Dios y el dinero
22/10/2013
- Opinión
Conferencia en el Aula de Teología, que dirige Alfredo Tamayo, San Sebastián, 1 de octubre de 2013.
1-La economía actual bajo el dominio del dios dinero
Me toca abordar el tema de “Dios y el Dinero” dentro de un mundo moderno en el que impera la globalización neoliberal, que es como decir un mundo atravesado por una crisis económico-política y ético-religiosa, todas ellas interconectadas.
El economista y diputado Alberto Garzón en su libro La gran estafa interpreta la crisis como “Un extraordinario saqueo de las finanzas públicas y de los bolsillos de los ciudadanos por parte de un sector minoritario de la sociedad. Son los más ricos los que han vivido por encima de nuestras posibilidades, por su creciente exposición a la deuda, por motivos de especulación inmobiliaria y financiera. Una deuda que finalmente ha sido socializada por los distintos Gobiernos nacionales. Hemos reconocido como propias, del Estado, las deudas de otros” ( A. Garzón, La gran estafa, Destino, Madrid 2013, p. 15).
Quizás lo más importante de la crisis es que ha puesto al descubierto el modelo de sociedad que se nos intenta imponer. Obviamente, nuestro cuestionamiento va acompañado por la aparición de otro modelo, desde el que hacemos frente al modelo capitalista neoliberal, hoy indisimuladamente cínico. En realidad, un Estado de derecho no puede existir mientras exista el capitalismo, mientras no haya democracia económica. Estado de Derecho y capitalismo no son la misma cosa. Los principios, los valores, las actitudes y los criterios que informan nuestro modelo de sociedad son incompatibles con los del modelo capitalista.
Esto lo ha proclamado sin rodeos el Papa Francisco en la ciudad de Cagliari, (Italia) el 22 de septiembre, en una Misa a la que asistían miles y miles de personas: "No queremos este sistema económico globalizado que nos hace tanto daño. Hombres y mujeres tienen que estar en el centro (de un sistema económico) como Dios quiere, no el dinero. El mundo se ha convertido en un idólatra de este dios llamado dinero. Y esto no es un problema de Italia y Europa (...) es la consecuencia de la elección del mundo de un sistema económico que ocasiona esta tragedia, que tiene en el centro a un ídolo que se llama dinero".
Sin quererlo, me vienen a la mente las palabras del gran crítico de capital, Carlos Marx. Con él convergemos en calificarlo, en esta hora en que el poder del capital se declara más triunfante que nunca, como un fetiche, un dios artificial, un ídolo.
Marx, y a muchos sorprenderá, imbuido de una religiosidad pietista, que en su tiempo se oponía al poder, se apoyaba en el pueblo de Dios de los pobres y demandaba la praxis, combatía el luteranismo ortodoxo, que presentaba a un Dios lejano y abstracto y sumía al creyente en un inmovilismo, patrocinador de una vida espiritual estéril, resignada y fatalista. Los creyentes practicantes para los cuales la religión consiste no en palabras sino en hechos, debían luchar contra este poder divinizado del dinero, considerado como el Anti-cristo.
Sería interesante un estudio sobre este aspecto novedoso de Marx, tal como lo hace Enrique Dussel, en su libro “Las metáforas teológicas de Marx”. Me basta una argumentación suya fundamental, que formula de la siguiente manera: Si un cristiano es capitalista; y si el capital es la “bestia apocalítica”, el anti-dios; dicho cristiano se encuentra en contradicción práctica.
Marx habla del cristiano cotidiano, del realmente existente, del cristiano luterano y puritano de su tiempo(o actualmente del europeo y norteamericano); y habla del mundo capitalista realmente existente, el comprendido cotidianamente por todos, de entonces y de ahora; de lo cual deduce que si el capital es un ídolo, el “demonio visible”, un cristiano no puede realizarse dentro de él, pues su quehacer sería necesariamente satánico.
El Marx tardío hace esta crítica a una religión fetichista, es decir, que sirve al dios dinero, al anti-dios. Y tal crítica es para nosotros perfectamente válida , aceptable para una conciencia cristiana auténtica, profética, de liberación. Marx, recalca Dussel , podía afirmar con Justino, lo que éste escribió en el siglo II contra los hegemónicos del imperio romano. “De ahí que se nos ponga también el nombre de ateos (àtheoi). Si de estos supuestos dioses (romanos) se trata, confesamos ser ateos (átheoi einai”) .
El cristiano, si sabe que el capital es plusvalor acumulado, no puede ignorar la no eticidad del capital, aunque el capital intente ocultar esa su no eticidad intentando demostrar que el capital “crea ganancia desde sí mismo”, convirtiéndolo en algo “absoluto”. Es lo que le lleva a Marx a concluir: “El dinero de su figura de siervo, en la que se presenta como simple medio de circulación, se vuelve de improviso soberano y dios del mundo de las mercancías” (Grundrisee, ed.cast. p. 156).
2. Venimos de un mundo teista
Hace tiempo que me vengo preguntando: ¿cómo es posible que en el Occidente cristiano hayamos llegado a la situación actual? ¿Qué clase de cristianismo hemos profesado que nos ha llevado a este abismo de desigualdad y de injusticia, de ricos y de pobres, de empobrecedores y de empobrecidos? ¿Esto es fruto del cristianismo originario o fruto de haber traicionado y abandonado el mensaje de Jesús de Nazaret?
En todos los tiempos y culturas, la sociedad ha tratado de relacionarse con Dios buscando en Él respuesta a la finitud de la existencia humana, al sentido de la vida, al sufrimiento y al mal, y a la amenaza de no ser (la muerte).
El jesuita María Corbí comenta: “Durante la larga etapa de la historia de la humanidad en la que se vivió en sociedades preindustriales, la programación colectiva se hizo mediante narraciones sagradas, símbolos y rituales que decían cómo habían determinado los antepasados y los dioses que había que interpretar la realidad, cómo había que valorarla , actuar, organizarse y vivir” (Exodo, Nº, 88, 1907, p. 43).
Pero, he aquí que se pasó ese tiempo y hemos entrado en una nueva época industrial, que se define por la ciencia, la técnica, la ideología y no por lo mitos y símbolos.
Sobrevino la segunda gran revolución industrial y se alteró profundamente la situación. Entramos de lleno en ella y en ella vivimos de la ciencia y de la tecnología que renuevan continuamente las formas de trabajo, de vivir, de organizarse, de interpretar la realidad, es decir, una nueva comprensión de la realidad humana y de su relación transcendente.
Obviamente en unas condiciones sociales y culturales como éstas, la religión cristiana tradicional entra en una crisis radical, por cuatro razones: porque el saber mítico bloquea el cambio; porque la nueva conciencia considera que nada viene de fuera, ni de Dios ni de la naturaleza, sino de nosotros mismos, sobran las creencias; porque todas las religiones, al convivir mezcladas en un mundo globalizado, experimentan lo mismo; porque la globalización científica quiebra las fronteras y relativiza las pretensiones absolutas de las religiones.
Lo sucedido, los autores lo denominan como la caída del teísmo en nuestra sociedad cristiana, el cual muestra hoy anticuadas sus formas de hablar de Dios y ve sometidos a revisión los “moldes” religiosos del cristianismo del pasado.
Luchar contra el dios-dinero desde el Dios del teismo no ha surtido efectos positivos. Y, sobre todo, en nuestro mundo moderno ese Dios ha sido declarado sobrante por el racionalismo científico. Y ha inducido a muchos al ateísmo.
La pregunta que yo me hago es la siguiente: ¿No hay otros Dios más allá del Dios del teísmo? ¿Se puede decir sin más que el Dios real ha muerto? ¿Puede incluirse en esa muerte al Dios de Jesús de Nazaret?
La religión teista ha dejado profunda huella en el cristianismo y son muchos los que todavía viven de ella. En este sentido, encuentro que el Papa Francisco ha entendido como pocos la causa profunda de la crisis religiosa actual y se ha propuesto darle vuelta, simplemente anunciando a quien en el principio fue noticia jubilosa y liberadora: Jesús de Nazaret. Sin Jesús de Nazaret, nada; nada del cristianismo originario ni nada del cristianismo histórico. Con Jesús podemos construir, sabemos qué hacer y por donde caminar. Resulta que lo que los teólogos malditos, (José Antonio Pagola entre otros) enseñaban y les hacía sospechosos de la inquisición, ahora es el mismo Papa Francisco quien lo proclama. Y la tan denostada Teología de la liberación, ahora es reconocida como nacida del Evangelio.
Retornar a Jesús es la clave. El pueblo lo ha captado perfectamente. Como lo ha captado, el genial humorista El Roto, con su chiste del 25 de septiembre en El País, en que un cardenal, con su vestimenta roja, entre dolido y consternado, exclama: Nos ha salido una Papa cristiano. ¡Qué calamidad!
Contra el dios-fetiche del dinero, encarnado hoy en el capitalismo neoliberal, hay quer oponerle el Dios que sustenta todo ser y toda vida, toda dignidad y todo amor y guía todo plan de liberación humana. Ese Dios es la antítesis del dios-dinero, del becerro de oro. ¿Es ese nuestro Dios? ¿Es ese el Dios de Jesús?
Como todos sabemos, una falsa imagen de Dios lleva a una falsa conducta. Quizás tengamos aquí el desafío mayor para quienes intentamos poner al día nuestra fe cristiana. Y, ¿cuáles son esas imágenes idolátricas de las que debemos liberar el cristianismo?
3. Imágenes falsas o inadecuadas de las que debemos liberar al cristianismo
Advierto que de todo esto, nos instruye el Vaticano II en la Gaudium et Spes: “En la génesis del ateísmo puede muy bien suceder que una parte no pequeña de la responsabilidad cargue sobre los creyentes, en cuanto que, por el descuido en educar su fe, o por una exposición deficiente de la doctrina, o también por los defectos de su vida religiosa, moral y social, en vez de revelar el rostro genuino de Dios y de la religión, se ha de decir que más bien lo velan” (GS, 19). Y también: “Los hay que se representan a Dios de tal forma que la fantasía que rechazan no es , de ningún modo, el Dios del Evangelio” (GS, 19).
La crisis por muy honda que sea no va a aniquilar el supuesto sobre el que descansa toda religiosidad: la confianza humana de que el mundo y la realidad humana tienen sentido. Y sobre esa confianza se levantan las cosmovisiones que formulan luego el sentido del mundo y de la realidad.
Así lo entiende José María Mardones: “A lo que asistimos es a descreimientos respecto a determinadas concepciones religiosas, cristianas o no, y los estilos de vida que llevan consigo. Desde este punto de vista, quizá lo que llamamos crisis de fe son los movimientos de adecuación de las concepciones de la realidad y la vida que tienen lugar en nuestro momento, especialmente en relación con la fe cristiana” ( “¿Crisis de Fe? Para una tipología de la fe en la España actual”, en Retos de la Iglesia ante el nuevo milenio, p. 26, PPC, 2001).
Está comprobado que la imagen que de Dios se tenga influye en la vida, positiva o negativamente. Si esa imagen es positiva tendrá un influjo constructivo, sanador y liberador; si es falsa y negativa tendrá un influjo perturbador y pernicioso. Hay imágenes que conducen al fanatismo, en nombre de las cuales se mata y se llega al suicidio y al crimen; imágenes enfermizas que dañan y desequilibran.
4. Lo esencial: retornar a Jesús y recuperar su vida y mensaje original.
Es lo primero de todo. Sin Jesús no hay cristianismo y sin cristianismo no hay religión cristiana. Partiendo de Jesús evitamos emprender caminos equivocados, desandar los recorridos falsamente y asumir los que de verdad conducen a El.
5. El Dios de Jesús: una novedad absoluta.
Por todo esto, nada parece más importante que fijar la diana sobre la que disparar para liquidar al dios-dinero. Y esa diana es hacerse con el fundamento que sustenta toda la vida de Jesús: su especial experiencia con Dios, que representó una novedad absoluta en relación con las ideas sobre Dios que poseía la humanidad.
En la sociedad judía y pagana eran predominantes las imágenes de un Dios: -Distante, amigo de los observantes de sus preceptos y castigador de los que no los cumplían, celoso de que los humanos pudieran disputarle ciertos privilegios y que exigía la práctica de ritos para aplacarle.
La enseñanza y vida de Jesús revolucionan esas imágenes. Encuentro, a este respecto, de enorme actualidad, el estudio que Juan Mateos y Fernando Camacho (“El horizonte humano. La propuesta de Jesús, El Almendro, 1988, 94-120), hacen acerca de la imagen del Dios de Jesús. El Dios de Jesús es:
-Un Dios exclusivamente bueno, que busca comunicarse, que potencia al hombre, dispuesto siempre a perdonar. - Es un Dios al servicio del hombre. Para que el hombre llegue a ser como Dios, Dios se pone al servicio del hombre, lo hace amigo y lo coloca en plano de igualdad . Todo esto lo aclara Jesús con su actitud de amor y servicio. Y no hay nada, ni tiempo ni lugar, ni ley ni tradición que pueda prohibirlo mientras se haga para el bien y desarrollo de todos.
Para las antiguas religiones, al hombre no le cabía ante un Dios soberano más condición que la de siervo:”Uno de los modos tradicionales de “servir a Dios” era el culto. Las ceremonias del culto antiguo, sacrificios, postraciones, ofrendas, expiación por los pecados, subrayaban la inferioridad y dependencia del hombre y lo presentaban como un eterno deudor, que nunca alcanzaba a dar a su Dios toda la honra que éste merecía. La idea del Dios-amor cambia el concepto de culto. Cuando el NT aplica estos términos a los cristianos, liturgia, culto y sacrificio se refieren a la vida misma. El culto a Dios en el Nuevo Testamento ocupa la existencia entera, no se ejercita con ritos especiales, sino con el mismo vivir. Dice San Pablo: “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente. Estos son los sacrificios que agradan a Dios ” (Hb 13,14).Todo es culto.
-El Dios de Jesús es un Dios débil. Ciertamente, el Dios de Jesús es omnipotente pero de otra manera. Dios es amor sin límite. Y sólo un amor sin límite es omnipotente. El amor no tiene efecto si no es aceptado. El amor supone la libertad de la respuesta, no se impone. Se puede amar con toda el alma a una persona, pero si ella no responde, el amor queda sin realizarse. En este sentido, el amor cuenta con un posible fracaso y, ante el rechazo, experimenta la impotencia. El amor es eficaz cuando encuentra respuesta.
Ante el rechazo de las autoridades judías y del pueblo que grita “crucifícalo” , Dios queda impotente y Jesús no va a poder evitar la muerte. Esta debilidad de Dios escandaliza a sus adversarios que se burlan de él diciéndole: “Tu impotencia demuestra que Dios no está contigo, un Dios sin poder es un Dios derrotado”. Sí, pero un Dios todopoderoso no derrotado es un Dios sin amor, en tanto que un Dios derrotado pero con amor, es el verdadero omnipotente.
-El Dios de Jesús es un Dios tierno. Quiere decir esto que un Dios tierno no puede permanecer indiferente a la suerte de los hombres, sus males le afectan. Jesús, que es esa presencia auténtica de Dios en la tierra, reacciona ante el mal de los hombre como Dios mismo: se conmueve ante la indigencia, se indigna ante la injusticia, hace suya la causa de los pobres, los defiende, es solidario y su muerte en la cruz lo identifica con todos los inocentes que son víctimas de los opresores.
- Es un Dios dinámico. No puede ser, por tanto, estático, porque su ser es el amor y el amor no deja de amar. Dios tiene el proyecto de un hombre y sociedad nuevos que nos compromete a todos; desde la fuerza de su amor, presente en cada uno de nosotros, nos empuja a hacer efectivo el proyecto de su reinado, individual y socialmente.
Pienso que la clave de toda la vida de Jesús nos la da esta experiencia única de intimidad estrecha con Dios, la experiencia de Abba, Padre, que le hacía participar de ese poder creador que subyace en Dios como compasión o amor. La compasión divina le colmaba. Y eso hizo de él un hombre especialmente liberado, valeroso, audaz, independiente, esperanzado y veraz.
¿Por qué entonces no volvemos a Jesús y al Dios de Jesús, sabiendo que en él está la clave para para acabar con la crisis que nos aqueja, que es el dios-dinero?
Dicho todo lo anterior, considero indispensable hacer confluir en convergente acción contra el dios-dinero, la que brota de la ética racional de nuestro ser, asumida y potenciada por la vida y enseñanzas de Jesús.
6. -La dignidad humana, quicio de un proyecto ético universal
Se lo mire por donde se lo mire, podemos concluir que el modelo capitalista, dominante en nuestra sociedad, es incompatible con el modelo de Jesús, que es el Reino de Dios.
No se trata de estimular más medios, más técnicas , más recursos y más alianzas para promover y acumular más bienes. Todo eso hace tiempo que lo tenemos. Sin embargo, la realidad nos dice que no ha servido para acabar con la pobreza, la injusticia, la discriminación , el sufrimiento, los monopolios y privilegios, sino para hacer más honda la brecha entre minorías superafortunadas y mayorías esclavizadas.
1-Primero de todo, personas
Unos y otros, desde nuestras respectivas perspectivas, no podemos olvidar que, primero de todo, somos personas con una dignidad , derechos y valores universales y, por tanto, irrenunciables, en cualquier lugar, cultura o país del mundo.
Lo prometedor del momento actual es que la conciencia humana ha logrado consolidar ciertos principios y formular conquistas morales que no está dispuesta a perder
2–La común identidad: la fraternidad es la genética constitutiva de la humanidad.
Las relaciones de unos pueblos con otros han estado inspiradas en el principio de sobrevalorar las diferencias y de menospreciar la común igualdad. Y las diferencias las hemos convertido en bandera de superioridad y dominación. Hoy, la conciencia avanza imparable, persuadidos de que el valor supremo es la vida, que está en cada persona.
Jamás , hechos o circunstancias accidentales pueden eclipsar lo esencial. Y lo esencial afirma que, frente a la realidad pequeña de la patria, del territorio, de la lengua, de la cultura, de la religión, de la política, de los Estados, está la realidad grande, superior a todas las otras, de la persona.
Mi patria universal es la dignidad de la persona. Mi lengua universal son los derechos humanos. Mi religión es la que me religa a todo ser humano, me lo hace otro yo y me hace tratarlo como yo quiero que me traten a mí. Mi sangre y mi ADN universales me identifican con la sangre y ADN de todos los humanos, con sus anhelos de justicia, de libertad, de amor y de paz. Mi ciudadanía es planetaria, no disminuida en ninguna parte, y brota de mi ser humano como la de todos los demás.
Todos somos personas y , si personas, iguales; y, si iguales, hermanos; y, si hermanos, ciudadanos del mundo entero.
Las razas son relativas. Las religiones son relativas. Las lenguas son relativas. Las patrias son relativas. Las culturas son relativas.
Lo absoluto es:
el amor a toda persona,
el no querer el mal para nadie,
el no explotar a nadie,
el no humillar a nadie,
el no discriminar a nadie,
el no engañar a nadie.
La fraternidad es la genética constitutiva de la humanidad, genética que hace imposible la injusticia, el odio, la indiferencia, el orgullo, la insolidaridad. Uno se hace prójimo de cualquier necesitado cuando tiene compasión de él. Y tiene compasión cuando ve en su cara la cara de un hermano. Es así que, por esta verdad, no puede haber entre nosotros señores y esclavos, grandes y pequeños, mayores y pequeños, extranjeros y nacionales, sino iguales, porque todos somos hermanos.
3. Desafío y posibilidad de una ética universal liberadora
La crisis de que hablamos, es universal y para resolverla hay que contar con una visión y solución que sean universales. Dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948: “La Libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables der la familia humana” (Preámbulo).
La supervivencia de la Humanidad no está asegurada si previamente no se produce un cambio ético, válido y vinculante para todos: “La Tierra no puede cambiar a mejor si antes no cambia la mentalidad de los individuos” (Idem, p. 29).
“Ante esta situación, escribe el superconocido teólogo H. Küng, a la Humanidad no le bastan los programas y las actuaciones de carácter político. Necesita ante todo una visión de la convivencia pacífica de los distintos pueblos, de los grupos étnicos y éticos y de las regiones, animados por una común responsabilidad para nuestro planeta Tierra. Una visión semejante se basa en esperanzas, objetivos, ideales, criterios; dimensiones todas ellas que muchos hombres diseminados por el ancho mundo han ido perdiendo” (Hans Küng, Reivindicación de una ética mundial, p. 32).
4. - La ética cristiana incluye la ética humana.
¿Pero, existe un proyecto ético válido de alcance universal? ¿Pueden apoyar dicho proyecto creyentes y no creyentes?
El mismo teólogo Hans Kúng lleva décadas impulsando este proyecto: “Por ética mundial entendemos un consenso básico sobre una serie de valores vinculantes, criterios inamovibles y actitudes básicas personales. Sin semejante consenso ético de principio, toda comunidad se ve, tarde o temprano, amenazada por el caos o la dictadura, y los individuos por la angustia” (Idem, p. 33),
Jesús de Nazaret, -el hijo del hombre, humano por excelencia- encarna y explicita lo humano (esta universal ética humana)y, desde lo humano, hace visible el rostro de Dios. Lo cristiano sería nada sin lo humano y lo humano con la enseñanza y vida del Nazareno cobra talla plena.
7- NORMA UNIVERSAL PRIMERA: todo ser humano debe recibir un trato humano
Sobre este particular comenta el El teólogo Hans Küng: “Esto significa que todo ser humano, sin distinción de sexo, edad, raza, clase, color de piel, capacidad intelectual o física, lengua, religión, ideas políticas, nacionalidad o extracción social, posee una dignidad inviolable e inalienable. Por esta razón, todos, individuos y Estado, están obligados a respetar esa dignidad y a garantizar eficazmente su tutela. La economía, la política y los medios de comunicación, los centros de investigación y las empresas han de considerar siempre al ser humano sujeto de derecho; la persona debe ser siempre fin, nunca puro medio, nunca objeto de comercialización e industrialización. Nada ni nadie “está más allá del bien y del mal”: ni individuo, ni estrato social, ni grupo de interés por influyente que sea, ni cártel de poder, ni aparato policial, ni ejército, ni Estado. Al contrario: ¡Todo ser humano, dotado de razón y de conciencia, está obligado a actuar de forma realmente humana y no inhumana, a hacer el bien y evitar el mal!” (Reivindicación de una ética mundial, Idem, pp. 34-35).
Este obrar, que brota de lo hondo de nuestro ser, queda sancionado por la Etica, el Derecho y la Religión y queda esculpido en la Regla de oro: “No hagas a los demás lo que no quieras para ti” o “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti”. De esta norma universal derivarían estos cuatros principios básicos: 1º.Respeta la vida. 2º. Practica la justicia. 3º. Sé honrado y veraz. 4º. Ama y respeta a los otros
8. Alternativa del Nazareno al dios-dinero, raíz de la crisis
La economía, en la lógica neoliberal no es un medio para el bien y felicidad de las personas y de los pueblos, sino un fin para quienes , guiados por su egoísmo voraz, tratan de acumular para beneficio propio desvinculándola de la comunidad, de las necesidades reales y de su verdadero destino humano.
Se explica entonces que esta crisis haya despertado en nosotros un sentimiento básico de dignidad y rebeldía, de solidaridad universal y haya hecho estallar la indignación. Tal sentimiento no ha hecho sino conectar con lo que en toda la cultura occidental es lo más íntimo nuestro: la dignidad humana, “homo homini res sacra” , el hombre es para el hombre cosa sagrada, no se la puede mercantilizar; y también lo de “homo homini frater, non lupus”, el hombre es para el hombre hermano, no lobo.
Compartimos universalmente la clave que nos brinda la solución.En virtud de esta clave podemos sentenciar:
“No soporto la injusticia,
no soporto la desigualdad,
no soporto la discriminación,
no soporto el engaño,
no soporto la humillación,
no soporto el sufrimiento,
no soporto la soberbia,
no soporto la dominación.
No lo soporto y lo rechazo. Y lo rechazamos todos, porque todos somos lo mismo, porque maltratar a uno es maltratar a todos, y discriminar, humillar y despreciar a uno es despreciar a todos.
La vida del otro, cualquiera que él sea, es como la mía.
Y esa clave es presupuesto para toda indignación: - Se me revuelven las entrañas cuando soy tratado injustamente, me hierve la sangre cuando me discriminan, se me agita el corazón cuando me quitan la dignidad. Y cuando a un prójimo, cualquiera que sea, se le trata injustamente, también se revuelven mis entrañas, me hierve la sangre y se agita mi corazón.
Es, dentro de este marco, donde cobra sentido la misión de Jesús de Nazaret.
Jesús no fue un economista, ni un político, ni un sacerdote del Templo, ni un maestro de la Ley. Sabía muy bien de qué iban unos y otros en la sociedad de su tiempo, qué buscaban y qué les preocupaba. Jesús había elegido ser libre, para poder anunciar la novedad de su mensaje. Se colocaba fuera del sistema, que no permitía la igualdad ni la libertad. El no iba a darse a conocer por la grandeza de doctrinas , leyes, ritos u obligaciones. No era eso lo que la sociedad necesitaba.
Era necesario instaurar otro modo de vida, de convivencia, para acabar con la desigualdad y la injusticia, y pasar a vivir en respeto y cooperación como hermanos.
9. Proyecto y principio operativo de Jesús de Nazaret
1 –El grito de las víctimas nos obliga a desmontar el cinismo del mercado.
Lo primero que se requiere para desmontar este sistema es reaccionar contra una cultura que favorece el olvido de las víctimas: encerrados en la “sociedad del bienestar” ignoramos esa otra “sociedad del malestar y nos convertimos en espectadores vacíos de compasión.
Ocultar el sufrimiento de las víctimas es objetivo del sistema, pues sus gritos evidencian su enorme fracaso. El poder político, desentendido del sufrimiento de las víctimas, se deshumaniza y se convierte en rehén del poder financiero.
Somos cómplices si, sabiendo que nuestra Tierra tiene recursos suficientes, dejamos que haya millones que mueran de hambre; lo somos cuando dejamos que sea la ley del más fuerte y no la compasión la que rija las relaciones entre los pueblos; lo somos cuando nos conformamos con un sistema que nos beneficia pero que produce mucho sufrimiento; lo somos cuando apoyamos un sistema de produción que nos sumerge en el mundo infantil de las necesidades supérfluas y nos aleja de atender a las elementales de todos.
2 – El proyecto de Jesús –el Reino de Dios en medio de nosotros- un nuevo proyecto de convivencia.
Jesús proclama: el tiempo se ha cumplido y ha comenzado lo que todos esperábamos, enmendad y creed en la Buena Noticia, “El Espíritu del Señor me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres” (Lc 4,14). (Cfr. Mr 1,14;Mt 4,1 y 18, 19-20).
Dentro de su sociedad, Jesús habla de un reino que los judíos esperaban terminase con los poderes extranjeros. Pero él introduce novedades radicales: no habrá desigualdades, se cambiarán las relaciones sociales, la situación de los pobres y oprimidos cambiarán, serán ellos los dichosos. Tal reino es el reino de Dios, que quiere implantarlo en la tierra .
En ese Reino no hay lugar para los ídolos del dinero, del poder, del dominio, ni para la represión de instituciones religiosas o de otras normas y leyes. Va a la raíz: comienza por cada uno, por hacer nuevo su corazón y proyectarlo luego en prácticas y relaciones nuevas.
Para Jesús, no pueden ser servidores de Dios quienes hacen del dinero el centro de su vida (ídolo) e instrumento de dominación: “No podéis servir a Dios al dinero” (Lc 16,13; Mt 6,24).
“La lógica de Jesús es aplastante. Dios no puede ser Padre de todos sin reclamar justicia para aquellos que son excluidos de una vida digna . Por eso no pueden servirle quienes, dominados por el Dinero, hunden injustamente a sus hijos en la miseria y el hambre” (José Antonio Pagola, XXXII Congreso de Teología, Madrid 2012).
Con toda razón, el imperio del capitalismo neoliberal es hoy el poder más radicalmente enfrentado al proyecto de Jesús.
3 – La dinámica transformadora de Jesús.
-PRINCIPIOS ACTIVOS PRIMORDIALES
Primero:“Sed compasivos como vuestro Padre celestial es compasivo” (Lc 6,36).
Jesús da un vuelco a las relaciones de los humanos entre sí, porque la da a la imagen de Dios. “La compasión, no el poder, es el modo de ser de Dios” (J.A. Pagola).
Por la compasión reaccionamos ante los que sufren y abrimos camino para construir un mundo mejor.
Segundo: Lo hecho a los más necesitados e indefensos, a mí me lo hicistes.
Hasta tal punto es esto verdad que, el veredicto final de la historia, Dios lo da a base de haber cumplido o no la norma de la ayuda a los que sufren. Esa norma es la única: “Cuando no atendisteis a estos hermanos míos más pequeños: hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, encarcelados… a mí no me atendisteis” (Mt 25, 31- 46).
Tercero: Mi prójimo es quien, ante mí, se presenta como necesitado.
Las categorías de nación, religión, lengua, color, sexo o condición social no sirven para decidir quién es mi prójimo. Hay una condición previa. Jesús se lo ilustró muy bien al magistrado que le interrogaba: Vamos a ver, le dice: “Después de comprobar que el sacerdote, el levita y el samaritano pasaron ante el viajero robado , golpeado y maltrecho, ¿quién crees tú que se comportó como prójimo? – El que actuó con él con misericordia. –Pues vete, y haz tú lo mismo.
Cuarto: Los últimos serán los primeros
La compasión demanda hacer justicia y esta debe comenzar por los últimos. Para hacer real y visible la vida, hemos de comenzar para quienes la vida no es vida. Son precisamente los que no interesan a nadie, los que sobran en los imperios, los que no cuentan en los cálculos der la economía oficial, los que ocupan un lugar preferente en el corazón de Dios, tan preferente que serán los primeros.
La justicia evangélica, más que dar a cada uno lo suyo, consiste en dar primacía a la satisfacción de las necesidades de los últimos. Jesús tiene claro que la igualdad es fruto de la justicia y alcanza a las personas y sectores sociales más empobrecidos. Por ello, anuncia que “Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”. Para hacer realidad su proyecto ( el reino) hay que abolir que haya primeros y últimos. Tarea ésta imprescindible para los que quieren construir una sociedad más fraterna e igualitaria.
El camino para llegar a esta igualdad y fraternidad consiste en que “si uno quiere ser primero, ha de ser el último de todos y servidor” (Mr 9,35). “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo” (Mr 10, 43-44). ¡El primero, esclavo; el esclavo, el primero! Una inversión de valores, para aquella situación judía interclasista y de esclavismo manifiesto del imperio romano.
Esta primacía de los últimos plantea retos radicales a una política humana con justicia para todos: en nuestra sociedad sobran los bienes producidos y, sin embargo, en los países del Sur aumenta la pobreza extrema y aumenta el número de hambrientos (840 millones según datos de la ONU) y aumentan inconmensurablemente los gastos militares (más de cuatro mil millones de euros diarios).
No se aplican ni quieren aplicarse políticas de redistribución de la riqueza y pervive, casi como una fatalidad, la pobreza. Nuestra opción por los más necesitados requiere crear un bloque fuerte en recursos, energías y estrategias a su favor, lo cual no es posible a nivel nacional ni internacional sin poner en primer plano la solidaridad, única capaz de cambiar la situación actual . ¿A quién debe servir la economía mundial: al bienestar y seguridad del 20 % de los seres humanos o la totalidad de las personas y pueblos?
Por más que nos pese, nuestras democracias muestran una gran ausencia de solidaridad, que se esconde bajo la creación de un darwinismo social y que se coloca en las antípodas del cristianismo originario.
Jesús se encara a los más fuertes opositores de este proyecto: “Ay de vosotros, los ricos, los satisfechos, los que reís” (Lc 6, 24-25). “Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios” (Lc 16,19-31).
10. Compromisos del seguimiento de Jesús pobre y libre
Todo lo dicho, nos indica por dónde puede venir una solución a la crisis. No ciertamente de las decisiones y medidas del sistema financiero internacional, que se muestra ajeno a orientar la economía desde la realidad de los más necesitados e indefensos, y que administra el dinero injustamente repartiendo más a quienes menos lo necesitan y golpeando a quienes más carecen: inmigrantes, dependientes, asalariados, etc.
Vacíos de compasión, pasan con indiferencia ante los que sufren.
Seguir al Nazareno significa, primero de todo, que nada de lo humano nos es indiferente ni queda fuera de nuestra acción liberadora. Serían éstas nuestras actitudes básicas:
1.No serviremos al dinero.
Liberados del dinero nos comprometemos a una justa redistribución, a una justicia fraterna, a revisar nuestro tipo de consumo, cuestionar nuestro bienestar y aspirar a no tener ni una sola cosa superflua.
De esta manera, estamos en disposición de abrir caminos al reino de Dios y a su justicia, a ser críticos y solidarios, a trabajar para que la comunidad eclesial encuentre su lugar social junto a las víctimas de la crisis.
2. Estaremos más unidos a los que más sufren.
La cercanía nos permitirá conocerlos mejor, establecer lazos de amistad, apoyarlos en la búsqueda de trabajo, ayudarlos en sus necesidades, incorporarlos a colectivos y protegerlos socialmente.
3. Defenderemos lo común.
Esta defensa asegura la igualdad e integración de todos. Y el camino que lleva a ello es el mantener un modelo de servicios públicos gratuitos para todos, como condición y medio para que todos puedan tener garantizado el logro de sus necesidades básicas.
Puede que a otros les posea otro tipo de verdad. La de Jesús consiste en eliminar toda injusticia y sufrimiento: “Yo he venido para dar testimonio de la verdad”, para ayudar a que nadie se equivoque , para ser testigo de lo que a Dios le interesa por encima de todo, es decir, la justicia y la felicidad de todos.
Tal determinación apunta a cuantos con mayor responsabilidad están ocultando las causas de la crisis y ocultan a la par el sufrimiento que en tantos está produciendo. Una sociedad democrática, justa y libre, requiere primero de todo la verdad, que salgan a luz pública las decisiones e intereses ocultos de los que gobiernan y dirigen.
4.-Actuaremos con compasión y ternura
Informar y actuar con libertad, cerca y en unión con los sin voz. Y, primero de todo, introducir la compasión en nuestra vida y en nuestra convivencia. No sabemos cuál sería el resultado en esta nuestra sociedad desigual, dividida y atormentada, si llevarámos a la práctica, individual y colectiva, el principio de la compasión. Siendo, como es, el cimiento, motor y garantía de una nueva convivencia, ¿Qué pasaría si todos hiciéramos ese experimento?
13- Juntos todos, podemos
¡Todo ser humano debe recibir un trato humano! ¡Todos debemos hacer a los demás, lo que queremos que nos hagan a nosotros!
El desafío está en cómo logramos implantar en cada uno y en la sociedad está mentalidad. Muchas cosas hemos hecho avanzar, en muchas hemos mejorado. Nos falta la principal, que nadie se exima de responsabilidad en cuanto hace u omite.
Todos los creyentes, compartiendo esta ética universal, deben también contribuir a profundizarla y concretarla desde la perspectiva específica de su fe. La actual situación no está perdida. Desde un sentido ético propio y universal, todos juntos, podemos revertir esa situación, podemos hacer efectiva una ética mundial común, un mejor entendimiento mutuo, unas formas de vida socialmente conciliadoras, que aseguren un mínimo de justicia, de bienes y derechos, a la luz de la ética, del derecho internacional, del mensaje primordial de las religiones y del evangelio.
- Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
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