Powell debe ir a Jenin

13/04/2002
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¿Por qué no va Colin Powell a Jenin? ¿Qué le ha pasado a la brújula moral del mundo, o en todo caso a la de Estados Unidos, cuando el ex general más famoso de ese país, el secretario de Estado de la mayor potencia mundial, en misión supuestamente desesperada para detener el baño de sangre en Medio Oriente no se da cuenta de lo que ocurre frente a sus narices? El olor de cuerpos en descomposición se levanta de la ciudad palestina, el ejército israelí aún impide a la Cruz Roja y a los periodistas ver las pruebas de los asesinatos masivos que se han cometido ahí. "Cientos" de personas, según reconoce el mismo Israel, han muerto en esa ciudad, inclusive civiles. ¿Por qué, por amor de Dios, no puede Powell hacer algo decente y exigir una explicación de los extraordinarios y siniestros acontecimientos que han tenido lugar en Jenin? Lo que hace, después de su reunión social con Ariel Sharon en Jerusalén, el viernes, es andarse con juegos, exigiendo que Yasser Arafat condene el sangriento bombazo suicida del viernes en esa ciudad (en total, seis muertos y 89 heridos), sin musitar más que una palabra de "preocupación" por la cuota de muertos, infinitamente más terrible, de Jenin. ¿Acaso Powell teme a los israelíes? ¿De veras tiene que rebajarse en esa forma? ¿Piensa que reunirse con Arafat, o negarse a hacerlo, tiene prioridad sobre la enorme tragedia humana, la masacre que abruma a los palestinos? ¿Acaso el presidente Bush -cuya demanda de que Ariel Sharon retire sus tropas de la franja occidental ha sido desdeñada con tanta facilidad- es tan cínico, tan carente de entrañas como para permitir que esta charada continúe? Porque esta es la jugada decisiva, la prueba final de que Estados Unidos carece de toda autoridad moral como pacificador de Medio Oriente. Aun para alguien que ha atestiguado tanta duplicidad en la región, resulta asombroso reflexionar en los acontecimientos de los últimos nueve días. Baste recordar, como dirían los estadounidenses, "los hechos". Hace casi dos semanas, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con la participación activa y el apoyo de Estados Unidos, demandó poner fin de inmediato a la reocupación israelí de la franja occidental y de Gaza. El presidente Bush insistió en que Sharon debería seguir el consejo de "sus amigos estadounidenses" y "británicos" -porque Tony Blair estaba con él en esa ocasión- y retirarse. "Cuando digo retirarse, quiero decir precisamente eso", reiteró ceñudo tres días después. Por supuesto, ahora está claro que no era eso lo que quería decir. Lo que izo fue enviar a Powell en su misión "urgente" de paz, un viaje a Israel y a la franja occidental que le llevó nada menos que ocho días, tiempo suficiente, suponía Bush, para que su "buen amigo" Sharon completara su sanguinaria aventura en la franja occidental. Sin saber, supuestamente, que el jefe del Estado Mayor israelí, Shoul Mofaz, había dicho a Sharon que necesitaba al menos ocho semanas para "terminar la tarea" de aplastar a los palestinos, Powell dio un largo rodeo por el Mediterráneo, entreteniéndose en Marruecos, España, Egipto y Jordania antes de presentarse por fin en Israel la mañana del viernes. Si los bomberos de Washington tardaran tanto tiempo en llegar a un incendio, desde hace mucho tiempo la capital estadounidense estaría convertida en cenizas. Pero claro, el propósito de la demora de Powell era dar tiempo para que Jenin quedara reducida a ese estado. Misión cumplida, supongo. Mientras la indisciplinada soldadesca israelí seguía ayer escondiendo sus fechorías al mundo exterior, al evitar que la Cruz Roja y los socorristas, ambulancias y periodistas entraran a los escombros de Jenin, Powell seguía sentado en Israel sin hacer nada más que exhortar a la "moderación extrema" a un ejército que aún no termina de llenar las fosas comunes de esa ciudad. Que siga viendo una visita a Yasser Arafat -el grotesco y corrupto anciano de Ramallah- como el tema decisivo de su esfuerzo de "pacificación" sólo muestra lo retorcida que se ha vuelto su moralidad. Los consejeros de Arafat (no demos crédito por ello al supuesto "presidente mártir" de la Autoridad Nacional Palestina) anunciaron con astucia que Powell debería condenar los asesinatos de Jenin antes que su líder hiciera lo propio respecto al bombazo suicida del viernes en Israel. Arafat musitó las debidas palabras de contrición y condena, pero eso no tiene mayor importancia. Toda la semana pasada, mientras los soldados de Sharon andaban desbocados en Jenin, el vocero de la Casa Blanca, Ari Fleischer, desempeñaba el papel de propagandista de Sharon en Washington. Cuando Tel Aviv anunció que su ejército se retiraba de tres villorrios de la franja occidental, tan pequeños que nadie había oído hablar de ellos, Fleischer expresó que era "un paso en la dirección correcta". Luego, la mañana del viernes, cuando hasta el menos agudo de los observadores había caído en cuenta de que algo terrible ocurría en Jenin, Fleischer aseguraba que Sharon es "un hombre de paz". ¿Por cuánto tiempo, se pregunta uno, puede continuar esta estupidez? Por supuesto, los palestinos -o quienquiera que dirija esa sepulcral campaña de pesadilla de los suicidios masivos, porque de seguro no es el ridículo Arafat- van directo a la yugular. Las Brigadas de Al Aqsa, Hamas o Jihad Islámica claramente intentan hacer fracasar la despiadada operación de Sharon (después de todo, la reocupación israelí pretendía supuestamente evitar estos atroces crímenes palestinos) y que Powell aparezca impotente. Se ve casi seguro que logren ambos objetivos. La Autoridad Nacional Palestina, para todos los propósitos, ha dejado de existir. Esa era sin duda una de las intenciones de Sharon. Y la debilidad de Powell, su falta de temple, su cobardía, probablemente desencadenen una guerra israelí-palestina aún más terrible que las que hemos presenciado hasta ahora. Pero hagamos una pausa para emprender un rápido viaje por el sendero de la memoria, a septiembre de 1982, cuando Ariel Sharon estaba "erradicando la red de terror" en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en Beirut. Antes de enviar a los criminales aliados falangistas de Tel Aviv a los campos, el ahora primer ministro dijo al mundo que los palestinos habían asesinado al líder falangista Bashir Gemayel. Era totalmente falso, pero la Falange le creyó. Y ahora surgen pruebas en Beirut de que, mucho después de que los estadounidenses habían llamado a Israel a retirar a los matarifes del campo, su ejército, comandado por Sharon, entonces secretario de Defensa, entregó más de mil sobrevivientes a esos mismos asesinos, quienes hicieron con ellos una carnicería en las dos semanas siguientes. Por eso Sharon está tan preocupado de que se le enjuicie como criminal de guerra en Bruselas. ¿Acaso Powell no ha echado una ojeada a los archivos del Departamento de Estado de 1982? ¿No ha leído lo que Sharon dijo entonces, la misma monserga sobre "redes del terror" y "erradicación del terror" que ahora utiliza? ¿Un vocabulario que el propio Powell usa con entusiasmo? ¿Acaso ha olvidado que la comisión Kahan israelí consideró a Sharon "personalmente responsable" de la matanza de esos mil 700 civiles? ¿De veras piensa que Jenin, aunque en menor escala, es muy diferente? Aun si descartamos todas las denuncias palestinas de carnicería de civiles, ejecuciones extrajudiciales y destrucción total de miles de hogares, ¿qué cree Powell que ocultan los israelíes en Jenin? ¿Por qué no va y echa un vistazo? Sí, la campaña suicida palestina es inmoral, imperdonable, insoportable. Un día los árabes -que nunca han sido afectos a mirarse al espejo cuando se trata de sus propios crímenes- tendrán que reconocer la injustificable crueldad de sus tácticas. No lo han hecho hasta ahora. Pero como los israelíes tampoco han intentado nunca aceptar la inmoralidad de matar a tiros a niños que lanzaban piedras en los primeros días de la intifada, o la perversidad de sus escuadrones de la muerte que van de aquí a allí asesinando palestinos de su lista negra, junto con las usuales redadas de mujeres y niños que se interponen en el camino, ¿qué de raro tiene eso? En los anales de guerra, el conflicto en Medio Oriente ha alcanzado un nuevo apogeo, pero la historia del involucramiento estadounidense en la región jamás será la misma otra vez. Gracias a Colin Powell, al presidente Bush y a Sharon, la credibilidad estadounidense se ha roto en pedazos. Ahora está claro que Israel conduce la política de Washington en la región. El secretario de Estado baila al son que Tel Aviv le toque. Entonces, ¿cuándo harán los europeos acopio de valor para asumir el papel de pacificadores de Medio Oriente? The Independent
Traducción de Jorge Anaya
https://www.alainet.org/pt/node/105807?language=es
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