La rebelión goda

03/02/2014
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Contrariamente a lo anticipado por la mayoría de los analistas políticos, la Convención Nacional del Partido Conservador no culminó con el triunfo del ala santista de la colectividad, partidaria de seguir haciendo parte de la Unidad Nacional, y triunfó el sentimiento de los godos recalcitrantes que se oponen a los diálogos de paz que se llevan a cabo en La Habana y querían un candidato propio.
 
La proclamación de Marta Lucía Ramírez como candidata oficial del Partido Conservador a la Presidencia de la República implica un nuevo reparto de las cartas en la competencia por la primera magistratura del Estado dado que merma las posibilidades de un triunfo del candidato presidente en la primera vuelta electoral y favorece, en principio, a quienes aspiran a competir con el candidato del partido de la U.
 
La convención brindó un espectáculo confuso, giró en torno a personas y no abrió un espacio al debate de problemas de fondo ni a propuestas concretas. Se oyeron voces contra la reelección y contra dirigentes de otros partidos políticos; primaron las pasiones y la ruptura entre quienes representan hoy a la colectividad en el Congreso y un sector de los convencionistas  se consumó cuando un sector muy importante de los representantes de la bancada parlamentaria se retiró del recinto al impedírsele al senador Roberto Gerlein que presentara su propuesta de alianza con Santos. Adicionalmente, quedó la sensación de una división interna entre sus dirigentes puesto que el triunfo de Ramírez estuvo en parte cimentado en el apoyo de cuatro senadores: José Darío Salazar, César Delgado, Hernando Pedraza y Juan Mario Laserna. Posteriormente los partidarios de permanecer en la Unidad Nacional impugnaron ante el Consejo Nacional Electoral la elección de Marta Lucía Ramírez por las supuestas irregularidades que tuvieron lugar en la convención.
 
De lo acaecido en la convención del Partido Conservador se desprende que el mismo, como muchos otros en el mundo, está en crisis y que la brecha entre sus dirigentes y lo que hoy llaman las “bases”, en vez de cerrarse, se ensancha. En otros términos, que hay una crisis de representación que tiende a  debilitar al régimen por cuanto los intereses de la clase política –centrados alrededor de la conservación de los cargos y los privilegios – no siempre corresponden a la pluralidad de intereses y de visiones que dice representar. Crisis que se extiende al cuadro directivo. En efecto, el presidente del Directorio Nacional Conservador, Ómar Yepes, convocó para el 5 de febrero a las directivas para tomar la decisión de si seguir haciendo parte de la Unidad Nacional o dar la orden a los actuales funcionarios que están en el Gobierno de retirarse del mismo.
 
En segundo lugar, es claro que las estrategias electorales que se concebían hasta cuando se llevó a cabo la convención del Partido Conservador sufrirán modificaciones profundas. Para comenzar, lo difícil para el sector “oficialista” es lograr que su posición trascienda al electorado de los caciques regionales que hasta el momento son los dueños de los votos, sin caer en las garras del Centro Democrático de Uribe con cuyas posiciones se identifica. En este sentido, el reto supremo es mantener unido al partido en torno a una candidatura que busca movilizar a los desencantados del pragmatismo de la dirigencia conservadora que reclaman ser tenidos en cuenta pero que también despierta suspicacias en muchos sectores los cuales, en virtud de la cercanía de Ramírez con Uribe, han llegado a calificar a la candidata de “caballo de Troya del uribismo”. ¿Daría Marta Lucía Ramírez este paso cuando, precisamente, uno de los argumentos de muchos convencionistas fue el de la importancia de tener un candidato propio para no perder toda identidad? Pensando en alianzas para ganar elecciones y presumiendo que una alianza entre el sector “godo” y el uribismo sea posible ¿qué sería de la candidatura de Óscar Iván Zuluaga el ungido por Uribe?
 
En la otra orilla, en la partidaria de la reelección del Presidente, han comenzado las reuniones de los partidos de la Unidad Nacional sin la presencia de los dirigentes conservadores dejados a un lado mientras se resuelve el tema de la impugnación de la candidatura de Marta Lucía Ramírez ; los mismos han también reforzado sus tropas con la inclusión en el equipo de estrategas  del candidato presidente de las principales figuras de la Fundación Buen Gobierno la cual entra en un estado de “hibernación”.
 
Las filas de la izquierda, que en algún momento creyeron que serían la tercera opción entre la Unidad Nacional y el uribismo, perderían protagonismo y capacidad de negociación dado que el lugar que creyeron que podrían ocupar podría estar ocupado por la candidata oficial del conservatismo.
 
Aunque el santismo no pierde la esperanza de ganar en la primera vuelta, dicha posibilidad es hoy muy difícil. De no lograr la victoria en la primera andanada, el escenario se reduciría a una competencia entre los partidarios de una paz santista y los reacios a aceptar la participación de los jefes guerrilleros en la política nacional, lo que obliga a la izquierda a votar por Santos para contrarrestar la amenaza de la extrema derecha.
 
Finalmente, dos acotaciones. Ante todo, constatar que las repercusiones de la convención conservadora contribuyen a debilitar la frágil institucionalidad colombiana al judicializar la política, en momentos en que se politiza la justicia y, por último, no perder de vista que, como lo señala Carlos Castillo Cardona en su columna de El Tiempo, “la verdadera batalla de las elecciones no es por la Presidencia. El objetivo es el control de Senado y Cámara. Uribe quiere entorpecer, limitar y bloquear al Gobierno a través del Legislativo. Le es imposible llegar a la Presidencia defendiendo la guerra por encima de la paz. Busca trabarla desde el Legislativo”.
 
Rubén Sánchez David
Profesor universitario
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 385
Semana del 31 de enero al 6 de febrero de  2014
Corporación Viva la Ciudadanía
 
https://www.alainet.org/pt/node/82873
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