Como construir una Fuerza de Paz
20/04/2004
- Opinión
Es bueno que los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile y otros
países de América Latina y el Caribe, establezcan acuerdos para
trabajar coordinadamente a favor de la paz. Que esto signifique
enviar tropas militares a Haití, sin embargo, debe ser rechazado
con firmeza. Son otras las políticas que necesitan el pueblo
haitiano y que podrían afianzar una verdadera alianza nueva de
los gobiernos de la región al servicio de la justicia como base
de la paz.
Este año marca el bicentenario de la independencia ganada por
los esclavos traídos a Haití para enriquecer a los colonos y
terratenientes franceses. Forzado a la retirada por ese primer
grito libertario de un pueblo negro, esclavizado y colonizado,
el gobierno francés logró imponer una Deuda de 150 millones de
francos oros a la joven nación como supuesta compensación por la
pérdida de sus "propiedades". Desde entonces han sucedido
largos años de saqueo, bloqueos, embargos, invasiones y
ocupaciones.
De hecho, las elecciones de 1990 que encumbraron al carismático
y antineoliberal cura villero Jean-Bertrande Aristide, con el
67,5% de los votos, fueron prácticamente las primeras elecciones
libres en la historia del país. La candidatura opositora de un
ex funcionario del Banco Mundial logró apenas el 15% de las
simpatías, pese al apoyo y financiamiento de EE.UU.. No
obstante, EE.UU. continuó su política de hostigamiento y en
menos de nueve meses logró parir el golpe de estado que derrocó
a Aristide por primera vez.
Más de cuatro mil personas fueron asesinadas por el nuevo
régimen durante sus primeros meses, muchas de ellas líderes de
las organizaciones y movimientos populares que habían podido
sobrevivir los largos años de la anterior dictadura
duvalierista. El Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial, junto con EE.UU. y sus demás gobiernos mandatarios, se
encargaron del resto. Se aplicaron las mismas políticas
neoliberales que han producido los mismos resultados donde sea
que se apliquen: mayor empobrecimiento, mayor desempleo, mayor
endeudamiento y mayor entrega a los centros de poder y las
grandes empresas transnacionales. Hoy Haití ostenta el trágico
récord del país más empobrecido de América. No obstante esos
mismos poderes siguen reclamando que pague la Deuda que ellos,
con sus políticas, llevaron a acumular.
El penúltimo capítulo de esta repetida historia se abrió en 1994
con la "reeducación" y retorno de Aristide a Haití, de la mano
de 25 mil soldados estadounidenses. La traición de él y la
llamada fuerza de paz de ellos, bendecida en su momento por la
ONU y la OEA, resultaron letales para esta pequeña nación cuyo
"pecado" original fue osar ser libre y cuyo "pecado" actual
parece ser encontrarse en una zona caliente donde EE.UU. quiere
aumentar su control y presencia militar, a apenas 90 kilómetros
de la costa sur de Cuba y en el medio de las más importantes
rutas por las que hoy pasan la droga y el petróleo del que tanto
depende EE.UU..
Desde entonces siguieron las presiones, los desencuentros, las
claudicaciones y los ajustes. El fracaso de la política
tradicional se manifestaba en la parálisis gubernamental y
parlamentaria, resultado de las acusaciones cruzadas de fraude
electoral, en el acelerado deterioro de las condiciones de vida
de la población y el recurso sistemático por parte del gobierno
de Aristide a la violencia institucional y parainstitucional. El
mismo dio lugar a un crecimiento sin pausa de las protestas y la
movilización social.
A fines de enero de este año, la Plataforma Haitiana de Acción
por un Desarrollo Alternativo, una coalición amplia de
organizaciones sociales y populares, denunció con todos los
datos del caso, de qué manera el Acuerdo firmado entre el
gobierno de Aristide y el FMI en mayo de 2003 había significado
la reducción de los presupuestos destinados a los sectores
sociales a fin de priorizar el pago de la Deuda Externa, la
liberalización del sector financiero con una acelerada fuga de
capitales y el alza espectacular de los precios de primeras
necesidades, incluyendo el agua, el gas, la luz y el transporte.
Reiteró además su denuncia frente a un gobierno que se había
"hundido en la inmoralidad, la corrupción, la violación
sistemática de los derechos más elementales de la ciudadanía
haitiana (y) la institucionalización de la impunidad".
Pese al apoyo que seguía gozando del gobierno de los EE.UU. y
otros, los movimientos populares lograron poner en jaque al
gobierno de Aristide con su reclamo de renuncia para dar lugar a
la constitución de un verdadero diálogo nacional sobre el
presente y futuro del país, con la participación de todos los
sectores democráticos.
Poco debe sorprender las revelaciones luego confirmadas por
fuentes tales como el ex Procurador General de EE.UU., Ramsey
Clark, acerca del financiamiento, entrenamiento y equipamiento
de parte del gobierno de EE.UU., de las llamadas "bandas
rebeldes", integradas en su mayoría, por los matones y ladrones
usados una década atrás, quienes asolaron el país en preparación
de lo que fue el secuestro y segunda "renuncia forzada" del
Presidente Aristide, nuevamente a mano de las tropas
estadounidenses cuya intervención él mismo había solicitado días
antes.
Pese al debate entonces abierto en la ONU, tanto EE.UU. como
Francia se adelantaron a la decisión del propio Consejo de
Seguridad para enviar sus tropas y asegurar los términos de la
nueva transición abierta en Haití. De esta manera se ha
desvirtuado nuevamente cualquier sentido de "multilateralismo" o
de respeto a la Carta de la ONU que ahora se invoca para
mantener en Haití, una fuerza militar extranjera. Aunque esta
cambie de mando, difícilmente pueda revertir en la mirada de la
población haitiana, el convencimiento de que una vez más su
lucha por la independencia y la autodeterminación está siendo
frustrada por los grandes centros de poder y el servilismo de
algunas repúblicas "hermanas", jaqueadas por las propias Deudas,
financieras y de las otras, que el imperialismo estadounidense
les reclame.
El conjunto de organizaciones que constituyen la Asamblea de los
Pueblos del Caribe en Haití, y el ampliamente constituido Grupo
Democrático Popular, entre otras fuerzas sociales y políticas de
Haití, no cesan en su demanda de retiro de todas las tropas
militares extranjeras a fin de que el pueblo haitiano pueda
avanzar en su propio camino de reconstrucción nacional.
Reclaman que los pueblos y gobiernos democráticos del mundo los
apoyen para enjuiciar a los responsables de tanta violación a
los derechos humanos -incluyendo al ex Presidente Aristide- y
poner fin a la impunidad con la cual tantos de ellos han sido o
siguen siendo protegidos.
Reiteran además, con gran dignidad, su pedido para que en este
año bicentenario de la gran hipoteca impuesta por Francia sobre
el recién liberado país, toda persona y gobierno amante de la
paz trabaje mancomunadamente para lograr la anulación de la
Deuda Externa reclamada a Haití y la restitución y reparación de
los inmensos daños sociales, ecológicos, políticos y culturales
por ella provocados.
Los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile y el resto de América
Latina y el Caribe pueden y deben trabajar conjuntamente desde
un rechazo cerrado a las políticas de dominación trazadas por
otros gobiernos con otros fines, por más que lleven el sello
posterior de una ONU demasiado impotente frente al poder de los
más fuertes.
El gobierno argentino no debe enviar tropas a Haití sino
concentrar sus esfuerzos en la concertación de medidas que
respondan a los derechos y necesidades apremiantes del pueblo
haitiano y las raíces de la crisis que vive. Asegurando la
provisión de alimentos y servicios básicos a la población.
Apoyando el reclamo del pueblo haitiano por la anulación de su
Deuda Externa y presionando para que Francia, EE.UU. y las
instituciones financieras internacionales, restituyan lo que ya
han cobrado de más y hagan reparaciones. Exigiendo que la ONU
investigue y sancione las responsabilidades externas en el golpe
perpetrado contra Aristide y respaldando al pueblo y sus
organizaciones en sus esfuerzos para reconstruir el tejido
social y politico del país.
Apoyar un proceso de construcción democratica en Haití es
también tarea del conjunto de nuestra sociedad. Para citar
algunos ejemplos, las asociaciones de abogados podrían mandar
expertos en mediación, las cátedras libres de derechos humanos
establecer convenios de cooperación e intercambio con
universidades haitianas, los institutos de estudios y formación
sindical podrían colaborar con los sindicatos, etc. De esta
manera podría forjarse una verdadera fuerza de paz.
20 de mayo de 2004
Referencias:
- Declaración de las organizaciones haitianas miembros de la
Asamblea de los Pueblos del Caribe, 3/2004 -Comunicado de prensa
del Regwoupman Democratik Popilè, 18/3/2004 -Declaración de
prensa de PAPDA, 27/1/2004
- H. Dieterich, "Destrucción consumada de Aristide,destrucción
planeada de Hugo Chávez", Desafíos No.38 -Declaración sobre
Haití, CEMIDA, 27/03/04
https://www.alainet.org/pt/node/109958
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