Apuntes sobre el referendo
07/04/2003
- Opinión
En muchas ocasiones la política se entiende como una técnica y en ese
sentido uno puede analizar el tema del Referendo como una conjugación de
variables que al cambiar la mecánica o la técnica producen unos u otros
resultados. Pero la política es más que técnicas: básicamente es una lucha
de intereses sociales por acceder y ejercer el poder.
Alrededor del Referendo y la reforma política hay una intensa proyección de
intereses sociales porque una reforma política no es más ni menos que el
camino de acceso al poder, la discusión de cómo se accede al poder o cómo se
conserva el poder, el poder político. Y el camino de cómo se accede al
poder no es ni más ni menos definir si en este país puede haber paz o
guerra, porque solamente si las reglas de juego de la sociedad colombiana
permiten accesos pacíficos al poder, reemplazos en el poder de otras fuerzas
sociales de forma pacífica, esa sociedad en cierta forma se vuelve inmune a
la guerra; pero si las reglas del juego en la sociedad colombiana no
permiten reemplazos en el poder ni accesos pacíficos en el poder, esa misma
sociedad es absolutamente permeable al conflicto armado.
Miremos el desarrollo de los procesos de paz. Si colocamos en un solo
costal lo que fueron los procesos de paz en el 89, 90 y 91, y en otro costal
los recientes, fracasados, vamos a encontrar una gran diferencia, pues
mientras los primeros hicieron gravitar sus procesos de negociación
alrededor de la discusión de cómo se accede al poder pacíficamente y sólo
hasta llegar a acuerdos en ese terreno, con la Constitución del 91 se logró
un éxito relativo en esos procesos de paz; en la segunda tanda mientras
tanto, la discusión giró sobre cómo lograr unas reformas estructurales de la
sociedad colombiana, concertadas con el rival social en una sola mesa de
negociaciones, y la negociación fracasó. En cierta forma, unos, los de
ahora, pretendían una especie de reformas sociales desde arriba, por
decreto, a través del poder de la negociación, mientras que los primeros
pretendían simplemente que se permitiese la posibilidad de que nuevas
mayorías pudieran acceder pacíficamente al poder nunca permitido, como en el
caso de la ANAPO , y eso definió por varias décadas, entre otras cosas, paz
o guerra. Luego, esta discusión es absolutamente pertinente.
Estamos en una crisis que de acuerdo con la definición de Gramsci
básicamente se define así: una sociedad tiene en el poder unas fuerzas
sociales y otras fuerzas sociales son dominadas por aquéllas; si las
primeras, las que están en el poder, no son capaces de seguir gobernando,
llegan a una incapacidad histórica de llevar al conjunto de la sociedad a
unas metas futuras, y si las otras, las de abajo, tampoco son capaces de
reemplazarlas, estamos en una crisis de impotencia. Álvaro Gómez volvió a
repetir el concepto, cuando dijo que la crisis colombiana es una crisis de
impotencia generalizada. Luego una crisis se puede resolver si alguien
adquiere la potencia suficiente y transforma el poder o por el contrario la
crisis no se resuelve y lleva al conjunto de la sociedad hacia la muerte.
Ejemplos son el proyecto histórico de la Gran Colombia o recientes de la
Unión Soviética o el de Yugoslavia, en donde la crisis no se resuelve
positivamente y muere, en la sociedad misma, el proyecto nacional que fundó
o intentó fundar.
Colombia está en una crisis de ese tamaño. Podría decirse que vamos andando
por el camino de la destrucción de un proyecto histórico nacional, la nación
llamada Colombia que quizás nunca se logró construir definitivamente. En la
perspectiva de un proyecto nacional, los que están hoy en el poder son
conscientes de su crisis, de su impotencia, y ellos mismos buscan salidas
desde su propia perspectiva; y quienes están abajo, dominados, no son
conscientes ni siquiera de su poder, de lo que está pasando, son también
impotentes: esa es la crisis nacional.
Los dos discursos
El Referendo no es simplemente una conjugación mal hecha, desordenada, de
normas. Allí hay una lógica, allí se expresan unos intereses, una intención
de poder. Básicamente, con una reducción del Congreso la tesis que hace
valer más los votos de provincia, los votos no urbanos o los votos de
pequeñas ciudades es enteramente cierta y lleva a disminuir radicalmente el
poder de representación de las grandes ciudades, que reducen su influencia.
Eso significa, en el contexto político colombiano, que las poblaciones
urbanas, fundamentalmente Bogotá, que han logrado liberarse del clientelismo
y de la compra venta de votos durante un proceso mas o menos consolidado y
forman a veces grandes movimientos de opinión -a veces hacia la derecha, a
veces hacia la izquierda, a veces se dividen, sobre todo a partir de la
Constitución del 91-, perderían su capacidad de decisión en el poder,
mientras que los poderes mafiosos -que se han organizado para controlar
territorialmente la provincia a través de unas articulaciones específicas
entre clientelismo político tradicional y armas para la extracción de rentas
de la riqueza regional y el control social armado y violento, que es lo que
yo llamo el poder mafioso-, adquirirían automáticamente la capacidad de
hacer la ley.
Allí hay unos intereses, esa idea original indica un derrotero. No es
simplemente un Congreso más pequeño o más eficiente. Allí subyace la
intencionalidad de un sector social colombiano, los hacendados, los
propietarios de la tierra, los paraestados -según estadísticas de un
reciente estudio del IDEA de la Universidad Nacional, el 0.4% de esos
propietarios han llegado en sólo 16 años a duplicar la extensión y a pasar
del 32% de propiedad de toda la superficie cultivable al 64%-, y sus
manifestaciones políticas y militares para lograr el control de la ley.
En mi opinión, el "uribismo" se dividió internamente, eso nunca se conoció
públicamente, pero el que ganó entre los dos sectores "uribistas" para
presentar la iniciativa públicamente en el Congreso fue el sector más
retardatario de todos. Esa situación cambió en el transcurso de los
debates, pues otras fuerzas, otras urgencias entraron en el proceso de
discusión, y modificaron el proyecto inicial. Indudablemente, la urgencia
económica -que tiene otra lógica- es que el Presidente Uribe apenas se
sienta en la mesa y empiezan sus amigos y asesores a ver los libros de
contabilidad y de cuentas nacionales, las realidades económicas del país, se
dan cuenta de que estamos a punto de llegar a Argentina -aunque los
argentinos dicen que están a punto de llegar a Colombia-, y descubren
-porque no lo habían visto antes pues el gobierno de Pastrana había ocultado
y maquillado las cifras- la realidad de su propio fracaso como política
económica. Política económica que Uribe mantiene, sólo que elevada al
cuadrado, la intensifica, pero se dan cuenta de ese fracaso, saben que si no
son capaces de conseguir $10 billones de créditos no podrán pagar deuda el
año entrante o no pueden financiar la guerra o tienen que suprimir toda la
planta de personal estatal o adoptar la que menos les gusta: cesar pagos.
Esa es la realidad que encuentra Uribe y los obliga a afrontar otras
urgencias, que ya no son simplemente la defensa del poder hacendatario;
deben solucionar el lío fiscal y lo hacen desde su punto de vista, sin tocar
los subsidios que el presupuesto entrega por el lado del gasto al sistema
financiero colombiano ? comparativamente más grandes que el recorte de
salarios a todos los empleados públicos? y sin afectar por el lado de los
ingresos, los privilegios tributarios generados por el impuesto de la renta
construido para los grandes detentadores del poder económico y social del
país, mucho mayores, en volumen de pesos, a lo que cuesta el regresivo IVA
del 2 % a la canasta familiar impuesto en la nueva Reforma Tributaria.
Reforma que si hubiese quitado los subsidios, exenciones y descuentos
tributarios a esos sectores privilegiados, pudo significar un ajuste fiscal
realmente democrático y progresivo. El Gobierno decidió dejar quietos esos
privilegios y optó por tocar salarios de empleados, tocar IVA por el lado de
los ingresos y atacar la demanda y el consumo, precisamente la causa de la
crisis hoy reconocida hasta por el ortodoxo Banco de la República.
Ese factor de corto plazo que está asegurando el estancamiento económico, el
Gobierno lo transmite en el Referendo. Es decir, hay un segundo discurso en
el Referendo con otra lógica, que no es la lógica hacendataria sino la del
capital financiero que se ubica en forma prioritaria y transforma, desde el
lado del Gobierno, su propia posición sobre el Referendo y llega incluso a
debilitarlo. Se mantienen unas preguntas que tienen que ver con la lógica
del capital financiero en su ajuste fiscal del presupuesto y en asegurarse
el pago de la deuda.
Manejo simbólico
Pero además hay un manejo concienzudo y muy funcional de lo que se podría
llamar la opinión pública. Es un manejo irracional de los símbolos de los
llamados imaginarios populares. Ese manejo no es desordenado o por falta de
conocimientos sino que responde a lógicas representativas de intereses que
ni Pastrana, Samper o Gaviria estimularon, como por ejemplo, pretender
afrontar el déficit fiscal disminuyendo el número de los congresistas. El
presupuesto anual total del Congreso se acerca a los $200 mil millones, y el
Presupuesto de la Nación es de $67 billones; el porcentaje es de apenas el
0.2%. Luego, si reduce un poco al Congreso el ahorro es menos del 0.1% del
gasto, algo insignificante. Pensar que la reducción del Congreso ayuda a
disminuir el déficit fiscal es racionalmente una estafa.
Se juega y se manipula eficazmente el imaginario popular. En el común del
ciudadano no importa el ahorro en pesos sino que son 50 "bandidos" menos, y
eso moviliza rápidamente a la ciudadanía en apoyo de ese proyecto político.
Pretender congelar salarios de trabajadores de más de dos salarios mínimos,
que son la mayoría de los empleados públicos, no asegura acabar el déficit
fiscal. Se restringirá la demanda y seguramente disminuirá el crecimiento
económico, situación recurrente desde Pastrana hasta hoy; por tanto los
tributos no van a ser los esperados y se va a agrandar aún más lo que se
quiere arreglar: el déficit fiscal.
Nuestros desempleados -que no ganan ni un salario mínimo-, y la mayoría de
los trabajadores colombianos que ganan menos de dos salarios mínimos -cerca
del 80% del conjunto laboral- piensan que aquellos con mas de 2 salarios
mínimos son unos privilegiados, que ese recorte salarial vale la pena y como
les aseguraron que así se genera empleo, votaron masivamente la propuesta de
Uribe. ¿Qué hay detrás de esa propuesta? Nada diferente a intentar
fragmentar aún más a la sociedad Colombiana en la base pues se sabe que
quien gana tres, cuatro, cinco salarios, incluso hasta diez, no es el
poderoso, es un ciudadano igual casi al otro, tal vez con mejor suerte
laboral. Lo terrible es que la sociedad empieza a enfrentarse a sí misma
atendiendo a una llamada desde el poder colocando a la mayoría de des o
subempleados en contra de aquellos "privilegiados" empleados. Allí caerá el
sindicalismo y todo tipo de organización social y política, arrinconado por
las masas populares: ésa es la diabólica intención del proyecto Uribista.
Un tema por fuera del Referendo es el tema de la guerrilla: hoy no se les
llama guerrilleros sino terroristas. Se vincula y se moviliza a toda una
sociedad en la lucha contra el terror. Es una idea simbólica pues se busca
a los culpables de nuestros problemas. Es una verdad a medias, pues
cualquiera que haga un análisis racional de la historia colombiana sabe que
la guerrilla no es la culpable de la hecatombe nacional; pero la -lucha
contra el terrorismo- sirve como fuerza movilizadora y lleva finalmente a
concepciones y decisiones autoritarias legitimadas por las mayorías
ciudadanas, hacia una salida radicalmente distinta de la idea inicial de la
Constitución del 91 y su Estado Social de Derecho. No a profundizarla
democráticamente sino a ser posible un estado autoritario no con la fuerza
pura estilo Turbay sino basada en consensos y aceptaciones.
Cabe analizar el caso de la penalización del consumo de drogas. Carlos
Gaviria haría una exposición magistral de porqué no hay que penalizar el
consumo y de lo que significa la libertad individual, incluso se puede
argumentar profundamente sobre el papel de la droga en los orígenes de la
cultura humana. Pero desde la irracionalidad, la clase media teme que sus
hijos limpios y pulcros se junten en la calle con un "ñero" sucio y terminen
consumiendo drogas en El Cartucho. En el Referendo se manipulan todos esos
imaginarios construidos alrededor de la clase media y la salida es enviar a
la cárcel o penalizar los "desechables"; eso mueve a millones de personas.
No es posible que la mayor parte de la sociedad -hasta en un 80% como lo
mostró una encuesta reciente- esté de acuerdo con que a los muchachos
drogadictos se los lleven a la cárcel. Pero esa es la cruda realidad, se
está estimulando el ascenso del irracionalismo y el autoritarismo dentro de
la sociedad colombiana tal como ascendió el nazismo en la Alemania
hitleriana a costa de judios, gitanos, comunistas y homosexuales.
Ruptura política
Han existido por años, desde el lado de fuerzas democráticas, el M19
incluido, grandes esfuerzos por implementar una propuesta de reforma
política. Estamos hablando de proyectos históricos diferentes, uno ya
agotado, que expresa la crisis actual integral de toda nuestra sociedad, y
la posibilidad de que un proyecto histórico con nuevas fuerzas sociales se
pueda instalar pacíficamente en el poder y conduzca por vías diferentes a la
guerra a esta sociedad. Es lo que yo llamo una ruptura política. Nuevas
reglas de juego pueden permitir que eso suceda pacíficamente. Una salida
positiva a la crisis nacional implica, obviamente, que esas fuerzas sociales
nuevas se potencien, tengan instrumentos políticos, lleguen a ser verdaderas
fuerzas políticas, que no terminan compradas o se abstengan.
Si se puede acceder al poder de manera pacífica no hay necesidad de hacer la
guerra. Ese es otro interés social que está en discusión, bastante
arrinconado por cierto. Cuando el Presidente Uribe fue elegido y anunció
-antes de posesionarse- su intención de hacer una reforma política, diversas
organizaciones políticos y sociales democráticos de Colombia, reunidos en el
Polo Democrático decidimos, ante el temor de lo que podía presentar Uribe y
la avalancha "Uribista", colocar una propuesta de referéndum diferente, con
elementos técnicos que ayudaran a un aglutinamiento de fuerzas, le
articulamos unos puntos sociales neurálgicos en el desmonte de la propuesta
neoliberal tales como la educación, la salud, y los servicios públicos.
Esa propuesta se presentó a la Registraduría y vino una falla estúpida de
estas fuerzas sociales. Para potenciar y colocar como alternativa nuestro
referendo frente al de Uribe, el cual iba a empezar a ser discutido dentro
del Congreso de la República: había que recoger inicialmente millón y medio
de firmas. Se hubiera podido duplicar esa cantidad.
Nosotros teníamos a fuerzas sociales con cobertura nacional suficiente como
para enfrentar ese reto y, sin embargo, no se recogió una sola firma, porque
las grandes organizaciones entraron en elecciones, y prefirieron sus propias
elecciones a esta que consideraron coyuntura política, en el fondo porque
una izquierda muy tradicional en Colombia, que a todo le dice NO pero nunca
propone nada a cambio, decidió que el tema de las elecciones y de las
reformas políticas, son temas politiqueros y que el problema fundamental es
el hambre de la gente y desconoció que la principal reivindicación de un
pueblo es su acceso al poder.
* Gustavo Petro Urrego es miembro de la Cámara de Representantes. Versión
editada de un Foro que sobre el tema se realizó recientemente en la
Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.
https://www.alainet.org/de/node/109154?language=es
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