La izquierda guatemalteca, débil en proceso electoral
06/09/2007
- Opinión
Ciudad de Guatemala
A tres días de las elecciones generales en Guatemala, que renovará presidente, congreso y alcaldías para el periodo 2008-2012, la izquierda una vez más es presa de sus mismas limitaciones: prioriza el activismo político y deja de lado la construcción del proyecto político; dedica los pocos recursos económicos tratando de equipararse a las gigantes y millonarias campañas de los partidos de derecha en vez de destinarlos al fortalecimiento organizativo; se desdibuja con prácticas extremadamente conservadoras, y no logra distinguirse a través de mensajes claros y un planteamiento serio de otros sectores políticos.
El nivel de debilidad de la izquierda guatemalteca se expresa en que su lucha política en las elecciones del próximo 9 de septiembre se reduce a obtener el 5% de votos o a la obtención de un diputado para el Congreso de la República con el fin de garantizar su vida como organización política en un sistema que durante años trató de romper por medio del proceso revolucionario y del que terminó siendo parte.
La firma de los acuerdo de paz, en diciembre de 1996, por la insurgencia guatemalteca expresada en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y el Gobierno de Guatemala, puso punto final a más de treinta y cinco años de guerra interna, haciendo inviable el proyecto militar contrainsurgente y terminando con la causa de la represión y el sufrimiento para el país. El fin de la guerra debe verse en cierto sentido como un triunfo de las fuerzas revolucionarias, ya que prevaleció su planteamiento de que finalizar la confrontación armada no podía ser un fin en sí mismo, pues lo importante era sentar las bases de solución a la problemática que le dio origen.
La firma de la paz demandaba para los revolucionarios guatemaltecos un cambio de raíz en su estrategia, al pasar de la lucha político-militar a la lucha eminentemente política, teniendo que desarrollarla en un marco institucional, legal, político, social y económico adverso, con un enorme predominio de su pasado reciente dominado por militares y el poder económico oligárquico.
Por estas razones, uno de los objetivos principales del proceso de paz, en el área política, era realizar una reforma profunda del sistema electoral y a partir de ello crear las condiciones para desarrollar los reducidos espacios y débiles instituciones para una mejor participación.
Una de las principales limitaciones que tuvo que enfrentar la izquierda, luego de la firma de la paz, fue la estructura del sistema político, el que, por su misma naturaleza, limitaba sustancialmente las posibilidades de ser representativo y funcionar de forma efectiva como un mecanismo que medie entre las reivindicaciones sociales y el Estado. En ese contexto, los partidos no han podido erigirse como instituciones, ni representar los intereses de las grandes mayorías.
El actual sistema de partidos políticos, a pesar de la introducción de nuevas reformas a la ley de Partidos Político realizadas en 2007, está predestinado única y exclusivamente a legitimar un sistema al que los partidos políticos, incluidos los de la izquierda, son funcionales a través de las elecciones. Esto ha llevado a que tengan vida únicamente en época electoral, estén desprovistos de vida política interna, se subordinen casi exclusivamente al financiamiento privado y giren alrededor de un caudillo.
Además de las restricciones que plantea el sistema político, es importante considerar un segundo factor en la comprensión de las condiciones de la inserción de la insurgencia a la lucha política: las propias limitaciones con las que la insurgencia se insertó a la lógica electoral.
Bajo esas condiciones, en 1997 la URNG, se constituye legalmente como una fuerza política. En 1999 cuando se da la primera participación de URNG como partido en coalición con otras expresiones, denominada Alianza Nueva Nación (ANN), logra obtener el 12% de votos, posicionándose como la tercera fuerza política tras un esfuerzo logrado por el enorme trabajo de toda su militancia que se volcó en el trabajo político.
Pese a estas nuevas perspectivas, los esfuerzos se fueron diluyendo por la carencia de una estrategia política en el marco de un sistema totalmente adverso. Que no se hayan podido superar estas limitaciones, de las que se supone había suficiente comprensión, obedece, en buena medida, a la inexistencia de espacios para librar el debate ideológico y la lucha política interna. Al no discutir abiertamente las diferencias, prevalecieron la descalificación y las prácticas conspirativas.
Las debilidades de un proceso de unidad y las diferencias políticas e ideológicas no expresadas, mucho menos resueltas, fueron determinantes para el fracaso del proyecto unitario de la izquierda guatemalteca. Se puede decir que la acción de desarticulación provino de adentro, determinada en gran parte por el ejercicio del poder interno, que el sistema político y legal sobredetermina. Finalmente, se da la primera gran división de URNG: un grupo inicia el esfuerzo de fortalecer la ANN. Aunque, a la larga, esta construcción no se diferencia sustancialmente de la experiencia en URNG.
Además de las dos expresiones de izquierda revolucionaria, existen dos agrupaciones más: una producto de la división de ANN, encabezada por la reconocida líder social Nineth Montenegro, que se resiste a definirse ideológicamente con la premio Nobel Rigoberta Menchú como candidata presidencial al frente del movimiento indígena Winaq, que aglutina a fuerzas muy heterogéneas. La participación política de Montenegro se da sin una definición ideológica clara, asumiéndose de forma tímida como socialdemócratas, aunque también es apoyada por minorías provenientes de la izquierda revolucionaria.
La segunda expresión es la encabezada por Álvaro Colom, candidato de la ANN en 1999 y ahora aspirante presidencial por la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) que se autodenomina como socialdemócrata, aunque sea únicamente por conveniencia, y quien, junto a Otto Péres Molina, representante de sectores de la derecha, lidera los sondeos de opinión.
A diez años de los primeros pasos en la política de las izquierdas en Guatemala, el hecho real es que las nuevas modificaciones a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, siguen consumiendo una enorme cantidad de esfuerzos, humanos como económicos. Y lo que es peor, tanto ANN como URNG han venido acumulando un enorme deterioro, resultando de ello que en este nuevo proceso electoral dependan de un 5% de los votos para sobrevivir.
Javier De León
Analista Incidencia Democrática (IDEM)
Especial para la Agencia de Prensa IPC
A tres días de las elecciones generales en Guatemala, que renovará presidente, congreso y alcaldías para el periodo 2008-2012, la izquierda una vez más es presa de sus mismas limitaciones: prioriza el activismo político y deja de lado la construcción del proyecto político; dedica los pocos recursos económicos tratando de equipararse a las gigantes y millonarias campañas de los partidos de derecha en vez de destinarlos al fortalecimiento organizativo; se desdibuja con prácticas extremadamente conservadoras, y no logra distinguirse a través de mensajes claros y un planteamiento serio de otros sectores políticos.
El nivel de debilidad de la izquierda guatemalteca se expresa en que su lucha política en las elecciones del próximo 9 de septiembre se reduce a obtener el 5% de votos o a la obtención de un diputado para el Congreso de la República con el fin de garantizar su vida como organización política en un sistema que durante años trató de romper por medio del proceso revolucionario y del que terminó siendo parte.
La firma de los acuerdo de paz, en diciembre de 1996, por la insurgencia guatemalteca expresada en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y el Gobierno de Guatemala, puso punto final a más de treinta y cinco años de guerra interna, haciendo inviable el proyecto militar contrainsurgente y terminando con la causa de la represión y el sufrimiento para el país. El fin de la guerra debe verse en cierto sentido como un triunfo de las fuerzas revolucionarias, ya que prevaleció su planteamiento de que finalizar la confrontación armada no podía ser un fin en sí mismo, pues lo importante era sentar las bases de solución a la problemática que le dio origen.
La firma de la paz demandaba para los revolucionarios guatemaltecos un cambio de raíz en su estrategia, al pasar de la lucha político-militar a la lucha eminentemente política, teniendo que desarrollarla en un marco institucional, legal, político, social y económico adverso, con un enorme predominio de su pasado reciente dominado por militares y el poder económico oligárquico.
Por estas razones, uno de los objetivos principales del proceso de paz, en el área política, era realizar una reforma profunda del sistema electoral y a partir de ello crear las condiciones para desarrollar los reducidos espacios y débiles instituciones para una mejor participación.
Una de las principales limitaciones que tuvo que enfrentar la izquierda, luego de la firma de la paz, fue la estructura del sistema político, el que, por su misma naturaleza, limitaba sustancialmente las posibilidades de ser representativo y funcionar de forma efectiva como un mecanismo que medie entre las reivindicaciones sociales y el Estado. En ese contexto, los partidos no han podido erigirse como instituciones, ni representar los intereses de las grandes mayorías.
El actual sistema de partidos políticos, a pesar de la introducción de nuevas reformas a la ley de Partidos Político realizadas en 2007, está predestinado única y exclusivamente a legitimar un sistema al que los partidos políticos, incluidos los de la izquierda, son funcionales a través de las elecciones. Esto ha llevado a que tengan vida únicamente en época electoral, estén desprovistos de vida política interna, se subordinen casi exclusivamente al financiamiento privado y giren alrededor de un caudillo.
Además de las restricciones que plantea el sistema político, es importante considerar un segundo factor en la comprensión de las condiciones de la inserción de la insurgencia a la lucha política: las propias limitaciones con las que la insurgencia se insertó a la lógica electoral.
Bajo esas condiciones, en 1997 la URNG, se constituye legalmente como una fuerza política. En 1999 cuando se da la primera participación de URNG como partido en coalición con otras expresiones, denominada Alianza Nueva Nación (ANN), logra obtener el 12% de votos, posicionándose como la tercera fuerza política tras un esfuerzo logrado por el enorme trabajo de toda su militancia que se volcó en el trabajo político.
Pese a estas nuevas perspectivas, los esfuerzos se fueron diluyendo por la carencia de una estrategia política en el marco de un sistema totalmente adverso. Que no se hayan podido superar estas limitaciones, de las que se supone había suficiente comprensión, obedece, en buena medida, a la inexistencia de espacios para librar el debate ideológico y la lucha política interna. Al no discutir abiertamente las diferencias, prevalecieron la descalificación y las prácticas conspirativas.
Las debilidades de un proceso de unidad y las diferencias políticas e ideológicas no expresadas, mucho menos resueltas, fueron determinantes para el fracaso del proyecto unitario de la izquierda guatemalteca. Se puede decir que la acción de desarticulación provino de adentro, determinada en gran parte por el ejercicio del poder interno, que el sistema político y legal sobredetermina. Finalmente, se da la primera gran división de URNG: un grupo inicia el esfuerzo de fortalecer la ANN. Aunque, a la larga, esta construcción no se diferencia sustancialmente de la experiencia en URNG.
Además de las dos expresiones de izquierda revolucionaria, existen dos agrupaciones más: una producto de la división de ANN, encabezada por la reconocida líder social Nineth Montenegro, que se resiste a definirse ideológicamente con la premio Nobel Rigoberta Menchú como candidata presidencial al frente del movimiento indígena Winaq, que aglutina a fuerzas muy heterogéneas. La participación política de Montenegro se da sin una definición ideológica clara, asumiéndose de forma tímida como socialdemócratas, aunque también es apoyada por minorías provenientes de la izquierda revolucionaria.
La segunda expresión es la encabezada por Álvaro Colom, candidato de la ANN en 1999 y ahora aspirante presidencial por la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) que se autodenomina como socialdemócrata, aunque sea únicamente por conveniencia, y quien, junto a Otto Péres Molina, representante de sectores de la derecha, lidera los sondeos de opinión.
A diez años de los primeros pasos en la política de las izquierdas en Guatemala, el hecho real es que las nuevas modificaciones a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, siguen consumiendo una enorme cantidad de esfuerzos, humanos como económicos. Y lo que es peor, tanto ANN como URNG han venido acumulando un enorme deterioro, resultando de ello que en este nuevo proceso electoral dependan de un 5% de los votos para sobrevivir.
Javier De León
Analista Incidencia Democrática (IDEM)
Especial para la Agencia de Prensa IPC
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