Misión ciencia y universidades
30/07/2006
- Opinión
Parece claro desde el comienzo que una política pública como Misión Ciencia
tiene una relación natural de convergencia con el mundo académico: sea por la naturaleza misma de los procesos científicos y tecnológicos, sea por la excepcional concentración de recursos intelectuales que caracteriza la vida universitaria. No obstante, esta evidencia no se traduce automáticamente en una vinculación viva y estrecha en la realización de proyectos y programas. En parte porque este complejo entramado institucional que es el sistema de educación superior en el país está compuesto por una diversidad tal de situaciones y perfiles que resulta casi imposible considerarlo genéricamente con una fórmula uniforme. En parte también porque el sector particular de las universidades autónomas tiene un peso muy alto en la imagen corporativa de todo el sistema. De ese modo se produce un sesgo casi inevitable cuando se plantea la cuestión de la articulación de los distintos proyectos de Misión Ciencia con el sector universitario.
Para corregir esta imagen es importante atender diferenciadamente la diversidad de actores que se mueven en este mapa. Para la concertación de un cierto tipo de programas es evidente que deben privilegiarse los nexos con los institutos tecnológicos, con las universidades politécnicas, con las facultades de ingeniería, con los centros de investigación vinculados directamente con la resolución de problemas puntuales. Ese amplio campo de relaciones tiene sus especificidades. El manejo de acciones conjuntas viene determinado por los imperativos de los proyectos en curso, por el tipo de objetivos que Misión Ciencia se ha planteado en estas áreas para el año 2006.
Cosa diferente ocurre en el campo de la formación. Tenemos aquí inmensos desafíos que pasan de alguna manera por concertar acciones con las Facultades de Educación, con los Institutos Pedagógicos, donde se está modelando el tipo de enseñanza sobre las ciencias y las tecnologías. De momento hay aquí un desfase que ha de ser colmado por la vía de los acuerdos, poniendo en práctica audaces programa de reforma que sintonicen los contenidos curriculares y las prácticas docentes con los grandes horizontes de una nuevo paradigma para alas ciencias y las tecnologías en Venezuela. Cada cual haciendo lo suyo. Misión Ciencia no puede encargarse de asuntos que son competencias de las propias universidades. Tampoco podemos decretar que nos son indiferentes los entuertos que observamos en toda la conformación de la enseñanza de las ciencias y las tecnologías en el aparato educativo del país. De allí la necesidad imperiosa de superar el esquema paranoico según el cual los “agentes del mal” vienen con planes maquiavélicos de “intervención” de nuestras desvalidas universidades. O el otro esquema igualmente pernicioso que consiste en reducir la Misión Ciencia a una generosa cuenta bancaria dispuesta a remediar la insufrible lista de carencias con la que cada funcionario deambula de oficina en oficina.
Hemos repetido insistentemente que las previsiones financieras destinadas al fortalecimiento de infraestructuras, a dotaciones y equipamientos, a las mejoras de las condiciones materiales del trabajo de nuestros investigadores, están garantizadas en la aplicación de los diferentes Proyectos que vienen desarrollándose. Es más que comprensible la propensión a valorar la Misión Ciencia básicamente por los recursos que moviliza. Pero también debería ser muy comprensible que lo fundamental no va por ese lado. Al tiempo que ha de producirse un importante impacto en los tejidos institucionales existentes, conviene enfatizar en el filo sustantivo de lo que ha de representar en el país la configuración de una nueva plataforma de gestión científico-técnica, de enseñanza de las ciencias y las tecnología, de producción de conocimiento. Esto último no se logra por la aplicación de un “plan” sino en el laborioso y progresivo de proceso de cambio de una cultura instalada, en la modificación—lenta pero inexorable—de toda una mentalidad, de valores y comportamiento, de discursos y prácticas, de maneras de hacer las cosas y de actores en escena.
La Misión Ciencia no es la caja chica que viene a suplir las necesidades que tienen los científicos del país para desarrollar su trabajo (como tampoco el PPI debería ser un complemento salarial subrepticio, dados los sistemas paupérrimos de remuneración del sector universitario) Es preciso avanzar en la discusión descarnada de los grandes problemas que están en la base de una política pública como esta. Es obvio que existen concepciones diferentes. Es más que evidente que manejamos visiones contrapuestas con relación a lo que debe hacerse en este campo. No hay que tenerme miedo a esas diferencias. Sólo un debate serio puede permitirnos derivar de esas concepciones en juego las consecuencias prácticas para el conjunto de la sociedad. No vamos a suprimir esas diferencias por decreto, tampoco con buenas intenciones y gestos protocolares. Importa por ello hacerse de una voluntad explícita de interpelación del otro. Una actitud sensible frente a las opiniones diferentes. Un tono crítico y abierto que entienda la presencia de los conflictos como parte constitutiva de los procesos de construcción de lo nuevo. En ese contexto es muy probable que vayan expandiéndose los acuerdos y las convergencias. Sin politizar a priori la agenda de discusión. Sin obligar a nadie a tomar partido por esta o aquella opción ideológica.
El mundo universitario tiene una estupenda oportunidad de diálogo en el seno de la Misión Ciencia. Esa no es una declaración formal sino la constatación del curso de desarrollo de una política pública pensada para el país, comprometida a fondo con contenidos trascendentes, con un claro horizonte de realizaciones donde le país es el centro, con una honda inspiración en los desafíos mayores de la soberanía y la independencia, justamente cuando la brutalidad de una globalización impuesta va dejando escasos márgenes para el ejercicio de lo alternativo, para la emergencia de nuevas prácticas, para la concurrencia de nuevos actores.
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