Época de cambios y de crisis
El aporte de las mujeres es clave
01/12/2009
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 450: Lecturas desde los movimientos: Qué ha cambiado con los gobiernos de cambio? 06/02/2014 |
La Marcha Mundial de Mujeres (MMM) en conjunto con otras organizaciones se constituyó como un campo crítico del movimiento de mujeres que construyó una amplia movilización en el proceso de lucha contra el libre comercio, principalmente contra el Área de Libre Comercio de las Américas y la Organización Mundial de Comercio. Esta actuación se basó en un análisis de que el predominio del mercado en el neoliberalismo reforzó las desigualdades de género y buscó mostrar la centralidad de las relaciones de género para el sostenimiento de ese modelo. Fue fundamental retomar un discurso de crítica global al capitalismo y al patriarcado y también a la forma cómo se refuerzan y se alimentan mutuamente.
En ese proceso, el sistema profundizó la división sexual, incluso como estructurante de la división internacional del trabajo. Los análisis de la economía feminista incorporan la división sexual del trabajo y, al llamar la atención sobre el campo de la reproducción, denominado producción del vivir, permite dilucidar la interconexión entre las esferas de la producción y la reproducción. Uno de los pilares del neoliberalismo es la utilización del tiempo de las mujeres como variable de ajuste, o sea, es considerado elástico, un recurso inagotable. Esto, sumado con la no responsabilización del Estado y de los hombres con este trabajo, ha producido una crisis de los cuidados.
Un primer aspecto de ese posicionamiento fue la recuperación de la agenda económica por parte de las mujeres. Ese fue un punto muy importante una vez que el neoliberalismo redujo la agenda de las mujeres solo al campo de lo social. Esa estrategia posibilitó visibilizar las contribuciones de las mujeres en relación a la economía, su rol protagónico y, por lo tanto, mostrar que la inserción de las mujeres en este terreno no era sólo para demandar lo que nos hacía falta. Ello significó luchar por el reconocimiento del estatus económico de la reproducción, pero a la vez hubo la necesidad de romper con la línea divisoria impuesta por el neoliberalismo entre lo económico y lo social.
Este análisis es crucial para problematizar varias cuestiones fundamentales en el debate de otro paradigma que tenga como eje central a la sostenibilidad de la vida humana.
El debate sobre la mercantilización fue central para impulsar una amplia movilización de las mujeres, una vez que en el neoliberalismo se expandió la mercantilización de la vida y del cuerpo de las mujeres, que también fue marcada por la dimensión de clase. En todo el mundo, fue sobre los hombros de las mujeres que recayó una enorme cantidad de trabajo, con el debilitamiento de las políticas sociales. Es parte de ese proceso lo que muchas estudiosas llaman de globalización de los servicios del cuidado, que se refiere al gran contingente de mujeres que migran de los países del sur a los del norte para trabajar como empleadas domésticas y cuidadoras en general.
A partir de un posicionamiento contra la mercantilización del cuerpo y de la vida de las mujeres, la MMM y sus aliadas construyeron un posicionamiento global de crítica al modelo. En ese camino, las mujeres se posicionaron como sujetos activos en la disputa por la construcción de alternativas generadoras de igualdad y por lo tanto, al reafirmar la importancia de las mujeres, intervenir en el conjunto de temas estratégicos en la coyuntura.
Los debates planteados alrededor de las alternativas de integración parten de la crítica al mercado como organizador de las relaciones sociales. Por lo tanto, más allá de solo pensar en la recuperación de nuestros recursos y su redistribución, se requiere debatir sobre el modelo que queremos construir y, por lo tanto, un debate sobre el modelo de producción, reproducción y consumo.
América Latina y el Caribe: una región en cambio
La resistencia al neo-liberalismo en los años 90 organizó un campo social que derrotó el ALCA y eligió gobiernos progresistas. Hay una visión bastante consensuada sobre los cambios coyunturales progresistas en la América Latina y el Caribe, incluso considerando que en varios países se mantienen procesos conservadores, ligados al imperialismo estadounidense. Este momento de cambios replantea esperanzas y utopías de construcción de un proyecto de emancipación de nuestros pueblos.
Aquí se encuentran algunos de los principales procesos de resistencia a las políticas neoliberales que estuvieron vigentes en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado. Hay incluso una amplia evaluación de que actualmente vivimos una situación extremamente favorable en términos de posibilidades de construcción de un proyecto emancipatorio.
Es en esa coyuntura que se replantea el tema de la integración regional como alternativa y se formulan propuestas más profundas como la cuestión del socialismo del siglo XXI, el buen vivir o vivir bien, que recogen la visión de nuestros pueblos originarios y los acumulados y aportes de nuestro proceso de lucha. Tenemos en cuenta que ese proceso está lleno de contradicciones para la superación de visiones desarrollistas.
La relación con la crisis
Desde el período de la hegemonía neoliberal los movimientos sociales denunciaban la crisis de ese modelo y de su insostenibilidad, una vez que ese modelo se sostiene en la destrucción y depredación de la naturaleza y sus bienes. Han sido más de dos décadas de hegemonía de la globalización neoliberal que alteró profundamente la relación capital-trabajo, profundizando la concentración de la riqueza y las desigualdades, incluso en el interior de la clase trabajadora.
Cuando en el 2008 la crisis financiera se visibilizó, representó una crisis para el capital financiero y especulativo. Pero planteó dudas sobre el proceso latinoamericano y ello estaba ligado a determinadas condiciones de cómo se daban las relaciones económicas en la región a partir del comercio internacional y de su inserción en el proceso de globalización.
Particularmente estaba ligado a los precios de los principales productos para exportación en la región, tanto en términos de commodities como de los recursos naturales. Ello significó que la región tuvo un crecimiento económico estable desde 2003 y hubo una pequeña recuperación del empleo formal y una disminución de las desigualdades. Sin embargo, uno de los límites es que ese crecimiento estuvo vinculado a un marco de reprimarización de la economía y de mantenimiento del enfoque extractivista. Con la crisis, la tendencia hacia la baja abrupta en el precio de esos productos impactó en la balanza comercial de los países de la región. Pero a lo largo de estos meses, lo que se ha evidenciado incluso en estos aspectos, es que el impacto de la crisis no se dio exactamente como se preveía y hay diferentes situaciones en los países de la región.
El debate de los movimientos sociales y de mujeres señala que la crisis puede ser vista como un riesgo, pero también como oportunidad. La crisis abre un espacio más grande en la sociedad para la crítica al neoliberalismo por los impactos que causó, pero también por su fracaso como modelo. Por otro lado, la gran amenaza para los pueblos es que las alternativas económicas, políticas y sociales sigan las recetas anti-crisis presentada por varios gobiernos y organismos internacionales, que en verdad son más de lo mismo. En el caso de las mujeres, hay el riesgo de que refuncionalicen en lo que se considera su rol tradicional. O sea, a partir de un discurso de positivación de lo femenino y de las mujeres como buenas gestoras de los recursos de las familias, se afirma que la forma de contener la crisis es invertir en las mujeres. Ya parecen los estudios que dicen que es importante invertir en las mujeres, pues, mientras ellas destinan el 90% de su ingreso a la familia, los hombres destinan solo el 35%.
Una visión anticapitalista de la crisis pasa por cuestionar el actual modelo de producción y consumo y ello implica discutir qué tipo de empleo nos interesa. Las feministas han afirmado la importancia de mirar la economía real, lo que significa considerar no solo la producción sino también la reproducción. En este momento hay la oportunidad de tener una visión ampliada que reconozca las diversas relaciones de trabajo y las formas de producción y comercialización fuera del modelo hegemónico, como la producción indígena, agrícola y artesanal y la economía solidaria. Es necesario democratizar las decisiones económicas para debatir y alterar profundamente el modelo de producción y consumo que alimentan las ganancias de los capitalistas. Es del diálogo entre Estado y sociedad desde donde se puede gestar las alternativas para la crisis y no de la relación entre Estado y sistema financiero. La dimensión internacional de la crisis y su profundidad indican que las salidas no se darán en un solo país, sino desde las relaciones solidarias entre las naciones.
Las alternativas de integración en curso
Tenemos diferentes situaciones en el conjunto de los países. Mas es innegable que el campo progresista logró crear condiciones inéditas en la región para la definición de políticas regionales y de nuevas relaciones entre los países. Un ejemplo es la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y su rol protagónico en la defensa del gobierno soberano de Bolivia el 2008, cuando se intentó un golpe desde la derecha.
Tenemos hoy el desafío de avanzar y construir propuestas comunes en el continente, respetando que hay un proceso. Para ello, en este momento, debemos avanzar en el debate con nuestros pueblos para que sea un proyecto asumido por amplios sectores, ya que la disputa con las élites seguirá siendo dura y pasa por la disputa con el capital financiero y las transnacionales. El otro reto es profundizar nuestras propuestas de alternativas de integración para el debate con los gobiernos que exigirá mucha movilización y presión no solo por las contradicciones que hay en la relación con los gobiernos, sino porque hay mucho por reconstruir en el camino hacia un proyecto de emancipación y soberanía de los pueblos.
La recuperación de experiencias, luchas y conocimientos de las mujeres es clave en ese proceso y la contribución de las mujeres con respecto a la construcción de soberanía alimentaria es ejemplar.
Para que las alternativas realmente sean generadoras de igualdad deben tener como eje estructurante la cuestión de la soberanía y autodeterminación de los pueblos, en una perspectiva de igualdad entre mujeres y hombres, por lo tanto debe ser antipatriarcal, antirracista, anticapitalista y en armonía con la naturaleza. Las propuestas que trabajamos se concretizan alrededor de cuatro aspectos centrales: 1) recuperar la centralidad del trabajo como base de la economía, 2) la soberanía alimentaria reconociendo a las mujeres como sujetos, 3) garantizar la soberanía, autodeterminación y autonomía para el cuerpo de las mujeres y 4) recuperar y ampliar el sentido público del Estado, con la democratización de las políticas y el fortalecimiento del Estado como garante de derechos. Además, esos ejes enfatizan la importancia de que las mujeres estén involucradas y con propuestas en los temas que ocupan los lugares centrales en la agenda regional (como energía, infraestructura y financiamiento) y destacan la urgencia de la democratización de la comunicación.
Eso significa que más allá de los aspectos inmediatos o coyunturales, a nivel global está lanzado el desafío de un cambio civilizatorio, que en términos económicos supone ir más allá de saber quién controla o cómo se reparte la riqueza (sin cambiar modalidades depredadoras, destructoras, consumistas), redefiniendo qué y cómo se la produce, como se organiza la reproducción, cómo se distribuye: es ahí donde se juega, al mismo tiempo, el estatus económico de las mujeres y el carácter del sistema económico.
- Nalu Faria, feminista brasileña, integrante de la Marcha Mundial de Mujeres.
https://www.alainet.org/pt/node/141469
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