La ‘opción militar sobre la mesa’ ¿Un engaño de Trump?
- Opinión
Según el chequeo factual que The Washington Post actualizó el pasado 2 de marzo, el presidente Trump promedió 5.9 mentiras o falsedades diarias en su primer año de gobierno, 16.5 en su segundo año y cerca de 22 diarias en 2019. Los resultados de la investigación de casi dos años sobre la influencia de Rusia en la campaña electoral de Trump publicada esta semana describe a un hombre que miente compulsivamente, que rutinariamente ignora a sus asesores, de carácter impulsivo y sin respeto por el cumplimiento de normas legales.
Del total de mentiras o falsedades pronunciadas por Mr. Trump clasificadas por categorías, la primera es inmigración con 1.688; la segunda es sobre política exterior que totaliza 1.015 mentiras. Si a estas mentiras de Trump agregáramos las del secretario de Estado Mike Pompeo, la del consejero de Seguridad John Bolton y las de Elliot Abrahams, pareciera un disparate que el gobierno de Guaidó depositara tanta confianza en este mendaz gobernante. Así lo advertimos después que la euforia por la ‘opción militar’ prendió en el ánimo colectivo de los venezolanos y especialmente en los inexpertos funcionarios y asesores en política exterior, con raras excepciones, que surgieron alrededor de Guaidó.
En mayo de 2015, entonces un prospecto de candidato, Trump prometió con inusitada convicción no anticipar acciones militares que pudieran advertir a los enemigos o adversarios de EEUU de su estrategia. La promesa, como tantas otras, fue incumplida. La primera vez que Trump acudió a la ‘opción militar’ como una de las vías para resolver la creciente crisis de Venezuela fue en agosto de 2017, apenas adentrados 7 meses de haberse juramentado. El pasado 23 de enero, cuando el gobierno de EEUU oficializó el reconocimiento a Guaidó como presidente encargado, un coro de funcionarios de ambos países, incluyendo el senador Marco Rubio, se mantuvo repitiendo el slogan la ‘opción militar está sobre la mesa’ hasta que algún sesudo de la Casa Blanca cayó en cuenta que Rusia, China y Cuba tenían vela en ese entierro estratégico del gobierno de Maduro. Entonces los halcones de ambos países comenzaron a recoger velas. En consecuencia la tónica de altos funcionarios de EEUU, de aliados y de Venezuela cambió de tono y la ‘opción militar’ no parece que sigue sobre la mesa.
Lealtades y desconfianza
Pese a que la OTAN ha sido el más extraordinario tratado de defensa de la historia militar integrada por los más fieles aliados de EEUU, con casi 70 años de vigencia, en 2016 Trump candidato no tuvo empacho en sugerir al New York Times que no acudiría en ayuda de uno de estos aliados si fuera invadido por Rusia. Interrogado el pasado 14 de febrero sobre sus planes para Venezuela, Trump aseguró que tenía "un plan B, C y D" en caso de que Nicolás Maduro no abandonara el poder. ¿Significado? No tenía plan alguno. Acerca de la posibilidad de enviar tropas a Colombia, se limitó a decir “ya veremos”.
‘Nosotros nunca hemos puesto esa opción sobre la mesa. Hemos hablado de cooperación internacional’, declaró Guaidó la semana pasada. Aliados de EEUU y Venezuela han hecho lo propio. El 18 de febrero el periodista Bricio Segovia de la Voz de América hubo de interrogar al presidente colombiano Iván Duque, cinco veces, acerca de si Colombia estaba dispuesta a recibir tropas estadounidenses en su territorio sin recibir una respuesta negativa o descartar la posibilidad de recibir esas tropas. Recientemente Duque aseguró “yo no soy patrocinador de intervenciones militares”. Algunos atribuyen este cambio al hecho de que Trump, sin ningún miramiento, insultara a Duque porque ‘no hacía nada contra las drogas’. Un gesto que ilustra el volátil temperamento del gobernante así como sus inciertas lealtades. Republicanos alarmados acudieron en defensa de Duque indicando incluso que el presidente Trump debía pedir excusas al principal aliado de EEUU en América del Sur.
En este ambiente de incertidumbre las reflexiones de la politóloga Dorothy Kronick de la Universidad de Pensilvania acerca de continuar con sanciones sin un verdadero Plan B a la opción militar han tenido eco. Si las sanciones provocan la salida de Maduro, sostiene la profesora, Trump reclamará su heroicidad, pero si Maduro no se va el sufrimiento de pueblo se incrementará, el presidente Trump se lavará las manos y nadie podrá culparlo por intentarlo. De modo que con su apuesta Trump o gana o no pierde nada, sólo Venezuela corre los riesgos.
Curiosamente todos estos desaciertos y las malas noticias sobre Trump, que ocupan la primera página de los medios en todo el mundo, son silenciadas en Venezuela por una élite mediática que ha tomado para sí la tarea de decidir qué debe o qué no debe saber el pueblo de Venezuela. Una complicidad que resultaría ridícula en la era de la información si no es porque entra en conflicto con la democracia que el propio Guaidó promete. Una actitud que incluye la de lisonjeros que se preocupan más por salvaguardar la imagen del ‘alto coturno’ del gobierno en ciernes. No muy diferente a las maniobras de Maduro en silenciar los medios de comunicación que conllevan el mensaje de Juan Guaidó.
¿Ha sido Venezuela víctima de un engaño calculado por el presidente Trump? ¿Ha sido engañado Guaidó por petulantes que le vendieron a Trump como un mesías que resolvería con los 5.000 marines de Bolton lo que los venezolanos no hemos sido capaces de resolver en veinte años? Es decir, con el mismo país que no han podido resolver en sesenta años sus problemas con una isla gobernada por comunistas a 90 millas de la costa de EEUU.
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