fuente principal de acumulación es la renta petrolera, que capta en el mercado mundial, y uno de sus rasgos peculiares es que esta renta corresponde en primera instancia al Estado, expresión jurídica de la nación, propietaria del recurso natural, por tanto, la economía venezolana –y es éste uno de sus rasgos más resaltantes- desde hace más de cien años está inserta en el mercado capitalista mundial altamente desarrollado y globalizado.
Cuando se habla del colapso del capitalismo rentístico hoy, se debe a que los datos que aporta la realidad así lo ponen de manifiesto: en los últimos años la renta petrolera no ha sido suficiente para mantener los equilibrios fiscales; ni para sostener el ritmo de las importaciones, que es el uso fundamental que se le asigna a la renta; ya no es posible con la renta petrolera que la sobrevaluación del Bolívar tenga continuidad, asimismo, se puede señalar que la renta se agotó como sostén del tamaño del empleo público, ni puede seguir siendo el motor de la demanda doméstica y de la inversión.
¿Por qué no se han generado otras fuentes de ingreso distintas a la renta petrolera? La respuesta es tajante, porque la renta actúa como fuente de acumulación de capital, es el mecanismo mediante el cual se apuntalan las inversiones, y dada la sobrevaluación del signo monetario, el salario no está en correspondencia con la productividad, y las ganancias de los capitalistas, ni por asomo, están vinculadas a la producción de bienes y servicios, la realidad de empresarios con voluminosas ganancias y empresas quebradas, es uno de los ejemplos a señalar, pero, también, que la producción agropecuaria, desde los años treinta del pasado siglo se cayó, producto de la sobrevaluación de la moneda, que fulminó las exportaciones agrícolas.
Hay dos momentos en la historia de la economía política del petróleo en Venezuela, el primero de ellos arranca cuando el país se convierte en un exportador neto, independientemente de todas las oscilaciones que se puedan registrar en las tablas estadísticas, la tendencia general, desde 1928 hasta 1978, fue de crecimiento sostenido de la economía, estabilidad de los índices macroeconómicos, aumento del empleo… Muy por el contrario, a partir de 1978, la tendencia general es al declive de la economía, con varios momentos críticos, 1986, 1997-98, y en los últimos años.
Paradójicamente, si algo concita un amplio consenso es la consigna en la que queda expresada la necesidad de ir de la “Venezuela rentista a la Venezuela productiva”, así como también, aquella que plantea que hay que “Sembrar el Petróleo”, título de un artículo de Arturo Uslar Pietri, publicado en el diario Ahora, en 1936, que se convirtió en todo un programa político No hay nadie que diga lo contrario, ahora, vale preguntarse: ¿por qué no se produjo ese tránsito hacia una economía productiva?
Entrando de lleno en el contenido de esta vital interrogante, se puede afirmar que las razones por las cuales no se ha constituido una economía cuya fuente de acumulación sea la producción y el comercio real, se deben a que: 1.- el colapso del capitalismo rentístico no quiere decir que la renta petrolera deje de existir y que no exista en el futuro, el problema consiste en que ya no es la locomotora del tren de la economía; 2.- porque una de las dos vertientes del petróleo, la rentística, está imbricada en todo el tejido de la economía; y 3.- la renta petrolera signa la relación entre la sociedad y el Estado, y por supuesto, este es un asunto político que revela que el tránsito, -al que se hace referencia-, no será alcanzado sin nuevos arreglos políticos.
Si se toma conciencia de esta realidad, entonces, se puede llegar a una conclusión: urge un Acuerdo Nacional de largo alcance.
Incluso hoy, cuando el colapso es evidente, no son pocos los que tienen una especie de “sueño”, consideran que con un alza de los precios del petróleo volveríamos a la situación anterior, no alcanzan a percibir que eso no es posible, y que en adelante, otra será la dinámica económica, citar una reflexión del doctor Asdrúbal Baptista, contribuirá, sin duda, a profundizar en este análisis sucinto.
“El orden social fundamental que subyace a toda esta investigación es la experiencia capitalista. No por otra razón es que el decurso de la presente investigación, visto en retrospectiva, termina siendo la sucesiva suerte de modificaciones a las que deben someterse los fundamentos de la teoría económica del capitalismo, para darle así cabida a las singularidades que trae consigo la condición rentística. Pero estas últimas, ha de decirse, no llegan nunca a ser de tal entidad como para alterar las bases mismas del orden capitalista, y lo más que hacen es suspender la vigencia o aplicación de ciertas reglas y conductas básicas. De manera que podría bien conjeturarse que una vez desaparecida la adjetivación rentística del sujeto capitalista, y por tal carácter sólo accidental, la estructura fundamental hubiera de recobrar incólume sus pautas propias”. El segundo, igualmente reiterado, se expresó así: “Pero el impulso hacia la disolución [del capitalismo rentístico] no proviene de nuevos arreglos que presionan por ocupar la escena. En tal respecto el colapso del rentismo ni prefigura ni saluda una etapa posterior”.
[Baptista, Asdrúbal. (2010): Teoría económica del capitalismo rentístico. P/XXXV y XXXVI]
Entonces, si el agotamiento del rentismo no prefigura ni saluda una etapa posterior, y se afirma que el colapso en un hecho constatable, medible con cifras estadísticas, lo que queda por decir es que en adelante, lo que viene está por crearse, empero, existe una condicionante que ha de tomarse en cuenta: el nivel de vida promedio de los venezolanos antes de la situación actual, es la base socialmente aceptable. ¿Ello implica una contradicción? -¡Claro que sí! “Pero donde hay contradicción hay vida”.
La nueva economía –obviamente- tiene que dar respuesta a las necesidades de inversión y al sostenimiento del consumo básico de los ciudadanos, tiene su sustrato la tríada: producción, intercambio y consumo, que asume la producción como su eje, pero que no deja de lado los otros dos factores, entendiendo, eso sí, que el capitalismo rentístico tiene un límite histórico, y desde la Economía Política, Marx, es quien anota en los Grundrisse que:
“No se puede entender la renta del suelo sin el capital, pero se puede entender el capital sin la renta del suelo. El capital es la potencia económica, que lo domina todo, de la sociedad burguesa. Debe constituir el punto de partida y el puto de llegada, y debe considerársele antes que la propiedad de la tierra. Una vez que ambos hayan sido considerados separadamente, deberá examinarse su relación recíproca”.
Si se aborda con todo rigor la experiencia histórica se puede explicar, con toda propiedad, que el agotamiento del capitalismo rentístico ha tenido dos respuestas: la primera fue la del gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez en 1989, cuando para resolver el problema del déficit fiscal adoptó las medidas que impuso el Fondo Monetario Internacional, empero, el paquete neoliberal que fue asumido como la única vía posible para resolver la crisis, se convirtió en un detonante, no pudieron advertir sus promotores que el derrumbe estrepitoso del gasto social, había colocado en un límite máximo la capacidad de aguante de las clases populares. La consecuencia inmediata fue un cambio en la correlación de fuerzas políticas y la conmoción que significó el alzamiento militar patriótico de 1992, que comandó el líder histórico de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez. Rafael Caldera que asume la presidencia en 1994 le da continuidad al programa de ajustes neoliberales y esa política provocó el colapso de 1997/1998.
La segunda respuesta al colapso la puso en marcha el Presidente Hugo Chávez, una vez que ganó las elecciones de 1998, el líder de la Revolución Bolivariana entendió el particular vínculo entre Estado y sociedad, en el capitalismo rentístico, esa es la razón por la cual decide acometer este dilema histórico por la vía política, por eso convoca a Constituyente, y de inmediato presentó un proyecto de Constitución que fue sometido a un debate abierto, democrático, incluyente, a la vista de todos, y una vez afincado en la nueva institucionalidad que emergió de la nueva Carta Magna y del triunfo electoral del 2000, el Comandante Chávez toma una decisión trascendental en noviembre de 2001: promulga la Ley Orgánica de Hidrocarburos, un verdadero desafío, una lanza llanera que venía con toda la carga histórica de la gesta libertaria de Simón Bolívar, un acto revolucionario, a todas luces.
A través de esta Ley el Comandante Chávez rescató el ingreso petrolero, que la agenda neoliberal había disminuido de manera considerable con la “apertura”; el gobierno revolucionario contó con la base material para pagar –una parte- de la enorme deuda social acumulada. Convocó al pueblo a participar directamente en las políticas sociales, en las ‘misiones’ como se les llama aquí; condujo la batalla para bajar los índices de pobreza y lo logró, alfabetizó, abrió nuevas fuentes de trabajo, desplegó una campaña de contenido social inédita, participó con denodada pasión en el proceso de integración latinoamericana, abrió Venezuela al mundo forjando nuevas alianzas políticas, y reivindicó al ciudadano humilde, a la gente que trabaja, para luego proponer el Socialismo del Siglo XXI.
El crack del 2008
Las investigaciones de los centros universitarios estadounidenses sobre la explotación de petróleo en la franja geológica de las lutitas, dio como resultado que ese país es capaz actualmente de producir cuatro millones de barriles diarios de crudo, a través del ‘fraking’, que se suman a los siete millones de B/D que producen de manera convencional, además, con la ocupación de Libia controlan 2,5 millones de B/D y con la de Irak, alrededor de 3 millones de B/D. Si sus necesidades de consumo de petróleo llegan a 14 millones de B/D, es posible decir que Estados Unidos cuenta con los recursos petroleros que requiere su economía, aseguró su soberanía energética, objetivo que se trazó desde la creación de la Agencia Internacional de Energía.
Es menester adicionar que el mercado internacional energético ha experimentado modificaciones estructurales, que están en correspondencia con las variaciones que engendra la nueva dinámica de la economía mundial. Ahora, existe una coincidencia entre los estudiosos del tema, que el precio del petróleo es un problema político, si eso es así, la suma de sus importaciones y de la producción interna de los Estado Unidos bordea los 20 millones de barriles diarios, y si consume el 25 por ciento del total mundial, que es de unos 85 millones de barriles diarios, según las cifras de la AIE y la OPEP, resulta comprensible que sea ese país el que marque los precios. Sólo las alianzas entre los países exportadores que forman parte o no de la OPEP, puede ejercer un contrapeso a un polo de poder de tal magnitud.
Poco a poco va quedando claro que una de las causas de la agresión imperialista, se debe a que Venezuela tiene en su subsuelo reservas probadas por 326 millones de barriles de petróleo, y EE.UU. quiere tenerlas bajo su control.
La cúpula de poder del imperio no tolera que exista un país independiente, ni acepta que en alguna nación, a partir de la soberanía popular constituya una democracia real, saben que cualquier experiencia democrática significa un desafío a su forma de Estado plutocrática, negadora de los valores y principios de la democracia.
Cuando el estudio de estos temas amplía el horizonte analítico, entonces, permite ubicar una de las cinco grandes contradicciones del sistema capitalista a escala planetaria: la que existe, objetivamente, entre el imperialismo y los estados nacionales, en particular, con aquellos que ejercen plena soberanía sobre los recursos naturales, “Estamos entrando a un momento histórico donde las adversidades fundamentales van a seguir siendo fuerzas externas imperiales que se resisten a un Estado soberano”. [García Linera: 2010]
Pudiera ser distinto en otras regiones, pero, al menos en Suramérica la viabilidad de un proyecto de desarrollo sostenible está relacionada con la movilización de sus recursos naturales, con la innovación científica, con la forja de una nueva arquitectura financiera, con la integración de sus cadenas productivas, con la interconexión de sus mercados, con la articulación de las políticas sociales, no obstante, la experiencia reciente enseña que tales objetivos requieren, también, de una nueva arquitectura política, parlamentaria, ciudadana, jurídica. Sin dejar de incluir el debate autocrítico, no cabe la menor duda, que la integración es una política correcta y “responde a las necesidades de los pueblos”, más temprano que tarde, las doce banderas suramericanas ondearán de nuevo en la sede de Unasur, en Quito.
Cuando estamos exactamente a diez años del crack de la economía mundial, del derrumbe del sistema financiero, de la quiebra de los más poderosos bancos del planeta, se habla de la posibilidad de un nuevo sisma, que sería la derivación de no haber atacado las causas del fenómeno, hay que apuntar, entonces, una de las consideraciones del Informe Stiglitz: “La rápida propagación de la crisis financiera desde unos pocos países desarrollados hasta absorber la economía mundial es una prueba tangible de que es necesario reformar a profundidad el sistema financiero y comercial internacional para que refleje las necesidades y las nuevas condiciones del siglo XXI. Las crisis económicas anteriores afectaron de una forma desproporcionada a los pobres, que son los que menos pueden soportar los costos que conllevan las crisis y que pueden sufrir sus consecuencias mucho tiempo después de superadas”.
Sobrepasa en mucho a este brevísimo ensayo, las consideraciones acerca de la situación actual de la economía mundial, pero lo cierto es que las recomendaciones, a las cuales se ha hecho referencia, no han sido tomadas en cuenta por las instituciones financieras internacionales y por los gobiernos de las naciones industrializadas, por tanto, no es ninguna exageración plantear que la economía basada en la financiarización estaría llegando a un límite, que no podrá ser superado sin otra crisis, pero, por encima de todo, que tal realidad provoca retrocesos insólitos en materia de desigualdad social, dado que el rendimiento del capital está muy por encima del crecimiento de la producción y el comercio real [Ver Piketty: P/15]; además que la renta del capital aumenta en la medida en que cae la renta del trabajo produciendo desigualdades sostenidas en el tiempo y cada vez más profundas [Vincenc Navarro: block], fenómeno que se expresa en lo que ya denunciaba Tomas Palley, cuando dice que “es ésta una ‘economía de barcazas’ donde las fábricas se van flotando de un país a otro, en busca de menores costos, se ha creado una infraestructura legal y política para sostener la producción y debilitar la mano de obra”.
Adelantándose a lo que viene el entramado de poder del Estado estadounidense dio un primer viraje con la política desarrollada por el presidente Barack Obama, quien destinó la descomunal cifra de 700 mil millones de dólares para salvar a las entidades bancarias quebradas, y un monto similar destinado a la inversión, la economía se fue recuperando y volvió a la línea de crecimiento moderado.
Ahora, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca se produce un vuelco, su plan de gobierno puede resumirse en: proteger a la industria y al comercio de los Estados Unidos; dinamitar el esquema de la globalización, amenazando, incluso, con salirse de la OMC; minimizar los diversos tratados de libre comercio; abandonar el Acuerdo de París sobre cambio climático; desestabilizar a la Unión Europea; quebrar la integración suramericana; devolver a sus país a las “fábricas barcazas”; frenar el auge de China y su proyecto de la “ruta de la seda”; torpedear la alianza entre Rusia y China, y todo el arco de países emergentes que se reúnen en la Organización de Solidaridad de Shanghái; desconocer unilateralmente el acuerdo sobre energía nuclear con Irán; pactar con Corea del Norte, en síntesis: “mantener un equilibrio de poder mundial que tenga como centro a Estados Unidos”.
Esta línea de acción ha derivado en una guerra comercial con China, en la sistemática agresión contra Venezuela, en nuevas sanciones económicas contra Rusia, ahora también, contra Turquía, la renovación del cerco contra Irán, la amenaza de introducir tropas en Siria, cuando los grupos terroristas han sido derrotados por el ejército y el pueblo sirio con la cooperación de Rusia. Trump no es ningún populista, como dicen algunos, Trump es un imperialista, que retoma una línea de proteger a su economía, de allí las fuertes medidas arancelarias, particularmente las del acero y el aluminio. El mandatario norteamericano entiende que debe reacomodar la economía, que aunque ha experimentado un crecimiento nada despreciable, sabe que la suma de las capacidades productivas y de mercado de los BRICS [Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica] ha de superar en un tiempo relativamente corto a la economía norteamericana, y eso es un asunto geoestratégico de primer orden.
En un texto de singular importancia, el profesor Ha-Joon Chang, desde la Economía Política profundiza en cuanto a las oscilaciones entre “librecambismo” y “proteccionismo” de las que son hoy las naciones con mayor desarrollo del mundo, “ Al tratar de alcanzar las economías punteras, los actuales países desarrollados aplicaron políticas intervencionistas en el desarrollo de la industria, el comercio y la tecnología con el objeto de promover las industrias nacientes”, y ahora, estos mismos países industrializados cuestionan a las naciones en desarrollo por aplicar medidas proteccionistas, y levantan a escala planetaria el discurso del libre mercado y las fórmulas que por excelencia dictan las instituciones financieras internacionales, como el FMI, y se pregunta: “¿están los países desarrollados “pateando la escalera” al insistir a los países en desarrollo que adopten políticas e instituciones que no fueron las que aplicaron para alcanzar su propio desarrollo?”
[Ha-Joon Chang. (2011): Pateando la escalera. P/215]
El meta-relato de la globalización neoliberal se fundamentó en la necesidad de romper las barreras que el proteccionismo impone, propagaron un poderoso discurso que incentivaba a la apertura “total” de los mercados de las naciones en desarrollo, a la privatización de las empresas estatales, a la desregulación del sistema financiero internacional, a la desregulación del mercado laboral, a la sustitución del Estado en la atención de las políticas sociales por entes asociados o enteramente dirigidos por la iniciativa privada, y el redireccionamiento del Estado para los fines de la acumulación acelerada de capital.
La realidad económica mundial ha dado un viraje, la dinámica no está, ahora, en el ámbito del comercio internacional y la “burbuja financiera” comienza a mostrar sus límites y peligros, y aunque los influyentes “tanques de pensamiento” del dogma neoliberal no lo quieran reconocer, el llamado “Consenso de Washington” se agota como “idea-fuerza”, ya no es capaz de dar respuesta a las transformaciones en curso, y es en ese escenario en el que aparece Donald Trump poniendo en práctica una política proteccionista, tomando decisiones que lo enfrentan con China y Rusia y genera no pocos disensos con la Unión Europea. Quien sale en defensa del libre mercado es el líder comunista, Xi Jinping.
Hay que reconocer que el meta-discurso de la globalización puso en movimiento inmensas fuerzas productivas e intelectuales, pero tal fenómeno comienza a desvanecerse ante las nuevas realidades, y mientras eso pasa, el otro meta-relato, el de la nueva rebelión universal, apenas germina, una de sus semillas, el “Consenso de Nuestra América”, tiene una importancia vital.
Volviendo a la primera línea de este pequeño ensayo, podemos afirmar que el análisis de la situación concreta lleva a concluir que la tarea prioritaria del movimiento popular en Venezuela, en las actuales circunstancias, es la defensa de la Patria, en todos los terrenos, y que la primera línea de batalla en curso, no es otra que la recuperación económica, que ha de ser obra de todo el pueblo, y es por eso que tomando un verso del gran poeta guerrillero guatemalteco, Otto René Castillo, decimos a los cuatro vientos:
¡Vámonos Patria a caminar, yo te acompaño!
Roy Daza, militante revolucionario, escritor y periodista venezolano, forma parte de la Comisión de Asuntos Internacionales del PSUV
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