Con Otto, tampoco: por qué la mano dura no es la solución

29/07/2010
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Otto Pérez Molina ofrece que la solución a la violencia (a la que los medios se refieren como “ola de violencia”) es la represión por medio de estados de excepción, el reino del terror por medio de la implementación de la pena de muerte, que está vigente pero no se aplica, y el regreso al pasado por medio de las fuerzas de tarea.
 
Esta fórmula no puede funcionar porque las circunstancias históricas son distintas hoy de lo que fueron en el tiempo de Ubico, máxima añoranza de los aficionados a vivir bajo el látigo, o durante el conflicto armado, con todo un entramado de política internacional que, entre otras cosas, hacía posible el abuso de la fuerza.
 
Los estados de excepción han probado no resolver las causas de la violencia, sino más bien generar más violencia y aumentar la impunidad bajo la que operan grupos de limpieza social, sicarios, empresas privadas de seguridad, y un largo etcétera que incluye aquellos de los que es imposible no hablar: los narcotraficantes.
 
 La pena de muerte existe en nuestra legislación como pena máxima por delitos cometidos con agravantes. Hay reos condenados a muerte, a quienes asiste el derecho de solicitar un indulto. Atrás quedaron los años en que a un presidente no le temblaba la mano ya fuera para perdonar a un reo o para televisar su ejecución. Ahora lo que existe es un hoyo legal que permite a los poderes del Estado lavarse las manos de semejante responsabilidad. Al Organismo Judicial, le libera de tener que ejecutar la sentencia; al Organismo Ejecutivo le releva de la responsabilidad de quedar bien con unos y mal con otros al otorgarlo o no otorgarlo, porque puede, con razón, argumentar que al que corresponde concederlo es al Organismo Legislativo. Y este Organismo puede, con razón, devolver la pelota al campo del Ejecutivo. Así es que estos reos están en un limbo legal que mientras tanto les asegura mantenerse con vida, y el debate sobre si esta medida tiene un impacto real en la disminución de la delincuencia no ha terminado.
 
 Y las fuerzas de tarea, responsables materiales del genocidio, pudieron haber instaurado un gran terror, pero no lograron acabar con la población indígena (concebida como el enemigo interno) y mucho menos borrar la semilla revolucionaria, las ansias de transformación ni la identidad, verdaderos objetivos de la aniquilación. El exterminio no sería solución para una violencia que no tiene su origen en grupos específicos como los pobres o los mareros. Dice Pérez Molina que hay que saber emplear el Ejército en la tarea de dar seguridad ciudadana. Tal vez funcionaba cuando el presidente era como dios en la tierra, verdadera encarnación de la patria, y a su voluntad se debía toda obediencia, pero ahora, sabemos que las fuerzas militares y de seguridad responden a otros intereses que nada tienen que ver con la patria y mucho con el lucro ilícito.
 
 Así es que si usted está pensando votar por el puño en las próximas elecciones, porque esta violencia no se aguanta más, desde ya puedo vaticinarle que esta violencia va a continuar así gane Otto Pérez, y que las consecuencias de la mano dura no van a recaer en los delincuentes, sino en nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes que sufrimos todos los días la noticia del asalto, robo, extorsión, violación o secuestro express de familiares y conocidos.
 
 Yo no tengo la solución, pero le puedo asegurar que Otto, tampoco.
 
Guatemala, 27 de julio del 2010.
 
Ana López Molina
AEC-AVANCSO
https://www.alainet.org/de/node/143148
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