Pagamos para andar con las piernas del FMI

13/01/2006
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Imagine que usted paga por anticipado dos años una deuda de 15 mil e inmediatamente pide prestado otros mil, a intereses mucho más altos. ¿Tiene sentido? Pues es lo que Brasil acaba de hacer al formalizar, con gran solemnidad en el Planalto, el pago anticipado en dos años, de 15 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI), junto con el anuncio simultáneo de la captación, en el mercado privado internacional, de bonos por mil millones de dólares. Finalmente, ¿el gobierno necesita o no del dinero prestado? No es todo, sin embargo. El presidente Lula anunció orgullosamente que, con el pago, Brasil daba pruebas de que ahora puede andar con sus propias piernas. Probablemente no oyó lo que el ministro Palocci dijo en el mismo acto solemne: que el pago no significaba ningún cambio en la política económica brasileña. Como esa política fue definida siguiendo las condicionalidades del acuerdo hecho con el FMI para tomar el préstamo, continuamos andando voluntariamente con las piernas del FMI, no con las nuestras. Pero eso no es todo. El señor Rato, representante del FMI, aprovechó la solemnidad en el Altiplano para decir, en la cara del Presidente, que Brasil debería dar plena autonomía a la dirección del Banco Central. No voy a discutir sobre la tesis propuesta de un Banco Central independiente, pero sí la audacia de la proposición. ¿Quién es el señor Rato para meterse en la política interna brasileña y decir cómo debemos organizar nuestras instituciones monetarias? Después de las vibrantes pruebas del vasallaje del Gobierno de Fernando Henrique ante los países ricos, y sobre todo ante Estados Unidos, queriendo inclusive hundirnos en el ALCA, la política externa del presidente Lula ha sido razonable y prudente, como dice en la reciente reseña del libro de Paulo Nogueira Batista Jr. Eso se debe, sin embargo, a Itamarati. Cuando el asunto está bajo el dominio del Ministerio de la Hacienda, ahí caemos de nuevo en el terreno del vasallaje y de la sumisión al neoliberalismo y al condominio de los países ricos. Sería óptimo que recomenzáramos a andar con nuestras propias piernas, como el Presidente anunció. Pero sucede que el equipo económico mantiene nuestras piernas amarradas al neoliberalismo, lo que nos coloca en las peores posiciones de América Latina en términos de crecimiento económico, aún más distantes de los países asiáticos, y sumergidos en la peor crisis social de nuestra historia, con casi un tercio de nuestra fuerza de trabajo en el desempleo absoluto o en el subempleo. El modelo que nos impone el FMI, junto con otras agencias internacionales y las élites económicas del Primer Mundo, ha fracasado aquí y en la mayoría de los países donde ha sido aplicado. Tenemos que sacudirnos este peso de las espaldas. Si es para eso que pagamos adelantado los 15 mil millones de dólares, magnífico. Pero la precondición sacudir al FMI y su caterva de la espalda del Gobierno es sacudir el equipo económico neoliberal de la espalda de Brasil. O hacemos eso, o continuaremos en una especie de pacto con el diablo de la estangflacion (estancamiento con inflación, NDLR). Incluso en la política externa es preciso mantener reserva frente a la influencia nefasta de Palocci y los suyos. Brasil, en el ámbito de la OMC, está insistiendo en el desmantelamiento de las barreras proteccionistas de los productos primarios en Estados Unidos y en la Unión Europea. Es preciso ver lo que esos países están exigiendo en contrapartida. De pronto, a cambio de una liberalización que tendrá sólo efectos marginales en nuestras ventas de productos primarios, tendremos que hacer concesiones inaceptables en inversiones, patentes, servicios y compras gubernamentales, de una forma que congelará nuestro desarrollo. Tómese sólo un ejemplo del riesgo práctico que eso representa. El único gran programa industrial en curso en el Gobierno Lula es la construcción de navíos y plataformas de petróleo pedidos por la Petrobrás a astilleros instalados en Brasil. Pues bien, si estuviera en vigor el acuerdo que Estados Unidos y la Unión Europea exigen a cambio de la reducción de los subsidios agrícolas, y cediendo en materia de compras gubernamentales, la mayor parte de los pedidos de la Petrobrás acabarían en astilleros de Corea del Sur, Japón o inclusive de Europa. Tal y como sucedió con el Gobierno tucano (de Fernando Henrique Cardoso, NDLR) que graciosamente quiere ahora volver al poder. (Traducción: ALAI)
https://www.alainet.org/es/active/10357
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